Antecedentes históricos
Nuestra historia tiene su lejano comienzo cuando el muy voluble rey de España, Fernando VII, se dejó seducir por las ideas liberales que la revolución francesa había propagado por el mundo, mientras su hermano y legítimo heredero, Don Carlos María Isidro de Borbón Borbón Parma (1788-1855) acaudillaba el tradicionalismo español y católico.
Sabemos que aquella esperanza que el pueblo español había puesto en Don Carlos se vio abruptamente frustrada por Fernando VII, cuando quebró la legítima sucesión al Trono, mediante aquella desgraciada Pragmática que signara el 29 de marzo de 1830,escamoteándole arbitrariamente la corona a su augusto hermano, recordado como Carlos V, primero de la línea Carlista.
De tal manera, Fernando VII suscitó las tres sangrientas guerras (1833 a 1840, 1846 a 1849 y 1872 a 1876) emprendidas por los legitimistas en defensa de sus derechos dinásticos tan aviesamente usurpados y de las mejores tradiciones españolas y cristianas comprendidas en el trilema “Dios, Patria y Rey”.
La última de aquellas guerras, recordada como la Tercera Guerra Carlista, concluyó el 27 de febrero de 1876, tras cuatro años de épica contienda, alternada por triunfos y derrotas, esperanzas y frustraciones, con la victoria liberal sobre las fuerzas legitimistas.
Durante el mes de febrero el ejército Carlista se había diezmado (1) a tal punto que Don Carlos María de los Dolores de Borbón Austria-Este, Carlos VII (1848-1909), a la sazón el carismático pretendiente de la línea legitimista, consideró que era inútil prolongar la guerra y determinó poner fin a la contienda.
Consecuentemente, aquel día 27, Don Carlos pasó revista a sus tropas por última vez en el pueblo navarro de Valcarlos bajo una persistente lluvia, que hacía más patética la triste circunstancia. Al amanecer del día siguiente, Carlos VII, acompañado por el príncipe Alfonso de Borbón-Dos Sicilias, Conde de Caserta, cruzó la frontera con Francia a los acordes de la Marcha Real encabezando el camino al exilio seguido por el resto del ejército Carlista.
Concluida aquella infortunada guerra, miles de carlistas debieron buscar refugio en otras partes del mundo, llevando consigo el nostálgico amor a su patria y a su Rey, con la confianza en un futuro victorioso puesto en la Divina Providencia.
Buenos Aires fue el destino de muchos de aquellos desterrados que arribaron paulatinamente a estas tierras confiados en la hospitalidad de sus hermanos de raza.
Resulta difícil -casi imposible- estimar la cantidad de carlistas llegados a Buenos Aires a partir de 1867, sin embargo la actividad política que emprendieron al servicio de sus ideales legitimistas nos permiten inferir una presencia significativa, según veremos seguidamente.
Si bien la vida política de Carlos VII, a partir del exilio, entró en un cono de sombra, supo conservar hasta el fin de sus días con inalterable dignidad su condición de monarca desterrado. No obstante nunca renunció a sus derechos dinásticos , reclamando siempre y conspirando en momentos propicios para urdir un alzamiento a su favor.
Fue por aquella época que Don Carlos emprendió un largo periplo por la América española, visitando la isla de Jamaica, Panamá, remontando el Pacífico hasta Perú, Chile y, cruzando por el estrecho de Magallanes, para arribar a Montevideo el 5 de agosto de 1887, donde fue recibido por gran cantidad de emigrados carlistas que lo acompañaron a la Iglesia Matriz para cantar el Salve y luego instalarse en el Hotel Oriente. Don Carlos permaneció varios días en la capital de la República Oriental del Uruguay siendo objeto de numerosos agasajos y demostraciones de simpatía.
En la madrugada del 9 de agosto hacía su arribo al muelle de Santa Catalina de la ciudad de Buenos Aires el vapor Saturno, conduciendo a bordo a Don Carlos VII acompañado de un pequeño séquito, integrado por su Secretario y Consejero don Francisco Martín de Melgar y Rodríguez Carmona, conde de Melgar, con Grandeza de España, el Oficial de órdenes teniente coronel José María de Orbe y Gaytan de Ayala, vizconde de Orbe y el teniente coronel, médico militar, con Clemente de Coma y Forgas, conde de Coma Prat.
A poco de amarrar, fue recibido a bordo del vapor por el rector del Seminario Conciliar, Pbro. José Saderra, el padre Chapo, superior de la Compañía de Jesús, y los señores Pedro de Iniesta y Urbano Valdés Pajares, excombatientes que habían luchado bajo su bandera, por Dios por la Patria y el Rey. La comitiva se encontró ante un personaje de elevada estatura, recia cabeza que lucía soberbia barba y ojos de penetrante mirada. Su señorío y porte marcial, uniformado de capitán general, le conferían un especial aire de autoridad que, sumado a una buena dosis de energía y excepcional manejo del diálogo, en su conjunto, configuraban su atrayente personalidad.
Una vez en tierra, saludado por unos quinientos carlistas españoles emigrados, Don Carlos tomó un carruaje de alquiler que, acompañado por sus asistentes, lo condujo hasta el Grand Hotel, ubicado en la esquina de las actuales calles Rivadavia y Florida. Poco después se dirigió caminando hasta la cercana Iglesia Catedral, donde fue saludado por el arzobispo de Buenos Aires, mientras el templo se veía invadido por gran cantidad de simpatizantes que, al enterarse de su presencia, acudían a cumplimentarlo. El resto del día lo dedicó a recorrer la ciudad y por la noche concurrió a una velada en el Teatro Colón para presenciar la opera “La Gioconda” de Ponchielli.
El diario La Nación de aquel día, luego de anunciar la llegada del ilustre visitante, exteriorizaba su preocupación por la presencia de Don Carlos VII, advirtiendo que “los amigos y correligionarios del duque de Madrid le harán agasajos que tengan por convenientes, sin olvidar los deberes que les impone su residencia en un país extranjero, y los que por una u otra causa, dentro de la misma familia española, no abriguen simpatías por el hombre, recordarán que su libertad para manifestar sus sentimientos termina donde empieza la de los primeros”. De tal manera La Nación dejaba entrever la poca simpatía que le guardaba al ilustre visitante.
Pocos días después, invitado por don Leonardo Pereyra a su estancia “San Juan”, Carlos VII se trasladó a la misma en un tren especial, arribando el jueves 11, siempre acompañado por su séquito y un grupo de amigos, entre los que se encontraba el doctor Carlos Pellegrini, a la sazón, vicepresidente de la Nación. Al día siguiente, aprovechando la cercanía, visitó la flamante ciudad de La Plata, almorzando en la estancia del Gobernador de la provincia de Buenos Aires, don Máximo Paz, para luego regresar a la Capital Federal en horas de la noche.
Su permanencia en Buenos Aires estuvo alternada entre visitas a los distintos lugares de la ciudad y sus alrededores, carreras de caballos, y numerosos agasajos ofrecidos en su homenaje. Rescatamos de uno de aquellos discursos de bienvenida, las palabras del capellán de Santa Lucía, el padre Manuel Lamas, cuando en extensa alocución decía : “Se bienvenido, Serenísimo Señor, a este país generoso, que sabe dar hospitalidad no solo a los afortunados extranjeros que le traen algún provecho material o moral, sino también a los proscriptos y desterrados como Vuestra Real Majestad, a los emigrados por la desgracia y la injustísima persecución, por haber defendido la Causa tres veces santa…” Sin duda, además de las expresiones de afecto, las palabras del padre Lamas se referían a la presencia de los carlistas refugiados en Buenos Aires.
Según relata el conde de Melgar, con motivo de un deseo personal, Don Carlos manifestó especial interés en visitar la ciudad de Córdoba, razón por la cual, el jueves 18 de agosto hacía su arribo a dicha capital de la provincia homónima.
De regreso en Buenos Aires, el ilustre visitante permaneció hasta el miércoles 24 de agosto, día en que se embarcó en el vapor Senegal con destino a Europa. El mismo día de su partida un grupo de exilados carlistas le obsequió un álbum de fotografías con una dedicatoria, que define con notable claridad el ideario político y religioso que mantenían inalterables, transcurridos ya once años desde que finalizara la Tercera Guerra Carlista: “Siendo católicos por convicción y españoles por nacimiento somos carlistas por consecuencia. Para nosotros, en el orden religioso, no hay más autoridad que el mismo Dios, ejercida en el mundo por el magistrado infalible de su iglesia; ni en el orden político, reconocemos otra soberanía legítima que la de Usted tan dignamente representada”. (2)
Don Carlos VII partió de Buenos Aires el 24 de agosto de 1887 llevándose un imborrable recuerdo de estas tierras que habían integrado el imperio español en América y dejando tras si a sus leales partidarios con la esperanza renovada de que algún día regresarían a su Patria haciendo flamear victoriosa la bandera de su legítimo Rey.
Poco después, Carlos VII le escribía al marqués de Valdespina una carta, fechada el 8 de octubre de 1887, en la que le refería las impresiones recogidas en Hispanoamérica, expresándole que “en el Uruguay y la república Argentina la más inaudita prosperidad que registran nuestros tiempos, convierten el Paraná, el Plata y todas las grandes vías fluviales que surcan el país en verdaderos ríos de oro…” (3)
La prensa carlista en Buenos Aires
Expiraba el siglo XIX, cuando en 1892 llegaba a Buenos Aires don Francisco de Paula Oller (4) influyente refugiado legitimista reconocido por Don Carlos como su representante en esta ciudad, que rápidamente lideró a los carlistas porteños haciendo que mantuvieran encendido su fervor por la causa «Je su Rey. Fue por ello que, en 1898, por iniciativa de Francisco de Paula Oller, se fundara una revista mensual con el emblemático nombre de “El Legitimista Español(5) Publicación ilustrada de excelente impresión, cuyas páginas se nutrieron con la colaboración de los más destacados pensadores del tradicionalismo monárquico español, artículos referentes a la marcha del movimiento carlista en España y a la actividad política desarrollada en Buenos Aires por los refugiados.
Este mensuario, que llevaba como subtítulo “Periódico Carlista” en la nota de presentación de su primer número, decía entre otras cosas, que “Cien mil voluntarios en armas defendieron del 72 al 76 la bandera de la legitimidad; vendidos, que no vencidos, no por esto cejó el Partido carlista en sus trabajos de organización y de propaganda, y hoy, fuerte como siempre […] se siente capaz de derribar, si a ello fuese requerido, instituciones usurpadoras y gobiernos traidores…”.
Indudablemente el belicoso tono de la presentación pone al descubierto la euforia triunfalista de los carlistas residentes en Buenos Aires. La edición de este medio periodístico al servicio de su causa también nos revela el elevado número de españoles desterrados. Tan importante fue la actividad desarrollada por los carlistas en Buenos Aires que dispusieron de una sede en plena city porteña, en cuya puerta de entrada exhibía un vistoso cartel que decía “Comisión de Propaganda Carlista”. (6)
De más está decir que aquella actividad desarrollada por los carlistas en Buenos Aires suscitó una fuerte oposición de los disidentes españoles también radicados en ésta, cuyo órgano periodístico El Correo Español los combatió sin cuartel hasta su cierre ocurrido en 1905. En tal ocasión, El Legitimista Español publicó en sus páginas un irónico comentario titulado “El enterrador enterrado” en el que anunciaba festivamente que “Dejó de existir, después de treinticuatro años de vida por lo general mal aprovechada, El Correo Español, de ésta Capital. Entre todos le matamos, y él solo se murió. ¡Gracias a Dios!”
Muy concurridas fueron sus reuniones conmemorativas, especialmente las llevadas a cabo el día del onomástico del Rey, en las que hacían uso de la palabra los más distinguidos carlistas y simpatizantes de la causa, como lo fuera aquella celebrada el domingo 4 de noviembre de 1905 en la que, como invitado especial, pronunció un encendido discurso el eminente historiador argentino Rómulo D. Carbia (1885-1944), quien concluyó su brillante alocución manifestando que: “Si hay algo que mueve mi espíritu rebelde siempre como la marejada oceánica, hacia vuestra causa, españoles carlistas, es, no hay duda, la cruz de vuestro programa, la legitimidad de vuestra bandera y la consecuencia que profesáis a vuestros ideales. […] Y bien carlistas; aunque extranjero en esta festividad de vuestro dogma, permitidme que deposite también, al igual vuestro, la flor fragante de mis reverencias a los pies de vuestro Rey; y que incline mi cabeza, que quiere mirar siempre de frente al sol de la Verdad, ante las reivindicaciones de vuestro programa político…”
Aquella reunión fue comentada en la revista porteña “Caras y Caretas”,(7) destacando que “los numerosos carlistas residentes en Buenos Aires celebraron el domingo los días de su rey Don Carlos, con una interesante fiesta realizada en los salones de “El Legitimista Español”. En el local, adornado con banderas americanas y españolas, se sirvió un lunch a la concurrencia. El representante de Don Carlos en América y a la vez presidente de la Comisión de Propaganda Carlista, señor Francisco de P. Oller, pronunció elocuentes frases en honor del pretendiente a la corona de España. Hablaron además el señor Rómulo D.Carbia y el doctor C. Goyena.”
El Legitimista Español desarrolló su labor periodística durante catorce años, editándose su último número el 31 de enero de 1912, alcanzando 174 números.
Tres años después, en 1915, Francisco de Paula Oller, en su carácter de representante del príncipe D. Jaime de Borbón, por aquel entonces sucesor de Don Carlos VII, fundaba la revista “España”, órgano del partido Jaimista en Buenos Aires, publicación esta de vida efímera.
Los carlistas porteños, con algunas interrupciones, contaron con varias publicaciones nutridas en su amor por la causa legitimista, como lo fueron Boina Roja aparecida entre los años 1934 y 1936, el Boletín Tradicionalista, también fundada por Francisco de Paula Oller, editada por los años 1938 a 1940, seguida por El Requeté que, sin mención de sus editores, se difundió entre los años 1938 a 1943. A partir de la desaparición de esta publicación debieron pasar muchos años sin que el Carlismo contara con un medio de difusión, hasta que, desde el 10 de marzo de 1997, la Hermandad Tradicionalista Carlos VII (8), comenzara la edición de las “F*ublicaciones de la Sociedad de Estudios Tradicionalistas Don Juan Vázquez de Mella” y “Cuadernos de Divulgación”, difundiendo el ideal carlista y la doctrina de sus grandes pensadores. Esta publicación se editó hasta junio de 2001. Animada por el éxito alcanzado por esta publicación la Hermandad Carlos VII encaró la edición de una nueva revista de mejorada presentación, continuadora de la anterior, con el sugestivo nombre de “Custodia de la Tradición Hispánicacuyo primer número se publicó en junio de 2002, con un mayor formato, tapa ilustrada a todo color y de mayor tirada. Al mismo tiempo la Hermandad continúa editando los “Cuadernos de Divulgación” que, como suplementos extraordinarios de la revista Custodia, están destinados a la difusión de trabajos de mayor envergadura.
Así, en apretada síntesis, relatamos las circunstancias históricas y políticas que originaron la aparición de una prensa carlista en el Río de la Plata, registrando seguidamente las distintas publicaciones que, a partir de El Legitimista Español, fundado en 1898 por don Francisco de Paula Oller, vienen difundiendo en nuestro medio los ideales de la monarquía legitimista española y los fundamentos de la verdadera tradición hispánica y católica.
Notas
1) Por aquella época, una vez concluidas las hostilidades en la región del Este, Alfonso XII concentró unos 150.000 hombres en el Norte, mientras que las fuerzas carlistas apenas sumaban 35.000 efectivos en la región vasconavarra agotadas económicamente.
2) La dedicatoria estaba fechada en Buenos Aires el mismo 24 de agosto de 1887 y está registrada en el “Ramillete de Flores Republicanas ofrecido a Don Carlos en su reciente viaje a las Américas”, obra de Francisco de Paula Oller, páginas 326 y 327.
3) Alférez, Gabriel.: Historia del Carlismo. Editorial Actas. Colección Hernando de Larramendi. Madrid, 1995, p.180.
4) Diario La Nación. Número especial en el Centenario de la Proclamación de la Independencia. 1816 -9 de julio – 1916. “El periodismo español en la Argentina”, p.257 y 258.
5) Roldán González, Enrique. Prensa Tradicionalista Carlista. Existente en la Hemeroteca Municipal de Sevilla. Recopilada e investigada por… . Sevilla 1889.
Lozier Almazán, Bernardo. Presencia Carlista en Buenos Aires. Buenos Aires, 2002, Editorial Santiago Apóstol, 87 páginas.
6) El Legitimista Español tuvo su primera sede en la calle Tacuarí 83, hasta que en 1899 se trasladó a la calle San Martín 417, en 1901 a Reconquista 476 y por último desde 1902 en Belgrano 1658.
7) Revista “Caras y Caretas”, año VIII, 11 de diciembre de 1905, N° 371. La nota está ilustrada con dos fotografías, una de ellas es un retrato de “Don Carlos, pretendiente a la corona de España”; la otra muestra a “Don Francisco de P. Oller, representante en Sud América de Don Carlos, y concurrentes a la fiesta”, según sus respectivos epígrafes.
8) Fundada en Buenos Aires el 25 de julio de 1996, para estudiar y difundir el pensamiento Carlista y formar un movimiento de opinión acorde con su ideario socio político.
Autor: Bernardo Lozier Almazán (Buenos Aires. Argentina)
Artículo publicado en el nº 119 de El Babazorro, Boletín del Círculo Tradicionalista Cultural “San Prudencio” de Álava