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Análisis

“TRANSHOOD: “: el documental que muestra el abuso de niños

“He venido para adoctrinar a sus hijos según mi agenda LGBTQ (y no me arrepiento en absoluto)”

Pixabay License

(Glorifica la explotación infantil y el adoctrinamiento en nombre de la aceptación y la tolerancia)

En un artículo anterior se hablaba del transhumanismo en general. El de hoy muestra la disconformidad con la creencia de los transhumanistas de que la tecnociencia actual y futura será capaz de resolver todos los problemas que existen en el mundo de hoy y todos los que puedan surgir en el futuro, sin tener en cuenta los fallos o problemas derivados que puedan provocar, en particular, en mentes jóvenes.

Un documental titulado Transhood, lanzado el 12 de noviembre, describe lo que está sucediendo en el propio seno familiar con algunos niños que dicen sentirse contrarios a lo que su cuerpo físico expresa. Este largometraje dirigido por Sharon Liese, producido por Sasha Alpert y por Kimberly Reed, presenta matices, aspectos, de las historias reales de cuatro familias que se animaron a hablar ante las cámaras de la transexualidad de uno de sus integrantes.

Durante un lustro, los productores del documental siguieron las alternativas que atravesaban cuatro niños y adolescentes, −que en el comienzo de las filmaciones tenían 4, 7, 12 y 15 años−, llamados trans, término querido e impuesto por el grupo interesado en que prolifere un medio más para romper familias y destrozar la juventud. Los “artistas” son “Leena” de 15 años, “Jay” de 13, “Avery” de 7 y “Phoenix” de 4, que al final del documental tendrán cinco años más. Todos proceden de Kansas City, donde “una gama completa de tratamientos terapéuticos, psicológicos, psiquiátricos, médicos, quirúrgicos, endocrinos y estéticos” se les ofrece en el Transgender Institute,organismo que dice emplear un “enfoque compasivo y coordinado de servicios vitales que incluyen terapia de género, terapia hormonal, atención primaria y todas las cirugías. Dicen apoyar a la comunidad trans, incluidas todas las identidades de género, brindando servicios de clase mundial centrados en la persona; con énfasis en el acceso a la atención, la reducción de las disparidades de salud de las personas transgénero, la mejora de la salud y el bienestar en general y una transición exitosa, si corresponde”.

Pero, ¿Un menor tiene, por sí mismo, la capacidad de saber cómo quiere desarrollar su capacidad sexual de adulto? Por supuesto que no ¿Entonces?

La explicación a esta situación puede encontrarse  en que, dada la necesidad que tiene un pequeño en ser aceptado y querido por sus padres, está dispuesto a todo para conseguirlo, incluso a aceptar conductas impuestas o, al menos dirigidas, encauzadas por ellos, confundidas como un acto de amor. Los pequeños crecen pensando que son lo contrario de lo que son, gracias a “expertos” y padres inconscientes que llevados por su progresía,  los empujan a bombardearse con hormonas, a vestirse de determinada manera y a pretender que la escuela, los amigos, los familiares y el mundo, nieguen la realidad de su sexo.

En el documental, la madre de “Jay” (la niña de 13 años que se hace pasar por un niño cortándose el pelo y vistiéndose de hombre), trata de explicar de manera contundente, que siente pena porque: “Mi familia ya no me habla. Mi mamá cree que soy una abusadora de niños”. Aunque a “Jay” no le gusta la palabra “trans” y no quiere ser definida así, su madre continúa: “Lo presionaré para que salga del armario y sea quien debería ser”. Ante una situación así, cualquiera se pregunta ¿cómo es posible que una madre coaccione tanto a su hijo en lugar de intentar comprenderle?

En otro caso, la madre que vive con una pareja mujer con quien crió a su hija, insiste en inyectar testosterona en el cuerpo de la adolescente que llora gritando “Dios mío quema”. Las dos mujeres le dicen que se acostumbrará y que así, después de años de hormonas, irá a la universidad completamente transformada. Impresiona la escena en la que la niña abre un sobre en el que ha recibido los documentos que la reconocen como un niño, mientras la pareja de su madre grita eufórica agarrando el brazo de “Jay” ésta la rechaza y le dice enfadada: “¡Para de gritar!”.

En el asunto de Leena (15 años) también influyó el hecho de que sus padres se separaran cuando él tenía 7 y nunca se cuestionaran por qué en aquel momento el niño decidió ser una niña. A sus 15 años ha conseguido una apariencia femenina, pero su masculina voz le delata que no es ni lo uno ni lo otro, así que se ve obligado a someterse a una cirugía de castración con los problemas psicológicos que puede acarrearle. Aparece también una madre que, orgullosa, reconoce que a los 8 años de su hijo le hace leer “todos los libros de educación sexual”, pero no parece sentirse culpable de haber originado en el niño un complejo de Peter Pan por el que se niega a crecer; no le gusta, le asusta lo que le han mal enseñado y quiere quedarse siendo siempre niño.

El caso de Phoenix es muy significativo. A los tres años juega a ser niña y se viste como tal, motivo por el que la madre, Molly, le animó a definirse mujer con lo que la señora estaba encantada, hasta el punto de justificar el silencio del niño cuando le instaron a definirse si era niño o niña. En ese momento la madre explica que “es tímida, pero quiere decirles que es una niña.  Sin embargo, unos años después una voz le pregunta a Phoenix si se identifica como mujer y él responde que “no; soy un niño”, pero la mamá, liberal progresista, le contesta: “Eres un arco iris”.  En ese momento, la voz del documental le dice al niño: “de acuerdo, entonces si quieres, te llamaremos niña más adelante”. Pero el pequeño todavía insiste en una rotunda negativa.

Al final del documental la situación de Phoenix cambió, incluso la posición de la madre. Explicó ésta los problemas que tenía entonces con su marido por sus frecuentes ausencias, lo que motivó que  finalmente se divorciara y marchara con el niño a vivir con sus padres. En ese momento Phoenix, al encontrar una figura de referencia masculina, cambió: comenzó a jugar mucho con su abuelo y con los niños del jardín de infancia, rechazando para siempre la identidad femenina. Molly, la madre, no tiene más remedio que rendirse a la evidencia respecto a su hijo y reconoce: Tal vez haya personas que realmente sean transgénero, pero probablemente sea un trastorno mental”.

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Hasta ahora los tratamientos hormonales no se podían administrar sin el consentimiento de los padres, con Biden (fiel seguidor de las destructoras teorías globalistas), la pesadilla está destinada a avanzar. Mieke Haeck, fisioterapeuta y “madre orgullosa” de una hija transexual de ocho años, preguntó a Biden sobre los ataques de la administración Trump a los derechos de los transexuales. “¿Cómo va usted, como presidente, a revertir esta peligrosa y discriminatoria agenda y asegurar que la vida y los derechos de las personas LGBTQ sean protegidos por la ley de los Estados Unidos?” Preguntó Haeck. “Cambiaré la ley a fondo”, respondió Biden sin dudarlo. “Eliminaré esas órdenes ejecutivas. Debería haber cero discriminación”. Prometió además, aprobar la Ley de Igualdad en los primeros 100 días en la Casa Blanca, que agregaría la “identidad de género” de una persona a la lista de clases protegidas por el Título IX de la Ley de Derechos Civiles de 1964 y podría anular la decisión de los padres de prohibir que su hijo solicite hormonas.

No importa si los hechos ya han desmentido la locura que pretenden imponer a toda costa, a veces

persiguiendo o desacreditando a quienes intentan oponerse. Treinta y cinco psicólogos han renunciado en 3 años al Servicio de Desarrollo de Identidad de Género de Londres en el Tavistock and Portman NHS Foundation Trust en Inglaterra, debido a coacciones por haber lanzado, algunos de ellos, una alerta de diagnóstico sobrevalorado para niños con posible disforia de género, a quienes fue bloqueada la pubertad desde pequeños.

Los denunciantes afirmaron que demasiados niños estaban tomando medicamentos para bloquear su pubertad, cuando en su caso no deberían haber tenido el diagnóstico de trans. También admitieron que no podían evaluar adecuadamente a sus pacientes, “por temor a ser etiquetados como transfóbicos”. Uno de los psicólogos que renunció testificó que temía haber estado “al frente de un escándalo médico”. Las cifras muestran que el número de niños tratados en GIDS ha aumentado de 77 a 2.590 en diez años. Son menores de 18 años, e incluso algunos de ellos tienen 3 años. Casi la mitad de los pacientes seguidos en GIDS reciben tratamiento para bloquear su desarrollo hormonal y detener su pubertad. Este tratamiento, que interfiere con su producción hormonal natural, puede causar cambios de comportamiento, aunque si se detiene, la pubertad puede reanudarse al cesar la medicación. El siguiente paso es la prescripción de la terapia hormonal, “normalmente no se administra antes de los 16 años de edad, ya que es irreversible y puede hacer que los pacientes sean infértiles”. La cirugía solo se realiza a partir de los 18 años.

Es así como un documental que da fe del daño causado por padres emotivamente impositivos, por familias rotas o con disfunciones maritales, promueve el nuevo mundo que se desea, esa distopía “Un mundo feliz” en la que Huxley presenta un mundo futuro deshumanizado en el que la sociedad está dividida en un sistema de castas en el que los individuos están creados y alterados genéticamente y en el que aseguran de forma mendaz que no habrá más discriminaciones e injusticias. Sin embargo, en contra de ese mundo feliz, algunos niños reaccionan. Fue sorprendente la de un jovencito transgénero que durante la filmación reciente de un nuevo documental, se salió del guión de aceptación generalizada de los principios trans y con valentía y mucho dolor, advirtió a los liberales modernistas que cambiar de género: ha  arruinado mi vida”.

Si una pareja cristiana tuviera un hijo que se declarara homosexual y la respuesta de los padres fuera enviarlo a un llamado “campamento heterosexual” [1], los medios de comunicación establecidos y sus aliados progresistas lanzarían por todo el país un ataque etiquetándolos como fanáticos y homófobos. ¿Por qué la actuación contraria como es la de alentar a los niños a ser transgénero no se rige por los mismos estándares?

Puede leer:  ¿El ocaso del bien?

Está claro que es por influjo de la logia masónica B’nai B’rith, Hijos de la Alianza, a través de S. Bear Bergman, activo militante transexual. En su web, Bergman destaca haber sido invitado “para escribir el capítulo sobre la inclusión Trans en la Guía LGBTQ de la organización Hillel Internacional” que es la mayor organización de estudiantes en el mundo judío surgida de esa influyente logia judeo-masónica, según se afirma en el portal web de esta entidad. Hillel mantiene además, contactos con más de 550 universidades de todo el mundo, de modo que el impacto ideológico de esta alianza entre liderazgos que transgreden la antropología cristiana, es enorme.

Y es el propio S. Bear Bergman quien lo afirma. El 07 de marzo el  periódico Huffington Post en su edición para USA publicó un artículo firmado por él mismo, titulado “He venido para adoctrinar a sus hijos según mi agenda LGBTQ (y no me arrepiento en absoluto)”. “Lo confieso. Siempre dije que no buscaba adoctrinar a las personas con mis creencias sobre gays, lesbianas, bisexuales, transexuales y queer. Era una mentira. En mis 25 años de militancia activa y desde el primer momento, cuando tenía sólo 16 años, obstinadamente traté de cambiar la mentalidad de mi público, para que fueran como nosotros. Y este es mi objetivo único. Mi y nuestro trabajo. Deseo hacer de vuestros hijos personas como yo y mi familia, aunque esto vaya en contra de sus creencias religiosas. Quiero ser percibido en sus arquetipos emocionales como un perfecto padre y un escritor casado con otro hombre… que solía ser un tipo de muchacha… que es amable y no causa temor a nadie, digan lo que digan”. Como puede verse el brutal plan LGBTQ expuesto por Bear Bergman, propone un cambio ya no sólo cultural, ideológico o de creencias, sino de la identidad, y desde los primeros años de la infancia[2].

El cerebro humano no está completamente desarrollado hasta alrededor de los 25 años, según el Centro Médico de la Universidad de Rochester, entonces, se pregunta el Doctor Pérez[3] ¿por qué cualquier ser humano razonable pensaría que está bien que un niño nacido varón viva como mujer, o viceversa? ¿Cómo no se considera esto un lavado de cerebro y hasta un claro abuso infantil? Y añade que lo visto en la película le lleva a creer que estos niños están siendo explotados como apoyos políticos de una agenda para normalizar el transgénero en su conjunto. Conociendo las declaraciones de Bergman, no nos cabe la menor duda.

En España el Ministerio de Igualdad prepara una ley sobre este tema que permitiría cambiar de género en el DNI sin informe médico ni hormonas. El cúmulo de ilegalidades a que podría dar lugar,  ha provocado hasta el firme rechazo de ocho feministas históricas que han dirigido un escrito al Presidente del Gobierno denunciando que lo que pretende este proyecto normativo «es un imposible: la autodeterminación del sexo» y piden que se abra, con carácter «urgente», un «debate amplio y veraz sobre los términos y supuestos que contendría una ley de esa naturaleza».«Estamos ante una situación grave que sin duda compromete a nuestra juventud y a las generaciones futuras», concluyen.

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Parece una pesadilla, pero es la realidad a la que hemos llegado después de 70 años de predicar contra la existencia de una ley natural, de una Verdad a obedecer, y contra los límites necesarios para un desarrollo saludable de la persona. Hoy los padres pueden empujar a sus hijos, incluso de 3 o 4 años, a pensar que son del sexo opuesto al biológico, apareciendo ante el mundo, comprensivos, buenos y discriminados injustamente por quienes piensan que se trata de un abuso.[4]

Un último e importante aspecto a tener en cuenta. En relación con esta ideología, ni políticos, ni biólogos, ni psicólogos recuerdan el mayor y mejor apoyo que puede tener el ser humano; se echa en falta que ninguno recurra a Dios. Claro que hasta la propia Iglesia repite el lema LGBTQ, “vivir la unidad en la diversidad”. Los sitios web de la arquidiócesis y de la Comunidad de Vida Cristiana (CVC), administrada por los jesuitas, llevan los colores del arco iris de la bandera LGTBQ. La CVC afirma estar inspirada por la exhortación apostólica del Papa Francisco, Amoris Laetitia. Citando el controvertido documento, el sitio web afirma, “La Iglesia hace suya la actitud del Señor Jesús, que ofrece su amor ilimitado a cada persona sin excepción”. Así, la CVC advierte que “todo signo de discriminación injusta” y “toda forma de agresión y violencia” debe ser evitada, pero la transformación de género de los niños no parece estar dentro de lo que consideran agresión y violencia porque no aparecen manifestación en contra, antes al contrario.

Solo se ha alzado la voz de Monseñor Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Astana (Kazajistán),

quien bajo el título “La Respuesta Católica Correcta a las Manifestaciones del Orgullo Gay”, denunció el totalitarismo ideológico de la teoría de género y de la homosexualidad, que no descansa un segundo en su lucha por “conquistar el último bastión de resistencia, es decir, la Iglesia católica” porque ese totalitarismo ideológico es “la infiltración del veneno de la ideología homosexual y de género” en la vida de la Iglesia, de tal modo que cree que en el futuro cercano los cristianos se enfrentarán a una situación similar a la persecución perpetrada por el imperio romano en los primeros tres siglos, cuando la adhesión a la ideología totalitaria de la idolatría era obligatoria también para toda la sociedad.

La única diferencia, dice monseñor, es que, en vez de quemar incienso frente a dioses falsos, será suficiente con aceptar la nueva ideología dando “una cálida bienvenida (…) a los supuestos derechos de las actividades homosexuales y a la difusión de su ideología”, como ya lo hacen “algunos sacerdotes, e incluso obispos y cardenales, en la Iglesia”. En esta Iglesia postconciliar tan progre y modernista que les lleva a olvidar las palabras de Juan (1.9-11) que recuerda: “Existía la luz verdadera que, al venir al mundo, alumbra a todo hombre. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por medio de Él, y el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”. Muy cierto, parece que el mundo no solo no le recibe, sino que se ha dejado arrastrar por ese antipoder que se enfrenta a Dios con el afán de destruir su creación.


  • [1] Se da este nombre a los grupos donde se realiza una terapia de reorientación sexual (también conocida como terapia de conversión sexual, reparativa o de deshomosexualización) consiste en una serie de métodos enfocados al cambio de la orientación sexual de personas homosexuales y bisexuales para intentar convertirlos en heterosexuales, o para eliminar o disminuir sus deseos y comportamientos homosexuales, incluyendo la modificación del comportamiento, la terapia de  aversión, el psicoanálisis, la oración y el consejo religioso.
  • [2] Portaluz.org | Fuente: http://www.portaluz.org/lider-transexual-reconoce-que-organizaciones-lgbtq-buscan-adoctrinar-ninos-1148.htm#compartir 
  • [3] Javier A. Pérez Ruiz.: “Análisis de la disforia de género en el ámbito pediátrico. Revisión científica y bioética de la terapia”. (La obra corresponde al texto de la Tesis Doctoral en Bioética del Médico Pediatra, ya Dr. en Medicina y Dr. en Lingüística) 
  • [4] Benedetta Frigeiro en Vida y Bioética- Ideología LGTBI).

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Licenciada en Geografía e Historia, fue profesora hasta su jubilación.

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