Por Andrew Vanderput

En Acton Institute (escrito en inglés)

La pandemia global del coronavirus ha sacudido todo, desde la política económica hasta la geopolítica. Esta disrupción ha creado un espacio en el que muchos reconsideren los acuerdos globales pre-coronavirus. El comercio y la globalización estarán, sin duda, en el menú de la renegociación. Como el mundo considera de nuevo la medida en la que quiere estar interconectado, hemos de continuar trazando una ruta que conecte a los mercados a tanta gente como sea posible. Es este acuerdo, y solo este, el que ha dado lugar a la mayor reducción de pobreza en la historia de la humanidad.

Antes de la pandemia global, el número de personas viviendo en la extrema pobreza había caído a la mitad. De acuerdo con el Banco Mundial, aproximadamente 1’9 millardos de personas, o el 36% de la población, vivieron en la pobreza extrema en 1990. En 2015, esta se redujo en 730 millones de personas (9’9% de la población global). (Esta bajó en 650 millones en 2018). Lo que hace este hecho incluso más asombroso es que la población global aumentó en casi 2 mil millones de personas durante el mismo periodo.

La globalización (el incremento de la conectividad de la gente y los mercados de un país con los de otro) hace esto posible. Uno de los mejores indicadores de la misma es el comercio internacional. Desde 1990 hasta 2015, el mismo marco de tiempo que vio la dramática erradicación de la pobreza, el comercio internacional de bienes y servicios incrementó en unos asombrosos 20 billones. Antes de la eclosión de la globalización, mucha gente era incapaz de ofrecer sus habilidades y capacidades a cualquiera, más allá de las fronteras de los países pobres, obstaculizando gravemente sus oportunidades de generación de renta.

La globalización aumentó estas oportunidades como nunca antes. Esta expandió los círculos de intercambio incluyendo a más y más gente. Permitió a las empresas e individuos de naciones pobres comerciar con más gente afluente a medio camino en todo el mundo. Este proceso incrementó las restas, incendió el crecimiento económico y liberó a miles de millones de personas de la pobreza extrema.

Desde que los mercados globales son tan clave para incrementar la prosperidad, los países con rentas bajas necesitan tantas conexiones como sea posible con los mercados globales. La pandemia solo ha incrementado esta necesidad: las reservas caerán, las tasas de pobreza extrema aumentarán por primera vez desde 1998 y los temores de escasez de alimentos serán rampantes.

Debido a las secuelas de la pandemia, algunos podrían ser tentados a limitar gravemente el comercio y parar los zizagueos de gente y naciones en todo el mundo. La globalización no fue gratis; ha extraído algunos costes elevados. Esos costes, tanto reales como percibidos, han causado que la globalización venga bajo asalto sostenido durante años. Mientras que los particulares pueden y deben ser debatidos, el mundo debe elegir un camino, el mundo debe de elegir una ruta caracterizada, principalmente, por la apertura económica. Tal apertura potenció la reducción dramática de la pobreza extrema durante décadas y creó niveles de riqueza global nunca antes vistos en la historia de la humanidad. Solo este escenario puede, exitosamente, potenciar nuestra recuperación en un mundo post-coronavirus.

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