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Por que no ser conservador

¿Cómo se puede lograr el verdadero cambio político, pero uno que, a la vez, sea reaccionario?

“(…) Esta es la razón principal por la que no me considero un “conservador” o un miembro de la “derecha”. No es que no esté de acuerdo con muchos de los puntos de vista de gente como Larry Auster. Pero mi objetivo no es aplastar a los Brahmanes. Mi objetivo es, a mi pequeña manera, intentar recordarles (a los Brahmanes) que en realidad son la casta gobernante, que básicamente sus enemigos ya no existen, que pueden aparcar su loca furia chimpancé del siglo XX sin que sus genitales sean arrancados y devorados por una banda acechante de igualmente enfurecidos Optimates.

Considero que la estrategia de tratar de involucrar a los Vaisyas (los “campesinos con horcas” de Pat Buchanan) en la política democrática, es especialmente contraproducente. Lo que hace de un Vaisya un Vaisya es que es una persona normal y sensata que centra su interés apropiada y saludablemente en su propia vida. Tratar de involucrar a estas personas en el desastre de la democracia, en una especie de intento de restaurar una cultura Optimate asolada por los Brahmanes, una que no puede ser jamás restaurada, me parece un enorme error. Enfurece a los Brahmanes y no logra nada, dado que Occidente ha estado dirigido por sus funcionarios, no por sus políticos, desde la Segunda Guerra Mundial. ¿Cuál es la gloria y la culminación de 40 años de política conservadora estadounidenses desde Barry Goldwater? ¿El gobierno de Bush? Su señoría, a las pruebas me remito”. –Moldbug.

Para el lector poco familiarizado con la teoría política neorreacionaria -o nRx-, es muy probable que siquiera reconozca al recién citado. No obstante, me ahorrare su explicación dejándoles aquí su blog personal a modo de invitación para que lo conozcan ustedes mismos. Permítanme asegurarlo, no tiene desperdicio. Siendo este el caso, mucho menos pretenderé que conozca su teoría de clases. Procedamos, entonces, a introducirla brevemente.

Según Moldbug, los Brahmanes son la elite ilustrada gobernante, es la Catedral (los Brahamnes son la casta sacerdotal india, la primera en la jerarquía). Sin más, el partido único que gobierna en Occidente desde, al menos, la Segunda Guerra. Se resume en elite progresista y punto. Universidades, massive media, multinacionales, ongs y funcionariado y burocracia y, por extensión, la mayor parte de la clase política. Y si, también, en general, la clase socioeconómicamente alta, sobre todo urbana. Aliados a esta elite, están sus fuerzas de choque, el “lumpenproletariat” local, los “sans culotes” nativos, los Dalit (literalmente, “intocables”, la cuarta casta india). Sus fieles y leales pobres, los marginados sociales, principales beneficiarios de las políticas de redistribución e “inclusión social”. Junto a estos, los precarios inmigrantes, las “minorías étnicas” favoritas de la elite progresista, los Ilotas (inmigrantes traídos para servir de ciervos al poder en la vieja Esparta) -aunque el papel y relevancia de estos es significativamente distintos en los países del Primer Mundo, donde escribe Moldbug, que en el Tercer Mundo latino, desde donde lo hago yo.

Del otro lado, Vaisyas (la tercera casta india) y Optimates (los senadores patricios de Roma, la vieja aristocracia de la república). Los Vaisyas son, digamos, el sector medio y alto del “tercer Estado” francés -aunque tambien, en cierta medida el bajo, pero estos suelen redundar en Dalits con el tiempo-. Comerciantes, empresarios “PyMe” de todo tipo, agricultores, arquitectos e ingenieros, profesionales de las ciencias “duras”, cuentapropistas y trabajadores del sector privado de la economía en general. Es el genuino “llano” con la que la élite progresista no tiene nada que ver. Es más, es una clase a la que desprecia porque se resiste a dejarse iluminar por ella, son los “brutos campesinos católicos y pro-vida del interior”. Los Optimates, por su parte, son la vieja élite. Una aristocracia desgastada, menguada y en decadencia. Aquellos que típicamente estaban interesados en controlar al Estado y mantenerlo al margen de sus asuntos ¿La llamada “oligarquía exportadora” entraría aquí? Pues sí, pero es confuso. La mayoría de ellos. ya sea por gusto o por hecho, son absorbidos por la nueva élite y se convierten en Brahmanes. Los pocos que no lo hacen, son excluidos y se vuelven Vaisyas. Ambos son aliados políticos naturales, por hecho y defecto, ante el desprecio Brahman y el odio Dalit y, en cierta medida, Ilota, exaltado e incitado, lógicamente, por el propio progresismo.

Esta es una teoría de clases de índole política. Donde la separación entre ellas se da por el estatus del que cada una goza, y donde, a su vez, cada una tiene sus propios mecanismos internos de reasignación de estatus.

Sin más preámbulo, no pretendo explicar a Moldbug, solo introducir al lector lo suficiente en su teoría de clases -o “castas” en sus términos- de las sociedades occidentales para volver a este texto auto comprensible -pero también, por supuesto, para incitarle a visitarlo-.

Ahora, vayamos al grano ¿Cómo se puede lograr el verdadero cambio político, pero uno que, a la vez, sea reaccionario? Esta es la pregunta que la frase citada inicialmente puede responder.

Puede leer:  ¿Qué le espera a España tras las citas electorales del pasado 26-M?

Moldbug expresa la necesidad de que “la gente” vea claramente quienes son los que mandan, a quienes obedecen, a quienes pagan impuestos, por quienes son sometidos en realidad. Sin embargo, el rol del conservador ha sido el de incluir en la participación democrática a quienes nada tienen para ganar allí, mientras que todo lo pueden perder; para quienes consiste en literalmente autoflagelarse, cuando no un suicidio. Es desviar el foco y, por tanto, contribuir a la perpetuación y profundización de la democracia. Esta tiranía invisible y, por eso, anárquica que vivimos es producto de este engaño, de esta “invisibilidad” de quienes realmente mandan, y que se hayan muy bien ocultos tras sus escritorios. De aquí la inutilidad de la política conservadora. Por un lado, al fomentar la participación democrática, solo estas agrandando y legitimando el sistema. Pero, fundamentalmente, estas llevando el foco de atención de la gente fuera de quienes verdaderamente mandan. Sigues afianzando en el electorado la idea de que gobiernan los políticos que ellos “eligen”, cuando quienes realmente lo hacen son las burocracias, el funcionariado que adecua, desde la comodidad de sus oficinas administrativas, las políticas públicas que se preparan en los centros universitarios, y cuyos socios de la mass media han alistado su aplicación “regándoles la cancha”, moldeando la opinión pública hacia donde la elite desea.

Las elecciones siguen funcionando como elemento de legitimación política por esto, porque la población – cuando no vota simplemente por costumbre y resignación- todavía cree -o elige creer- integrar un electorado relevante, que puede elegir a sus gobernantes, que su decisión importa. Quizá hasta se pueda aprovechar este mismo ideal de legitimidad democrática al mostrar al electorado que quienes realmente mandan no son electos, que sus puestos no son “elegibles” y no están sometidos a la democracia. Claro que la clase gobernante no va a ser lo suficientemente tonta como para someterse a sí misma a votación. Si así hubiese sido, si hubieran pecado de tal arrogancia o, más bien, de tal ingenuidad, ya habrían sido desplazados hace tiempo -como les paso a los hijos y nietos de la Generación del 80 argentina que, con Roque Sáenz Peña a la cabeza, pecaron de arrogantes e instauraron la democracia con su ley de sufragio universal y, como debía ser, fueron inmediatamente desplazados por nuevas tesis democráticas-

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Los Vaisya tienen una ventaja, y es su despolitización. Por lo general, quieren al gobierno lo mas lejos posible de sus vidas. Y esta es una virtud. Pero la democracia la convierte en vicio a través de sus conservadores. En lugar de aprovechar este desinterés de la gente común por la democracia y, por tanto, el poco poder que le brindan al sistema en forma de legitimidad, estos se encargan de politizarlos e impulsarlos a la política. En otras palabras ¡Si! De legitimarlo aún más.

Al poder se lo mata por desnutrición, suprimiendo la fuente de su fuerza, su legitimidad. Esto es, el acatamiento y la obediencia de los gobernados, la sumisión de los sujetos al poder. Y es por esto por lo que la “derecha” es tan perjuiciosa. Porque son los propios conservadores quienes han sido los más útiles a la democracia al encargarse sistémicamente de que quienes no tienen ninguna razón para creer en ella terminen aceptándola y hasta celebrándola, al punto de vitorear cada pequeña y esporádica revancha electoral de tinte conservadora como si hubiesen ganado la final de la Champions League o del Mundial.

Los conservadores son los creadores de la identidad democrática de aquellos que son sistemáticamente explotados por esta. Y si, la anterior comparación con el fútbol no fue casual. Joseph Sobran dijo que “el triunfo del Estado se produce cuando sus súbditos se refieren a él como “nosotros”, como los fanáticos del fútbol que hablan sobre su equipo”. Y para que haya un partido o, mas precisamente, para que haya una guerra -lo que realmente es la democracia-, y esta no sea vista simplemente como el saqueo de los débiles por los poderosos, debe haber dos bandos, y son los conservadores quienes aportan el restante. Enmascaran el saqueo unidirecional de la élite Brahmin al convertirla en una pretendida lucha política/democrática “de igual a igual” que no pueden ganar. Gracias por tanto queridos conservadores.

Por Marco RassmussenEste artículo se publicó primero en Ahora Información: Por que no ser conservador

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