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Análisis

El Departamento de Estado y el socialismo autoritario en Cuba (II)

El caso es que no fue el movimiento disidente, mucho menos el exilio ruso, quien puso fin al totalitarismo soviético, sino las consecuencias inevitables de reformas iniciadas en 1986, por su máximo dirigente Mijaíl Gorbachov.

Maestra historia 

Sé que hace falta un cierto grado, si no de pensamiento dialéctico, al menos sí de conocimientos históricos, para entender que una figura dirigente, que ha sido fiel a un sistema opresor toda su vida, un día intente frenarlo, reformarlo e incluso desarmarlo, ya sea por ambiciones propias o por el bien de su pueblo, las motivaciones son ahora lo de menos.  Esta posibilidad se confirma con las informaciones filtradas y difundidas en Juan Juan al Medio,  sobre renuncias y arrestos de altos oficiales cubanos, del Ministerio del Interior y de su departamento de Lacras Sociales, que se negaron a reprimir, o infiltrar con delincuentes, las protestas del 11 de julio, para convertirlas en actos violentos. Esto por no hablar de lo que nos enseña el devenir de aquel modelo en que se inspiró el régimen cubano y del cual se convirtió en una suerte de clon: La Unión Soviética.

El caso es que no fue el movimiento disidente, mucho menos el exilio ruso, quien puso fin al totalitarismo soviético, sino las consecuencias inevitables de reformas iniciadas en 1986, por su máximo dirigente Mijaíl Gorbachov. Serán esas mismas premisas las que servirán de base a las revoluciones de 1989 en Europa oriental. 

Otra cosa es que lo que vino después, en Rusia y en algún que otro país excomunista, no fuera idílico. Mucho menos lo sería la desintegración de la Unión Soviética. La tarea de la recreación de una federación de estados plenamente democráticos y sin nepotismos o mafias de algún tipo, en los territorios ocupados hoy por las que fueron repúblicas de la extinta URSS, es una tarea pendiente e inaplazable para las nacionalidades de esa zona. Lo mismo ocurre ciertamente, con no menor imperativo, para los pueblos fragmentados del antiguo imperio español, entre los cuales se encuentra el cubano, si es que queremos volver a colocarnos a la cabeza del mundo, en lo que a riqueza espiritual y material se refiere, como estuvimos antaño, dejando atrás la estela de guerras, dictaduras y miserias económicas que nos acompañan a uno y el otro lado del Atlántico, desde que nos separamos.

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Lavrenti Pávlovich Beria. Portada del semanario Time, julio 20 de 1953

En cuanto a la posibilidad de la aparición de un Gorbachov en la Cuba actual, puede que alguien intente negarla diciendo que el original fue una excepcionalidad histórica, que el Gorbachov ruso pudo revisar el pasado de la URSS, cambiando así su futuro, porque era un cuadro “joven”, en relación con los últimos secretarios del PCUS que le precedieron, un tecnócrata culto y bien formado, sin vínculos directos con la peor etapa, la del estalinismo, e incluso con antepasados represaliados por el mismo. Con Díaz Canel, creímos haber tenido nuestro Gorby al asecho, pero ya vimos el 11 de julio de 2021, que ha preferido, o no ha podido hacer otra cosa que, tomar el peor camino, el de la involución más brutal observada en la historia del socialismo en Cuba. 

En tal caso convendría recordar otra figura que posiblemente ya tenga émulos invisibles en la actual estructura del poder cubano. Me refiero a quien fuera la mano derecha de Stalin: Lavrenti Pávlovich Beria, cuya historia suele ser mal contada o incompleta. Por lo general se conoce de Beria su prontuario represivo, que lo tuvo sin dudas, o de las apetencias sexuales draculianas, que pudo desarrollar, gracias a su poder sobre las vidas y haciendas de los ciudadanos soviéticos. En cambio, nada o casi nada se habla del miedo que le llegó a tener el propio Stalin, o de la febril actividad reformista que llevó a cabo y que estuvo a punto de dar al traste con el socialismo real, si Beria no es arrestado a tiempo. Del lado negativo de Beria, conocido esta la saciedad, no es necesario redundar, centrémonos mejor en la cara opuesta y opaca de la moneda.

Tras el fallecimiento de Stalin, el 5 de marzo de 1953, Beria fue nombrado Primer Vicepresidente del Consejo de Ministros.  y Ministro del Interior de la URSS.  Será desde esta posición, que el antiguo jefe del Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (NKVD por sus siglas en ruso), y no Nikita Khrushchov como muchos creen, manda a liberar en masa a los presos del Gulag. 

El flamante ministro paralizó algunos de los grandes proyectos estratégicos de construcción que venía desarrollando Stalin con aquella mano de obra esclava, pasando otros, de manos del Ministerio del Interior, a diversos organismos de carácter civil. 

Del mismo modo, Beria toma varias medidas dentro de los cuerpos policíacos para que estos se atuviesen a la legalidad socialista. Para conseguirlo prohibió que se continuaran creando delitos falsos por parte de la policía. Así mismo Beria casi consigue frenar la construcción del socialismo en la RDA, proponiendo además la reunificación alemana y la entrega de territorios arrebatados a Finlandia, Japón y a la propia Alemania. 

En relación con el candente problema nacional, el georgiano fue mucho más allá que su coterráneo Stalin, abogando por la entrega de las instituciones, incluidas las represivas, a los pueblos originarios de cada república soviética. Esto significaba poner fin al hegemonismo gran ruso que padecía la URSS desde su nacimiento. 

Fueron estas posiciones y rupturas con la línea seguida bajo el estalinismo, las que envalentonaron a las masas generando protestas populares, lo mismo en la recién creada República Democrática Alemana, que en diferentes zonas de la URSS. Aquello despertará tal temor dentro de la nomenclatura, que no le quedará más remedio que conjurarse contra el terrible desestabilizador de su sistema.

Stalin no sólo persiguió a los judios, sino a todo disidente e incluso a los propios comunistas. El dictador comunista supo hacer del hambre la mayor arma de destrucción.

Tales cambios eran algo en lo que Beria ya tenía cierta experiencia. Había sido él, el encargado de poner freno a la política de terror masivo de los años treinta. Lo hizo al asumir, en 1938, por órdenes del mismo Stalin, el mando de la dirección de NKVD, depurándola de arriba abajo. Así mismo liberará a más de cien mil prisioneros de los campos de concentración y procesa a su antecesor, el sádico Nikolái Yezhov, responsable de la muerte de cientos de miles de personas. Es verdad que, en aquel momento, estando Stalin vivo, Beria no vació del todo los campamentos del Gulag. Sí lo hizo prácticamente, cuando se liberó del control de su paisano, y forma parte del breve triunvirato conformado además por Viacheslav Mijáilovich Mólotov y Gueorgui Maksimiliánovich Malenkov. Este trío de poder se armó tras desaparecer Stalin, cuya muerte pronto se atribuirá, entre pasillos, al propio Beria. Tal rumor encaja muy bien con el hecho de que el ex Comisario del NKVD pusiera fin al famoso “Complot de los Médicos”. Se trataba de una supuesta conspiración dirigida por prestigiosos galenos judíos. Según había informado Pravda el 13 de enero de aquel “infausto” (para el comunismo) año de 1953, este “grupo terrorista”, descubierto hacía ya algún tiempo por los órganos de la seguridad del Estado, tenía como objetivo acortar la vida de los líderes de la Unión Soviética mediante el sabotaje médico. La “investigación” estableció que los participantes, explotando su posición como médicos y abusando de la confianza de sus pacientes, socavaron deliberada y brutalmente la salud de los enfermos al hacerles diagnósticos incorrectos, para luego matarlos con malos tratamientos. Cualquiera pensaría que se trataba de una descripción de las actuales malas prácticas médicas que se llevan a cabo en todo el mundo bajo la cobertura pandemista; simples coincidencias. 

Volviendo a la URSS de principios de los cincuenta. Entre las víctimas de esta “banda de bestias inhumanas”, como les calificó la presa partidista, se encontraban los camaradas A. A. Zhdánov,  y A. S. Shcherbakov. Los criminales confesaron (ya podemos imaginar bajo que métodos) que, aprovechando la enfermedad de Zhdánov, le ocultaron intencionalmente un infarto de miocardio y le prescribieron tratamientos desaconsejados que lo asesinaron. Algo semejante habría ocurrido con Shcherbakov a quien le habrían acortado la vida con el uso incorrecto de medicamentos y la prescripción de regímenes nocivos. Así mismo se decía que la mayoría de los participantes del grupo terrorista fueron reclutados por una sucursal de la inteligencia estadounidense, la organización nacionalista burguesa judía internacional llamada “Joint” 

Todo eso cambia tras la muerte de Iósif Stalin. Los máximos jefes del Partido Comunista de la Unión Soviética denuncian entonces que el tal «complot» no había existido nunca, que aquello era una farsa planificada por el propio Stalin, usando a médicos judíos como pretexto para una nueva purga. Dentro de aquellos planes unos de los objetivos fundamentales a abatir, habría sido el propio Beria.

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Al parecer Stalin temía que el jefe de la NKVD, planeara apartarlo del poder, así que la existencia de un “complot” ignorado por Beria serviría para acusarlo de incompetente y entregarle el puesto a su lugarteniente, el arribista Víctor Abakúmov.

En 1946, Stalin había nombrado a Abakumov como su ministro de Seguridad del Estado. Ese era su modo de controlar a Beria, bajo cuya supervisión se hallaba el propio Ministerio de Seguridad.

Abakumov fue el encargado de llevar a cabo las primeras campañas antisemitas desarrolladas por Stalin, tras la segunda guerra mundial, pero al parecer no supo hacer bien su trabajo. En junio de 1951, el subalterno directo de Abakumov, Mikhail Ryumin, informa a Stalin que Abakumov no estaba haciendo lo suficiente para fabricar un caso contra los judíos. En 1950, Ryumin había comenzado a interrogar al profesor Yakov Gilyarievich Etinger, un cardiólogo judío, por haber hecho comentarios críticos sobre el régimen. Además, el doctor hebreo había tratado a los dos jerarcas ya mencionados, Zhdánov y Shcherbakov, ambos muertos de enfermedades cardíacas. 

De este modo, Ryumin, el verdadero creador de la trama de los médicos resulta promovido por Stalin a jefe del Departamento de Casos Especialmente Importantes, a la vez que Abakumov, es arrestado y sustituido como jefe del Ministerio de Seguridad del Estado por Semyon Ignatyev, uno de los que mejor suerte correrá de toda esta pandilla, al poder fallecer de muerte natural en 1983 . El caso es que Ignatyev, dará carta blanca a Ryumin y sus subordinados para seguir torturando galenos y científicos judíos. 

Es así como se creó una atmósfera de antisemitismo dentro de las altas esferas represivas. Esto trajo por consecuencia que casi todos los judíos de alto rango en los servicios de seguridad, incluidos especialistas en tortura, como Lev Shvartzman, ejecutado el 13 de mayo de 1955 y Boris Rodos, fusilado el 20 de abril de 1956, fueran despedidos. Ryumin, fue nombrado viceministro, en el Ministerio de Seguridad del Estado de la URSS, el 19 de octubre de 1951. Perderá el puesto el13 de noviembre de 1952. Parece que Stalin le consideraba un incompetente, incapaz de resolver el “caso Abakumov” y el “caso de los médicos” que, recordemos, no se divulgaría oficialmente hasta enero de 1953. 

Ryumin, quien era contador, es nombrado jefe del departamento financiero regional de Novosibirsk. Pero al morir Stalin, Lavrentiy Beria recuperar el control total de la Seguridad del Estado, y denunciarse, como falsedad, el famoso “complot de los doctores”, Ryumin vuelve a caer en desgracia. Será arrestado el 17 de marzo de aquel año y condenado a muerte el 7 de julio de 1954, por el Colegio Militar de la Corte Suprema de la URSS. Su ejecución tendrá lugar el día 22 del mismo mes.

Por su parte Abakumov y otros cinco asociados, que también habían sido arrestados, sobrevivirán unos pocos meses al propio Beria. Los seis terminarán siendo llevados a un juicio de seis días en diciembre de 1954, condenados a muerte y fusilados después de que finalizara el juicio, el 19 de diciembre del mismo año.  

Con todos estos cambios y ajustes de cuentas, es fácil percatarse de lo turbulentas que pueden ser las aguas bajo el hielo petrificado con que se cubre la laguna de la élite comunista. Además, podríamos confirmar que, al contrario de lo que se dice, Beria no fue la “continuación” sino la ruptura con el estalinismo. Fue esa la verdadera causa de su caída en desgracia. Esto lo deja claro el historiador Isaac Deutscher en su artículo; “El caso Beria”, cuando escribe:

 “La revuelta de Alemania oriental de los días 16 y 17 de junio de 1953 puso en juego un nuevo factor que hizo retroceder a reformadores y conciliadores, y permitió a sus oponentes asestar un contragolpe, el primero desde la muerte de Stalin. Una coalición de los más diversos grupos, intereses y motivos se adelantó al primer plano con el grito de batalla: ¡Basta de” liberalismo”! ¡Basta de apaciguamiento! ¡Basta de traición a la ortodoxia estalinista! Para asombro del mundo, Beria, paisano, servidor, entusiasta biógrafo de Stalin, y, durante muchos años, su jefe de policía fue denunciado como archicalumniador del stalinismo.”

En principio se creyó en Occidente que Beria había sido ajusticiado durante la misma jornada de su apresamiento, no tras un juicio posterior como se proclamó desde Moscú. De ser así, la muerte de Beria habría tenido lugar, el 26 de junio de 1953, exactamente un mes antes del asalto al cuartel Moncada encabezado por Fidel Castro; el 26 de julio de 1953. 

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Sin embargo, en tiempos de la glasnost circuló una información sobre Laurentii Beria, que confirmaba la tesis oficial soviética de que Beria no fue ejecutado el mismo día en que se le apresó. Incluso habría tenido tiempo para declararse en huelga de hambre durante 11 días antes de su proceso. El juicio, según esta versión que confirmaba la anterior, se le habría celebrado a él y a seis de sus ayudantes, entre los días 18 y el 23 de diciembre de 1953. Los siete encausados terminarían ejecutados inmediatamente después de la sentencia a muerte. Beria, si bien imploró clemencia, al contrario de lo que solían hacer los exdirigentes procesados por Stalin, nunca se declaró culpable de los cargos por los que se le condenó a la pena capital.

Podríamos pensar que, si Nikita y su camarilla no llegan a parar a Beria en 1953, y con él, el proceso liberalizador que había intentado impulsar, aquel ex “estalinista”, entonces habríase adelantado, en más de 30 años, el fin del denominado comunismo soviético. 

Tras la ejecución de Lavrenty Beria, organizada por Khrushchev, el líder comunista ucraniano centró su pelea en Malenkov, a quien, en septiembre de 1953, logra reemplazar como primer secretario del PCUS, gracias al control de la maquinaria del partido que tenía Nikita. Dos años después, en 1955 Malenkov es destituido del cargo de primer ministro en favor del mariscal, Nikolay A. Bulganin en ese momento aliado de Khrushchov . Sin embargo parece que a Bulganin aquella recompensa le supo a poco, y en verano del 1957, se une a Vyacheslav Molotov  y a  Lazar Kaganovich, en un intento de derrocar a Nikita Khrushchev. Aquello no tuvo éxito y Bulganin es obligado a retirarse.

De tal palo tal astilla

Tales eran los conflictos que se vivían en la cúpula del poder soviético, cuando el modelo aún no había llegado a los cuarenta años. Salvando las distancias, podríamos considerar que ya en 1989 nos encontrábamos en una situación algo parecida a la que se vivía en la URSS del 1953. El problema es que Castrismo aún tenía a su Stalin tropical vivo y este atinó a superar, con el autogolpe del 1989, la enfermedad infantil del “copismo” de los soviéticos. Ese era el termino despectivo que usaban entonces los dirigentes cubanos anti perestroikos. Lo irónico es que ellos mismos habían copiado, durante décadas, lo peor del inmovilismo económico y social que imperó en la URSS, entre la caída de Nikita Jrushchov (1964) y el inicio de la era Gorbachov (1985). 

¿Qué no estará pasando ahora en la copia cubana de la extinta URSS? La imitación caribeña, en condiciones de endeudamiento y absoluta dependencia de la dádiva exterior, sobrepasa las seis décadas de existencia y comienza a acercarse a la edad que tenía su modelo al iniciarse la Perestroika.  

Desde abril del año 1961, en el que Fidel Castro reconoce la naturaleza “socialista” (en realidad pro-soviética) del proceso político que encabezaba, a la fecha ha llovido mucho. Si negar algún que otro acto de depuración como los asociados con el llamado sectarismo o miniestalinismo en 1962, la microfracción en 1968, o los ya mencionados juicios de 1989 , hay que reconocer que en Cuba, la biología, con su capacidad para la renovación del personal, se ha encargado de hacer en la isla, de buena parte de lo que correspondió en Rusia a las purgas estalinistas, las nikitista y hasta las incruentas gorbachovianas: remover buena parte de la vieja guardia que hizo la revolución y con ella sus valores originarios, al punto de que podríamos hablar de un post fidelismo. 

Tal es así, que Arturo López Levy, hoy profesor asistente de política y relaciones internacionales en la Universidad Holy Names en Oakland, California, graduando del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García, master en relaciones internacionales y economía por las universidades de Columbia (NYC) y Carleton (Ottawa), con un doctorado en estudios internacionales por la Universidad de Denver, y en consecuencia uno de los enemigos intelectuales mejor preparados que tiene el anticastrismo, dentro de la emigración cubana en Estados Unidos, no ha tenido reparos en cuestionar, durante una tertulia en Youtube, la lectura “unipartidizante” hecha por el propio Fidel Castro de la práctica e ideas políticas de Martí. Peor aún es la evidente ausencia del culto a la figura del Comándate, cuando no alguna que otra expresión irreverente sobre su figura, por parte de los participantes en las llamadas Caravanas que utiliza el maestro cubanoamericano Carlos Lazo para combatir el embargo, sin denotar sus lazos (nunca mejor dicho) con el régimen cubano. Tales pecados entre los adeptos del régimen incluso en la emigración, jamás fue perdonado estando vivo El Comandante. No es de extrañar el modo en que anatemiza a los culpables, desde su programa La Tarde se Mueve, Edmundo García, auténtico decano del viejo modo de hacer propaganda castrista en Estados Unidos y último Maestre de lo que se nos antoja denominar la Orden de los Pobres (en sentido moral) Caballeros de Fidel, sin templo reconocido, en el corazón del exilio cubano de Miami.

Una nueva generación de personas nacidas después del 59, con otra mentalidad y con otros valores y resentimientos sociales, ha ido ocupando paulatinamente los puestos de los dirigentes históricos que van desapareciendo. Se trata de un proceso no exento de facciones en pugnas por el poder, como las que vimos en el caso soviético. Las informaciones que se filtran, gota a gota, en los programas de Juan Juan al Medio lo confirman. 

Dialéctica de la corrupción en Cuba

La naturaleza del sistema imperante en Cuba es esquizofrénica, su ideología proclama una cosa, pero éste se mueve en dirección contraria. La más evidente de sus contradicciones la tenemos en el choque de la forma legal en la que se expresa la apropiación del estado de la mayor parte medios de producción, los recursos y la plusvalía generada en el país, y la forma, cada vez más privada, en la que la élite se apodera de esa misma riqueza. Esta apropiación y/o prevaricación con bienes públicos se realiza través de actividades económicas sobre los que no existe transparencia ni supervisión gubernamental, mucho menos rendimiento ante La Asamblea Nacional del Poder Popular. Buen ejemplo de ello lo tenemos en el caso del Grupo de Administración Empresarial S.A., presidido por Luis Alberto Rodríguez López-Calleja. Se trata de una especie de consorcio, supuestamente controlado por el Minfar, pero con independencia suficiente, como ya vimos, para hacer caer a su titular el General Cintra Frías cuando este se puso a investigar las actividades ilícitas del Grupo. 

La otra forma de apropiación de la riqueza social por parte de la cúpula se daría a mediante la extracción de divisas hacia el extranjero. Esto se realiza con la ayuda de testaferros o incluso de manera aún más descarada. Tal sería el caso de la tarea que realizaba la compañía “Los Arenales S.A”; creada en 2009, con Alejandro Castro Espín como presidente y director. La empresa radica en Panamás y es la que ayuda al “zar anticorrupción de Cuba”, como Almeida califica a su examigo e hijo de Raúl Castro, a extraer y lavar dinero desde la isla. 

Puede leer:  El misterio de las «armas de destrucción masiva» en Ucrania

Esta trama ha comenzado a ser denunciada en la edición 583 de Juan Juan al Medio, emitida el 6 de agosto de 2021. Según Juan Juan Almeida, entre el 2009 y el 2016, la empresa ya había logrado expatriar de Cuba 100 millones de dólares. También ha explicado que “Los Arenales” invierte su capital en edificaciones y en el montaje de camiones. Las inversiones se hacen fuera de Cuba, a pesar de que el país, como bien recuerda el Youtubero, tiene tantos problemas tiene de vivienda y transporte. Esta información se ofreció en la edición del programa Almeida en YouTube, correspondiente al día 11 de agosto de 2021, al mes exacto de las protestas masivas desatadas, no sólo por la falta de libertad, sino también por las grandes necesidades materiales de un pueblo incapaz de controlar lo que se hace con el dinero que teóricamente le pertenece.

Así, mientras altos funcionarios hacen lo que les viene en gana con el dinero de la nación, Cuba comienza a recordar aquella Etiopía hambrienta de los setenta, por la que el mundo se movilizaba para salvarla del hambre y las enfermedades. 

Protesta y salud

El estallido del 11 de julio ha sido vendido al mundo, por el gobierno cubano y sus adláteres, de diferentes formas, a veces combinadas; ya como obra de la Cía., ya como resultado de las sanciones económicas de Estados Unidos, ya como un efecto secundario de la pandemia del COVID 19. Con respecto a la última causa, la cosa se facilita con el modo espeluznante en que se manejan los datos sobre la gripe en la isla. De tal “información” se hacen eco, sin filtro alguno, los medios del exterior, incluidos los del exilio Así, de acuerdo con un artículo de Laritza Sánchez, publicado en Cuba cute; para el 14 de agosto 2021, en la isla se habrían reportado 509 mil 032 pacientes diagnosticados con la enfermedad, de los cuales habían ingresados 40 mil 790. En cuanto los fallecidos, se calculaban unos 83 por día, lo que sumaba hasta la fecha el numero de 3925 cubanos muertos por COVID 19, Eso sí, los datos publicados dejaban bien clara “la superioridad” de la potencia médica. Resulta que, dentro de las fronteras cubanas, la letalidad del virus se reducía al 0.94%, en contraposición con el 2.11% imperante en el mundo. La situación, comparativamente es aún peor en el resto del hemisferio, con una letalidad de: 2,56%. Aparentemente, los médicos cubanos, con todas sus carencias, han evitado llegar al nivel de matasanería, aplicado sistemáticamente, por sus colegas, sometidos a las órdenes, más que de auténticos expertos independientes, de los políticos pandemistas de las Américas.

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Tan grande parece ser el orgullo que esta ventaja ha despertado en el gobierno cubano, que su docto presidente se ha atrevido a publicar un artículo sobre la relación entre la gestión gubernamental y la ciencia cubana en el enfrentamiento a la gripe universal. 

El informe, publicado en La Revista Anales, de la Academia de Ciencias de Cuba, lleva las firmas de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, y del Presidente de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Sociedad, de la Universidad de La Habana, Jorge Núñez Jover. Por su presunta importancia fue publicado también en el órgano oficial del Partido Comunista. 

No se crea que se trata de un estudio analizando país por país de la región, según el grado de letalidad del COVID en cada uno, para ubicar la situación concreta de Cuba en la lucha contra la enfermedad. Mucho menos se intenta analizar que puede aprender el gobierno cubano de otras gestiones; de sus éxitos concretos o errores, o de decir en qué sentido y a quien puede Cuba dar lecciones. No se espere en el informe un reconocimiento del grave estado de las instalaciones médicas, en la isla que los pacientes y sus familiares denuncian permanentemente. No es tampoco un alto a la persecución de quienes dicen la verdad sobre el estado del sistema de salud, los galenos disidentes. Tampoco veremos una serie de propuestas reales y bien pensadas para solucionar el problema de tanta enfermedad y muerte. 

“Gestión gubernamental y ciencia cubana en el enfrentamiento a la COVID-19”, como se titula, es sobre todas las cosas, un panfleto, un ejercicio de loa a la extemporánea política científica diseñada por un Fidel Castro, que por lo bien atendida que tenía la salud parecía inmortal. No por gusto los humoristas Los Pichy Boys, Roberto San Martín y Javier Berridy, le dedicaron una canción en la que se preguntaban cuándo el hombre se moriría. Demasiado tiempo ha pasado desde aquellas lecciones dadas por el hoy extinto dictador. 

De lo que no carece el “estudio” es de una arremetida, sin sentido, contra el neoliberalismo. Un tema que no compete a quienes viven en el polo opuesto y no menos cuestionable de esa construcción teórica, que es el hiper estatalismo puro y duro que rige en Cuba. Naturalmente de las funestas consecuencias del modelo imperante en la isla, para la salud humana, no se dice una sola palabra. 

Fue de este modo, que los dos expertos en el tema de los vínculos entre la acromegalia estatal y la lucha contra las enfermedades perdieron la gran oportunidad de darle una advertencia a la humanidad. De paso, dudo que puedan poder candidatear con esta investigación tan cargada de retórica política, al Premio en Memoria del Dr. LEE Jong-wook, que desde el 2008, la Organización Mundial de la Salud, otorga a una o más personas por su aportación en el campo de la salud pública.

Por su desconexión con la realidad que supuestamente aborda, el artículo se convierte en un buen ejemplo de la negación absoluta, dentro de la mentalidad del actual liderazgo cubano, no importa los títulos académicos que luzca, de los principios de aquella revolución científico-técnica que nos vendieron los manuales de comunismo importados de la Unión Soviética. Se supone que tal revolución le haría al cubano, su vida más grata y saludable, lo que no es el caso. Sobre aquella base se les ofrecía un estado de bien estar, más elevado, cuanto más avanzados estuvieran en el proceso de transición socialista. Así, mientras unos se marchaban y otros resistían, miles de isleños de entregaron de buena fe y sacrificándolo todo a la construcción del puente a la utopía. Era algo que les parecía posible más cuando contaban con la ayuda de esplendidos Bogatyr que llegaron de Rusia. Lamentablemente, un día y sin mucho aviso aquellos guerreros, cambiaron la religión marxista leninista por la de Mammon, disfrazado de cristianismo ortodoxo, recogieron sus bártulos y ensillaron sus caballos se volvieron a su tierra. Hoy, sobre el puente dejado a medias, no son los tres héroes rusos quienes cabalgan exponiéndose a ser encerrados, como sus compatriotas turistas, declarados coronovirosos . Los que por allí vienes son cuatro jinetes; los del apocalipsis, Quién nos lo iba a decir.

Sin embargo, de alguna utilidad resulta el documento escrito por Díaz-Canel y Núñez Jover. Con sus divagaciones ideológicas, ponen en evidencia el nivel de alienación que viven el gobierno y la ciencia oficial cubana con respecto a la realidad social que les circunda. El filósofo que rige nuestra República está lejos de aquel que concebía Platón para la suya (si bien tan opresiva como la primera), pues se demuestra incapaz, lo mismo para torear la protesta social, que para eliminar una de sus presuntas causas; la cantidad de hospitalizados y muertos bajo la pandemia. Y no lo hace, no solo porque no puede, sino porque ni siquiera es capaz de explicar, si tan buenas son las condiciones sanitarias cubanas, expuestas en blanco y negro por él y su compañero, por qué, con tanto bozal y pinchazo, resultan tan alarmantes las cifras sobre contagiados y muertos que su propio gobierno sigue difundiendo. 

No hablemos ya de que en el “estudio” no aparece una sola de las denuncias hechas en redes por corajudos médicos cubanos sobre el deplorable estado de nuestros hospitales. Evidentemente eso no le resultó pertinente a este par de burócratas disfrazados de hombres de ciencias. 

Bien podían haber aprovechado la ocasión, Diaz Canel y su asociado, para confirmar o negar la noticia dada por medios alternativos sobre enterramientos de los enfermos fallecidos en fosas comunes. En su lugar le dejan la atarea a Humberto López,  agitadorzuelo de poca monta, del noticiero televisivo. De ser cierta la existencia de tales sepulcros colectivos, ellos solo se explicarían por el desprecio que tienen las autoridades hacia esos muertos, más que por el desborde de los cementerios. De cualquier modo, el video que circula con la macabra escena parece más bien un intento de repetir en Cuba, un recurso narrativo utilizado en otros países de la región. Sería una manera más de incrementar ese ucase universal de sembrar el pánico de la población frente a la gripe china.

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El estado mendicante

Para el 31 de diciembre de 2017, el estado cubano ya acumulaba una deuda exterior ascendente a los 30,06 miles de millones de dólares, algo inexplicable ante el ahorro colectivo de una población obligada a vivir de modo espartano por mas de seis décadas. De cualquier modo, los protectores globales del régimen cubano impiden que el mundo conozca la responsabilidad que tiene éste en la miseria de su isla. Siempre les queda el embargo norteamericano, que en realidad solo las arrecia, como exclusivo culpable.

Con la pandemia y la ilusión creada de que el gobierno ha hecho todo lo que está en sus manos para enfrentarla, gracias a informes como el publicado por Díaz Canel y del Presidente de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Sociedad, de la Universidad de La Habana, al régimen, ante la calamidad general, solo le queda lavarse las manos. Luego podrá estirar las para implorar la limosna internacional, usando la imagen de un pueblo que salió a la calle desesperado. El régimen lo hace con el mismo descaro con que muchos pordioseros fuertes y listos para el trabajo, muestran la foto de un niño enfermo cuando piden dinero.

La respuesta internacional al montaje teatral no se ha hecho esperar. La ayuda ha venido, lo mismo de institucione neutrales como la UNICEF, que, de regímenes amigos, ricos y no tanto como: Nicaragua, México, Rusia, China, Vietnam, Venezuela y Bolivia. Estos han enviado a la isla, con toda urgencia, alimentos, insumos médicos y material sanitario. 

Quizás lo más contradictorio de lo anterior, es que Cuba, tuviera que aceptar un cargamento de ayuda humanitaria de un país tan pobre como Nicaragua, cuya dictadura, de inspiración cubana, tiene que enfrentar día a día, la protesta popular.  Aún así, el viernes seis de agosto del 2021, arribaba al puerto cubano del Mariel, el barco mercante nicaragüense “Augusto César Sandino” con 30 contenedores de alimentos. 

Desde otras naciones también se ha enviado ayuda a Cuba. Por ejemplo, desde Jamaica e incluso desde Estados Unidos, donde organizaciones afines al gobierno cubano han podido también mandar, sin bloqueo alguno, alimentos, equipos y productos médicos a la isla caribeña.  Es más, según una nota publicada en Granma el 8 de agosto, la embajada cubana en ese país anunció su disponibilidad para recibir donaciones. Lo curioso es que en el mismo artículo se informa lo siguiente:

Al cierre de junio de 2021, se han recibido 543 ofrecimientos de donaciones de más de 51 países, contabilizadas desde el inicio de la pandemia en la nación. Se cuentan entre ellas las de diferentes gobiernos como: China, Vietnam, Venezuela, Rusia, Canadá, Suiza, Angola, Sudáfrica, India, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Belice, Bélgica, Italia, Malta, España, Nicaragua, Perú; así como de empresas extranjeras y asociaciones de solidaridad y cubanos residentes en el exterior.

Ahora se comprende el rol que puede jugar la divulgación de cifras alarmantes sobre muertes causada por el coronavirus, por parte de un país que arrienda masivamente sus médicos en el exterior. 

No importa el descrédito que esto signifique para lo que Fidel Castro calificaba de “potencia médica”, ni las posibilidades de desinformación al mundo que tiene un régimen que maneja a su gusto la construcción y difusión de estadísticas nacionales. 

El caso es que estas ayudas ya estaban llegando al país caribeño antes del pasado 11 de julio, cuando estallaron las protestas. Tal vez con una distribución efectiva y rápida de estos recursos, el régimen podría haberse ahorrado la imagen de miles de cubanos protestando en su contra. Unas protestas que la nomenclatura cubana no supo calibrar. Ahora, toca a los propagandistas del PCC apagar el fuego. Extinguir una llamarada que alumbró para siempre los resultados prácticos de sesenta años de falso comunismo, distrayendo la atención de la crisis económica, profundizada, más que por el COVID-19 en sí, por los cierres utilizados como dudoso modo de combatir la enfermedad, así como de las dificultades impuestas, en un mano a mano entre el gobierno de USA y el de Cuba, a al envío de remesas a los cubanos de la isla. . 

Mientras, esa misma élite que pide, se apropia y luego distribuye a cuentagotas la ayuda humanitaria; que abre cuentas en bancos en el exterior; responsabiliza a la caridad pública internacional, con la tarea de poner un plato de comida en la mesa de cada cubano y la medicina correspondiente en la cama de sus enfermos. En lugar de esto, lo que debería garantizarse al ciudadano es que este se pueda ganar el pan, y pueda curarse, con el sudor de su frente.  Mas no es esa la filosofía de quienes se comportan más como dueños de una plantación de esclavos que como arquitectos de una sociedad justa e igualitaria.

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Es verdad, que el régimen no va muy en contra de la corriente en la que se mueve el mundo, en particular su vecino norteño, Estados Unidos. Ya en tiempos de Trump, después de los diferentes estados de la unión inducir al cierre de negocios y empresas en toda la nación, el estado federal norteamericano comenzó a regalar dinero y comida a la gente, estuvieran trabajando o no. Con la llegada de Biden la situación es todavía peor. 

Esa es la mejor manera de crear parásitos, como nos enseñaron las gratuidades, usadas por Fidel Castro, como señuelos para el pueblo, a principios de su Revolución. Ahora, aquel estado que un día fue tan “regalador”,  no es capaz ni de vender en sus farmacias los medicamentos más elementales, ni de garantizar los recursos fundamentales que necesitan sus hospitales. Ello no se debe, a los efectos del embargo norteamericano, que no incluye en sus sanciones las medicinas, sino a los impagos de Cuba, hechos antes de la pandemia, a países amigos de Europa y Asia. Es lo que impide a la industria farmacéutica cubana que se le concedan créditos para comprar, directamente las medicinas, o los insumos necesarios para producir los medicamentos que el pueblo necesita.

Un mal del tipo descrito en Cuba no puede durar eternamente, tarde o temprano desaparecerá. Al sistema en la isla, le ocurrirá lo que le pasó a su madre en URSS. Lo importante sería intervenir a tiempo para impedir que, después del estallido, la historia se repita exactamente igual. Para que no pase como en Rusia, donde buena parte de los jerarcas del aparato burocrático militar de ayer, devinieron en los nuevos rusos (ricos) de hoy. 

Ni siquiera nos convendría lo que ocurrió en China continental. Allí, si bien sus dirigentes, en alianza inicial con Occidente, lograron una restructuración radical del funcionamiento de la economía, que ni los padres fundadores de la “República Popular” puedan reconocer, también crearon un nuevo monstruo, una capitalista, tan comprometida con las directrices el Partido Comunista, que es aceptada y milita sin la menor dificultad dentro de él: el maoísta burgués, ver para creer. 

Por el modo en que el Diazcanelato, trata al incipiente empresariado privado cubano, más bien parece temerle que estar preparado para usarlo como un motor de reactivación económica. 

De nada vale que los medios oficiales anuncien, con bombo y platillo, en medio de la parálisis económica, que el llamado parlamento cubano aprobó el seis de agosto el decreto-ley sobre las micro, pequeñas y medianas empresas. Una medida tardía que emprendedores y economistas cubanos reclamaban hace tiempo. Tampoco importa mucho, en los momentos en los que prácticamente a las empresas privadas les resulta imposible crecer, que se lance a los cuatro vientos la información de que, a partir de ahora, las empresas de propiedad estatal, privada o mixta, se clasificarán según el indicador del número de personas ocupadas, incluidos los socios, en: micro empresa, las que emplean de 1 a 10 personas–, pequeña empresa, la que da trabajo de 11 a 35 personas– y mediana empresa, aquellas con 36 a 100 personas. 

Todavía más inconsecuentes, resultan los llamados hechos desde el oficialismo a los cubanos radicados en otras latitudes, para que envíen remesas, no solo para comprar bienes y servicio a sus familias, sino para que también estas inviertan en negocios propios. La trampa está es que ese dinero, si es en dólares, va directamente a la mano del estado, quien entrega al destinatario su valor en forma de una tarjeta electrónica para usar ciertas tiendas mal abastecidas o de precios estratosféricos, o en forma de ese pseudo dinero que es el peso cubano, una moneda sin el menor valor fuera de la isla y que dentro de ella no sirve ni siquiera para recuperar, legalmente, los dólares de esas remesas por la que fue entregada. 

Se trata de distraer, con trampas legales y con nominaciones administrativas a los potenciales estimuladores de una economía, mientras de hecho se les ata de pies y manos, bajo la misma dictadura sanitaria, con la que se está llevando a la ruina el pequeño empresariado, lo mismo en América Latina, que, en la anglosajona, que en Europa. En Cuba, el agravante es que los pequeños empresarios, obligados a cerrar sus negocios, no ha recibido, ni si quiera, las compensaciones financieras que a veces reciben sus iguales en otras partes del mundo.

Continúa…

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