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Cuando la confusión penetra en el mundo de la Tradición

El humo de Satanás es una espesa niebla que genera desorientación y caos.

Imagen con licencia Pixabay

Por Roberto De Mattei

En un célebre discurso que pronunció el 29 de junio de 1972, festividad de San Pedro y San Pablo, y refiriéndose a la situación de la Iglesia postconciliar, Pablo VI afirmó que tenía la sensación de que por alguna rendija el humo de Satanás había penetrado en el templo de Dios.

El humo de Satanás es una espesa niebla que genera desorientación y caos. En los últimos cincuenta años, impulsado por el neomodernismo, el humo de la confusión ha invadido la Iglesia, si bien ha logrado conservarse un archipiélago al que podríamos llamar el mundo de la Tradición. Al interior de esas islas se ha ido formando un movimiento de regreso al orden por medio la resistencia a algunos documentos y actos del papa Francisco, desde la exhortación postsinodal Amoris laetitia a la entronización en el Vaticano de la estatua de Lutero y del ídolo de la Pachamama. En 2020 ha surgido una novedad: al parecer, el espíritu del caos sigue infiltrándose masivamente en la Tradición católica, suscitando polémica y resentimientos donde hasta ahora había concordancia de principios y de acción. En muchos casos, el buen uso de la razón ha cedido el paso a pulsiones emotivas, la coherencia a la contradicción y la demostración rigurosa a discursos extravagantes.

Un ejemplo de dicha confusión lo tenemos en el simposio internacional que se celebró en línea el pasado 30 de mayo con el título de ¿Un gran despertar para la humanidad? La era postcovid: nuestro futuro entre la ciencia y la trascendencia. El encuentro, dedicado a un filósofo católico recientemente desaparecido, monseñor Antonio Livi (1938-2020), congregó a quince ponentes, de los cuales sólo tres tienen renombre internacional: el arzobispo Carlo Maria Viganò, el político Robert F. Kennedy y el filósofo ruso Alexander Duguin.

Robert Kennedy hijo es miembro, como toda su familia, del Partido Demócrata, y en 2008 financió la campaña electoral de Hillary Clinton. Está considerado el líder del movimiento antivacunas en Estados Unidos y ha sido señalado como uno de los doce desinformadores, los doce principales influenciadores, según un informe del Center for Countering Digital Hate, autores del 65 de los mensajes y twits antivacunas que se comparten vía Facebook y Twitter. Su tercera mujer es la actriz Cheryl Hines.

Kennedy se limitó a enviar un mensaje al simposio, el cual leyó su discípula italiana la doctora Antonietta Gatti, esposa del investigador Stefano Montanari. Ambos están empeñados en combatir la dictadura sanitaria y el dogmatismo cientista. Pero al igual que otros ponentes, también proclamaron con tono apodíctico verdades científicamente no probadas como que no existe una pandemia de coronavirvus, que no hay necesidad de emergencia sanitaria, que las vacunas son además de inútiles nocivas o que el verdadero peligro de contagio está en los vacunados y no en los que no se han puesto la vacuna. Esto demuestra que el vacunismo puede volverse tan dogmático como el antivacunismo.

Robert Kennedy es además ultrambientalista, como otro de los ponentes, Eduardo Zarelli, responsable de Ediciones Arianna. Zarelli es uno de los propulsores de la ecología profunda, que sustituye el paradigma antropocéntrico por uno ecocéntrico, según el cual el hombre no sería sino una excrecencia de Gea, la Madre Tierra. Para la ecología profunda, el hombre forma parte de un continuum orgánico constituido por elementos interconectados: especies animales y vegetales, cadenas alimentarias y estructuras hidrogeolólicas y climáticas; cualitativamente, no hay diferencia entre la vida de un ser humano, un animal, una planta o una piedra. Como propugnaba Aldo Leopold, uno de los maestros de Zarelli, al hombre no le queda otra que «empezar a pensar como las montañas», o sea renunciar a pensar (Pensare come una montagna, Editore Piano B, 2019). Esta cosmología no parece muy alejada del culto a la naturaleza propiaciado por el Sinodo Panamazónico del papa Francisco, que no obstante fue objeto de severas críticas por parte de otros ponentes, empezando por monseñor Viganò.

Otro ponente, el periodista Aldo Maria Valli, fue presentado como un católico liberal que reivindica los valores de la democracia y el parlamentarismo negados por el despotismo estatal. En su intervención invocó la autoridad de Alexis de Tocqueville, y exhortó a protestar contra la suspensión de garantías constitucionales y libertades personales. Por su parte, otro orador en línea, Alexander Duguin, en su libro Platonismo político escribe que «por detrás de la democracia, entendida como régimen político con sus correspondiente sistema de valores, se ocultan Occidente, Europa y los EE.UU. Para ellos, la democracia representa una forma de culto laico y un instrumento de dogmática política en el que para ser plenamente aceptado en la sociedad occidental hay que estar desde el principio a favor de la democracia (…) Pero elevarla al rango de dogma y negar otras posibilidades elimina el libre debate filosófico».

Puede leer:  Tradición viva: un medio influyente

Duguin, seguidor del neopagano Julius Evola (1898-1974), fundó el Partido Nacional Bolchevique de Rusia, es enemigo acérrimo de la democracia liberal, a la que opone un imperialismo de raíces bárbaras. Sería interesante saber qué piensan Valli y otros ponentes de su tesis según la cual «el estado mongol de Gengis Kan significó para Rusia una importante experiencia de organización centralizada que predeterminó ampliamente que Rusia se convirtiera en la gran potencia del siglo XV, cuando se disolvió la Horda de Oro y la Rusia moscovita se instaló en la Eurasia nororiental». Duguin expone todo esto en su Manifiesto del Gran Despertar, contra el Gran Reinicio, que se puede consultar en internet. La Rusia actual de Putin, heredera de Gengis Kan, tiene la misión de «ser el katejón, “el que contiene”» e impide la llegada al mundo del mal final. Por eso, explica Duguin, «el despertar imperial de Rusia está destinado a ser símbolo de la revuelta universal de los pueblos y las culturas contra la élite liberal mundialista. Al renacer como imperio, y como imperio ortodoxo, Rusia dará ejemplo a otros imperios –el chino, el turco, el persa, el árabe, el hindú, el hispanoamericano, el africano, etc.– y al europeo. En lugar del dominio del imperio mundialista único del Gran Reinicio, el despertar ruso debería coincidir con el principio de una era caracterizada por la presencia de múltiples imperios que reflejen y encarnen la belleza de la culturas, tradiciones, religiones y sistemas de valores humanos». Entre los referentes del nacional-bolchevique Duguin está el imperio comunista chino. «El actual dirigente chino Xi Jin Ping –escribe– está dispuesto a efectuar acuerdos tácticos con Occidente, pero garantiza tajantemente que aumentará y reforzará la soberanía e independencia de China».

Como es natural, Duguin no ha habló de eso, ni nadie entendió lo que dijo. Con todo, se presentó como la figura más destacada del encuentro, junto a monseñor Viganò, aunque cuesta creer que este último, al igual que otros ponentes, sea capaz de aceptar la feroz aversión del politólogo ruso a Occidente y a la herejía latina de la Iglesia de Roma. 

Es cierto que en los encuentros académicos toman la palabra estudios muy variopintos con tesis muy diversas. Pero la cumbre sobre el Gran Despertar ha sido un encuentro de carácter no científico sino extremista. En estos casos, se juzga el mensaje interno que el acto tiene por objeto comunicar. Habría que preguntarse cuál es el mensaje de este encuentro si no el de una enorme confusión que perjudica al mundo de la Tradición católica.

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(Traducido por Bruno de la Inmaculada) Este artículo se publicó en adelantelafe.com

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