Abrigamos muchos prejuicios si no dudamos, alguna vez, de todo en lo que hallemos la menor sospecha de incertidumbre.
René Descartes
Sólo el que manda con amor es servido con lealtad
Francisco de Quevedo
¿De quién se trata? ¿Quién es el personaje?
Felipe VI, rey de España, a quien la Gran Asamblea de la Masonería Española ha concedido, “en votación blanca y sin mácula”, su más alta distinción, la medalla de la Orden Masónica del Fundador con distintivo rojo. El reconocimiento es una manifestación de la Asamblea por agradecer el 40 aniversario de la legalización de la Masonería en España «tras una de las persecuciones más sistemáticas que ha vivido en ningún país del mundo», afirmando que los gobiernos de Franco acabaron con todos ellos, lo cual queda lejos de ser cierto por cuanto muchos se ocultaron como “durmientes”[1] y algunos, haciendo honor a su lema de discreción, consiguieron ocupar altos puestos en la Administración española.
La Asamblea de la Masonería en España realizó este anuncio en una reunión que contó con una nutrida presencia formada por los Grandes Maestros y Grandes Oficiales de Brasil, Estados Unidos, Francia, o India, entre otros puntos del mapa, a los cuales mostró su reconocimiento y a la delegación italiana, una de las delegaciones en amistad con la Logia en España, que «afronta el resurgir de la masofobia impulsada desde los poderes públicos en el corazón de la Unión Europea». (Se lee entre líneas que se refiere a esos países europeos que no se dejan arrastrar por las consignas de Soros).
Y puesto que Felipe VI no ha rechazado tan infecta condecoración, y tan inmundo deshonor, viene a colación y conviene recordar, al menos, lo que sigue:
*El masón va siendo examinado, se le dan misiones de responsabilidad y se le prueba para que sólo alcance grados superiores y puestos clave conforme demuestre la discreción, fidelidad y obediencia que la Orden exige. (¿Qué habrá tenido que ceder, conceder u otorgar el rey para alcanzar con su probanza tan alto grado en la secta?
* La Iglesia ha condenado a lo largo de los tiempos, desde que la Masonería cobrara forma material allá por principios del siglo XVIII, que quien ingrese en ella comete sacrilegio y está ex-comulgado ipso facto.
No parece importarle demasiado a Felipe VI. Ya desde el momento de su proclamación marcó distancia con lo que tradicionalmente había venido sucediendo pero que, sin embargo, lo acercaban a los criterios masónicos, como fue jurar omitiendo la referencia a Dios y suprimir la Biblia y el crucifijo; o incluso eliminar de su escudo y banderín ciertos elementos por su vinculación a la historia y a la iglesia como son la cruz de Borgoña y el yugo y las flechas de los Reyes Católicos. Incluso se canceló la tradicional y célebre “Misa del Espíritu Santo” en la iglesia de San Jerónimo el Real; según se dijo era por austeridad dada la situación económica del país, no obstante, resulta incongruente la explicación por cuanto sí se celebró un acto laico en el Palacio Real, el llamado “besamanos”, que fue acompañado por un ágape, lo que, sin duda, resultó más caro. Queda claro que el acto religioso no le era conveniente si desde el primer momento su afán era acercarse a los ideales masónicos, o al menos, no molestar a la secta.
La vinculación de las monarquías, (empezando por la inglesa, con la que están emparentados) a la institución masónica actuó de reclamo en las principales casas y linajes nobiliarios de cada país. Durante el siglo XVIII y XIX los principales oficios de las Grandes Logias, estuvieron prácticamente desempeñados por miembros de la nobleza titulada. Ellos fueron quienes fundaron y presidieron la mayor parte de las logias, infundiendo a la masonería ciertos usos y costumbres aristocráticas contribuyendo a adornarla con llamativos títulos caballerescos como príncipe de Jerusalén, príncipe del Líbano, príncipe del Tabernáculo, caballero del Águila, caballero templario, sublime caballero ilustre, etc.
Desconocemos el nombre que la GLE acompaña a su título de caballero, pero sí sabemos que ya en julio de 2017 recibió de manos de la gran maestre de la Orden, la reina Isabel II, el nombramiento de Caballero Extranjero de la Nobilísima Orden de la Jarretera, que pasa por ser la orden de caballería de mayor rango, antigüedad e importancia de todo el Reino Unido pero que es una sociedad secreta fundada en 1348 por el rey Eduardo, que ha ejercido por mucho tiempo gran control global de los Illuminati.
La admisión a la orden es muy limitada. Está formada por la realeza y 24 Caballeros que se han destacado por “su servicio al Reino Unido”. No se pregunten en qué ha consistido el servicio prestado por Felipe VI, porque enseguida le harán conocer el lema de la orden: HONI SOIT QUI MAL Y PENSE («Vil sea el que piense mal). Lo que no se ha hecho público es que ha ingresado en la logia masónica Royal Alpha, (integrada por buena parte de los miembros de familias reales) que depende de la Gran Logia de Inglaterra. De esta orden masónica forma parte también su padre, el rey Juan Carlos[2]. No nos extrañemos, anteriormente, otros miembros de la familia Borbón fueron masones: Francisco de Paula de Borbón y Borbón-Parma (1794-1865), hermano del rey Fernando VII. (“Hermano Dracón” durmiente en 1820), Felipe Luis de Borbón y de Braganza, príncipe de las Dos Sicilias, sobrino de la Reina Gobernadora y Otros miembros de la familia Borbón como Enrique de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, duque de Sevilla; María Cristina Gurowski de Borbón, vizcondesa de Trancoso; Pedro de Borbón y Borbón Braganza, duque de Durcal, o María Olvido de Borbón y Castellví, la mayoría de ellos iniciados o vinculados a logias extranjeras para no comprometer la tradición confesional de Su Majestad católica.
España se encuentra en plena efervescencia política así que esta noticia de las distinciones masónicas a Felipe VI ha pasado como de puntillas. Los ingenuos lo ven como un homenaje al rey sin más trascendencia; otros, los llamados “conspiranoicos” porque denuncian el mal que los masones ocasionan allá donde alcanzan poder, están aterrados. Conocen la táctica general masónica que, desde sus orígenes, ha llevado a la secta a infiltrarse transversalmente, con preferencia en los medios políticos, invadiendo casi en su totalidad a los partidos liberales (PP incluido y ahora Ciudadanos–Garicano entrevistándose con Soros-), los progresistas, los modernos radicales y radicales socialistas, y demás grupos de izquierda, jacobinos o socialcristianos, llegando hasta las planas mayores del socialismo, pues una parte muy influyente de sus miembros pertenece o ha pertenecido a la masonería.
Ni siquiera los partidos conservadores o la Iglesia se han visto libres de la plaga, cuyo embrión profético ya estaba formulado en 1469 por el príncipe de los judíos de Constantinopla en carta enviada a los judíos de Arlés en vísperas de su expulsión de Francia: “haced a vuestros hijos canónigos y curas, que destruyan sus iglesias (…) Haced a vuestros hijos abogados, notarios, personajes de los que ordinariamente influyen en los negocios públicos y así dominaréis a los cristianos, ganaréis sus tierras y os vengaréis de ellos”.
Se afirma que la carta es falsa, pero los resultados son tristemente los previstos.
De modo que infiltrados en la política y la iglesia, lo intentan ahora con la justicia y la policía. Se trata de tener siempre a un masón en el puesto adecuado para tapar en la medida de lo posible el crimen (de cualquier tipo) que se fraguó en los talleres por mandato de la jerarquía.
En el libro Masonería, Religión y Política, el gran experto Manuel Guerra explica que El Gran Oriente Español tentó una y otra vez al Rey Alfonso XIII para que se afiliara a la masonería. Está documentadísimo que en la caída de la monarquía–y posteriores desastres para España–, además de los errores del rey, tuvo muchísimo que ver la Masonería que siempre actúa por odium fidei.
Podría establecerse que por ese odium fidei existe una cierta similitud en la inquina demostrada contra Franco y contra Alfonso XIII, a pesar de la distancia entre ambos y el tiempo transcurrido.
*Contra Franco no pudieron en vida y a pesar de los 40 años que lleva inhumado, están dispuestos a profanar su tumba emulando a aquellos sus antepasados ideológicos de 1936, como venganza, al decir de muchos, por la persecución que aquél llevó a cabo sobre la masonería, la cual nunca fue tan completa y total como aseguran, ya que ni el general pudo evitar que la secta sobreviviera camuflada y aletargada en el seno de su propio régimen a la espera del momento de su desquite. Sin embargo, creo que la exhumación de Franco es el paso previo y necesario para su objetivo principal: la destrucción del monasterio y, sobre todo de la magnífica Cruz, porque tienen una guerra declarada contra ellas y como han manifestado públicamente, están decididos a que desaparezcan del territorio español. Recuerden las de Callosa de Segura, Bechi….de modo que ahora como entonces, Franco, desde su tumba, sigue defendiendo a la Iglesia… y no pueden tolerarlo.
*Contra Alfonso XIII. Por dos veces se negó a afiliarse a la masonería y encima se atrevió, el 30 de mayo de 1919, a inaugurar solemnemente el Monumento al Sagrado Corazón de Jesús[3] en el Cerro de los Ángeles, centro geográfico peninsular. En aquella celebración el pueblo español, por boca de su monarca, se consagró al Sagrado Corazón. “Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de sus hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de la ciencia y de las letras y en nuestras leyes e instituciones”, fueron algunas de las palabras que resonaron entre la multitud que acudió al acto.
No les gustó. Lo tomaron como una provocación. Los masones, por boca de Roberto Castroviejo, a la sazón Vicepresidente tercero de la liga de los Derechos Humanos –sociedad masónica–, diputado y masón, dijeron que aquello había sido “dogmáticamente una herejía y estéticamente una aberración”; el líder socialista “moderado” Julián Besteiro lo calificó de “acto bochornoso y peligroso” y el propio Pablo Iglesias Posse, fundador del PSOE, lanzó una dura diatriba manifestando que “La locura ha hecho presa en nuestros gobernantes”.
Años después el propio Alfonso XIII declaró al padre Mateo Crawley-Boevey que, tras dicha consagración, tuvo que recibir a una delegación de doce masones, encabezados por Luis Simarro, Gran Comendador del Gran Oriente, los cuales, con una audacia sin parangón, le propusieron el siguiente trato para garantizar la paz en España, a pesar de las tremendas crisis que padecía, y la conservación de la corona por el rey, a cambio de cuatro condiciones:
- Adhesión a la masonería. Es decir, a las sociedades secretas y extorsión a la Iglesia.
- Decretar que España sería un Estado laico. Es decir, proscribir el cristianismo y en particular a las órdenes religiosas, la clave del momento.
- Promulgar el divorcio. Es decir, destruir la familia natural.
- Escuela pública laica, lo que conllevaba, por supuesto, la supresión de la enseñanza católica.
A lo que el rey les contestó “Eso, ¡jamás! No lo puedo hacer como creyente. Personalmente soy católico, apostólico y romano”, y sin más les indicó que la audiencia había acabado, no obstante lo cual, Simarro, antes de irse, espetó a Alfonso XIII “Lo sentimos, pues Vuestra Alteza acaba de firmar su abdicación como rey de España y su destierro”.
Lo consiguieron. Perseverar aparece como una columna básica en la Masonería y en el trabajo masón, por eso practican el lema: “sea como sea, cueste lo que cueste. Tan sólo diez años después Alfonso XIII, destronado, abandonaba para siempre España. Poco más tarde, en 1933, en el hotel Savoy de Fontainebleau, recordaba: “El terrible cáncer de la República es el haber sido producto, no de una opinión republicana, sino de una confabulación de marxistas, separatistas y masones, ajenos a una convicción y sentimiento entrañablemente nacional”.
¿Serán estos los motivos por los que Felipe VI se deja cortejar por la Masonería?
[1] Los masones “en sueños” o “durmientes”, o sea, los “no practicantes”, son aquellos que han abandonado su logia pudiendo regresar a ella. Exceptuados los casos de auténtica conversión religiosa, generalmente conservan su mentalidad masónica (relativista, laicista, marginación y hasta animadversión hacia el cristianismo, silenciamiento de Jesucristo, etc.). Según los mismos masones, su número suele ser elevado, a veces similar al de masones en activo.
[2] https://somatemps.me/2017/07/21/en-que-orden-masonica-ha-sido-iniciado-felipe-de-borbon-en-inglaterra/
[3] A la que primero “fusilarían” miembros del Frente Popular y después dinamitarían todo el monumento.