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Análisis

“¡Están cambiando el agua de la pecera sin que los peces se enteren!”

 

Era de noche. Imprevistamente la luz se apagó. Un grito estalló en la oscuridad: `¡Están cambiando el agua de la pecera sin que los peces se enteren!´. Sin ser conscientes de ello los creyentes –al menos la mayoría y del todo-, el paradigma religioso, especialmente el cristiano tradicional  en los países occidentales, está siendo sustituido por otro relativista, sincrético y laicista, o sea, masónico y, por lo mismo, indigente de Jesucristo y de una nueva evangelización”.

“Masonería, religión y política” (P. Manuel Guerra Gómez)


¿Cómo se ha operado este cambio en la sociedad? Evidentemente la causa no es única ni instantánea. La principal ha sido la flojera, así como la ausencia de coherencia y audacia por parte de los cristianos. Pero, el factor “catalizador” se llama “masonería”.

Durante el Medioevo y siglos inmediatamente posteriores el hombre y su entorno sociocultural gravitaba alrededor de Dios, de Jesucristo. La Iglesia formaba e informaba la opinión pública. En la Modernidad, gravitan en torno del hombre y del yo. Forman e informan la opinión pública la masonería y sus principios: laicismo, relativismo, sincretismo, gnosis, silenciamiento de Cristo, que irán aumentando día a día. A veces, parece como si se ocultara la condición católica, como si estuviera oficialmente condenada a arresto domiciliario. ¿Cuántas veces se ha pronunciado la palabra “Jesucristo” en el Congreso y en el Senado españoles?, se pregunta el Padre Guerra.

Acertó Menéndez y Pelayo en el prólogo a su Historia de los heterodoxos españoles (año 1882): “España evangelizadora de la mitad del orbe (…). Esa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los arévacos y de los vettones o de los reinos de Taifas. A este término vamos caminando, y ciego será quien no lo vea”. Y un importante personaje de la época, afirmaba:

“Era ésta [la masonería] una poderosa cuadrilla política, que iba derecha a su objeto, una hermandad utilitaria que miraba los destinos  como una especie de religión (hecho que parcialmente subsiste en la desmayada y moribunda masonería moderna), y no se ocupaba más que de política a la menuda, de levantar y hundir adeptos, de impulsar la desgobernación del reino; era un centro colosal de intrigas, pues allí se urdían de todas clases y dimensiones; una máquina potente que movía tres cosas; Gobierno, Cortes y clubs, y a su vez dejábase mover a menudo por las influencias de Palacio; un noviciado de la vida pública, o más bien ensayo de ella, pues por las logias se entraba a “La Fontana”* y “La Cruz de Malta”*, y de Aprendices se hacían diputados, así como Venerables los ministros.”

Esto decía, no un conspiranoico, no un desinformado, sino una persona muy implicada en los asuntos de la sociedad de su tiempo como era don Benito Pérez Galdós, quien lo refleja en  los “Episodios Nacionales” que nacen a partir de su idea de resumir y contar de forma novelada los convulsos hechos históricos que jalonaron el siglo XIX español. Los diez tomos de los Episodios proporcionan una visión de aquella España del XIX y un análisis afilado sobre lo oportuno que resultaba pertenecer a una sociedad más que discreta, secreta. La acción de El Grande Oriente[1] transcurre durante el Trienio Liberal, época en la que se mueven en

la sombra dos grandes organizaciones: la masonería, en la que se reunirían los liberales moderados, grupo formado mayoritariamente por arribistas, así como por gentes que tienen gusto por conspirar y la de los comuneros, que aglutinaría a los liberales radicales. En 1871 proliferaron en Madrid las logias masónicas, al calor de la permisividad del Gobierno, las principales logias masónicas de la capital de España fueron las de El Carmen, Preciados, Libertad, San Onofre, Magdalena, Plaza del Progreso, El Olivo, Las Vistillas y San Cipriano, que funcionaban como “parroquias” del Gran Oriente, dirigido por Ramón María Calatrava. Son muchos los personajes políticos que pertenecen a la masonería, entre ellos el mismo Serrano, Sagasta y Ruiz Zorrilla, capitaneados por el marqués de Albayda.

Las reflexiones del escritor sobre unos y otros están narradas con respetuosa distancia, aunque también demuestra un nada escondido estupor por cómo solían ser sus encuentros secretos:

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 “Cuando se acordaba que el profano tenía bastante entendimiento para ser masón (y no debían de ser grandes las exigencias del tribunal), vendábanle a mi hombre los ojos para conducirle a la logia, que estaba comúnmente a dos pasos de la Cámara de las Meditaciones. Daba él un golpecito en la puerta, y un masón, a cuyo cargo corrían las funciones de primer celador, decía con la voz más campanuda posible: ‘Venerable, llaman profanamente a las puertas del templo. El Venerable, aunque sabía bien quien llamaba y por qué llamaba, se hacía el sorprendido, diciendo con acento solemne: ‘Ved quien es.’ Intervenía entonces otro funcionario que se llamaba el guarda interino. Este salía en averiguación del profano forastero que a deshora turbaba la tranquilidad augusta de la logia, y entonces el hermano que acompañaba al neófito decía: ‘Es un profano que desea ser iniciado en nuestros secretos.”

En 1931 se proclama la Segunda República española y  la masonería alcanza su mayor esplendor: Es legalizada y pasa a ser muy considerada por la mayoría de las instituciones gubernamentales. La relación de masones prestigiosos en este periodo de la historia de España es abultadísima. No debemos olvidar que de los 470 diputados de la Cortes Constituyentes de la República, 183 eran masones y eso teniendo en cuenta que se supone que el número total de masones en España no superaba los 5.000 miembros. Nombres ilustres de la política española de aquellos años  y masones fueron : Diego Martínez Barrio, Alejandro Lerroux, Fernando de los Ríos, Casares Quiroga, Largo Caballero (el Lenin español), Manuel Azaña (el de “España ha dejado de ser católica”), Marcelino Domingo, Nicolau d’Olwer, Abad Conde, Luis Jiménez de Asúa, Emiliano Iglesias, Ricardo Samper, Álvarez del Vayo, Pedro Rico, Belarmino Tomás, Luis Araquistáin, Llopis, Domingo Barnés, Portela Valladares. En Madrid se reúne en el segundo trimestre de 1931 la Asamblea General de la Gran Logia de España, en la que se fragua una importantísima declaración de Principios que podríamos asimilar a una Preconstitución Española que, posteriormente, habría de otorgarse la II República. En ella se mencionaba principios defendidos por la masonería: la Ley de divorcio, el matrimonio civil, la legitimación de los hijos naturales, la separación de la Iglesia y el estado, la trasmisión de propiedades, etc.

Y todo este explosivo conjunto estuvo incitado por la fobia anticlerical y anticristiana de la masonería, sin embargo, cuando se habla de la Persecución Religiosa en España, casi no se menciona su influencia solapada. Y no obstante, tuvo capital influencia en el desarrollo de la misma. Juan Ordóñez Márquez en su “Apostasía de las masas”, lo demuestra sobradamente. Sirvan de muestra unas citas breves pero significativas: “Juzgamos oportuno -escribe- señalar la filiación masónica de la inmensa mayoría de los prohombres republicanos españoles de aquel quinquenio. […] Es curioso observar la asombrosa proliferación republicana de cargos y candidaturas gubernamentales. Desde 1931 a 1936 se registraron hasta ciento sesenta cambios de personajes en las carteras de los ministerios. Claro que los cambios se multiplicaron mucho más que las personas, y no deja de ser significativo el ver cómo los miembros de la Secta pasaban de un ministerio a otro, o de un cargo otro, sin quedar jamás verdaderamente cesantes (tal como escribió Galdós).

De los cinco años de República apenas nueve meses estuvo la Presidencia del Consejo en manos de titulares no masónicos: de abril a octubre de 1931 que lo fue Alcalá Zamora y desde septiembre a diciembre de 1935 que lo fue Joaquín Chapaprieta[2]. Se ha repetido hasta la saciedad que Franco emprendió, desde los primeros momentos de la guerra, una cruzada contra los masones y acabó con ellos. No se lo crean. No porque Franco no tuviera interés en ello, sino porque los masones, aparte de “discretos”, tienen la posibilidad de pasar a la situación que ellos llaman de “durmientes, (el masón que obra como si no lo fuera, pues no cumple con sus obligaciones, no asiste a las reuniones, etc., es decir, aparece desvinculado de las actividades masónicas, algo así como no excomulgado pero fuera de la iglesia, creyente más no practicante, pero manteniendo en lo hondo de su ser, sus “ideales” masónicos). Otra cosa es cuando se les considera “irradiados” que sí que están fuera de la secta, expulsados.

De modo que podríamos sospechar si algunos de aquellos eminentes personajes con complicada biografía, que llegaron a ocupar altos y significativos cargos durante los gobiernos de Franco, no eran masones, al menos durmientes. Luis Salat i Gusils que emigró al entrar las tropas de Franco en Barcelona y regresó a España en 1974, fundó en Barcelona la logia Perseverança ( lo que demuestra que seguía habiendo masones)  que trabajó clandestinamente durante un tiempo sin estar bajo la cobertura de ninguna Gran Logia Regular. Posteriormente, al ser legalizada la secta en España, fue regularizada en 1979, por la Gran Logia Nacional Francesa (GLNF). Esto explicaría muchos de los vaivenes de la política española, su fuerza para lograr que la secta fuera legalizada y que no permitan acceder al listado de asociados.

 En la actualidad sigue siendo muy difícil conocer los adeptos a la secta que ocupan puestos significativos en la estructura de poder de nuestro país; únicamente podemos estar alerta y observar con rigor sus actuaciones teniendo siempre presente la máxima “por sus frutos los conoceréis” (Mateo, 7,16)  o “Por sus frutos se conoce el árbol”[3] que parece ampliar la sospecha a la propia hermandad (el árbol origen y sostén de los frutos).

Para conseguir los fines que se plantean, es importante la logia, el laboratorio de la sociedad , tal como afirma Pierre Simón (1925-2008), médico, Gran Maestro de la Gran Logia de Francia, en su obra De la vie avant toute autre chose. En este libro describe los fines y la táctica de su “Grupo Littré”, que era una logia, una fraternelle, integrada por médicos franceses, también algunos belgas, suizos y holandeses con el  objetivo:

  1.  cambiar el concepto de vida y así transformar la sociedadmediante la separación de sexualidad y procreación, la introducción de la anticoncepción, del aborto, los experimentos con embriones vivos, la supresión de la pena de muerte, etc.;
  2. implantar una nueva definición del bien y del mal, la del hombre modernooriginando una ”nueva moral”, que es “una ética superior”, “en sintonía con los principios masónicos y en abierta oposición a la Fe y a la Moral católicas”, etc.).

Ese ”laboratorio de la sociedad” se encontraba en un piso corriente que les había cedido Romain Lavielle, presidente de la Mutuelle de l´Education Nationale. Allí, a partir de 1953, celebraban reuniones clandestinas, estableciendo sus tácticas, elaboraban sus proyectos, sus colaboraciones en los medios de comunicación social, la divulgación de un número exagerado (300.000) de abortos clandestinos anuales practicados en Francia (para introducir la idea de que lo que era tan habitual no podía ser malo), la concesión de entrevistas a periodistas y a radiotelevisión, contactos con políticos (socialistas, comunistas, etc.), el plan de conferencias, debates públicos (también con católicos), etc. Allí experimentaban los anticonceptivos con prostitutas a las que abonaban 50 francos por hora. Con el tiempo y tras dos tentativas parlamentarias frustradas consiguieron la aprobación de la abrogación de la ley de 1920 que prohibía los anticonceptivos y su propaganda con el eslogan “contraconcepción, SÍ; aborto, NO”. Conseguido esto, a poco, dieron una vuelta de tuerca más con la introducción del aborto en diciembre 1974 cuando era Presidente de la República el masón Valéry Giscard d´ Estaing, Ministra de Sanidad Simone Veil y su asesor: el mismo Pierre Simón que recordamos era Gran Maestre de la Gran Logia de Francia.

”Los diputados y senadores masones de derechas y de izquierdas votaron como un solo hombre!”, exclama el entonces masón y Venerable Maestro de una logia del GOF Maurice Caillet en su libro “Yo fui masón”. Cabe preguntarse ¿En España han imitado a Pierre Simon y su logia profesional, médica? Resulta lógica la valoración duramente crítica del libro de Pierre Simon por parte del entonces cardenal J. Ratzinger en la conferencia inaugural de IX Congreso Internacional del Pontificio Consejo de los Agentes Sanitarios (noviembre, 1994) dijo  “Las ideas cultivadas en la logia han cambiado la sociedad” (para mal, apostillamos nosotros).

 ¿Cómo realiza la masonería su influjo en la sociedad mundial, incluida también la española? Al margen de algunas logias existentes durante el siglo XVIII, puede decirse que la masonería se estableció en España durante la invasión napoleónica. Se iniciara o no Napoleón durante su campaña en Egipto, ciertamente fueron masones sus cuatro hermanos. Uno de ellos, José (Pepe Botella) fue Gran Maestro del Gran Oriente de Francia (1804), del Gran Oriente Nacional de España, instituido el 27.11.1809 y rey de España. Napoleón llegó a imponer la iniciación de mujeres y que su esposa Josefina fuera Gran Maestra y como tal actuó en una logia de adopción. En su Memorial de Santa Elena reconoce que había puesto la masonería a su servicio porque, por medio de ella, tenía garantizada la lucha contra el papado, el control de las Fuerzas Armadas Policiales, así como un canal de propaganda e infiltración en demás países.

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Puede leer:     Metaética y metapolítica

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El modus operandi de la masonería en la sociedad sigue sus directrices de discreción. “No propone oficialmente nada al mundo profano, sino que siembra las ideas y principios a través de sus miembros más idóneos para proyectarlos en el ámbito profano (no masónico). Al menos así debería ser”. A la pregunta de María R. Boensch: “¿Cuál es hoy la fuerza y la función socio-política de la masonería en Italia?”, Umberto Genova, Gran Secretario del GOI (Gran Oriente de Italia) responde: “Hoy, hay masones en el Gobierno, en el Parlamento, en la Magistratura, en los Partidos (en todos los Partidos, desde la extrema izquierda a la extrema derecha) y en todas las categorías sociales del país. A estos nuestros hermanos compete condicionar –según los principios masónicos- la orientación de los sectores a los que pertenecen”. Si hoy se formulara la misma pregunta al Gran Secretario de la GLE respecto de España, presumiblemente la repuesta sería la misma, con la misma infiltración en todas las áreas de poder.

Parece evidenciarse esa influencia ante la última manifestación del Gran Maestro de la Gran Logia de España, líder de la organización masónica más importante de España. En 2015 declaraba que los masones españoles deben dar un paso al frente y terminar con la leyenda negra (de la masonería, se entiende): la historia masónica, con sus cosas buenas y sus cosas malas, hay que dejarla atrás. Hay que mirar hacia adelante y reconocer nuestra condición masónica”. De modo que siguiendo lo que podría decirse “proyección masónica”, impulsan que el ayuntamiento podemita de Madrid colabore en lo que este Hermano llama abrirse a la sociedad y su campaña de Honorabilidad de la masonería. Colocan una placa en el número 5 de la calle Pretil de los Consejos, lugar tradicional de reunión de los masones en Madrid desde el siglo XIX y antigua sede de la logia del Grande Oriente Español (GOE), tratando de hacer ver, como en tantos otros casos, que las cosas no fueron como cuenta la historia, sino como ellos (masonería y políticos) quieren imponer.

Llama la atención que sea la GLE la que promueva el recuerdo por cuanto las dos ramas mayoritarias de la masonería estuvieron seriamente enfrentadas hasta principios de 1933. La razón de ello sería el recelo de la Gran Logia Española por la política expansionista y más radical del Grande Oriente Español, de modo que se desató una guerra entre ambas grandes ramas que se llevaría a término en un largo contencioso regido por autoridades masónicas internacionales; sin embargo, las disputas prosiguieron durante toda la etapa republicana. “Entre los altos organismos de la Gran Logia Española siguió existiendo un constante temor ante la tendencia expansionista de la otra obediencia(José Ignacio Crudo Orozco ­Catedrático de la Universidad de Valencia y miembro fundador del Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española (CEHME).

Estaban enfrentadas estructural e ideológicamente. La GLE se presentaba, estructuralmente, como una federación de logias e ideológicamente, según la profesora Gómez Molleda, era una organización puramente democrática a la manera de las Grandes logias europeas y americanas y se aproximaba a la ideología de los partidos liberales de izquierda de la primera época de la Restauración, defendiendo la separación entre Iglesia y Estado, la libertad de conciencia y el divorcio; y  conservó a lo largo de los diferentes periodos del siglo XX, una postura oficialmente neutra con respecto a la postura partidista. El GOE, por el contrario, era una masonería liberal, adogmática y anticlerical, una masonería combativa en lo religioso y en lo político, mucho más radicalizada. El Gran Oriente Español (GOE) representa la tradición masónica más importante en España por el número de los miembros y por su influjo sociopolítico hasta el final de la Guerra civil (1939). Se llama así desde que realizó la fusión del Gran Oriente de España y el Gran Oriente Nacional de España en 1889. Legalizado en julio de 1979 por una sentencia del Tribunal Supremo, tras diversas vicisitudes se “fusionó” -marzo del 2001- con la Gran Logia de España (GLE). ¿Cómo y por qué ha sido absorbido por la Obediencia masónica tradicionalmente adversaria suya y menos influyente?. Y más importante ¿qué ideología se habrá impuesto? Por las actuaciones en España parece que una ha prestado su nombre, más tranquilizador ante la sociedad, mientras la subyacente, activa con su tradicional” discreción”, su también tradicional radicalismo en perfecta conjunción de fuerzas para lograr sus objetivos comunes.

¿Cuáles eran esos objetivos?

Después de trescientos años de actividad más bien silenciosa, secreta, la masonería está logrando transformar la circunstancialidad sociocultural de los países tradicionalmente cristianos, a saber los occidentales (Europa, América) y los occidentalizados (Filipinas, Australia, etc.,), que están dejando -en gran medida- de ser cristianos y haciéndose relativistas, laicistas, gnósticos, dominados por una nueva ética sexual, etc., es decir, masónicos. Es el Nuevo Orden Mundial [4].

 A juzgar por varios síntomas y algunas manifestaciones, con ocasión del tercer centenario de su fundación, entre otros objetivos la masonería aspira a eliminar el obstáculo, tal vez el único consistente y resistente hasta ahora, que frena el desbordamiento de lo masónico y la consecuente inundación e impregnación de todos los sectores y estratos de la sociedad y de la humanidad. Me refiero a la Iglesia católica en su unidad interna y en su rechazo de los principios masónicos. Pretende conseguirlo mediante la instauración del diálogo oficial entre la Iglesia y la masonería, así como por medio de la anulación de la Declaración sobre las asociaciones masónicas, promulgada por la Congregación de Doctrina de la Fe con la aprobación de san Juan Pablo II Magno.[5]

El laicismo es uno de los principios de la masonería desde su nacimiento. Ya en las Constituciones de Anderson (Deber u obligación, I y VI, 2), promulgadas en 1723 y aceptadas prácticamente por todas las Obediencias masónicas se admite “la religión en la que todos los hombres están de acuerdo”, “la religión universal”, o sea, “lo común a todas las religiones”, recluyendo lo específico de cada religión en el foro de la conciencia y dentro de los templos. La masonería influye por medio de los masones en activo, o sea, los equiparables a los “creyentes y practicantes” de las religiones.

La laicidad, la libertad religiosa, concede a los individuos el derecho a profesar sus creencias religiosas o increencias también en público, con tal que no se opongan al bien común ni perturben la paz social. Un masón puede hablar y actuar como tal, y si es político, votar de acuerdo con los principios masónicos. En cambio, no es lógico ni ético que los políticos masones o de cualquier ideología (liberal, socialista, etc.) puedan hablar y votar de acuerdo con sus opiniones mientras que los cristianos no pueden hacerlo conforme a sus creencias. Tampoco lo es que el laicismo prohíba a los miembros de cualquier religión concreta las manifestaciones públicas de sus creencias, la existencia de sus signos en calles, plazas, etc., pero es su manera de imponer su ideología.

En estas circunstancias, empieza a producirse la apertura del diálogo oficial entre la masonería y la  Iglesia Católica. Jean-Claude Féraud-Gargantini  masón que se dice católico, reconoce que se ha relacionado con el papa Francisco -al menos- tres veces, en el año 2013 y en 2014 y el 8 de marzo del 2016, con el objetivo de iniciar la apertura de un diálogo entre la Iglesia y la Masonería. La segunda fue remitida a la Congregación para la Doctrina de la Fe. Se ha iniciado ya no simplemente el diálogo entre masones y católicos a título personal, sino el diálogo oficial; más exactamente se ha pasado la invitación al diálogo por medio de una carta pública del cardenal Ravasi, responsable del encuentro con las religiones no cristianas: “Atrio de los Gentiles” y actualmente, además, presidente del Pontificio Consejo para la Cultura y de la Pontificia Comisión de Arqueología Sacra. 

Además del comienzo del diálogo oficial entre la masonería y la Iglesia católica, la masonería aspira a lograr la anulación de la famosa e importantísima Declaración en sus dos afirmaciones, a saber, a) la incompatibilidad entre “los principios” de la masonería y  “la doctrina de la Iglesia; y b) “el estado de pecado grave” de los masones y su consecuencia: su indisposición e incapacidad para recibir la sagrada comunión. Aunque estas dos partes están entrelazadas de modo inseparable, de momento los masones pretenden sobre todo poder comulgar. Más aún,  varios manifiestan que de hecho ya se acercan a recibir la sagrada comunión, con lo que vienen a decir es que, en realidad, la opinión de la autoridad de la Iglesia les importa muy poco.

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El principal documento pontificio sobre la masonería es sin duda la encíclica Humanum genus (20, abril, 1884). En ella León XIII alude  a la acción revolucionaria de la masonería contra “la disciplina de la religión y del Estado”, pero la mayor parte de la encíclica está dedicada a hablar en profundidad del naturalismo o negación  de lo sobrenatural (divina revelación, milagros, etc.,), la oposición entre razón/fe, etc., porque el naturalismo y librepensamiento masónico endiosa la Razón o, si se prefiere, a la Conciencia en el plano ético, poniéndolas por encima de la fe y de la revelación divina. Es significativa la siguiente anécdota:

A un sacerdote castellano-leonés se le propuso incorporarse a la masonería. Al negarse, aludió a la Declaración, objeto de este comentario. El masón, que le invitaba, replicó: “Estará de acuerdo en que, dentro de cada uno, hay como un dios, el dios interior, o sea, la voz de la conciencia que le obliga”. El sacerdote reconoció que así es, aunque sea errónea. El masón añadió: “Estará también de acuerdo en que su conciencia le obliga a usted como a Karol Woytila la suya”. -“Luego un católico puede ser masón, aunque Karol Woytila diga que, si lo es, está en estado de pecado grave”. El sacerdote replicó: “Pero Karol Woytila es el Papa, y mi conciencia bien formada sabe que, en materia de fe y costumbres, en determinadas condiciones, está obligada a someterse al dictamen del Papa”. -“No sabía que fuera tan fanático e intolerante”, concluyó el masón[6].

Para evitar posibles escándalos sería deseable la unidad en lo esencial, por ejemplo respecto a los funerales de masones, según el P. Guerra. En España causó estupor el de Luis Salat y Gusils, muy conocido precisamente y solo por haber sido el primer Gran Maestro o presidente de la Gran Logia de España en su restauración tras la muerte de Franco. En su homilía el también masón mosén Josep Dalmau, rector de Gallifa y capellán del llamado Santuario Ecológico, aludió al Gran Arquitecto del Universo y a Dios, pero nunca a Jesucristo, ni a su y nuestra resurrección, ni a la Virgen María aunque  el funeral se celebraba en la basílica de Nuestra Señora del Mar (Barcelona) (cf. su texto en J. A. Ferrer Benimeli, Masonería y religión: convergencia, oposición e incompatibilidad? Editorial Complutense, Madrid 1996, 305-309).

¿Están influyendo estos acercamientos en las extrañas posturas que adoptan altas jerarquías de la Iglesia?

De las fraternidades profesionales, temáticas o políticas trataremos en un próximo artículo.


[1] Toma su título de la obediencia masónica llamada Grande Oriente Nacional de España.​ Fue publicada en 1876. En este episodio se narran los sucesos posteriores al fallido intento del cura Matías Vinuesa para restaurar el absolutismo y los conflictos en el Gobierno liberal (dirigido en parte por los masones), mientras los realistas, intentarán recuperar el poder.

[2]JUAN ORDÓÑEZ MÁRQUEZ, La Apostasía de las masas y la Persecución Religiosa en la Provincia de Huelva 1931-1936, Madrid 1968, pp. 267 ss.

[3] Lucas 6,44

[4] P. Manuel Guerra: “Masonería, religión y política” p. 327-408

[5] (https://infovaticana.com/blogs/wp-content/uploads/sites/3/2016/06/blogmasonfrances.pdf

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[6] P. Manuel Guerra en blogmasonfrancés.pdf en Infovaticana

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Licenciada en Geografía e Historia, fue profesora hasta su jubilación.

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