Al cumplirse más de 100 años del Mensaje de la Madre de Dios en Fátima, el 13 de julio de 1917, en el que anunciaba que “para impedirla (la guerra) vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los Primeros Sábados. Si se atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados y el Santo Padre tendrá mucho que sufrir; varias naciones serán aniquiladas. Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará”, corresponde dar una mirada retrospectiva para ver su cumplimiento y esperar sus últimas realizaciones.

     Desde entonces a Rusia se la colocó en el centro y eje alrededor del cual habían de girar todos los acontecimientos del siglo y los castigos previstos por Nuestra Señora.

     No cabe duda de que La santísima Virgen da suma importancia a los “errores de Rusia”, que serán los que provocadores de las guerras y las revoluciones.

     Evidentemente, dado que el comunismo tomó el poder en Rusia solo cuatro meses después de las apariciones de la Virgen en Fátima, y dado de que si no se la consagraba “sus errores” se esparcirían por todo el mundo; profecía que ha sido interpretada por casi todos sus exégetas, pudiéramos decir al unísono, como que la doctrina comunista se propagaría por todo el mundo y sería el fundamento filosófico de esos errores en la producción de las revoluciones.

     Sin embargo, la realidad es que con el derrumbe del comunismo soviético muchas personas respiraron aliviadas pensando que había muerto y que podrían llevar tranquilos una sosegada y despreocupada vida.

     Así, las previsiones de proporciones apocalípticas de la Santísima Virgen en Fátima, parecían una pesadilla superada. En efecto, ¿dónde está ese comunismo que esparciría sus errores por el mundo?

    Realmente no se ha extendido ni afianzado en por todo el mundo, sino que, según otra opinión más reciente, a los errores de Rusia, que se refiere Nuestra Señora de Fátima, entre los que también se encuentra el comunismo, son producidos por una raíz más profunda y endiablada como es la “ideología progre y reformista” sostenida por una filosofía que busca engendrar al “hombre nuevo”, la legalización y regulación de ciertas drogas, de la prostitución, el aborto, la eutanasia, la visibilización y reconociendo de las minorías étnicas, políticas y sexodiversas, la regulación económica que apunte a un desarrollo ecológico y sostenible, el matrimonio igualatorio y protección de las parejas del mismo sexo, el cambio constante en la sociedad rompiendo con todos los cánones de lo establecido, la pluralidad y la diversidad en una sociedad no religiosa,  etc., y que ya está metida por todos los lados de la sociedad, y en todos los  gobiernos, tanto capitalistas como socialistas, liberales e izquierdistas, habiendo instalado, en todo y por todo,  al hombre como centro del universo en lugar de Dios.  Se ha abandonado a Dios como si fuese una quimera o un ser de ciencia ficción. No se quiere a Dios, se le ha exiliado, previo destronamiento puesto al hombre en su lugar, y hoy más que nunca los hijos del siglo quieren que la Iglesia se acomode al mundo y no, como debe ser, el mundo a la Iglesia.

    Esta es la tesis, que, por los resultados habidos, hoy patentes y consumados en todo el mundo, podríamos decir que es la más lógica y a la que se refiere la profecía de Nuestra Señora del 17 de Julio de 1917. 

      Efectivamente, de los “errores de Rusia” son los traspiés de lo que está ocurriendo alrededor de nosotros no es otra cosa que la ausencia de Dios en los hombres, en los hogares y en la sociedad, porque al no creer en su existencia e incluso no permitir que se pronuncie su nombre, se carece de luz divina y consecuentemente los hombres son más vulnerables al ser también parte de la oscuridad.     

      En este más de un siglo de la anunciada profecía de Fátima, la gran mayoría de las iglesias cristianas están en plena decadencia y deterioro. Como consecuencia de ese deterioro, una gran parte de la población mundial ha dejado de creer en Dios. En los últimos años, más de mil quinientos templos han sufrido un proceso de cambio. Esa realidad ha sido consecuencia de que los fieles ya no asisten a las liturgias y actos religiosos. Esos templos se han ido quedando vacíos. La jerarquía cristiana ha ido vendiendo o rentando muchos antiguos edificios para evitar los altos costos de mantenimiento que no pueden solventar, así los antiguos templos cristianos se han ido transformando en discotecas, bares, bibliotecas, restaurantes y hasta en iglesias islámicas.

      Las personas que han dejado a Dios, como consecuencia de que han dejado de creer en Él, también han dejado de lado los principios de formación moral registrados en las escrituras.

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     No es de casualidad que toda esa ola de destrucción humana coincida, en la historia, con el período de la salida de Dios de las escuelas, sea la época del inicio del consumo masivo de estupefacientes y del mayor número de suicidios.

     Sólo con ser conscientes con lo propuesto en estas cuestiones, nos damos cuenta de lo que supone para cualquier creyente. Pues supone pasar del hecho de tener a Dios en sus labios, en la mente, en las cosas, en la alegría como explicación total y definitiva, a no contar con otra explicación que la soledad, ni otro remedio que la propia fuerza humana. Hay una terrible diferencia. Es abrir en su estructura mental y en su vida diaria una verdadera crisis, una auténtica tentación, pues le presentan a un Dios que ha sido desterrado, porque ya no hace falta; es considerar su fe como un espejismo, que se desvanece igual que en el desierto desaparece el agua vista en el brillo del sol sobre la arena. Parecería una alucinación semejante a la del sediento en medio de esa soledad de las dunas.

     Esta es la realidad del vacío de Dios. Porque ni siquiera se supera la ausencia de Dios cuando la soledad, dudando de sí misma, quiere traspasar los límites propios y dirigirse a algo superior a ella o que está fuera de su alcance. Sigue ausente Dios.

     El mundo por los “errores de Rusia” está enfermo y comprendemos que la enfermedad más verdadera y profunda del hombre es la ausencia de Dios, fuente de verdad y amor.

     Y esto va a peor, porque la consagración de Rusia, aunque ha sido hecha por San Juan Pablo II y Benedicto XVI, no se ha hecho, según los tradicionalistas, por todos los obispos del mundo.

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