Es la experiencia de todo Hombre creyente: el Espíritu Santo rompe nuestros esquemas.
La decisión de su Santidad nos rompe los esquemas, nos pilla por sorpresa, a todos. Y todos como dice la CEE nos sentimos un poco huérfanos, no porque nos quedemos sin pontífice, sin líder espiritual, sino porque Dios escribe bien recto con los renglones torcidos, y es lo inesperado, lo que desconocemos, lo que nos sitúa en situación de orfandad, de inseguridad. Pero una cosa es segura: Habimus Papam, tendremos Papa.
La decisión de Benedicto XVI implica un ejercicio de Libertad razonada e inteligente, como todo lo que proviene de este gran intelectual y teólogo verdaderamente humilde. Pero su decisión implica igualmente un ejercicio de autoridad, y éste es el ejercicio más inquietante.
¿Fue premeditadamente un Papa de transición?, ¿su elección respondió políticamente a lo conveniente para la Iglesia tras la muerte de su eclipsante predecesor ?. La elección de Joseph Ratzinger bien pudo ser el resultado de una partida que acaba en tablas con ligera victoria del sector más conservador, mejor diré, inmovilista, porque ser conservador y defensor de la mejor tradición católica, me parece honorable y se debe, pero amparar la corrupción, activa ó pasivamente, me parece ser instrumento del mal.
Pero Joseph Ratzinger salió rana, y quiso imponer su autoridad, tal como hacen las personas con poderosa conciencia. La erradicación de los delitos sexuales en la Iglesia es hoy casi ya absoluta, y sus causantes, abandonados a la justicia secular.
Hoy tengo muy claro que Benedicto XVI es un verdadero instrumento de Dios, y que aquella “consensuada” elección fue guiada providencialmente hacia una persona, Joseph Ratzinger, con una colosal conciencia capaz de albergar con pureza al Espíritu Santo. Así que el próximo Papa tendrá que albergar igual providencial conciencia que desarrolle su labor, porque la puerta que abre un Papa, no debe cerrarla su sucesor. Así se escribe la Historia de la Salvación.
Nuestro Papa ha elegido el sacrificio y el riesgo objetivo de poder llegar a ser llamado “cobarde” por renunciar. Pero yo, contemplo a un Hombre que responde ante su conciencia, un coloso de la libertad y de la responsabilidad. En ningún caso, la Historia de la Iglesia habrá de juzgarle como cómplice por omisión de la intolerable corrupción (gracias a Dios limitada) existente en la Iglesia. La purificación continua de la Iglesia sigue dando frutos y víctimas.
¿Por qué ha tomado esta histórica decisión? Una cosa es segura, sabemos que lo ha hecho con su poderosa conciencia, y muchas podrán ser sus certeras causas. El poder desgasta, su avanzada edad y aquel “insoportable” peso, menoscaba la salud de cualquiera. Pero, ¿asistimos a una decisión que sopesa sólo las dolencias físicas?, ¿y las morales?. Yo creo que éstas han sido decisivas igualmente para esta poderosa toma de decisión.
Si la corrupción te rodea e investido de la autoridad papal poco o nada te dejan hacer para erradicarla, antes de ser responsable por omisión, perfectamente, la renuncia, se convierte en una opción legítima y comprensible. Igual que legítima y comprensible puede ser una opción lógica que se base en la impotencia de frenar una guerra escandalosa, fraguada desde hace mucho tiempo, intestina, entre sectores de élite en la Iglesia católica.
La santidad no tiene que exigir necesariamente convertirse en un mártir de la demencia, y mucho menos de la ajena. Su humildad, Santo Padre, es una lección que nos sonroja.
Está claro que en esta renuncia ha ejercido verdaderamente su autoridad, y en el resto seguramente lo ha intentado, esencialmente erradicando la corrupción dentro de la Iglesia, y en esta noble labor, quizás la situación humanamente se le ha ido de las manos.
Y así ha ocurrido, meditándolo y quizás provocándolo, ha abierto una puerta que el próximo Papa difícilmente podrá ya cerrar. El futuro de la Iglesia pasa por la purificación de sus miembros, que administrando los bienes espirituales y materiales de la Iglesia deben erigirse como ejemplos morales y líderes así, de sus comunidades, y quizás más allá, de la sociedad carente de líderes moralmente ejemplares.
Que no nos confundan a los católicos. El debate no está en elegir a un Papa conservador ó progresista. Ésta no es la realidad. El reto que tiene la Iglesia es tener un Papa que continúe ó no con la tarea de su predecesor y aborde los nuevos retos que le expongan los tiempos.
La Iglesia universal se juega no la vuelta a posturas preconciliares ó a posturas neoconciliares, que son pretextos eclesiológicos falsos para ocultar las verdaderas intenciones de las posiciones enfrentadas en la Curia: las de aquellos que defienden su carrera profesional dentro de la Iglesia conseguida sin méritos evangélicos, y aquéllos que se han decidido por moverles del sitio, no sabemos si utilizando maneras lícitas ó ilícitas.
Querrán confundirnos, pero la verdadera Fe católica asentada en la Escritura, el Dogma y la Tradición no está en cuestión pues seguirá firme en Jesucristo, y los católicos de las distintas tendencias debemos comulgar en torno al próximo pontífice, que nos deberá liderar ante tiempos seculares que posiblemente nos serán hostiles.
La acción del Espíritu Santo sobre la Iglesia es imparable y en la guerra desatada en el Vaticano, se ha cobrado como víctima expiatoria, un Sumo Pontífice, que brillará en la Historia como un líder de enorme talla moral e intelectual, y un cristiano a la altura de Cristo.
Así que, tratarán de dividir a los católicos para que nos posicionemos a favor ó en contra de un bando. Pero que quede claro que, el amor a la Iglesia de Pedro, siempre presente, a la Tradición y a los Dogmas, y la observancia del Magisterio social, no están en peligro si el próximo Papa se encarga de continuar barriendo la suciedad de esta Santa Casa, la Iglesia.
Para ello el próximo Papa por carácter deberá imponer su autoridad sin apoyarse más que en el Espíritu Santo, para así guiar al Pueblo de Dios a un futuro próximo que nos puede ser hostil, porque por mucha vileza que haya dentro de nuestra Iglesia, por ende más intolerable, será controlada más pronto que tarde, que la que se resiste en nuestra sociedad secular, que podrá, precedentes hay, arremeter contra los cristianos, víctimas expiatorias de las élites corruptas.
Benedicto XVI es un gran Papa para todos los católicos, y el próximo también lo será. Sabemos certeramente que la Iglesia es impulsada por la resolutiva acción del Espíritu Santo, y surge en nosotros así, la calma y la esperanza. Todo irá bien, porque sabemos de Quien nos hemos fiado, su presencia es innegable.