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En el 30 aniversario de la unión de los carlistas en la comunión tradicionalista carlista.

 

1 Hoy es un día de alegría. Un día tan señalado como hoy, estar aquí nos produce una gran alegría. Venimos a proyectarnos de nuevo en un antes y un después de 1986, año del Congreso de El Escorial, el que confluyeron los sectores del Carlismo: Comunión Tradicionalista, Unión Carlista y Comunión Católico Monárquica, formándose la Comunión Tradicionalista Carlista.

Muchos otros carlistas podían estar presentes aquí, pero han tenido que cuidar de sus familias y, además, no es tan fácil desplazarse en nuestros tiempos de crisis. Este es el mundo en el que nos ha tocado vivir y al que hemos de ilusionar.

Como somos una Comunión abierta, también echamos en falta aquí a muchos otros españoles, en su caso colapsados de mensajes, con anteojeras, y que pasan de todo. Hablemos algo de ello.

2 ¿Hay remedio?; sí, hay remedio: rumbo al Norte. Los españoles “pasotas”, que son muchos, sufren un tremendo descontento, fruto de las falsas promesas de la Constitución agnóstica y anti tradicional de 1978, de la partitocracia, y de una soberbia y autosuficiencia generalizadas. Están insatisfechos y muy desengañados. Pero como todo se contagia y la Comunión no tiene para ofrecer los grandes éxitos que la gente exige para moverse en alguna dirección, hay carlistas que están algo contagiados y desilusionados.

Entre los españoles se ha extendido un cabreo un tanto reconcentrado, primero contra sí mismos y, por ello, luego contra todo. Todo esto no es casual, y sí tiene mucho de causal. Pues bien; este desengaño de tantos españoles, idealistas y pasionales por temperamento, es muy peligroso. Si está desnortado es muy peligroso por sus consecuencias.

Sin Norte, y en primer lugar, la partitocracia liberal –PP, Vox, UPN etc.- mantiene su continua retirada, y lleva a cabo la enorme y gravísima manipulación malminorista que hace que los españoles, desnortados y engañados, toleren males horrorosos como la sangre individual de cada aborto, la opresión del Estado, así como el mal ambiente generado contra las familias –aunque sean el soporte de los  que caen en el paro y la droga- y contra las sociedades intermedias establecidas entre la familia y la Administración pública.

En segundo lugar, sin Norte, unas decadentes minorías de marxistas, sin cualificar y superpuestas al vacío social creado por los errores y desvergonzonería del liberal-socialismo, pudieran movilizar a los muchos cabreados. Me refiero a la nueva marca electoral Unidos Podemos.

Los carlistas sabemos muy bien que no puede existir un vacío social, y, o lo llenamos nosotros con esperanza, ilusión y contenidos verdaderos, o lo llenarán otros para producir nuevas ruinas y desesperanza. Para llenar este vacío sólo puede hacerse con un Ideario, un buen Ideario.

 

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3 Entre los más dolidos estamos los carlistas, los tradicionalistas, los de siempre. Y digo tradicionalistas a mucha honra, frente al proselitismo de ciertas tendencias de piadosos –universitarios o no- que, por imagen o ideología demócrata-liberal, menosprecian con desdén o desconocen el tradicionalismo. Alguno de ellos hasta nos llamó públicamente “casposos”.

Estos malminoristas ya saben qué somos. La CTC tiene su fundamento, que está reflejado en éste Ideario nuestro, el de 1986, el de siempre. Este fundamento –decimos- reside en la Religión católica expresada en el reinado social de N.S. Jesucristo (Quas Primas, Pío XI) que los católico-liberales rechazan, en el derecho natural y cristiano, y habla de la Cristiandad y la Hispanidad.

La CTC, carlistas, sabe qué y cómo es la persona, la sociedad y España en su diversidad de pueblos. Por eso su Ideario está enraizado en la realidad de las cosas. Sepan de nuevo que los carlistas continuamos esa transmisión vital de las familias, la religiosidad católica en las instituciones políticas y el amor entre los pueblos de España.

Por eso, porque sabemos qué queremos según nuestro Ideario, no nos dejamos atrapar por los falsos populismos de unos, y las mencionadas dejaciones malminoristas de otros, que utilizan vergonzosamente a los católicos, dejaciones que saben a la sangre de cada aborto y a opresión del Estado y su larga mano la Administración pública, dejaciones de los peperos, ciertos clericales de cargo o postín, que se llaman moderados y conservadores pero para perder. Y con ellos perdemos todos.

 

4 Entonces, diréis: si es tan difícil que escuchen a los carlistas como resto de Israel, ¿qué hacemos aquí? Lo que hacemos es, en primer lugar, hacer examen y dar gracias. Dar gracias porque nos reafirmamos en nuestro Ideario con ilusión.

Dar gracias porque vamos a seguir ofreciendo las grandes verdades de la persona, la familia, las sociedades, de nuestras Regiones  históricas, y las grandes verdades de la Corona de Coronas que es la Monarquía de las Españas, de titularidad hoy vacante.

Estas grandes verdades se plasman en un Ideario que no es de despacho sino constitutivo, histórico y presente, fundamental pero sin cosificar, vivo. Estas grandes verdades son el Norte y guía para que, los españoles, desde sus realidades cotidianas y de medio alcance, puedan rehacer lo que el absolutismo del despotismo ilustrado dieciochesco primero y su sucesor el liberalismo partitocrático deshizo tras 1833, lo que el liberalismo moderado y autoritario de tiempos de Franco impidió rehacer tras 1939, y lo que la conjunción liberalsocialista y masónica ha deshecho ahora casi –casi- definitivamente. Y en este casi incide la acción de nuestra esperanza.

 

5 DOY GRACIAS a la Comunión Tradicionalista Carlista, los carlistas, por ser el faro de luz para la unidad política de los españoles para corregir una época cuajada de oportunismos, divisiones y enfrentamientos. Gracias por la luz y la unidad en nombre de todos los carlistas navarros a los que represento –que rezan a Jaungoikoa en los días nevados, brumosos y soleados de San Miguel de Aralar (Nor Jaungoikoa aña?), a la Virgen del Yugo y a la Santa Ana en nuestra Ribera del rico y amplio río Ebro-, navarros que desean ser españoles leales y católicos preocupados por lo que ocurre más allá del apostolado de confidencia. ¿Qué quiere la Revolución con máscara de “cambio”? Quiere a España y los españoles desorientados y divididos, quiere a los tradicionalistas desesperanzados y -por ello- dormidos, orgullosos y – por ello- fragmentados, y quiere a la sociedad sin un faro que les guíe y anárquica sin autoridad política.

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Pues bien; el ideario que recogemos es tal que evita todo ello. Sí, estemos convencidos los carlistas que el Carlismo molesta mucho a una Revolución que actúa más silenciosamente de lo que creemos. La CTC, los carlistas, trabajan por la unión y la unidad, por dar esperanza, sabiendo qué se es y qué decir, qué exigir y cómo servir. Los tradicionalistas saben lo que quieren, por qué y por quienes viven, y no claudican, inasequibles al desaliento. De ahí su Ideario y el programa que surge de él en las circunstancias menores actuales.

 

6 DOY GRACIAS a la CTC, los carlistas, porque es una Comunión de esperanza, de verdadera ilusión, porque anima ante la división, broncas y turbios manejos de los trepas y ladrones de la partitocracia.

La CTC, los carlistas, no se mueve por señuelos sino que sabe esperar y estar firme en su puesto, con convicción, sin nerviosismos por el desordenado deseo de influir a toda costa en el poder, influyendo desde fuera del sistema, y sirviendo a la sociedad. Como el mal ambiente social tiende a meterse hasta los tuétanos, doy gracias porque la CTC, los carlistas, ha sido radicalmente inmune al fundarse en ideales verdaderos –el Ideario- y la sangre de sus mártires. Ahí están sus mártires anónimos. Ahí también el buen hacer de sus presidentes don Miguel Garisoain, don Domingo Fal, don Carlos Ibáñez, y, hoy, la Excma. doña María Cuervo-Arango –muchas gracias, doña María-, que han sido y son un firme escudo de honradez y unidad. Parece que por ahora Dios nos quiere pequeños, y quizás en eso resida nuestra fuerza en la actual decadencia de Occidente, y el conservarnos para el momento oportuno. Sí, ¡tenemos Esperanza!

 

7 DOY GRACIAS por entender la organización política como una Comunión abierta a todos los españoles, tal como es su Ideario, una Comunión de comuniones o familias, una Comunidad de Comunidades, una proyección en disposiciones básicas de gobierno como las que daban los reyes en el exilio. Los españoles que han sido atraídos como parte de la Tradición española y por la organización que le sirve, han respondido con entusiasmo y entrega en la CTC, los carlistas, tomando no pocos de ellos sobre sus hombros cargos de responsabilidad en las Juntas, en las elecciones, en los campamentos cruz de Borgoña, el Foro Alfonso Carlos etc.

Los carlistas en un refrigerio tras los actos del XXX aniversario del Congreso de la Unidad Carlista

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8 La CTC, con el gozo incoado por su Ideario, es un buen lugar para vivir y convivir. Más todavía; mientras en la sociedad española los españoles se ignoran a sí misma, en la Comunión todo es punto de referencia, lugar de sociabilidad como el tópico literario de “locus amoenus”, conocimiento de los propios amigos, y aprecio personal y familiar. Por eso, una simpática margarita decía cuando todavía era más joven: “Si quieres hacer turismo, apúntate al Carlismo”.

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9 Todas nuestras actividades tienen cabida ilusionante en la CTC, los carlistas, desde la atención a nuestros problemas personales y a nuestros veteranos de la mano de Socorro Blanco, hasta la formación plena de jóvenes en Cruz de Borgoña y los Foros, sobre todo en su dimensión social y política, en la edad universitaria y como futuras promesas. Por eso, cuidemos la Comunión como centro de vida y plataforma política.

 

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10 DOY GRACIAS a la Comunión, los carlistas, por ser el rostro socio político de los tradicionalistas leales al importantísimo principio de la legitimidad, respetuosos con las distintas tendencias de los propios en esta materia en nuestros tiempos de orfandad dinástica. He aquí la concreción práctica de nuestro ideario monárquico. Y eso hasta cuando Dios quiera, que no obstante los problemas más urgentes para nuestra sociedad son otros. Por eso nada debe paralizarnos ni disminuir eficacia en el servicio.

 

11 Seriedad en el trabajo. Estuve en el Congreso de la unidad en El Escorial de 1986. Recuerdo perfectamente su ardua preparación – viajes y horas de teléfono-, su hemiciclo y salas, sus debates y hasta sus comprensibles tensiones. Al final, estuvieron todos de acuerdo en el Ideario que todo carlista debe aceptar –y que no lo vamos a tocar-, en las concreciones del Programa, en la organización, y en la dirección y obediencia política, lo que no es poco.

España nos necesita más unidos que nunca: no insistiré demasiado si digo que la revolución nos desea unos contra otros. Recuerdo especialmente de 1986 a mi mentor don Ignacio de Orbe Tuero a quien tanto debo, a don Juan Casañas Balcells, José María Cusell, Vives, Luna, Del Moral, Ferrando Cabedo, De Miguel, Cabrero, Gambra, Onrubia, Padura, Casariego en 1987, García de la Concha, Landaluce, Fermín Echeverría, Tomás Barreiro… y a los que hoy están entre nosotros: don Domingo Fal, José Miguel Orts, Triviño de Villalaín, Pachi Asín, Carlos Ibáñez, Santiago Arellano, y Miguel Garisoain Fernández de quien –como de Orbe- tanto he aprendido… No puedo nombrar a todos. Desde 1986 el Congreso me encargó ser consejero nacional y, durante unos años, el Consejo me encargó ser su secretario, hasta que desde 2007 los navarros me encargaron ser su presidente en sustitución de Javier Garisoain, elegido secretario general de la CTC en el X Congreso de dicho año. Sé que, desde 1986, los directivos de la CTC, los carlistas, se han tomado sus trabajos políticos con mucha seriedad, y se han esforzado en la medida de sus posibilidades. En este testimonio quiero resaltar que juntos han hecho muchas cosas, impensables antes de 1986. Por eso, gracias y ánimo.

 

12 Nuestros enemigos. Sabed que la Revolución, el Mundo, identificó y estableció su enemistad, hace tiempo, con quienes dan un paso al frente diciéndole y denunciándole, en nombre de Dios, de los hombres y de nuestra España, lo que no le está permitido hacer. Este mundanismo es nuestro primer enemigo, al que nuestro ideario da una respuesta tumbativa.

El segundo enemigo es el de cada uno consigo mismo, la Carne, cuando nos dejamos llevar por un excesivo idealismo, la  ansiedad, ciertas decepciones y el excesivo puntillismo fruto la inseguridad o del orgullo. Por eso, la Comunión debe mirar hacia fuera de sí misma, y vivir para servir.

 

13 DOY GRACIAS por reconocer que nuestros tiempos son especialmente singulares. Tengamos presente a los carlistas de origen o tradición familiar, que son la aristocracia de la Comunión que vincula y une lustros, décadas y siglos. En su perseverancia sufren las mismas limitaciones que sus conciudadanos, si bien, tal como están las cosas, les corresponde ser más sacrificados y esforzados para cumplir los deberes, porque, de no cumplirlos, son los que más perderían y ello les conduciría a la mayor infelicidad.

Los carlistas de sólo tradición familiar están especialmente amenazados por la desesperanza, si buscan equilibrios falsamente compensatorios fuera del Carlismo, con impotencia y sin frutos. Por esto, tal aristocracia de la Comunión no debe soslayar la dimensión directamente política (lo es –v. gr.- sostener sencillamente una pancarta en la calle: “Aborto No. Dios ama al embrión, CTC”), ni debe caer en la comodidad e insolidaridad (como sería no acudir a los actos carlistas…), defectos estos que son signo de nuestro tiempo, la marca de los futuros esclavos del siglo XXI, un fruto podrido del actual sistema no representativo y alejado de Dios.

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A los carlistas de sólo tradición familiar no les compensa aislarse en el ámbito de la religión o de las asociaciones de piedad, precisamente porque la iglesia exhorta a salir hacia el mundo, ni confiar en el malminorismo político o electoral, porque aquí están los resultados que tanto les duelen.

Se dice que el Diablo –nuestro tercer enemigo- puede tentarnos con buenas causas para desviarnos de nuestras obligaciones, por ejemplo la de buscar el bien común en la política. No, no se puede caer en la tentación de aislarse o evadirse en la religión, la familia, y hasta el currelo o trabajo profesional, dejando mientras tanto el trabajo a otros; esto no es justo, ni provechoso, ni nos santifica.

Como mal fruto, quizás sus hijos –o los de otros- abandonen su gloriosa herencia viendo las incoherencias de vida e incluso se vuelvan contra ella perdiendo hasta el Ideario. Fruto del Ideario de la CTC, los carlistas, familias enteras se aprovechan sanamente de actividades como los campamentos, las peregrinaciones, la convivencia que une y crea familias, y la posibilidad de votar directamente a la CTC o bien bajo siglas como Impulso Social, todo lo cual se debe hacer pero sin comparar la grandiosidad del antiguo Carlismo con la humildad y pequeñez del David actual. En estas actuaciones, en estas y otras actividades, Ideario, programa y organización se abrazan.

 

14 DOY GRACIAS a todos los que aportan su ánimo y juventud espiritual, su ilusión. No es ésta la alegría de la persona satisfecha a costa del erario público o apoltronada en su tranquilidad. A efectos prácticos, no admitáis el bajón de ánimo que alguna persona pudiera tener, que tanto daño hace en nuestras Juntas y proyectos.

Si alguno tiene la desgracia de este bajón vital, tendrá un lugar digno y útil en la reserva sin que contagie las vanguardias de la acción. La tentación de la depresión se combate con realismo, trabajo personal, mirar al cielo, y la humildad que deja el adelanto en manos de Dios.

15 EN CONCLUSIÓN El Ideario de la Tradición española, suma armónica y firme de pueblos católicos, tradicionales y configurados en el tiempo, no se puede cambiar, se mantuvo en 1986 y seguimos manteniéndolo hoy. Este es un Ideario que no se cosifica sino que está vivo. Si comparamos la actividad carlista antes y después del Congreso de unidad en 1986, la presencia de la CTC en la vida española ha sido claramente favorable, aunque exista la conspiración del silencio en los medios de comunicación. Tras 1986 la CTC, los carlistas, ha realizado actuaciones que anteriormente a dicha fecha –creedme- eran verdaderamente impensables. Más, la CTC -los carlistas- tiene a modo de un alma colectiva, y, fruto de ella, trabaja siempre por la unión y unidad, con gran ilusión, superando cualquier atisbo de división y enfrentamiento.

Sabe que la Revolución quiere la división en nuestras sociedades y lo hace promoviendo excesos y aparentemente buenas causas. Como tras 1876 –fíjense en la fecha-, la CTC sabe que el Carlismo no es un temor sino una esperanza, sabe que da mucho más de lo que recibe, que la Revolución no nos puede ni ver como nosotros a ella, que la Causa de Dios, la Patria, los Fueros y el Rey es muy buena, el fundamento socio político de España, inmejorable en esta tierra, y que en ella arrancan la solución a los gravísimos problemas de hoy. Ser para vivir y saber para dar. La Comunión, los carlistas, tiene en su rostro la huella de una persona colectiva, con su belleza joven, su encanto infantil, sus arrugas y serenidad del veterano, su mirada y energía del adulto. Los distintos rostros de la Comunión, los carlistas, nos exigen aprender a tratar a esta gran dama con una enorme delicadeza.

Carlistas: ¡aurrerá!

José Fermín Garralda Arizcun Madrid, 21 de mayo de 2016 Pte. de la CTC de Navarra

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