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Historia

El ejército nacional entra en Madrid

En Generalísimo Franco
El Generalísimo Franco

Situación previa

El día 14 de enero de 1939 cesaba toda resistencia del Ejército popular en Cataluña y el gobierno de Franco promulgó un decreto de responsabilidades políticas que colocaba fuera de la ley a los que no se habían sumado a la rebelión militar de 18 de julio de 1936. La solución podía haber sido distinta pasando, por ejemplo, por un decreto de amnistía. Franco meditó esta posibilidad y se decidió en contra, fundamentalmente porque estaba convencido de que los crímenes cometidos por el Frente Popular durante aquellos años debían ser castigados penalmente y porque temía las lógicas reacciones de las miles de familias que, por haber perdido a sus parientes en los fusilamientos o las sacas,[1] pedían justicia.

El 10 de febrero de 1939 terminada la guerra en Cataluña, los principales dirigentes comunistas llegaron a la zona Centro Sur para “seguir ayudando con su experiencia a los camaradas españoles”, entre ellos Togliatti, Boris Stefanov, Jesús Hernández, La Pasionaria y Pedro Martínez Cartón, con el objetivo declarado de proseguir la política de resistencia, aunque el comunista italiano Ettore Vanni, director de La Verdad, el órgano del partido en Valencia, que estaba en contacto con los dirigentes comunistas y con la delegación soviética en esa ciudad, afirmó que “la voluntad de resistir” que caracterizaba la posición oficial de los comunistas, no era sino la aceptación formal de la tesis rusa: “resistencia hasta el final”.[2]

El presidente de la República, el jefe del gobierno y sus ministros, los diputados, los miembros del gobierno de la Generalitat, el buró político y los dirigentes de todas las organizaciones, así como varios centenares de miles de refugiados, incluyendo al derrotado Ejército de Cataluña, habían cruzado la frontera francesa. Los coroneles Patricio de Azcárate, Eduardo Cuevas de la Peña, Eleuterio Díaz Tendero, José Luis Fuentes y los generales Juan Hernández Sarabia, Enrique Jurado y Sebastián Pozas se negaron, a requerimiento de Negrín, a volver a España. Sin embargo, la más importante de las defecciones fue la del general Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor Central, quien formuló una grave acusación, cuidadosamente ocultada por Negrín y sus partidarios:  “Si era verdad que en la zona central iba a continuar la guerra en serio, ¿por qué se liquidaban en Francia las existencias que en víveres, materias primas y armamento de tránsito se tenían acumuladas?”. Por un lado se liquidaba económicamente el conflicto transformando todas las existencias, pero por otro se ordenaba resistir sin dar medios para ello, ni siquiera víveres[3]. Tampoco volvieron los comunistas, ni siquiera lo hicieron por disciplina del partido. Manuel Tagüeña, comandante comunista del XV Cuerpo de ejército menciona en sus memorias a Francisco Antón, Antonio Mije, Luis Cabo Giorla y Santiago Carrillo, por entonces secretario general que tampoco volvieron.

Manuel Azaña, presidente de la República, refugiado en la embajada de España en París, había advertido antes de dejar Cataluña, que si cruzaba la frontera no contaran con él para nada como no fuera para hacer la paz. De ningún modo y en ningún caso para volver a España”. Temiendo que Azaña dimitiera de la presidencia y que Gran Bretaña y Francia reconocieran inmediatamente al gobierno del general Franco, Negrín dio instrucciones a Del Vayo para que volviera a insistirle de lo imprescindible de su presencia en España. Fue en vano. Azaña insistió en que su único deber es hacer la paz; me niego a prolongar esta lucha sin sentido”.

 

Resistir, ¿para qué?- La huida

Los ministros a quienes Negrín había obligado a volver, eran igualmente derrotistas. El ministro de Justicia, Ramón González Peña, prietista, le dijo a Wenceslao Carrillo, socialista y director general de Seguridad con Largo Caballero: “Procure pasaportes para todos los compañeros que corran algún riesgo cuando Franco ocupe lo que todavía queda de la zona republicana y déjelos marchar….Aquí no hay nada que hacer a pesar de lo que diga Negrín. Tenga en cuenta que está dominado por el Partido Comunista hasta tal punto que sólo informa a Uribe y a Del Vayo de lo que hace. Los demás ministros no somos nadie….”[4]

 

El manifiesto que el buró político hizo público en Figueras condenando la huida vergonzosa de Largo Caballero a la caída de Barcelona, envenenó la atmósfera política aún más. Togliatti dijo en presencia del dirigente de la Komintern Dimitri Manuilskiy que “el error político más colosal cometido por el partido y por mí fue el hecho de que la conferencia de Madrid no tomara una decisión sobre la cuestión central de la paz”. Por otra parte, Togliatti se atribuyó personalmente el mérito por el cambio en la línea del partido, de modo que “el camarada Checa (miembro del buró político) fue el primero en comprender la necesidad de cambiar las cosas…….planteando abiertamente el problema de la paz, declarando que también nosotros, como todo el pueblo, queríamos la paz…[5]

 

El 10 de febrero, Negrín se trasladó a Madrid y poco después se entrevistó con Casado, jefe del Ejército del Centro para insistirle en el material de guerra que estaba en suelo francés y que, según él, podría ser trasladado a la España aún controlada por el Frente Popular. La respuesta de Casado  fue contundente al señalar que la resistencia era imposible y que lo mejor que podía hacerse era tratar de conseguir las mejores condiciones para la capitulación y que convendría celebrar una reunión con los jefes del Ejército, de la Fuerza Aérea y el almirante de la Flota para que expresaran su parecer sobre la situación. Negrín aceptó la propuesta y el 16 de febrero tuvo lugar dicha reunión con todos los altos mandos militares republicanos en la base de Los Llanos (Albacete) a la que asistieron además del coronel Casado, como Jefe del Ejército del Centro, los generales  José Miaja Menant, Jefe Supremo del Ejército; Manuel Matallana Gómez, Jefe del Grupo de Ejércitos; Leopoldo Menéndez López, Jefe del Ejército de Levante; Antonio Escobar Huerta, Jefe del Ejército de Extremadura y Carlos Bernal, Jefe de la Base Naval de Cartagena; los coroneles Domingo Moriones, Jefe del Ejército de Andalucía y Antonio Camacho, Jefe de la Zona Aérea Centro-Sur; y el almirante Miguel Buiza, Jefe de la Flota Republicana. Todos ellos, excepto el general Miaja, estuvieron de acuerdo con lo que el coronel Casado ya le había manifestado a Negrín en la reunión del día 12: que si el enemigo (“poderoso y con moral de victoria“, en palabras del general Matallana) desencadenaba la temida ofensiva, el ejército republicano no podría hacerle frente por lo que había que poner fin a la guerra. El almirante de la flota, Buiza, llegó a amenazar a Negrín con la deserción de la totalidad de la escuadra republicana si no se ponía fin a la política de resistencia. Negrín les respondió lo que ya le había dicho a Casado cuatro días antes: que no se daban las condiciones para la negociación porque el general Franco sólo aceptaba la rendición incondicional. Sin más explicaciones; le resultaba más cómodo dejar toda la responsabilidad sobre los nacionales e insistir en que la única salida continuaba siendo la resistencia. Por su parte ninguno de los generales comprometidos en la conjura de Casado allí presentes (o que la conocían) dijeron nada a Negrín de los contactos que ya mantenían con el Generalísimo Franco para la rendición.

Al tiempo, la CNT convocó un pleno restringido de militantes madrileños con el aviso de que se trataba de un pleno muy importante en el que se tomarían acuerdos decisivos en relación con la guerra y la política del doctor Negrín y se expondrían los informes obtenidos en Cataluña y Francia por los componentes de la comisión. Éstos eran Juan López, ex ministro de Comercio y cabeza visible de la corriente más moderada del sindicalismo; Manuel Amil, varias veces miembro del comité nacional de la CNT, dirigente nacional del Sindicato del Transporte y muy astuto y maniobrero en la lucha sindical; y Eduardo Val, dirigente del Sindicato Gastronómico y hombre de confianza de los grupos de defensa confederal. En aquel momento era el hombre más poderoso de la CNT a pesar de que apenas si era conocido fuera de ella. Manuel López informó extensamente de la situación de los refugiados en Francia, de las imprevisiones de nuestro Gobierno y del comportamiento de las autoridades francesas. Sin intención de dramatizar, ofreció un cuadro escalofriante de la solidaridad internacional. «Los socialistas, los comunistas y los masones -vino a decir-, cuentan en Francia con la tolerancia de las autoridades y la ayuda de sus camaradas franceses, pero nosotros no podemos contar con ninguna, porque los anarcosindicalistas franceses carecen de influencia». Con relación a la guerra, afirmó que tenían que seguir hasta el final, pero no de cualquier manera, arrastrados por las falsas esperanzas del doctor Negrín y de los que pedían el sacrificio total del pueblo a una causa perdida, mientras ellos se preparaban la huida con todos los honores y con todos los tesoros»[6].

Fachada del edificio principal de la finca "El Poblet", rebautizada secretamente como "Posición Yuste"

Fachada del edificio principal de la finca “El Poblet”, rebautizada secretamente como “Posición Yuste”

Negrín, para quien el problema era cómo terminar la guerra sin combatir de manera distinta a la entrega sin condiciones, abandonó Madrid el 24 de febrero, tras celebrar un consejo de ministros e instaló la sede de la Presidencia del Gobierno en una finca cercana a la localidad alicantina de Elda (la “Posición Yuste”, que era su nombre en clave) confirmando posteriormente las sospechas expresadas por los cenetistas.

Tres días más tarde, Francia y Gran Bretaña reconocían “de iure” al gobierno de Franco en Burgos como el gobierno legítimo de España, tras obtener unas vagas e imprecisas garantías de que no se ejecutaría a los “españoles no delincuentes“. Al día siguiente se hacía oficial la renuncia a la Presidencia de la República de Manuel Azaña  y se abría el proceso, tal como establecía la Constitución republicana de 1931, de su sustitución provisional por el presidente de las Cortes el masón Diego Martínez Barrio, ambos en Francia después de su huida.

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Después de todos estos hechos la posición de Negrín era insostenible y quizá para reafirmarse intenta entregar los mandos vitales del ejército de la zona a militares comunistas. Podría decirse que es un golpe de Estado del propio jefe del gobierno que corrobora el 2 de marzo al publicar los ascensos y nombramientos, que reforzaban todavía más los mandos comunistas en el Ejército Regular de la II República, lo que significaba una entrega total al comunismo. Hace ir a la Posición Yuste al coronel Casado y al general Matallana para comunicarles que iban a ser relevados de sus puestos y sustituidos por militares comunistas; el coronel Juan Modesto Guilloto, procedente de las milicias y jefe del ejército republicano de la batalla del Ebro,  sustituiría a Casado al frente del Ejército del Centro. Pero Casado y Matallana, que ocuparían otros cargos en el alto mando del Ejército republicano, sin mando directo de tropas, se negaron a aceptar esos cambios y nombramientos puramente honoríficos y abandonaron la “Posición Yuste” con dirección  a Valencia para entrevistarse con los generales Miaja y Menéndez a fin de discutir ampliamente la situación de la toma del poder claramente por los comunistas. Los cuatro se coaligaron para lograr la paz.

Enterado Negrín del propósito de sublevación del coronel Casado, envió un avión a Madrid a las 10 de la mañana del sábado 4 de marzo para que el coronel se presentara inmediatamente ante él. Como Casado no tomó ese avión, a las 12 h.  Negrín indignado insistió por teléfono pero aquél siguió negándose a acudir a la cita. A las 15’30 horas Casado se reunía en el gobierno civil con los ministros del gobierno de Negrín que se encontraban en Madrid para notificarles su decisión. Una hora después salía del aeródromo de Barajas el avión con los ministros pero sin Casado a bordo. Cuando llegaron, Negrín volvió a llamar por teléfono a Casado encontrándose con la misma negativa.

Al tiempo, Martínez Barrio, presidente de las Cortes, convocó a la Diputación Permanente en un restaurante de París a fin de exponer los aspectos jurídicos y políticos de la crisis. La Diputación decidió que solo cooperaría con Negrín si éste intentaba poner fin a la guerra con el menor daño y sacrificio posibles[7] y el presidente, notificó el acuerdo al primer ministro advirtiéndole que si no se cumplía esta condición, se vería en la penosa necesidad de declinar la presidencia.

Los acontecimientos se precipitan.

La conspiración de Casado

La figura más activa del movimiento para poner fin a la guerra era, como queda dicho, el coronel Segismundo Casado, en torno al cual se estaban aglutinando los adversarios de Negrín y del PCE. Firme republicano y jefe de la guardia presidencial de Manuel Azaña al estallar la guerra, las relaciones de Casado con el PCE habían sido hostiles desde los primeros meses de conflicto, aunque en un principio colaboró con lealtad al triunfo de los suyos. Es, a medida que se exacerbaban las luchas intestinas, cuando las relaciones de Casado con el PCE se fueron deteriorando; incluso antes del regreso de Negrín a España, habló con los jefes del Ejército y los dirigentes de los partidos, a excepción del partido comunista. También se reunió con Julián Besteiro, dirigente del ala derecha del Partido Socialista que se había convertido en el líder más prestigioso de España. Cuando Casado le pidió su colaboración respondió que contaba con su apoyo “incondicional pero por la paz y solo por la paz”.[8]

El más importante de los aliados de Casado, del que dependía el éxito del golpe, era la organización de Madrid de la CNT-FAI y el IV Cuerpo del ejército de Cipriano Mera. Entre Casado y los libertarios llegó a producirse una especie de simpatía o atracción mutua, cuyas causas pudieran ser más hondas y  buscarse en la enemiga que el coronel sentía hacia los comunistas[9] y especialmente importante en la relación con Cipriano Mera, fue el hecho de que hacía mucho tiempo que había abandonado su oposición filosófica a la disciplina y la militarización. “Se respetaban y se estableció entre los dos militares, el profesional y el de milicias, un cierto grado de amistad basado en mutuas fidelidades”[10]. La trama conspirativa iniciada por Casado, jefe del ejército del centro, se había ido extendiendo a otros jefes militares y a los grupos políticos de la región del centro, con excepción de los comunistas y de los socialistas fieles a la comisión ejecutiva del partido. Esta conspiración tiene como objetivo deponer al gobierno presidido por Negrín y sustituirle por otro que negocie el fin de la guerra a toda costa, confiando en las garantías que podrían ofrecer militares profesionales y políticos moderados como Julián Besteiro. El veterano político socialista pensaba para entonces que el único poder legítimo que quedaba en la España republicana era el militar. Por tanto no le costó esfuerzo ponerse de acuerdo con Casado en la necesidad de formar un gobierno que sustituyera al de Negrín aunque declinó presidirlo y aceptó formar parte de él sólo al objeto de negociar el fin de las hostilidades. Se formó así el Consejo Nacional de Defensa en el que Miaja ostentó la presidencia: Besteiro, Asuntos Exteriores, Casado dirige Defensa, Wenceslao Carrillo Gobernación; Miguel San Andrés dirige Justicia y Propaganda; Eduardo Val Comunicaciones y Obras Públicas; José González Marín Economía y Hacienda; José del Río Educación y Sanidad: y Antonio Pérez, Trabajo; J. Sánchez Requena era el Secretario de la misma.

El día 4 de marzo encontrándose el consejo de ministros en Elda la radio de Madrid anunciaba que el jefe del ejército del centro iba a pronunciar una alocución. Sin embargo cuando llegó la medianoche el locutor dijo: “Señores radioyentes van ustedes a oír a Don Julián Besteiro, que por su gran popularidad no precisa presentación”. Con voz entrecortada Besteiro dijo que la República estaba decapitada tras la dimisión del presidente Azaña y expresó así sus principales argumentos: el gobierno del señor Negrín, falto de la asistencia presidencial y de la asistencia de toda la cámara, a la cual sería vano dar una apariencia de vida, carece de toda legitimidad. Yo os pido, poniendo en esta petición todo el énfasis de la propia responsabilidad, que en este momento grave asistáis, como nosotros le asistimos, al poder legítimo de la república, que transitoriamente no es otro que el poder militar. Más tarde habló Casado, (ascendido a general pocos días antes), dirigiéndose a los españoles de allende las trincheras, se  definió como militar que jamás intentó mandar a su pueblo, sino servirle en toda ocasión, porque entendía que la milicia no es cerebro de la vida pública, sino brazo nacional. Quien os habla juró lealtad a una bandera leal y a ella sigue. Tiene la obligación de luchar por la libertad y la independencia de su pueblo y en defenderlo cifra su mayor orgullo. Ofreció y pidió una paz por España, asegurando que el pueblo no abandonaría las armas mientras no tuviera la seguridad de una paz sin crímenes[11].

 

Debido a su aislamiento en Elda, Negrín y los dirigentes comunistas no podrían haber tomado medidas efectivas para hacer fracasar el golpe aunque hubieran querido. En cualquier caso, ¿no era el propósito de su presencia en Elda preparar su huida de España? Ministros, subsecretarios, jefes del todopoderoso SIM y otros altos funcionarios huyeron en estampida: Sánchez Arcas, Fernández Ossorio, García Arroyo, La Pasionaria, Uribe, Benigno Rodríguez, Irene Falcón y Manuel Delgado además de Stefanov, Del Vayo y Negrín, naturalmente. Estaban protegidos por miembros de élite del XIV Cuerpo de ejército a las órdenes del comandante Domingo Ungría el cual tenía como asesor al coronel Stanislav A. Vauphasovy y al general de brigada Mijail Stepanofich Shmilov.

Una guerra civil dentro de otra guerra civil en Madrid

Mientras los dirigentes comunistas se reunían en Elda para, desde el aeródromo de Monóvar huir más fácilmente, el coronel Casado ultima los planes para derribar al gobierno. Se instala en el edificio antiguo del Ministerio de Hacienda, en la calle de Alcalá, próximo a la Puerta del Sol, donde establece su Puesto de Mando. Un buen edificio que cumple perfectamente con las necesidades de defensa en el caso de levantamiento comunista. Llegan los demás casadistas y se distribuyen los puestos del Consejo Nacional de Defensa. Lo preside provisionalmente Casado hasta la llegada de Miaja, que después de varias indecisiones, finalmente se pone del lado de la rebelión. y asume la presidencia el día 6 de marzo.

Los jefes de la C.N.T. al comprobar que el general Vicente Rojo Lluch (el Jefe del Estado Mayor de la República), se niega a regresar de Francia a España, deciden terminar la lucha y sus representantes se ponen a disposición de Segismundo Casado. Al parecer, tanto los grandes jefes militares como los dirigentes políticos consideraban que se había llegado al límite de la resistencia y se mostraban contrarios a provocar situaciones catastróficas. -Yo, personalmente -dijo Eduardo Val, considero tan estúpido el numantismo como el entreguismo, por lo cual creo que lo más importante es mantener unido el frente antifascista. Pero si Negrín se lía la manta a la cabeza y entrega el poder militar a los mandos comunistas que perdieron la batalla de Cataluña después de haber machacado a la CNT y a los catalanistas[12], recibirá la respuesta que merece, aunque luego tengamos que lamentarlo todos. Seguidamente se dijo que debíamos permanecer pendientes del parte de guerra emitido por Unión Radio a las doce de la noche. Inmediatamente que oigáis que se ha constituido una Junta para luchar contra Negrin, apoderaos del mando de las unidades y destituir o encerrar a los negrinistas sin la menor vacilación. A partir de ese momento todo el Movimiento Libertario debe considerarse en pie de guerra. Pocos días después los acuerdos de aquel pleno se cumplían a rajatabla.

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Casado había tenido entrevistas con dirigentes socialistas y anarquistas con objeto de lograr unas capitulaciones aceptables por los nacionales; él estaba seguro que Franco nunca negociaría con Negrín ni con los comunistas. Las gestiones de la embajada británica, favorecieron el entendimiento entre Casado, Besteiro y los anarquistas de la C.N.T. Mientras, las emisoras de radio y los altavoces de los frentes, emiten la propuesta de paz de Franco: “se respetará la vida de aquellos que no hayan intervenido directamente en crímenes de sangre” y  Casado prohíbe la distribución  en Madrid de Mundo Obrero, órgano oficial del Partido Comunista. (Inimaginable que durante la guerra civil tal cosa pudiera  ocurrir en la zona del bando republicano).

Entre tanto, la ciudad de Madrid se encontraba rodeada por las fuerzas nacionales que fueron llegando a sus principales accesos y quedando a la expectativa, esperando la orden de entrar. Eran las del I Cuerpo de Ejército, llamado también de Madrid, a cuyo mando estaba el general Espinosa de los Monteros, y en el que formaban las Divisiones 16ª, 18ª, 20ª, dirigidas por los coroneles Losas, Ríos Capapé y Caso. Es decir, la ciudad tenía prácticamente controladas sus entradas, pero ¿y el interior? El interior parecía un queso de Gruyère con zanjas anticarro, pozos antiaéreos y defensas para nidos de ametralladora, la mayoría levantadas en 1936 ante el primer ataque a la capital. Hasta seis líneas paralelas de defensa que iban a lo largo de los frentes retrocediendo hasta el centro, fueron dirigidas por el presidente de la Comisión de Fortificaciones, coronel Tomás Ardid[13]. La ejecución la llevaron a cabo militares especializados y la mano de obra por no menos de 12.000 obreros (algunos lo amplían a 23.000) de los cuales, la CNT dice que de sus afiliados, 5.000 del Sindicato único de la Construcción, murieron durante los trabajos. El objetivo, era naturalmente, detener al enemigo a las puertas de Madrid, como fuera. Especialmente fortificado estaba la línea desde el Club Puerta de Hierro hasta el pueblo de Vallecas, tomando como eje y protagonista al río Manzanares[14]. Zugazagoitia[15] dejó escrito que por todo ello, Madrid era una plaza sitiada.

Madrid, la ciudad del “No Pasaran”, acoge la reunión del Buró Político del Partido Comunista, que concluye con un comunicado acordando la continuación de la lucha. A pocos días de la derrota final, el bando rojo creía poder derrotar a los ejércitos nacionales; hay que reconocer que los comunistas españoles tenían todavía, en estas fechas, unidad de criterio y tranquilidad quizás proporcionada por los tres de los cuatro cuerpos de ejército que había en el centro mandados por comunistas, los coroneles Barceló, el I Cuerpo; Ortega y Bueno el II y la Agrupación de Guerrilleros estacionada en Alcalá de Henares. Sólo uno, el de Guadalajara, estaba mandado por el anarquista Cipriano Mera, puesto que si bien los jefes de los Ejércitos de Levante, Extremadura y Andalucía se habían puesto del lado del Consejo, se hallaban lejos y contaban en su seno con bastantes mandos sometidos al Partido Comunista. El coronel Casado se equivocó al considerar que la tradicional solidaridad entre militares profesionales les haría reconsiderar su postura; no había contado con los efectos de la labor de zapa que los comunistas habían llevado pacientemente a cabo entre los jefes militares.

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Barceló, el coronel comunista, se niega a aceptar la propuesta de la Junta, se alza y carga con todas sus reservas contra las fuerzas de Casado. Ortega y Bueno le imitan. La situación es muy crítica para Casado; se encuentra sólo y no puede hacer frente ni a las fuerzas comunistas que están aniquilando a sus leales. Pide ayuda a los anarquistas. A las 23:30 horas del 5 de marzo,  la 70ª Brigada, mandada por el anarquista Bernabé López, del IV Cuerpo de Ejército de Cipriano Mera, tomó posiciones para proteger el Ministerio de Defensa, Gobernación y Comunicaciones, así como la Telefónica,  el Banco de España y la Dirección General de Seguridad.

En la madrugada del día 6 de marzo se sublevaron contra el Consejo de Defensa como si respondieran a una señal, las Divisiones 7 y 8, así como la 42 Brigada mixta unidades dependientes del II Cuerpo de Ejército. Inmediatamente, el coronel Barceló, jefe del I Cuerpo estacionado en el frente de la Sierra se proclamó por sí y ante sí jefe del Ejército del Centro, al tiempo que anunciaba su marcha sobre Madrid sacando fuerzas de las propias trincheras. La 42 Brigada, sin hallar el menor obstáculo, ocupó Fuencarral, Tetuán de las Victorias, Cuatro Caminos y, pasando por la calle de Ríos Rosas, los Nuevos Ministerios situados, entonces, en la cabecera del Paseo de la Castellana. También se sublevó la Agrupación de Guerrilleros y la base de tanques en Alcalá de Henares.

Las fuerzas de Mera, protegidas por tanques, avanzan hacia Torrejón, donde se encontraba la V Brigada de Carabineros de la que tres de sus batallones se habían puesto a disposición de Barceló. Esta era la situación hacia las cinco de la tarde, hora a la cual el coronel Casado me pidió (cuenta Cipriano Mera en sus memorias) que fuese con Verardini al puesto de mando (Posición Jaca) del Estado Mayor[16], al objeto de ayudar al coronel Otero que se encontraba en situación algo delicada. Al llegar, éste les informó que había mantenido una conversación con las fuerzas guerrilleras, las cuales le aseguraron no querer enfrentarse con las del Consejo. Dijo también que los guerrilleros le expusieron sus deseos de parlamentar con el coronel Casado, y como éste exigiera que primero depusieran las armas, los mandos de los guerrilleros pidieron un plazo de dos horas para dar una respuesta, plazo que, en contra de la opinión de Mera que desconfiaba de ellos, les fue concedido. Resultó una treta para ganar tiempo y hacerse con el control de la posición, ante cuya evidencia, Corella, Verardini, Artemio García, Dalda y yo, (sigue comentando Mera), nos fuimos a uña de caballo. Mientras los tanques y fuerzas guerrilleras avanzaban sobre Canillejas, nosotros, a campo traviesa, pudimos llegar hasta donde estaban los servicios de Transportes del Ejército del Centro, mandados por cierto por un comandante llamado Salinero, también comunista. Desde allí me puse en comunicación telefónica con Casado, al que informé de la situación, refiriéndole lo ocurrido en la Posición Jaca y el avance de tropas comunistas hacia Madrid, pero el general, incrédulo, le hace volver a la posición.

A mitad de camino ya tropiezan con unos doscientos comunistas que van hacia Madrid con dos tanques; le siguen un batallón de carabineros. Dan la vuelta rápidamente hacia el cuartel general de Casado en el Ministerio de Hacienda, donde existía gran confusión. La creación del Consejo había resultado fácil, pero su mantenimiento ya no lo era tanto. No faltaban, además, los carentes de ánimos para continuar la lucha. Julián Besteiro, enfermo, se encontraba acostado en un camastro en los sótanos del Ministerio de Hacienda. Se negó a ser conducido a su domicilio, donde estaría más cómodo y mejor atendido,  diciendo: Me he comprometido a cumplir una misión con el Consejo y la cumpliré hasta los últimos instantes.

Ante la inminente llegada de los comunistas, Cipriano Mera dio órdenes concretas a sus tropas que venían por la carretera de Aragón y reforzó con miembros de la 70 brigada la defensa del Palacio de Comunicaciones, del Banco de España y del Ministerio de la Guerra, las cuales se vieron obligadas a defenderse de cuatro o cinco ataques logrando inutilizar varios tanques. El Ministerio de Marina estuvo bien defendido exclusivamente por la gente del SIM al mando de Pedrero. La consecuencia de este enfrentamiento fue que los comunistas se vieron obligados a replegarse a las construcciones de los Nuevos Ministerios.

El 8 confirma su avance el anarquista Esteller con la toma del puente de San Fernando y la captura como prisioneros de unos quinientos carabineros; poco después, recuperan la posición Jaca y más tarde, Barajas, habiéndose rendido de cuatro a cinco mil hombres. Casado mantiene una actitud dubitativa con respecto a la situación de división entre los militares, confiaba en el “honor militar”. Mera la rechaza sin contemplaciones porque no había que perder el tiempo en parlamentar. ¡O con nosotros o contra nosotros! le dice. El 10 da orden de ocupar con la mayor rapidez posible Canillas, Hortaleza y Ciudad Lineal, para caer luego sobre Fuencarral. Durante las operaciones fue gravemente herido el comisario de la 12 División, Asensio, de filiación socialista. A las diez de la noche todos los objetivos, salvo Fuencarral, fueron alcanzados, haciéndose unos seis mil prisioneros.

Una compañía llegó incluso hasta la plaza de Manuel Becerra, ocupando toda la barriada. Aunque por aquí no habían establecido bastiones de defensa contra los nacionales, la llegada de los anarquistas no fue precisamente un fácil paseo militar. La plaza controlaba el puente de las Ventas del Espíritu Santo y con él el acceso a la carretera de Zaragoza y Barcelona, se habían establecido por ello muchas defensas para detener carros y tanques. Un paramento de mampostería iba desde la carretera del Este a la Ciudad Lineal y disponían de polvorines y depósitos en la Plaza de toros de las Ventas (donde también había un túnel de 100 m. de largo por 4m de ancho que lo unia a la Fundación Caldeiro, quizá para depósito de municiones). Utilizaron también el túnel de Metro entre las estaciones de Manuel Becerra y Ventas. Existían además nidos de ametralladoras y antiaéreos en las terrazas de los edificios de la plaza, en las torres de las iglesias de San Manuel y San Benito y en Nuestra Señora de la Concepción, un poco más hacia el centro. En las Escuelas Aguirre, en la unión de Alcalá con O´Donnell, se había instalado un cuartel de tropas ruso-comunistas llamado La Stajons[17]. Se produjeron serios disparos de artillería. Un tanque Renault disparó en medio de la plaza y un cañón del 7’5, causó grandes destrozos en las fincas de la zona.  A la una de la madrugada se detuvo el avance. La  83 Brigada anarquista, que se había traído precipitadamente de Levante con la intención de que entrara hacia el centro de Madrid por El Retiro y las Ventas, recibió orden de ir rápidamente a la plaza de Manuel Becerra donde seguían produciéndose combates. Ante el refuerzo de un batallón de la 35 Brigada, los adversarios de aquel sector emprendieron la huída hacia la Castellana.

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El día 11, a la una y media, se ocupó Fuencarral, que defendía una Brigada mixta comunista, la cual se retiró en dirección a El Pardo. Volvieron de nuevo los comunistas y con ayuda de la 99 Brigada (que habían tenido que retirar del frente) lograron apoderarse nuevamente del pueblo y hacer prisionero a uno de los batallones anarquistas. Las fuerzas al mando de Liberino González concentraron allí sus esfuerzos, consiguiendo recuperar el pueblo tras previa preparación artillera. Los de Barceló completamente desmoralizados huyeron unos hacia la Sierra, volando a su paso el puente de la carretera de Burgos, y otros buscaron refugio en los Nuevos Ministerios, (entonces el final de la Castellana). Hacia ahí convergieron fuerzas de Mera. Se defendieron los sublevados con ametralladoras desde todos los huecos de los edificios, pero el tiro directo de artillería les obligó a rendirse. Al finalizar la operación, quedaron en poder del gobierno de la Junta, cerca de veinte mil prisioneros, varios tanques, tanquetas, piezas de artillería y antitanques. El resto de la jornada se empleó en acabar con los focos de resistencia.

Cuando las unidades anarquistas al mando de Liberino González se apoderaron de Fuencarral y el extrarradio de  Madrid  y las fuerzas al mando del coronel Alvarez terminaban con los núcleos que aún resistían en la capital, parece ser que Barceló se incorporó a su puesto de mando del I Cuerpo de ejército, donde fue detenido por dos jefes de Artillería, que le invitaron a acompañarles al Ministerio de Hacienda. Detenido ya, pasó al de Marina para ser Juzgado ante un tribunal compuesto por un magistrado y dos representantes de las Consejerías de Defensa y Gobernación, acusado de la muerte de tres coroneles del Estado Mayor de Casado: Joaquín Otero Ferrer, José Pérez Gazzolo y Arnoldo Fernández Urbano y el comisario Ángel Peinado Leal. Fue condenado a muerte a pesar de los esfuerzos de su defensor, don José Polo y fusilado en el cementerio de la Almudena, (entonces llamado del Este) el 24 de marzo, al día siguiente de ser rechazada la apelación. Fusilaron también al comisario político José Conesa Arteaga de JSUP/PCE.

La guerra civil dentro de una mayor guerra civil había terminado. El ímpetu de su ofensiva fue frenado, según algunos autores, no tanto por los anarquistas del IV Cuerpo, como por las instrucciones que acabaron llegando de la dirección del PCE, aunque según otros, esto se dice para desmerecer la figura de un hombre íntegro, como fue Mera, su vencedor.

Casado vuelve a intentar lograr la paz de Franco. Sus delegados, el teniente coronel Antonio Garijo y el mayor Leopoldo Ortega, volaron a Burgos el 23 de marzo. Los representantes de los nacionales les exigieron la entrega simbólica de la aviación republicana el 25 y la rendición del resto del ejército republicano el 27. Otro viaje de dichos delegados a Burgos, el día 25, fue infructuoso; no les aceptaron excusas por no haber llegado los aviones y fueron obligados a regresar apresuradamente a Madrid, a pesar del mal tiempo. Casado envió un radiograma pidiendo una prórroga de 24 horas, a sabiendas de que los pilotos ya no le obedecían. La contestación de Franco fue que el  Consejo ordenara a las fuerzas republicanas de primera línea que levantaran bandera blanca.

A pesar de las promesas de Casado de no tomar represalias, y de las ejecuciones del coronel Barceló y del comisario Conesa, las cárceles de la capital se llenaron entonces de comunistas, mientras que, al contrario, eran puestos en libertad muchos simpatizantes de los nacionales. Cuentan que vuelven a “dar paseos”, venganzas personales entre anarquistas y comunistas y consta que en el Retiro aparecieron muertos dos mujeres y un hombre. Incluso dicen que han dado el “paseo” a 17 personas y que en el Círculo de Bellas Artes se encuentran encerrados  muchos comunistas.[18]

Se suprimió del uniforme republicano la estrella roja de cinco puntas, (considerada como signo comunista), que había sido aprobada e introducida por Largo Caballero. Sin embargo, los vencedores no iban a establecer luego ningún tipo de “diferencia” cuando empezasen a actuar los consejos de guerra contra todos los republicanos, sin distinción.

Capitulación de Madrid

El 12 de marzo el Consejo Nacional de Defensa redacta un primer borrador del documento de capitulación. Este documento Incluía las siguientes peticiones:

* Negociaciones directas con Franco. *Independencia e integridad nacional. *Garantía de que no se tomarían represalias y de que todos los procesos serían instruidos por tribunales civiles legalmente constituidos. *Libertad para todos los que en la zona republicana desearan abandonar España, pudieran hacerlo en un plazo de 25 días. *Garantías de que se respetaría la vida y la libertad de los oficiales republicanos profesionales del Ejército, así como de los demás militares y funcionarios republicanos que no hubieran cometido delitos civiles. * Los oficiales profesionales conservarían su grado en el Ejército.  * Garantía de que no entrarían en territorio republicano tropas extranjeras después de la rendición.

Seis días después. Besteiro reitera por radio que «el Consejo está dispuesto para la negociación de una Paz honrosa». Burgos respondió esa misma noche, que no tenía sentido que Casado y Matallana fueran a negociar. Sería suficiente la presencia de un militar profesional con plenos poderes. Casado envía a Burgos como hemos visto, a dos oficiales intermedios de Estado Mayor, el teniente coronel Antonio Garijo y el coronel Leopoldo Ortega para entrevistarse con los representantes de Franco, pero ya el 22 la rendición sin condiciones es aceptada. La paz sin represalias no era posible dados los crímenes causados por las izquierdas a lo largo de los casi tres años de guerra. Lo único que concedería Franco sería la posibilidad de que los dirigentes republicanos huyeran al extranjero.

Prada y Matallana rindieron el Ejército del Centro al Coronel Eduardo Losas (a la derecha de la imagen), el 28 de marzo de 1939

Prada y Matallana rindieron el Ejército del Centro al Coronel Eduardo Losas (a la derecha de la imagen), el 28 de marzo de 1939

Madrid se rinde. El coronel Prada comunica a Casado que en la Ciudad Universitaria de Madrid, los soldados han hecho la paz. Aunque no habían entrado formalmente las tropas de Franco, en los frentes de la capital confraternizaban los soldados de los dos Ejércitos llegándose a producir intercambio de botellas de vino e incluso algún partidillo de fútbol. En la ciudad, mientras tanto, muchas personas ya se atrevían a colgar banderas y símbolos franquistas en los balcones y en determinadas zonas se empezaban a corear canciones relacionadas con los vencedores.

A primera hora de la mañana, del día 28, consciente de que los falangistas más atrevidos iban a llegar en cuestión de minutos al Ministerio, el Coronel Casado abandonó Madrid en uno de los pocos aviones que quedaban en Barajas. En él se desplazó hasta Valencia, donde horas más tarde embarcaría en un barco inglés con el que saldría de España acompañado de su familia, de sus colaboradores más inmediatos y de casi todo su Estado Mayor. A las 13 h. del día 28 de marzo de 1939, las tropas del general Espinosa de los Monteros entran en Madrid. El coronel Prada, junto con sus hijos (eran sus ayudantes) y una escolta formada por tres milicianos y tres guardias civiles, se dirigió hacia Ciudad Universitaria. Allí, el militar republicano efectuó junto a las ruinas del Hospital Clínico la rendición formal de Madrid a los nacionales dirigidos por el coronel Losas jefe de la XVI División que entraba por el oeste.

Entrando por el Norte, los requetés del Segundo Tercio habían ocupado los edificios de Unión Radio y el Gobierno Civil a las 10,30 h. y dos horas antes, a las 8 horas, otro requeté izó la primera bandera blanca en el Palacio de la Prensa. La primera bandera roja y gualda es izada en el edificio Capitol en la plaza de Callao a las 10 h. donde se establecerá el puesto de mando, y a la misma hora, los requetés del Segundo Tercio que habían tomado Unión Radio y el Gobierno Civil, ocuparon los sótanos del Ministerio de Hacienda, sede de la Junta de Defensa, donde a las 11,30 horas el coronel Prada tuvo que izar la bandera rojigualda. Los regulares entran por la puerta de Toledo.

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Oficiales de Africa entran en Madrid al frente de sus tropas tras la caida de la capital. Al fondo, la Puerta de Toledo

Oficiales de Africa entran en Madrid al frente de sus tropas tras la caida de la capital. Al fondo, la Puerta de Toledo

A media mañana, los salones del Ministerio de Hacienda se habían quedado desalojados casi por completo. Allí solo quedaban un puñado de políticos republicanos y militares que, abandonados a su suerte, esperaban ser detenidos por las avanzadillas nacionales que ya empezaban a irrumpir en la ciudad. Entre las personas que estaban en los sótanos del Ministerio se encontraba el socialista Julián Besteiro, sin lugar a dudas una de las personas que más influyó en la finalización de la Guerra Civil. El “viejo profesor” no quiso acompañar a Casado en su salida de España y decidió quedarse estoicamente en Madrid acompañado por Rafael Sánchez Guerra, ex presidente del Real Madrid, político y militar. Junto a ellos también se encontraban Melchor Rodríguez (el ángel Rojo), que había salvado a cientos de derechistas de morir asesinados durante la guerra, el coronel Prada, el teniente coronel Antonio Garijo (había participado en las conversaciones de Gamonal), el teniente coronel Zulueta y el comandante de aviación Luis Hortelano.

Conscientes de que la vida de las personalidades que estaban en Hacienda podía correr peligro, ya que empezaban a controlar las calles de Madrid, jóvenes falangistas y requetés dispuestos a hacer justicia de tantas barbaridades cometidas anteriormente por las izquierdas, Besteiro decidió telefonear a su antiguo compañero Antonio Luna. Se trataba de otro catedrático universitario que durante los últimos meses de la Guerra Civil había trabajado para la Falange Clandestina preparando la llegada de los franquistas a la capital. Luna acudió al Ministerio, algo que dio seguridad a todos los presentes, ya que se trataba de una persona muy bien relacionada con el régimen de Franco.

A media tarde, un grupo de adolescentes vestidos con el uniforme de requetés se adentró en el Ministerio de Hacienda preguntando por Rafael Sánchez Guerra. El que fuera presidente del Real Madrid, que vestía el uniforme del Ejército por haber sido ayudante de Casado, contestó que era él. Los jóvenes le invitaron a que saliera de la sala a lo que él contestó: “Lo siento mucho pero no les conozco. Estoy muy a gusto aquí”. El mandatario tenía claro que se entregaría a una autoridad legítima y responsable, y no a unos jóvenes exaltados (en Madrid como en muchos otros sitios de España se tenía demasiada experiencia de actuaciones de grupos de exaltados). “Quien quiera sacarme de Hacienda tendrá que hacerlo por la fuerza y después de dejarme reducido a una imposibilidad física para la defensa“, llegó a decir. Contra toda sospecha, aquellos jovencitos-requetés no pretendían hacerle daño, todo lo contrario. Sánchez Guerra había protegido en el Madrid republicano a la tía de uno de ellos, la marquesa María Luisa de Borbón, por eso, ahora pretendían devolverle el favor y “llevarle a un lugar seguro”.  No fue así. Tras agradecer su comportamiento, Don Rafael dijo que prefería quedarse hasta el final con Julián Besteiro pasara lo que pasara aunque sí pidió a los muchachos que “de vez en cuando se interesaran por él”.

A las 16:00 h. llegó una compañía de infantería mandada por un capitán, que desarmó a los carabineros y posteriormente elaboró una lista de todas las personas que se encontraban en el interior del Ministerio de Hacienda para enviarla a la “autoridad judicial militar” y cortaron las comunicaciones telefónicas del edificio con el exterior. Cuatro horas más tarde de este 29 de marzo, se presentó en Hacienda un capitán de la Guardia Civil acompañado por varios miembros de la misma, con la obligación de trasladar en autobús a los allí presentes hasta la cárcel Porlier y así fue. De este modo terminó el largo sitio de Madrid, el más largo de toda la guerra.

Las tropas de Franco entran en Madrid, sin disparar un tiro. Los balcones se llenan de colgaduras rojo y gualda; las calles se van abarrotando de multitudes enloquecidas aclamando al general Franco.

En el plano adjunto[19] se puede apreciar el paso de las tropas y la toma de posiciones durante esta más desconocida guerra de Madrid.

La Batalla de Madrid

La Batalla de Madrid


[1] César Vidal: “La guerra que ganó Franco II pág. 414

[2] BURNETT BOLLOTEN: “La guerra civil española” pág. 1007

[3] Id. Pág.   1009

[4] Id pág 1013

[5] Id pág 1015

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[6] Gregorio Gallego ;” LA CNT ACUERDA SUBLEVARSE CONTRA EL DOCTOR NEGRIN” en Historia y Vida. Extra número 4, 1974

[7] Congreso de los Diputados. Diputación Provincial, sesión celebrada en París el viernes 3 de marzo de 1939

[8] BURNETT BOLLOTEN: “La guerra civil española” pág. 1029   

[9] LUIS ROMERO: “El final de la guerra” págs.. 121-122

[10] Id pág. 181

[11] Se olvidaba Casado de los muchos crímenes que se habían cometido bajo el gobierno y responsabilidad de la República,

[12] Se refiere a lo que se conoce como “jornadas de mayo”, cuando en 1937 la República, siguiendo la política promovida por Moscú machacó a los anarquistas y al POUM , acusados de ser manejados desde Berlín. Primordial importancia tuvo en ello el funcionario del Komintern, Stoyán Minev, quien dirigió la elaboración y edición de un libro contra el POUM, firmado bajo el seudónimo de “Max Rieger”: Espionaje en España, publicado en 1938.

[13] Teniente coronel de Ingenieros muy apreciado por su tarea de fortificación a raíz de la defensa de Madrid. Fue el artífice de la Línea XYZ, sistema de trincheras que aprovechaban las áreas montañosas de Castellón, donde Franco  tuvo que mantener duros combates. El mérito fue del arma de Ingenieros del Ejército Popular mandada por Ardid. Al final de la guerra ocupaba el mismo cargo y Casado le nombró inspector general de Ingenieros. Hay un inapreciable relato de la Sanidad Militar, donde se dice que este ingeniero sin igual, fabricaba cerveza para la tropa y  además enviaba levadura de cerveza a los hospitales militares, para combatir la avitaminosis. Años después, cuando España estaba reconciliada, un nieto de este militar comunista casó con una nieta del que había sido su contrincante, el general Franco, enterrando así los odios de la guerra civil.

[14] PUBLICACIONES DE DEFENSA: “Historia militar de la guerra civil” pág. 151      

[15] ZUGAZAGOITIA:Madrid. Carranza, 20 pág. 56

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[16] Posición Jaca situada en el palacio  de los Duques de Osuna en la llamada Alameda de Osuna.

[17] [17] PUBLICACIONES DE DEFENSA: “Historia militar de la guerra civil” pág. 328 

[18] CONCEPCIÓN OLABARRIAGA: La Batalla de Madrid pág. 11

[19] Cortesía de http://www.grandesbatallas.es/batalla%20final%20de%20la%20guerra%20civil.html

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Licenciada en Geografía e Historia, fue profesora hasta su jubilación.

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