Admito que no tenía ni idea de que un escritor como Iván Turguéniev, al que asocio de inmediato con la mejor literatura realista rusa, había incursionado en el género del relato fantástico en numerosas ocasiones. Sin embargo, no es nada extraño este hecho si consideramos que la mayoría de los grandes de la literatura del realismo y naturalismo decimonónico escribieron, con mayor o menor fortuna e intensidad, narraciones de corte fantástico; de Charles Dickens a Guy de Maupassant, de Pedro Antonio de Alarcón a Emilia Pardo Bazán, pocos autores fueron capaces de resistirse a un género que en el siglo XIX alcanzó la mayoría de edad y dio numerosas obras maestras. A pesar de que es de 2010, esta edición de Adriana Hidalgo Editora de relatos de Turguéniev me había pasado inadvertida, por lo que la he leído como si de una novedad editorial se tratara.
Iván Serguéyevich Turguéniev siempre será recordado por ser un artista de espíritu pacífico y conciliador en el que latía la confrontación simultánea de los ideales aristocráticos y nihilistas en un permanente conflicto que es trasladado con gran lirismo a la mayoría de sus grandes obras. En estas nueve narraciones seleccionadas y traducidas del idioma ruso por la bonaerense Luisa Borovsky —magnífica la versión, por cierto— encontramos algunos ejemplos del depurado arte literario de Turguéniev y suponen una buena aproximación a este exquisito y personal escritor. A excepción de El sueño, texto que aparece en varias antologías generales de literatura fantástica, los relatos de Turguéniev incluidos en esta selección son, en términos generales, poco conocidos y leídos. «A lo largo de sus páginas —escribe la traductora— muchos tendrán la oportunidad de descubrir con asombro en Iván Turguéniev, uno de los grandes nombres del realismo ruso, a un escritor de relatos fantásticos. Sin duda, como en todos los géneros que ha abordado, también en este reconocerán su pluma magistral».
ESPECTROS. Una fantasía
Durante largo rato no logré dormirme. No dejaba de dar vueltas de un lado a otro. «Al diablo con esas sandeces sobre mesas giratorias. No hacen más que arruinar os nervios», pensé.
La somnolencia comenzó a apoderarse de mí. De pronto me pareció que en la habitación había sonado, débil y lastimera, una cuerda. Levanté la cabeza. La luna estaba baja en el cielo y me miraba directo a los ojos. Su luz blanca como la tiza se tendía en el piso. El extraño sonido se repitió con claridad.
Me apoyé en el coso. Un ligero temor me pellizcó el corazón. Pasó un minuto… otro… Lejos, en algún lugar gritó un gallo. Más lejos respondió otro.
Puse la cabeza en la almohada. «He aquí hasta donde se puede llegar. Hasta oír sonidos».
Poco después me dormí, o me pareció haber dormido. Tuve un sueño extraordinario.
[…]
Hay que señalar que un par de estos relatos (Toc, toc, toc. Un estudio; Tres encuentros), más que historias fantásticas son de intriga, donde un aparente hecho sobrenatural resulta ser un malentendido o una casualidad azarosa que es desvelada al final. Otros relatos apenas rozan genuinamente el género fantástico más allá de la presencia de algunas visiones fantasmales, que no obstante, son esenciales en la trama argumental. Estas apariciones fantasmales y espectrales no suponen la irrupción súbita de lo inexplicable y ominoso en la realidad física, sino que son el origen de profundas alteraciones psicológicas en quien las sufre, usualmente llevándolo a la muerte. Es cualquier caso, estos relatos largos o nouvelles de Turguéniev se alejan tanto de la tradicional Ghost story inglesa como de los horrores frenéticos del Romanticismo germánico y francés. Las ambientaciones en el mundo rural y la tipología de los personajes —generalmente jóvenes que transitan entre el campo y las grandes ciudades de San Petersburgo o Moscú—, como el lector observará, son típicamente rusas. Estas narraciones de Turguéniev fueron escritas entre 1852 y 1882.
Las mejores piezas, para mi gusto, son el ya citado El sueño, una obra maestra absoluta. El fantasma que irrumpe en sueños en la vida del protagonista provoca la vacilación de éste al creer verlo en su ciudad. Tras investigar el asunto llega a la conclusión que ese extraño personaje que vive en América es su padre, fruto de la violación de su madre durante una visita a la capital. El protagonista lo busca y lo halla muerto en un arrecife, pero cuando vuelve para identificarlo acompañado de su madre el cadáver ha desaparecido. El final, como todos los buenos cuentos fantásticos, queda la indeterminación entre la explicación sobrenatural o la imaginación del narrador. Clara Milich (Después de la muerte) es relato con un crescendo de su intriga muy conseguido. Lo que parece una extraña historia de un amor no correspondido desemboca súbitamente en un hecho inexplicable. Espectros (Una fantasía) es un relato totalmente onírico y cercano al cuento de hadas maravilloso en el que el protagonista —que siempre parece el mismo joven introspectivo del resto de los textos— es llevado volando a donde quiera por una bella mujer fantasmal. En El relato del padre Alexéi encontramos una posesión diabólica sufrida por Iákov, el hijo de Alexéi, un sencillo sacerdote rural, y que finalmente lo lleva a la muerte. Fausto (Relato en nueve cartas) es una narración escrita brillantemente en forma epistolar donde el espectro de la madre de Viera, joven casada con hijos que se reencuentra con su antiguo pretendiente Pável interviene llevándola a la tumba antes de que abandone a su marido y escape con el infeliz Pável. Finalmente, en el más bien irónico cuento El perro un fantasma perruno aparece todas las noches en el dormitorio del narrador provocando la zozobra y el miedo.
Pocos placeres literarios hay como la lectura de una historia fantástica bien planteada y resuelta. En este volumen de Relatos fantásticos de Turguéniev disfrutarán con algunas de ellas.
Puntuación: 4 (de 5)
Adriana Hidalgo Editora (2010)
Colección: Narrativas | Selección y traducción: Luisa Borovsky
398 págs.
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Iván Turguéniev es uno de los grandes nombres del realismo ruso, pero aquí el lector se sorprenderá con un Turguéniev casi desconocido. Estas historias, prácticamente desconocidas para el lector hispanoparlante, lo revelan también como uno de los grandes escritores de relatos fantásticos. En los nueve relatos que integran esta selección, el genial autor ruso logra con destreza esa condición que Todorov considera inherente al género fantástico: los personajes no sólo se desconciertan, dudan, se preguntan si aquello que viven en realidad sucede, o bien es producto del sueño o la imaginación; también contagian esa duda a quien lee. (Sinopsis de la editorial)

Iván Turguéniev nació en 1818 en Oriol, Rusia, en el seno de una acaudalada familia. Estudió en las universidades de Moscú y San Petersburgo, y más tarde en Berlín. Ya desde sus inicios, su obra mereció el elogio del respetado crítico literario Visarión Bielinski. A pesar de su origen se solidarizó con el campesinado y promovió la emancipación de los siervos, temas que reflejó admirablemente en sus Relatos de un cazador. Sutil observador, en sus novelas Rudin, Nido de hidalgos, Suelo virgen y Padres e hijos retrató con agudeza la sociedad de su época y la psicología de sus personajes. A la vez ruso y cosmopolita, durante sus últimos años Turguéniev vivió alternativamente en Rusia, Alemania y Francia. Murió en Bougival, un pueblo cercano a París, el 4 de septiembre de 1883.

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