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Historia

Antihispanismo fanático y falso indigenismo

Nunca, nunca hubo en América el Edén, la vida feliz y satisfactoria que se supone destruyeron los conquistadores ibéricos.

Por SALVADOR I. REDING VIDAÑA. Economista y periodista. México


De cuando en cuando escuchamos o leemos versiones tremendistas contra la conquista española de México, y en su caso de América Latina. La obsesión enferma de acusar de todos los males posibles a España para con los pueblos autóctonos americanos es deplorable. Repasemos un poco la historia.

Al celebrarse los quinientos años del descubrimiento de América por Cristóbal Colón, se utilizó la expresión de “El Encuentro de Dos Mundos”, lo cual es, por supuesto, ciertísimo. Pero los indigenistas fanáticos y desinformados lo cambiaron por “El Encontronazo”. Este tipo de personas son las que cada doce de octubre se paran frente a la estatua de Colón en la Ciudad de México a vilipendiarlo, y a decir que, si no hubiera venido, América sería algo así como “el mundo feliz”. No había tal mundo feliz.

Estas versiones de falsa interpretación de la historia parten de falsos supuestos, y también de enorme ceguera histórica, a veces por no leer ni entender y otras por mentalidad torcida. Para comenzar, los pueblos indígenas de América no vivían en el Edén. Siempre la nutrición insuficiente, las enfermedades, la falta de educación, la industria rudimentaria y la vivienda insalubre e insuficiente, entre muchas otras cosas, estaban presentes. Nada de eso lo trajeron los españoles, ya estaba.

Pero cuando se ve al imperio español como dominador llegado de ultramar, se olvida que en México ya había un imperio, de un pueblo llegado del Norte y que se hizo un guerrero conquistador: el imperio Azteca. Muchas comunidades indígenas quedaron bajo el control político y económico de los aztecas. ¿A qué se dedicaron y cómo hicieron méritos los caballeros águila, los caballeros tigre y otras figuras militares y legendarias aztecas? Se dedicaron a guerrear, matar y dominar a sus vecinos, con la principal y honrosa resistencia de los tlaxcaltecas.

Muchos pueblos indígenas solamente cambiaron de amo, con el principal ejemplo del imperio de Tenochtitlán, a España; esa es la verdad. Igual sucedió en otras regiones latinoamericanas. La explotación y diversas formas de vida esclavizada existían desde siempre en América, sin que tuvieran que llegar los conquistadores de la península ibérica.

Hay hechos históricos innegables sobre la explotación española de la América que conquistaron, como el saqueo de metales preciosos y el abuso de las encomiendas, que en vez de proteger a los indios los explotaron; pero esto no era la totalidad de la Encomienda, pues hubo de todo, bueno, regular y malo.

Sin embargo, España trajo a América muchas cosas que olvidan por “mala leche” o por vergonzosa desinformación los fanáticos anti-hispánicos y quienes los escuchan y aprueban. España trajo una excelente lengua común, medicina, educación, infraestructuras urbanas, industria, artes y oficios, y una nueva religión de amor, en vez de religiones que en ocasiones atentaban contra la vida, en donde se utilizaban sacrificios humanos para satisfacer a sus dioses, como sucedió en Tenochtitlán (desagradable verdad histórica que muchos quisieran desaparecer por arte de magia, pero no pueden, la evidencia los contradice). También trajo y llevó productos, especies animales y vegetales desconocidos para beneficio de todos.

Nunca, nunca hubo en América el Edén, la vida feliz y satisfactoria que se supone destruyeron los conquistadores ibéricos; no fueron los indígenas de más a menos en términos generales. Sí es cierto que muchos que vivían mal, pero en libertad se encontraron “encomendados” a falsos protectores, los cuales utilizaron su mano de obra para su servicio a cambio de muy poco. Pero la América pre-colonizada nunca tuvo defensores de derechos humanos, como los frailes llegados de España, que se enfrentaron a los explotadores, que además educaron, curaron y enseñaron artes y oficios que antes eran desconocidos en este continente.

La historia del establecimiento en América por los españoles durante cuatro siglos tiene de todo, como ya dije: bueno, regular y malo. Pero lo que es inaceptable, es la versión destructora de España en América. Comparemos con la llegada de los británicos a Norteamérica, destruyendo la población: “el mejor indio es el indio muerto”. Nunca los asimilaron, no hacían matrimonios interraciales, los recluyeron en “reservaciones”, pero sobre todo los asesinaron. No hubo una nueva cultura mestiza como en la colonización ibérica.

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Si podemos hablar en México de una nueva raza mexicana, indígena y española, fue porque los conquistadores y luego sus descendientes y los nuevos colonizadores tenían diferente mentalidad: de ellos nació el mestizaje que nos caracteriza. Para los que no saben, la guerra de independencia fue más contra Francia y Napoleón que contra el reino español.

El orgullo mexicano por sus ciudades coloniales y su nueva cultura, con sus manifestaciones literarias, musicales y de otras artes, no puede explicarse sin la parte española que la compone, fusionada con muchas culturas autóctonas.

Muchos argumentos, evidencias materiales y culturales, historia pura y mente abierta nos dicen que el fanatismo antiespañol es inaceptable; que España no destruyó imperios y reinos locales a cambio de nada, que el balance entre lo explotado y lo aportado es finalmente favorable.

Si así no fuera, México y otros países latinoamericanos serían, desde la colonia y hasta ahora, sociedades decadentes dominadas por amos implacables, por guerreros que sometían a sus vecinos y hasta tomaban prisioneros para ofrecerlos en sacrificio a sus dioses. La insalubridad, la ignorancia y la miseria precoloniales serían la regla absoluta. Pero no es así, aún con toda la pobreza que persiste y que ya como países liberados no hemos podido acabar, y en esto España no tiene culpa alguna, somos los mismos latinoamericanos de la post-colonia.

Este artículo se publicó antes en Signis México.

 

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REINO DE VALENCIA es una revista editada por los CC. CC. Aparisi y Guijarro, San Miguel, Domingo Forcadell y Polo y Peyrolón.

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