El mito de la superpoblación, esa creencia infundada de que, el número de personas en la tierra superará la innovación y las tasas de producción, lleva décadas prediciendo miseria, hambruna, escasez de agua, pestilencia, y otras catástrofes debidas a la disminución de recursos. Aún cuando llevan años equivocándose, la siempre “desinteresada élite” compuesta por varios organismos internacionales, políticos y millonarios influyentes, predicen que todo esto provocará un colapso económico y social. Ante ello, afirman que es urgente tomar medidas drásticas para frenar el crecimiento de la población.

Sin embargo, incluso las Naciones Unidas, ferviente defensor del control poblacional, ha tenido que admitir que la infraestructura actual del mundo es capaz de sustentar a una población mundial de más de 9 mil millones de personas. Eso, de acuerdo a predicciones sumamente cautelosas. Además, las actuales tasas de fertilidad indican que se avecina, no una terrible sobrepoblación sino lo contrario, una enorme crisis de subpoblación, particularmente entre las naciones occidentales.

La División de Población de las Naciones Unidas, ha admitido que alrededor de la mitad de los países del mundo tiene ya una tasa de natalidad que está por debajo del nivel de reemplazo, es decir, de los nacimientos necesarios para garantizar a largo plazo la supervivencia de la población. La tasa de nacimientos lleva décadas en franco declive debido a que, las mujeres jóvenes posponen la maternidad, por cada vez más años y tienen cada vez menos hijos. Encima, esta tendencia en los últimos años, ha afectado también a las mujeres maduras, muchas de las cuales ya no sólo postergan la maternidad, sino que eliminan por completo, tal posibilidad.

Los últimos 50 años se ha visto un continuo declive de nacimientos en Europa. Esto ha traído como consecuencia, que varias aldeas se hayan convertido, literalmente, en pueblos fantasma. En Estados Unidos, la tasa de natalidad ha caído al punto más bajo. China, se ha alejado recientemente, de su infame política de un solo hijo debido a que el gigante asiático también enfrenta el desafío de las tasas de fecundidad muy por debajo del necesario reemplazo. Aún en Hispanoamérica, la mayoría de los países enfrentan tasas de natalidad ligeramente inferiores a las de reemplazo. En otros países el panorama no es más halagüeño.

De acuerdo con la proyección del organismo de Población de las Naciones Unidas, para el 2050, no sólo la mayoría de los países desarrollados, sino que también tres, de cada cuatro países de los menos desarrollados, experimentarán una fertilidad por debajo de la tasa de reemplazo. 

Como vemos, estamos muy lejos de la tan cacareada sobrepoblación. Y sin embargo, son cada vez más los gobiernos que, “siempre previsores”; y apoyados por los grupos de elite “de siempre”, no se contentan con eliminar a su población más joven, a través del aborto. Ahora, también la  eutanasia es legal en varios países, los cuales amplían constantemente las circunstancias y la edad requerida para acceder a la mal llamada “muerte digna”.  Y puestos ha prevenir, el aborto y la eutanasia no resultan suficientes, por lo que la ideología antinatalista extiende sus alas mortales a través de la eugenesia. 

Esta surge con Sir Francis Galton, quien en 1865, después de leer a su celebre primo, Charles Darwin afirmó que los mecanismos de la selección natural estaban siendo revertidos, por la caridad cristiana. Al igual que Malthus, consideró que al proteger a los débiles y desfavorecidos, la sociedad actuaba en contra de la selección natural. Así, sostuvo que, sólo cambiando algunas políticas sociales y sobre todo, ciertas prácticas cristianas se podría “salvar” a la sociedad de una “reversión hacia la mediocridad”. Su solución, la eugenesia, es decir, el fomentar los “buenos nacimientos” a través de intervenciones, manipulaciones y métodos selectivos a fin de incrementar el número de personas más fuertes, sanas, inteligentes y bellas, limitando, a la vez, el número de los considerados menos aptos. De esta manera, la “cría controlada y selectiva” de la raza humana, promovería el ascenso evolutivo del hombre y la optimización de los recursos materiales.

Gracias a la celebridad y contactos de Galton, así como al interesado apoyo de personas con poder e influencia, la eugenesia, sin ninguna evidencia, se llegó a considerar una disciplina académica en muchos institutos y universidades de la época. Su veracidad científica sólo se cuestiono seriamente después de la segunda guerra mundial, debido al escándalo que suscitaron las políticas raciales de la Alemania nazi, que llevaron a asociar la eugenesia con la llamada higiene racial. 

El nazismo dejó claro los crímenes a los que conduce una sociedad que valora al hombre en base a la inteligencia, la capacidad y la productividad. Sin embargo, varios gobiernos occidentales que se escandalizaron ante los crímenes raciales, en especial, Estados Unidos, mantuvieron paradójicamente sus programas eugenésicos a través de la esterilización forzada de su clase menos favorecida, hasta la década de 1970. 

Una gran promotora de la eugenesia fue nada menos que Margaret Sanger, quien tomando a pie juntillas las teorías maltusianas y darwinianas funda en 1934 la Liga Americana de Control Natal (que posteriormente se convertiría en Planned Parenthood). Sanger, defendió la anticoncepción y el aborto como medios de “eugenesia negativa” a fin de limitar la población de lo que ella denominó “razas inferiores”. 

Por esta razón Sanger, al más puro estilo maltusiano, se opuso a ayudar a los pobres. El humanitarismo y la filantropía, escribió: “perpetúan un número cada vez mayor de defectuosos, delincuentes y dependientes…” En cambio, promovió el aborto, la esterilización forzada así como la anticoncepción subvencionada por el gobierno.

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La célebre fundadora de la celebérrima institución, Plan Parenhood, fue una ferviente promotora de la eugenesia y una gran admiradora de Hitler, aunque después de la guerra tuvo la astucia de alejarse del movimiento eugenésico y dar a su lucha una fachada feminista, que siempre queda bien. Desafortunadamente, su fundación, no se aleja un ápice de la filosofía que le dio origen. Actualmente, la eugenesia negativa es promovida mundialmente, a través del pomposo nombre de, salud reproductiva. No es casual que la mayoría de los centros abortistas estén ubicados en barrios modestos.  Además, en los países desarrollados, es común que las madres de cierta edad, se realicen un examen invasivo para asegurarse de que el bebé no tendrá ninguna incapacidad. En cuyo caso, se les motiva “compasivamente” a abortar, lo que hace la gran mayoría. Como vemos, la mentalidad antinatalista que comienza con Malthus, no sólo no ha desaparecido sino que es promovida mundialmente, a través del pomposo nombre de salud reproductiva. 

El antinatalismo, como una astuta serpiente, ha ido cambiando de piel para esconder, tras llamativos colores y frases sentimentales, las más perversas intenciones. En todas sus formas se nos presenta la muerte o la limitación de la vida como una gran causa humanitaria, como la solución a todos los males. 

Como dice el proverbio: “Hay caminos que al hombre parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de muerte”. Es hora de enderezar el sendero y retomar el único camino que conduce al bien, a la verdad y a la vida.

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