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Opinión

Las  pusilánimes instituciones  de  España

 

Este gobierno del Reino de España nos lleva a la perplejidad y la melancolía en algunos casos y a la irritación la mayoría de las veces. La última, a causa del lío de banderas suscitado en Eurovisión por culpa de haber sido incluida la ikurriña en el listado de banderas prohibidas al lado de la del DAESH.

El embajador español en Suecia y el ministro de Asuntos Exteriores han protestado de manera oficial y los partidos vascos PNV, PSE-EE, PP, EH Bildu y UPyD, hicieron pública su indignación y protesta por lo ocurrido. La eurodiputada del PNV, Izaskun Bilbao envió, además, una carta al comisario europeo de Cultura, el húngaro Tibor Navracsics, en la que señalaba que la inclusión de la ikurriña es un «error impropio del nivel cultural y la historia democrática de Suecia». La secretaria general del PSE-EE, Idoia Mendia, calificó de «insulto» que la ikurriña fuera incluida en la lista de «banderas prohibidas», en tanto que el vicesecretario de Sectorial del PP, Javier Maroto, manifestó que este hecho «ofende a los vascos».

Posiblemente no sea políticamente correcta mi opinión, pero creo que los suecos llevan razón. En esta misma semana en el Parlamento europeo, ha depuesto el etarra Otegi y supongo que iría envuelto en la ikurriña, ante las protestas de víctimas causadas por sus actos. ¿Qué quieren que piense la sociedad sueca? Deben sentirse escalofriados ante la esquizofrenia del gobierno español que monta el numerito diplomático diciendo que no debe ser considerada como la del DAESH, porque no son tan malos, al tiempo que algunos eurodiputados han denunciado en la cámara, con precisión y valentía, los crímenes en los que, de una manera u otra, participó.

Aún, a mi modo de ver, hay una cuestión más atroz, como es considerar una de las partes, más importante que el todo. La ikurriña es una bandera de una comunidad, de una región, de una parte de la nación española; llama por eso la atención el despliegue de gestión y diplomático a favor de una rama del árbol, no porque defender esa rama no sea importante hacerlo que sí lo es en cuanto parte constituyente del árbol nacional; pero lo que nos llama la atención es que en contraposición a esta bizarra actuación del gobierno para defender una rama, se dejen cortar el árbol al adoptar una conducta de indolente indeferencia cuando se evita exhibir la bandera nacional, tal como marca la Ley. Si no son capaces de defenderla dentro del territorio español, no esperábamos que lo hicieran en país extranjero, pero tampoco que sacaran toda su “artillería diplomática” para defender la bandera bajo la que se amparan seres que han infringido graves daños, hasta producir la muerte, a compatriotas.

Ante el revuelo que han organizado los defensores de la ikurriña, la embajadora de Suecia en España, Cecilia Julin, manifestó a ABC que el Gobierno de su país «tiene muy claro que la bandera del País Vasco no tiene nada que ver con el Daesh»(es cierto, si nos olvidamos de las muchas víctimas que su pabellón ha amparado) y recordó que la responsabilidad del documento publicado es de la entidad organizadora del festival, la Unión Europea de Radiodifusión (EBU). Insistió también en que no se trata de un conflicto entre España y Suecia, (hasta este punto ha llegado la cuestión) aunque reconoció que se ha puesto en contacto con autoridades españolas y con la Embajada de España en Estocolmo para tratar de favorecer que se subsane el error de incluir la ikurriña junto a la enseña del grupo terrorista Estado Islámico. La embajadora indicó que su Gobierno lamenta lo sucedido, que, en su opinión, tiene efectos negativos en el certamen, que no había hablado aún con el lendakari, Iíñigo Urkullu, pero esperaba hacerlo en las próximas horas para reiterarle la posición del Ejecutivo sueco.

El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, alineado con el lehendakari Iñigo Urkullu, solicitó a la organización una “rectificación pública” que llegó muy poco tiempo después. El portavoz del festival, Dave Goodman, explicó ese mismo día en un comunicado que el listado de banderas que no se pueden exhibir durante la gala “no se realizó contra ninguna organización ni territorio específico”, y solicitó “disculpas” si su publicación había “ofendido a alguien”.

Pero por qué tanto alboroto  y ruido de cancillerías para defender con tanto empeño una bandera menor como es la perteneciente a unas provincias? ¿Por qué se pisotea la Nación en la bandera  y se exalta y defiende una provincial? Por dos razones: por el apoyo que supondría sus votos en unas nuevas elecciones y, en primer lugar, por la falta de patriotismo de nuestros gobernantes. “No se lleva” defender nuestra Patria, eso es de gente exaltada y retrógrada, a los que peyorativamente llaman “fachas”. La defensa del himno y la bandera, como símbolos nacionales, aún es una asignatura pendiente en España. ¿Cómo impulsar un patriotismo moderno y sin complejos alejado del viejo cliché? En la necesaria defensa de los símbolos nacionales hay que seguir haciendo pedagogía a todos los niveles. También en el educativo, donde cada vez más las competencias autonómicas se empeñan en resaltar aquello que nos separa, cuando no, de un plumazo, tratan de falsear la Historia compartida en un Estado –España– con 523 años de recorrido común. Muy pocos países en Europa pueden remontarse a esos periodos fundacionales.

Si nos planteamos cómo se ha llegado a este punto debemos reconocer que nuestra sociedad ha perdido, por egoismo e individualismo, el vínculo moral que motivaba el buscar juntos el Bien Común, por lo que la sociedad entra en crisis y se conduce con rasgos de animalidad propios de una infracultura. “España está en una grave crisis por culpa de tanta ignorancia y pedantería, dice el filósofo Gustavo Bueno. Por eso nos causa “sana envidia” la reacción del pueblo francés ante los atentados de París, todos unidos en unión de uno de sus símbolos (el himno) fortaleciendo a su gobierno, en contraposición de la actitud que la sociedad española adoptó con ocasión de los atentados del 11 M.

Según una encuesta elaborada por el CIS –y encargada por el Instituto Español de Estudios Estratégicos– desciende el número de españoles que se sienten muy orgullosos de su nacionalidad española (46,5 por ciento en 2005; 39,1 por ciento en 2013) y aumentan los que están o bien poco orgullosos (6,9 por ciento en 2005; 13,1 por ciento en 2013) o nada orgullosos (5 por ciento en 2005; 8,7 por ciento en 2013). Obviamente, los casos de corrupción han contribuido los últimos años a que los encuestados se declaren más desencantados con su pertenencia a España.

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Puede leer:  El estado de la cuestión

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La Fundación DENAES creada con el objetivo de defender la Nación Española, tiene desde su origen, asímismo la pretensión de recuperar e impulsar desde la sociedad civil el conocimiento y la reivindicación de la Nación Española; su realidad histórica, política, social y cultural, plantea diez ideas para mejorar la defensa de los símbolos nacionales, de las que destacamos:

*Normalizar el uso de la bandera, inculcar el respeto a los símbolos nacionales desde la infancia, o abrir la participación ciudadana el Día de la Fiesta Nacional.

*Inculcar el respeto a los símbolos nacionales desde los colegios

*Emprender campañas para dar a conocer la rica historia de España en general, (que no tiene por qué ser necesariamente divisora); de la bandera nacional, del escudo de España, el himno y el marco legal que los ampara. También las oficiales de las comunidades autónomas. En otros países se dedican jornadas específicas a su conocimiento o para rendir tributo.

 

*Facilitar producciones culturales que pongan de relieve la Historia que nos une

 

Y en esta labor de enseñanza conviene introducir como alumnos a los mismísimos jueces, los cuales, si hubieran asumido esos valores de amor patrio a los símbolos que la representan, no se hubiera producido el hecho que, por reiterado es más doloroso, de archivar el juicio por los silbidos, pitos y abucheos que recibió el himno nacional de España , en esta ocasión, en los instantes previos a la final de Copa del Rey.

 

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Partidos políticos y personalidades relacionadas con el mundo del deporte han reaccionado con diferentes actitudes ante los hechos. El PP y el PSOE han manifestado al Rey su respeto por los símbolos del Estado y también el apoyo personal a Felipe VI y “la importancia de mantener el prestigio de las instituciones y los símbolos”. Podemos, Artur Mas y Ada Colau, han dado un paso lateral y se han salido por la tangente; Bartomeu del Barça dijo ·que “cada uno expresaba su sentir” y el gobierno  vasco ha defendido que se está ante una “cuestión socio-política que merece otras reflexiones y concienciación en los ámbitos político-institucionales y sociales”. Con todo, el más congruente ha sido Vicente del Bosque, el seleccionador nacional, quien aseguró que “no pitar el himno es el deseo de todos en cualquier actividad deportiva. Hay que respetarlo porque es la seña de identidad de un país, y en otros países nadie ataca ni pisotea la bandera, ni se pita el himno”.

 

Efectivamente en ningún país se aceptaría, pero Spain is different, tristemente es así. De modo que por segunda vez y por distinto miembro de la judicatura, ha sido archivada la causa por estos hechos basándose en que se consideran dentro  de la libertad de expresión que es la piedra angular de los principios de la democracia. ¿Podríamos decir que sus argumentos se basan en la misma línea defensiva utilizada por la ilustrísima señora concejal de Madrid, Rita Maestre, en su ataque a personas (cardenal Rouco) y símbolos religiosos como el que encabezó y dirigió contra la capilla de la Complutense?

 

A la indefensión de la bandera y del himno, sigue la degradación a que ha sido sometida la Constitución ante la indiferencia del gobierno y la judicatura en pleno (jueces, según sus distintas posiciones en el sistema judicial y fiscales)… A la consentida persecución del idioma oficial en varias autonomías, sigue el ninguneo oficial por las más altas esferas no ya del espíritu de la norma principal de la nación, sino a sus leyes explícitas.  El último caso se produjo con motivo de la toma de posesión de Carles Puigdemont como presidente de la Generalitat de Cataluña al asumir el cargo con una fórmula en la que evitaba mencionar al Rey y prometer fidelidad (como suele ser habitual en estas ceremonias) a la Constitución española, garante de la unidad nacional.

 

Tal vez esta sea la explicación de por qué no lo hizo, pero, precisamente por ello, los poderes públicos deberían haber estado más vigilantes para evitar esa “salida” de Puigdemont, ante la cual los sesudos “constitucionalistas” (especialistas en la Constitución) aseguran que no se puede invalidar  la toma de posesión del catalán porque “no está recogido ese caso en la misma”. El mandatario terminó su alocución con un “Visca Catalunya”, a lo que no tenemos nada que oponer, pero sí resaltamos que no dio ningún Viva al Rey, ni mucho menos un Viva España, a pesar de que más de la mitad de su población no es independentista, se siente también española y agradecida a que los demás no les olvidemos.

 

Conclusión: Cualquiera puede faltar al respeto a lo más sagrado, sin que este hecho tenga consecuencias, porque ni el poder legislativo, ejecutivo, ni judicial; ni tampoco las instituciones que las amparan: Cortes Generales, Gobierno y los jueces y magistrados así como su órgano de gobierno, el Consejo General del poder judicial, oponiéndose a ello, defiendan a la Nación, de la que son miembros privilegiados.

 

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¿Dónde queda la ejemplaridad que las personas relevantes están moralmente obligadas a desempeñar? Aunque, bien es cierto, que los que asoman la patita detrás de la puerta, son más aterradores aún.

 

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Licenciada en Geografía e Historia, fue profesora hasta su jubilación.

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