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Historia

La  pianista  que desafió a Stalin Mariya Yúdina

María Yúdina

 

Hay mujeres nacidas en una tierra húmeda.

Cada uno de sus pasos es un grave sollozo.

Su vocación es acompañar a los resucitados

y saludar las primeras a los muertos.

(Osip Mandelstam en su destierro de Vorónezh)

 

Sabido es la incertidumbre por la que atraviesa España temiendo nos arrolle un poder tiránico disfrazado de corderito de Norit y con ello, volver a padecer los infortunios de 1936. Es el motivo por el que en un artículo anterior relaté las dificultades vivenciales que Stalin y su oprobioso régimen plantearon a la extraordinaria poetisa Marina Tsvietáieva que, en su desesperación, la arrastró a la muerte. Hoy traigo también una dama excepcional de personalidad diferente pero con una nota en común: las dificultades a superar por no ser “del régimen”. Esta singular y valiente dama se llamó María Yúdina.

Nacida en Nével el 28 de agosto de 1899, murió el 19 de noviembre de 1970,  fue una pianista rusa, gran defensora de la música contemporánea y muy reconocida también por sus interpretaciones de Johann Sebastián Bach y Ludwig van Beethoven. Estudió en el conservatorio de Petrogrado donde tuvo como compañeros de clase a Dmitri Shostakóvich, con quien mantuvo una perdurable amistad y Vladímir Sofronitski. Durante un breve periodo de tiempo recibió también clases particulares de Felix Blumenfeld (a su vez, alumno predilecto de Rimsky-Korsakov). Tras terminar sus estudios en el Conservatorio de Petrogrado, Yúdina fue invitada a dar clases allí. Intervino activamente en el ambiente cultural de su tiempo y se relacionó con escritores, artistas o arquitectos. Entre sus amigos estaba Borís Pasternak, Ósip Mandelshtam, Mijaíl Bajtín, Piotr Suvchinski,  Pierre Boulez, Karl Heinz Stockhausen y muchos otros. Fue una de las pocas voces del mundo artístico soviético que mostró abiertamente su disconformidad con el régimen comunista, lo que le costó en represalia que se le impidiera en numerosas ocasiones ejercer la docencia o interpretar en público.

De familia judía, los sufrimientos por los que pasó su gente, hizo que reflexionara ampliamente sobre cuestiones vitales esenciales que motivaron su interés hacia la religión cristiana ortodoxa. Y es que la relación de la URSS con sus judíos fue siempre compleja, ambigua y variable. Muchos de los que crearon la revolución, habían sido hebreos, y de manera muy notoria Trotsky (León Bronstein, fundador en buena medida del Ejército Rojo y de la Cheka), Lev Kamenev (miembro de la troika que sucedió a Lenin), Yakov Sverdlov (primer presidente de la Rusia Soviética) e incluso el judeoconverso Yakov Yurovski, ejecutor jefe de la familia imperial en un sótano de Ekaterinburgo. El motivo de que hubiese tantos descendientes del antiguo Israel entre quienes realizaron la Revolución Rusa es sencillo: hasta el ascenso de los fascismos en los años 30, el Antiguo Régimen zarista fue probablemente el orden político que peor había tratado a sus judíos desde la Edad Media.

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El gulag ( siglas de campos penitenciarios y de trabajos rusos). Los comunistas, al igual que los nazistas, tuvieron sus campos de concentración vergüenza de la humanidad.

El gulag ( siglas de campos penitenciarios y de trabajos rusos). Los comunistas, al igual que los nazistas, tuvieron sus campos de concentración vergüenza de la humanidad.

Durante la Guerra Civil Rusa (1917-1924, bolcheviques contra mencheviques), los primeros fueron tolerantes con los judíos en las principales ciudades. Fuera de ellas, la comunidad hebrea podía temer por su seguridad, no sólo por los nacionalistas ucranianos y del Ejército Blanco que cometieron pogromos, sino también por los comunistas que acusaban a los judíos de ser fundadores del capitalismo y por tanto debían morir. El Ejército Rojo masacró a numerosos judíos en Ucrania. Una de las matanzas más famosas fue la de Smela en la que 107 judíos fueron asesinados, aunque igual de cruel fue la de Baranovichi con varios cientos de muertos. También en la Guerra Polaco-Soviética el Ejército de Caballería Soviético del general Semión Budiony asesinaba judíos a medida que conquistaba aldeas en Polonia. Aproximadamente en todo el conflicto de la guerra contra los polacos, más la civil, unos 20.000 hebreos perecieron a manos de los pogromos bolcheviques.

Posteriormente, la Segunda Guerra Mundial supuso nuevas masacres para los judíos por parte de las autoridades soviéticas. En Lituania se efectuaron las primeras deportaciones y en Estonia un total de 500 judíos fueron enviados a los campos de concentración y gulags de Siberia. Prácticamente todas las sinagogas de los países bálticos fueron clausuradas. También en Polonia algunos cientos de hebreos fueron entregados a la Alemania de Adolf Hitler, por aquel entonces aliada de la URSS; prácticas llevadas a cabo en la frontera, en las cuales colaboraban tanto la Gestapo como la NKVD soviética. Uno de los hechos más tristes fueron las decenas de familias judías que venían huyendo de los alemanes, a las que las tropas soviéticas prohibieron acceder y dejaron morir de hambre entre las alambradas de los dos países, a cual más totalitario, siendo incluso en algunos casos tiroteadas por francotiradores rusos. (Dictador por dictador, poca diferencia entre ambos). Cuando se evacuó la ciudad de Lviv ante la conquista inminente de los alemanes, los rusos antes de marcharse masacraron mediante fusilamientos a varios cientos de judíos. A medida que los soviéticos fueron ganando la guerra e invadieron Europa Oriental, el trato hacia los judíos fue similar al de los alemanes. Cuando se produjeron las liberaciones de diversos campos de concentración alemanes, algunos presos judíos fueron asesinados por sus liberadores y numerosas mujeres hebreas violadas por los rusos. Cosas así ocurrieron en Auschwitz, donde la “liberación” para muchos presos, se convirtió simplemente en el cambio de un invasor por otro nuevo. Decenas de etnias e inmigrantes fueron exterminadas por la URSS durante este período, pero los judíos hasta ese momento se habían salvado por tener un gran peso en países aliados de Rusia como el Imperio Británico o Estados Unidos. Finalizado el conflicto e iniciadas las hostilidades diplomáticas al otro lado del Telón de Acero, Stalin podía llevar a cabo su plan de acabar con esta raza y alargar su mandato alegando una conspiración judía.

Uno de los primeros hechos que mostraron el boceto de Stalin respecto a los judíos fue cuando en 1945 se hizo efectiva la prohibición de hablar del Holocausto cometido durante la Segunda Guerra Mundial, así como la negativa de la URSS a reconocer los crímenes de los alemanes contra los judíos, alegando que las verdaderas víctimas habían sido los rusos y no los hebreos. Publicaciones como Libro Negro del poeta hebreo Peretz Markish que hacían referencia al Holocausto, fueron prohibidas. Fuera de Rusia, en la Polonia ocupada por los rusos, 327 judíos fueron asesinados por los comunistas en auténticos linchamientos callejeros. Lo mismo sucedió en Eslovaquia durante el Pogromo de Topolcany en el que se apaleó a 48 hebreos. Todos los intelectuales judíos en Leningrado y Moscú fueron deportados a campos de concentración: Periodistas, escritores, músicos, pintores, poetas… Se despidió a los judíos de todos los oficios de responsabilidad y se los prohibió acceder en el futuro. La prensa y en especial el diario Pravda ridiculizó a los hebreos, a los que presentaba como inferiores a los rusos y como un peligro público en la comunidad socialista.

 

María Yúdina, gran amiga del  filósofo cristiano ortodoxo Pável Florenski[1], siguió sus enseñanzas y se convirtió al cristianismo ortodoxo con una profunda fe de raigambre mística que la convierte también en una de las figuras cristianas más importantes de la Unión Soviética. Fue el destino de María Yudina sufrir por muchos de sus más queridos amigos y colegas desaparecidos en el Gulag. Una cristiana sin miedo, que llevaba una cruz visible incluso mientras impartía sus clases en el Conservatorio de Petrogrado o actuaba en público. Una afirmación en su creencia en un momento en que el precio de su demostración de fe religiosa podría ser la pérdida del trabajo, la propia libertad, e incluso la vida. Vivió una vida ascética, no utilizaba el cosméticos, gastaba poco en sí misma, y se ​​vestía con sencillez. “Tenía la impresión de que Yudina llevaba el mismo vestido negro durante toda su larga vida; tan desgastado lo llevaba “, dijo Shostakovich. María vivía para su fe y para la música, que, a su vez, era una forma de proclamar su fe en un período en que las letras fueron vigiladas con especial inclemencia y crueldad; mucho más que los pianos.

Su libertad en proclamar su fe y su ascetismo llamaban la atención a sus amigos. Era conocido entre ellos su incapacidad para mantener algo de valor para sí misma. “Ella vino a verme una vez,” recordó Shostakovich “y dijo que vivía en una pequeña habitación miserable  donde no podía trabajar ni descansar. Así que firmamos una petición y fui a ver a varios burócratas. Le pregunté a un montón de gente pidiendo ayuda, les quité un montón de tiempo. Con gran dificultad conseguimos un apartamento para Yúdina[2].  Se podría pensar que todo estaba solucionado  y que la vida podría continuar. Poco tiempo después, ella vino a mí de nuevo y me pidió ayuda en la obtención de un apartamento para ella. “¿Qué?! Pero nos dieron un apartamento para usted! ¿Para qué necesita otro?”Le di el departamento a una pobre anciana.”  Shostakovich, que consideraba la religión como superstición, no estaba de acuerdo con sus acciones, no podía entender que, en momentos de tanta penuria en Rusia, los amigos reunieran cinco rublos para que arreglara la ventana de su apartamento que no tenía cristal en pleno invierno y cuando, al poco tiempo la visitó, comprobó que en esa habitación hacía tanto frío como fuera: la ventana rota estaba tapada con un trapo, ¿Cómo puede ser esto, María Veniamínovna? ​​te dimos dinero para arreglar la ventana. ” Y ella respondió: “Se lo di a las necesidades de la iglesia. ‘” La iglesia puede tener diferentes necesidades“, protestó, “pero el clero no suele sentarse en el frío, después de todo, con las ventanas rotas. La abnegación debe tener un límite racional.” Él la acusó de comportarse como un yurodivye, la palabra rusa para designar a un loco sagrado, una forma de santidad a los ojos de la iglesia.

 

Stalin no sólo persiguió a los judios, sino a todo disidente e incluso a los propios comunistas. El dictador comunista supo hacer del hambre la mayor arma de destrucción.

Stalin no sólo persiguió a los judios, sino a todo disidente e incluso a los propios comunistas. El dictador comunista supo hacer del hambre la mayor arma de destrucción.

Esa profesión pública de fe no fue gratuita. A pesar de su reconocimiento como músico, de vez en cuando se le prohibió actuar en salas de conciertos. Shostakovich recordó: Su posición religiosa estaba bajo la artillería constante e incluso el ataque de la caballería [en la escuela de música en Leningrado]. Serebriakov, el director de entonces, tenía la costumbre de hacer los llamados “ataques de la brigada ligera”. . . . Se dio cuenta de que Yúdina era una pianista de primera clase, pero no estaba dispuesto a arriesgar su propia posición. Uno de los cargos de la brigada se hizo específicamente contra ella. La caballería se precipitó en la clase de María y exigió: “¿Usted cree en Dios” Ella respondió afirmativamente. “¿Estaba promoviendo la propaganda religiosa entre sus estudiantes?” Ella respondió que la Constitución no lo  prohíbe. Unos días más tarde, una transcripción de la conversación realizada por “un desconocido” apareció en un documento de Leningrado, que también imprimió una caricatura – María con ropas de monja rodeada de estudiantes de rodillas. Y el título era algo acerca de predicadores que aparecen en el Conservatorio. La caballería la arrolló en gran medida, a pesar de que era la brigada ligera. Naturalmente, Yúdina fue despedida después de eso. Ejerció la docencia hasta 1930, momento que relata Shostakovich.

Tras estar sin trabajo y sin casa durante un par de años, el Conservatorio de Tiflis le ofreció impartir clases de piano en el curso 1932-1933. Entre 1944 y 1960, Yúdina enseñó música de cámara y acompañamiento vocal en el Instituto Gnéssiny (hoy conocido como Academia Rusa de Música), pero fue expulsada por sus creencias religiosas y por su preferencia por la música contemporánea occidental. Pudo continuar con sus recitales hasta que en uno de ellos leyó un poema de Boris Pasternak. De nuevo sancionada, se le impidió interpretar en público durante cinco años.

 

Intervino activamente en el ambiente cultural de su tiempo y se relacionó con escritores, artistas o arquitectos. Amiga de sus amigos, lo fue grandemente de Pasternak. Se cuenta que la primera lectura del manuscrito de Doctor Zhivago, clandestina, lógicamente, (téngase en cuenta lo peligroso que era reunirse para leer una obra que denunciaba actitudes del régimen) tuvo lugar en el apartamento de Yúdina, en 1947, en el que quizás también se reunieran para la ocasión Anna Ajmátova, Dmitri Shostakóvich y Nadezhda Mandelshtam, la viuda de Osip.

 

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A decir de los especialistas, su estilo de interpretación era rotundo, extremadamente subjetivo y, a menudo sorprendente. En una ocasión, Sviatoslav Richter le preguntó por qué había interpretado una pieza de Bach con tanta agresividad: “Querido Slava – contestó iracunda Yudina -, ¿cómo quería que tocara? ¡Estamos en guerra!”. Otra vez, aludiendo a unas sobrecogedoras variaciones beethovenianas, sostuvo que en esa partitura resonaba “el martillo que clava a Cristo en la cruz”. Percibía toda la música con esa misma intensidad, poco importaba que se tratase de Stravinsky – al que adoraba -, de Beethoven, de Bartok o de Mozart. Son famosas entre los especialistas su interpretación de las Variaciones de Goldberg[3]. En la partitura que se conserva de ellas se pueden ver las anotaciones de la pianista referidas a partes del Evangelio que le servían para inspirar la interpretación. “Como una serie de ilustraciones para la Santa Biblia“, dijo Shostakovich. “Siempre jugó como si estuviera dando un sermón.” «Hay maestros –sostiene el compositor Alfred Schnittke, refiriéndose a la pianista de Nével– que enseñan paso a paso, sin dejar espacio para el error. Hay otros que te abren horizontes y te enseñan a mirar a lo lejos. Los hay finalmente, como Yúdina, que sencillamente siguen su camino sin importarles en absoluto quién los acompaña, aunque sean muchos los que lo hacen desde la distancia, por aquello hacia lo que apunta».

 

A pesar de su desafío al régimen soviético, sus interpretaciones al piano eran de tal calidad que conmovieron al mismísimo Stalin. Era el año 1943 y fue especialmente grave. Pérdidas… Los más próximos desaparecían sin dejar rastro. La correspondencia se hizo limitada. Mucha gente allegada a María Veniamínovna… casi se volvió loca: por todas partes aparecían huellas de sus dedos que los incriminaban. Al tocar una taza, ya queda tu huella digital allí. Y al día siguiente, los agentes de la KGB pueden acusarte de participación en un complot contrarrevolucionario contra Yósif Visariónovich Stalin… (Odiaba a Stalin más que al poder soviético, más que a Marx, Lenin y Engels juntos. Lo veía como una caricatura monstruosa, comparándolo con el Gran Comendador del “Don Giovanni” de Mozart.)

Puede leer:  ¿Cómo luchar contra la Ley de la Memoria Democrática?

 

El año era anómalo. Primero prohíben sus actuaciones y luego las permiten; no tiene programado ningún concierto. ¿Qué escenario podría lograrse para un concierto, si la guerra aumentaba en su fragor, mezclando todas las cosas alrededor? Bombardeos y cañonazos, gritos de moribundos… Los presos solovkianos[4]… Chicos de 20 años muriendo a miles en el frente, en el infierno de Stalingrado…

María Veniamínovna era una pianista ‘en desgracia’ con una reputación severa y acabada: ‘sectaria’, de raíces judías y religión cristiana, ‘formalista’… Prefiere a los autores contemporáneos, de modo que pertenece a la corriente enemiga del régimen… En otras palabras, rechazada desde todo punto de vista.

 

Inesperadamente, la invitaron a presentarse en un programa de radio, en directo, por la tarde, cuando todo el país se acercaba a los radiorreceptores y escuchaba la voz de Levitán: ‘Habla Moscú…’. Después de la parte habitual dedicada a las últimas noticias del frente –las victorias, las pérdidas, otros galimatías de la máquina bélica, el abismo infernal.., un concierto que relajara los espíritus. El solista previsto resultó ser un elemento de poca confianza, que cayó bajo sospecha. Y la reemplazante fue María Veniamínovna que, a todos,  parecía ser una pianista extraordinaria desde el punto de vista profesional. En el atril del director estaba su antiguo amigo, Alexánder Vasílievich Gauk, con quien se entendía maravillosamente. Durante la emisión en directo, María que hacía muy pocos días que había  recibido la noticia de que uno de sus amigos más queridos había perecido por la tiranía, supo transmitir toda su sensibilidad en el Concierto nº 23 de Mozart, no en balde, María Veniamínovna entendía toda la literatura musical mundial como un Réquiem continuo.

 

Todo el auditorio la acompañaba en su llanto. Un concierto sinfónico o un recital, todo se convertía en un gran sacramento de una misa de cuerpo presente. La entendían sin necesidad de palabras, le agradecían. Durante la emisión en directo a toda la Unión Soviética le brotaban las lágrimas: del más joven al más viejo, sin importar su religión o nacionalidad…..Stalin conectó la radio, como siempre, para distraerse de la tensión del día y escuchar las últimas noticias. Le complacía la voz de Levitán. Y cuando se disponía a apagar el receptor y acostarse para descansar, se anunció el ´Concierto para piano Nº 23, en La mayor’ del compositor austriaco Wolfgang Amadeus Mozart, interpretado por la pianista María Veniamínovna Yúdina.

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Desde los primeros acordes, no pudo dejar de escuchar. Fue algo extraño lo que hizo la música de Mozart en el corazón del tirano, al ser interpretada por una gran pianista. Stalin se vio a sí mismo como un niño pequeño y huérfano de padre y madre. Lloraba por él mismo…

 

A Stalin se le abrieron los ojos. Junto a Mozart  y María Veniamínovna Yúdina, vio a los 20 millones de presos solovkianos que fueron tirados por el talud del Monte de Segures, según su directa aprobación. El tirano tuvo miedo, vio cómo estos 20 millones de seres absolutamente inocentes no se fueron a ninguna parte, están vivos y le piden cuentas, amenazándolo con los dedos desde el cielo. La transmisión directa se acabó. Stalin apagó la radio. Y cerca de las 10 de la noche, personalmente, sin recurrir al secretario, llamó al Comité de Radio. Lo cuenta Dmitri Shostakovich en sus memorias, publicadas en América por el musicólogo Solomón Volkov. Hace referencia a María Veniamínovna, con quien él mantuvo amistad, a quien relató, al parecer en una conversación privada, su historia de cómo Stalin llamó a las 10 de la noche al Comité de la Radiodifusión.

La conversación, según Dmitri Shostakovich, se redujo sólo a tres frases: “–Me han dicho que desde su estudio de radio se ha transmitido el concierto de Mozart para piano y orquesta, interpretado por la pianista María Yúdina.—//–Sí, Yósif Visariónovich, así es, desde el nuestro—// –¿Ha sido el concierto grabado en un disco?”—Terror en el estudio: La grabación no estaba prevista en absoluto. Había tenido lugar simplemente una transmisión en directo, pero contestar “no” era peligroso: te considerarían un enemigo del pueblo y un elemento contrarrevolucionario.

Sí, Yósif Visariónovich, –dijo casi automáticamente, a quemarropa, el jefe del radio-comité.

Entonces, envíenmelo mañana a mi chalet en Kuntsevo, a las 9 de la mañana.

 

No se podía decir la verdad: Los encarcelarían. No se podía negar a Stalin. Si al día siguiente, a las 9 de la mañana, esa grabación no estaba encima de su mesa, se metería en la cárcel a todos esos enemigos musicales del pueblo, sin tener lástima de ninguno.

Llamaron a la KGB. El camarada comandante prometió ayudar. Para recoger a los músicos, enviaron diez coches del tipo ‘voronok’ para los presos: ¡a ver si alguno se atreve a escaquearse!

–¡Llamad a quien recordéis! Reunid la orquesta, la pianista. Durante la noche grabaremos el concierto.

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No pudieron reunir a aquellos que hacía pocas horas que habían tocado en la transmisión directa: los músicos se habían ido para otras ciudades. Reunieron una orquesta casual. Sólo cerca de la medianoche se reunió a un grupo que era capaz de interpretar la parte orquestal. A Gauk, no lograron encontrarlo. Invitaron entonces a otro director. Y mandaron un ‘voronok’para llevar a María Veniamínovna.

 

¿Qué vivió Yúdina en aquel momento? ‘He aquí, vienen a recogerme. He aquí que llega mi hora del sagrado martirio…’.De golpe, desapareció cualquier miedo. Millones de personas murieron antes que ella, millones morirían después. Llamaron a la puerta bruscamente. Los mismos agentes del NKVD no sabían con qué objetivo y a dónde llevaban a esta pianista en esta hora tan tardía. Sin ninguna duda, al interrogatorio, en cualquier lugar en Lubianka o en otro sitio donde estarían los jueces instructores. A tal hora esperan sólo a un voronok de presos. María Veniamínovna ha reflexionado mucho durante la hora y media de camino, desde su casa a Prechistenka, donde entonces se encontraba el radio-comité. Y estaba preparada para testimoniar su fe. Durante una hora, repasó toda su vida. Se despidió mentalmente de sus allegados. Agradeció a aquellos que le prestaban refugio doméstico, sus bienquerientes y oyentes. Se le saltaron las lágrimas. Pero atónita oye la explicación del deseo de Stalin después de escuchar su interpretación. Todo un honor y un desafío que María acepta con una tranquilidad de la que no goza la orquesta que está paralizada. Dos directores se suceden, Uno, aterrorizado por su responsabilidad, hasta se desmaya. Se desbloquea el tema de la dirección cuando la KGB trae, de nuevo, a Gauk.

 

Grabaron el concierto rápidamente. Y María Veniamínovna, al interpretar el segundo movimiento (Adagio), dejaba caer unas lágrimas cristalinas. Percibía  que había llegado su hora, que este momento era el más importante en su vida y que ella no debía tener miedo en absoluto. Y arrojó su guante contra el tirano. Decidió no tanto complacerlo y consolarlo, sino  atravesar su corazón con los gemidos mortales de millones de almas. Probablemente, la trasmisión en directo ya ha revelado algo a Stalin, si le tocó su punto sensible. Entonces, que este disco sirva de alegato acusador. Que se encuentre al menos una persona en el mundo, sea Wolfgang Amadeus Mozart o María Veniamínovna Yúdina, que sea capaz de arrojar en la faz de este tirano la verdad y persuadir al monstruo miserable, deteniendo sus barbaridades. El disco fue grabado con éxito gracias a la energía de ella. Al ver su intrepidez, los músicos se calmaban y tranquilamente llevaban hasta el final sus partes. Ya no en un voronok, sino en un coche del estado, llevaron a Yúdina, mortalmente cansada, desde el Comité de Radiodifusión a su casa. Y a la mañana siguiente, a las 9 en punto, un disco estaba en la mesa del despacho de Stalin en su dacha (chalet) en Kuntsevo.

 

Algo ha ocurrido con Stalin. El disco le tocó en lo vivo. Él se encierra durante tres días, pidiendo sólo que le lleven té con un bocadillo: día y noche escucha el Adagio del concierto de Mozart, interpretado por Yúdina.

Está aliviado y se siente bienaventurado como nunca…

 

Stalin en agradecimiento, aquel mediodía ordenó entregar a Yúdina un sobre con dinero (20.000 rublos, que equivalen a unos $2.000.000 de hoy en día) y concederle el Premio Stalin de primer grado. No es difícil imaginar lo que significaba el Premio Stalin. Una carrera vertiginosa, fama nacional, gloria mundial, salas de concierto abiertas, raciones privilegiadas de Kremlin, recepciones… El laureado con este premio se hacía en cierta manera invulnerable y ya no le afectaba ni el juicio del mismo tirano.

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Yúdina vive en la miseria. Tiene que practicar, cuando puede, en el piano de alguno de sus amigos…Así las cosas, el correo del Kremlin entrega a Yúdina un sobre: –¿Qué es esto? –pregunta la pianista con asombro.// –Una ayuda y recompensa, el Premio Stalin de primer grado y los 20.000 rublos. Con esta suma se puede comprar un chalet en la periferia de Moscú con unas hectáreas de terreno en una zona más prestigiosa. ¡Él quiso comprarla con dinero! De alguna manera pensó hacer penitencia por sus pecados con veinte mil rublos.

María Veniamínovna reacciona: “–Decid a Yósif Visariónovich, que le estoy agradecida. ¿Podría Ud. pasarle una carta personal para él, dentro de unos días?” // “–Estoy a su servicio –“contestó el enviado de Stalin.

En unos días, sobre la mesa de Stalin quedó depositada una misiva con el siguiente contenido:

“Día y noche, voy a rezar para que le sean perdonadas las fechorías monstruosas que Ud. ha cometido contra Su pueblo. Rechazando el Premio Stalin, envío el dinero para la restauración de una iglesia y para la salvación de su alma.”

¿Qué pasó después? María no tiene miedo. Sin casa, ni piano, ni coche, ni carrera, ni status de profesora, durmiendo a veces en los portales de las casas, viviendo en la miseria, sin un trozo de pan ni una esperanza para el futuro, tenía poco que perder. Sólo su dignidad y a eso no estaba dispuesta. Stalin se quedó profundamente pensativo. Ha experimentado algo que no esperaba.  ‘Tiene razón, tiene razón’ –se dice a sí mismo y decide revivir la Iglesia Ortodoxa Rusa, literalmente de sus cenizas. Pero por el colaboracionismo de los popes llamados, resultó una iglesia nacionalista, fiel y adicta al régimen con la que María Veniamínovna no estará de acuerdo. Fue leal a otro padre, a Serafim el Enternecido en quien vio la suma de todos los mártires y santos de la tierra rusa, el sol arquetípico de su patria.

 

La luz de Yúdina perdura para unos pocos, como el bastión de una Verdad intocada por el mal.


 

[1] Pável Aleksándrovich Florenski; (nació en Yevlax-Imperio ruso, hoy en Azerbaiyán- el 9 de enero de 1882  y fue fusilado en algún lugar próximo a Leningrado el 8 de diciembre de 1937) fue un filósofo, historiador del arte, matemático y sacerdote ruso. Su compleja figura intelectual y sus aportaciones a la literatura, la teología y la filosofía contemporáneas (especialmente a la filosofía de la ciencia) se han difundido sobre todo a partir de 1991, tras la apertura de los archivos de la KGB. Murió ejecutado por el régimen soviético, tras haber sufrido numerosos arrestos y haber pasado varios años en el Gulag. Fue padre del geólogo y astrónomo Kiril Florenski, a quien escribió estas palabras en una carta de 1935 que resumen la actitud vital de Florenski:

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Querido Kiril, […] mi única esperanza es que todo aquello que se hace, permanece: espero que un día -que, en cualquier caso y por desgracia, será para mí desconocido- seréis recompensados por todo aquello que os he quitado, mis queridos. Si no fuera por vosotros, permanecería en silencio.[

 

[2] Realmente difícil encontrar viviendas que además estaban en deplorable estado.

[3] Variaciones Goldberg, BWV 988 es el nombre de una composición musical para teclado que fue completada por el compositor barroco alemán Johann Sebastian Bach en 1741. Denominada originalmente por el autor Aria con variaciones diversas para clave con dos teclados,la obra fue compuesta cuando Bach era cantor (un músico contratado por una iglesia, responsable de los coros o miembro de los mismos) en la iglesia de Santo Tomás de Leipzig.  Debe su nombre al clavicordista y discípulo de Bach Johann Gottlieb Goldberg, que podría haber sido su primer intérprete.

[4] Los prisioneros del campo de Solovki que  se encontraba en el archipiélago Solovetsky, en el Mar Blanco. Era la “madre del GULAG”, de acuerdo a Aleksandr Solzhenitsyn.  Históricamente, esas islas han sido la ubicación del famoso complejo ruso ortodoxo de los Monasterios del mismo nombre que repelieron los ataques extranjeros durante el Período Tumultuoso, la Guerra de Crimea y la Guerra Civil Rusa.

Por decreto de Lenin, los edificios del monasterio se convirtieron en el “Campo Solovkí para Propósitos Especiales”. Fue uno de los primeros “campos de trabajo correctivos”, un prototipo del sistema Gulag.  En 1926, el campo de Solovkí se convirtió en una prisión, en parte debido a las condiciones que hacían casi imposible escapar de ella, y en parte porque el monasterio había sido utilizado como prisión política por la administración imperial rusa.. El tratamiento de los prisioneros originó muchas críticas en Europa Occidental y los EE.UU. Después de una represión, el gobierno soviético envió al escritor proletario Máximo Gorki al campamento en un intento de contrarrestar estas críticas. De hecho, Gorki escribió un ensayo muy favorable, en el que elogiaba la hermosa naturaleza de las islas. Cuánto sabía Gorki sobre las condiciones reales sigue siendo un misterio.

La prisión fue cerrada en 1939 por la inminencia de la Segunda Guerra Mundial, ya que el campo estaba situado cerca de la frontera con Finlandia. Los edificios se transformaron entonces en una base naval. La Iglesia Ortodoxa restableció el monasterio en 1992, año en que el conjunto se incluyó en la Lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO

 

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Licenciada en Geografía e Historia, fue profesora hasta su jubilación.

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