Estamos en tiempo, no de memoria sino de historia. Y existe una realidad objetiva al margen de la Memoria Histórica que nos quieren imponer. Ejemplo fiel a la parcialidad de un hecho histórico testificado y firmado ante notario, ocurrido el 29 de agosto de 1936, cuando unos 150 milicianos republicanos asaltaron el barco prisión Isla Menorca en el Grao de Castellón y fusilaron a los 57 presos políticos. Los sacaron de dos en dos y les volaron la cabeza en la Playa del Pinar y la Playa de Almazora. Entre las víctimas estaban el antiguo Alcalde de la Ciudad, José Pascual Viciano, varios diputados valencianos y concejales de Castellón, el abogado y diputado provincial Manuel Breva, el director del Diario de Castellón, Carlos Lago, El secretario del Ayuntamiento de Castellón, León de las Casas, miembros del Partido Derecha Valenciana, empleados del registro de la propiedad y la cámara de comercio, agricultores, periodistas, carlistas, sacerdotes, militares y guardias civiles, incluido el Teniente Coronel retirado Melchor Monzonís.

     Hubo un superviviente (el que ha testificado) que tras recibir varios disparos de escopeta se hizo el muerto tapándose con el cadáver del Guardia Civil al que le habían atado.

    El asalto fue organizado por el Comité Popular Antifascista en el Casino Antiguo y ejecutado por milicianos de la Columna de Hierro junto al Comité del Frente Popular de Castellón, Almazora, Burriana y Borriol y las checas El Amanecer, La Desesperada y GPA.

     Ningún monumento honra la memoria de los asesinados y la calle que existía en el Grao de Castellón, Mártires del Barco, fue renombrada como Treballadors de la mar por la corporación del alcalde socialista Antonio Tirado.

     Este fue el tercer asesinato masivo con más víctimas en Castellón durante el periodo Frentepopulista de 1936 a 1938.

    Demostrado que estamos en la Historia y no en la Memoria, recordamos que hoy día 15 de junio, se cumplen 83 años de la entrada de las tropas nacionales en la ciudad de Castellón.

    Ocurrió en el año 1938. El episodio más notable en los albores de abril fue alcanzar el mar Mediterráneo por Vinarós, y la fijación del objetivo nacional en la batalla de Levante para conquistar Castellón y Valencia. Para ello, el Cuerpo de Ejército de Galicia maniobró hacia el Sur y siguiendo la costa intentó avanzar hacia Castellón. Por su parte el Cuerpo de Ejército de Castilla se puso también en marcha desde la provincia de Teruel, siguiendo como eje de su avance la carretera que se dirige a Sagunto. Con estas dos grandes unidades se creó el Destacamento de Enlace al mando del general Rafael García Valiño, e inició la penetración con la misión de avanzar desde Mosqueruela hacia el río Mijares. Precisamente, ésta fue la gran unidad que se enfrentó a las fuerzas republicanas que integraban el XXI Cuerpo de Ejército dirigido por el mayor Manuel Cristóbal Errandonea.

     Entre el 7 y 8 de junio, se produjeron encarnizados combates en torno a la población de Atzeneta del Maestrazgo, importante nudo de comunicaciones en el que confluyen cinco carreteras. Sólo en estas dos jornadas, la artillería nacional arrojó en este sector 6.677 proyectiles de artillería, muchos de ellos del calibre 155 mm. Todo ello combinado con bombardeos aéreos, fuego de morteros y carros de combate. Finalmente, las tropas rojas cedieron sus posiciones y retrocedieron 3 kms. hacia el sur, desplegándose sobre la Sierra de la Creu.

     Entre el 10 y el 12 de junio, los hombres del general García-Valiño rompieron la resistencia que, las unidades milicianas de la División Extremadura, presentaron en la Sierra de la Creu. La importancia de esta operación radica en el envolvimiento de Lucena, punto clave de las comunicaciones republicanas por carretera entre Castelló y Teruel y la posterior captura del importante núcleo urbano e industrial de Alcora.

    En la tarde del 13 y la mañana del 14 de junio, cuando el “canguelo” se esparció en las tropas rojas, ante la eminente llegada de los nacionales, y antes de retirase, encolerizadas se emplearon con crueldad sobre la población civil, consumando represalias contra los presos políticos derechistas recluidos en la prisión provincial, al tiempo que simulando ser soldados nacionales y dando gritos victoriosos de “Viva España” y “Viva Franco” , para dispar a los que se asomaban al oír dichas consignas, o aporreando las puertas de las viviendas particulares, para sacar a sus moradores de sus casas,  una vez en la calle vilmente masacrarlos, matando a más de 400 civiles. Amén de que, como venía siendo norma habitual republicana en su cobarde y vergonzosa huida, destruyeron y saquearon la ciudad.

    Previamente, el 13 de junio por la tarde, el teniente coronel Mohammed Ben Mizzian al tener noticias de lo que ocurría en el interior de Castellón, ordenó a su tropa avanzar por la costa, para tomar el Grao de Castellón y penetrar en la ciudad; con la llegada de los regulares cesó la matanza y provocó un contraataque que retrasó la caída de la ciudad.

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    No obstante, las huestes populares republicanas, mandadas por el general Leopoldo Menéndez López no pudieron resistir, y tras varios días de feroces combates en los suburbios, se rindió,  ante la destreza y valor de las victoriosas tropas nacionales mandadas por los generales Aranda, Solchaga, Varela y García Valiño, que entraron en la ciudad, dos días después, haciendo su aparición por diversas calles, como la avenida Lidón y la avenida del Mar, en medio del júbilo popular de los castellonenses, que les dieron la bienvenida, saludándolas con brazos en alto y canticos de victoria, al tiempo que  festejaron alegres adornando la ciudad rápidamente, con mantas y alfombras colgadas de sus ventanas y balcones. 

    Al día siguiente de caer la capital de provincia, los ejércitos nacionales se hicieron con otras importantes localidades de la zona, tales como Villareal, La Foya y Alcora, consolidando así la posesión de la capital.

    Con la confirmación de que Castellón de Plana había sido liberada del terror rojo, se hizo evidente que la guerra ya estaba a las puertas de Valencia.

    A título de anécdota, uno de los conductores de los camiones del Ejército Nacional, dirigidos por el General Aranda era Felipe Arzallus Eizmendi, el padre de Xabier Arzallus, histórico dirigente del PNV.

    Se puede visionar esta película pulsando el enlace

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