Si quieres y piensas llevar a cabo una excursión inolvidable, la tienes en la palma de la mano.
Coges en primavera el coche, y tomas la carretera de El Barco de Ávila, y a los pocos kilómetros alcanzaremos el Puerto de Tornavacas (Balcón de Extremadura) en la “muga” de Ávila con Cáceres.. Desde lo alto del Puerto, te sorprenderá una perspectiva del Valle del Jerte espectacular. El Valle está cubierto de cerezos en flor, alfombra de color de rosa en floración que nos dejará atónitos. Es una visión preciosa, que por breve, atrae a multitud de visitantes que aprovechan los días de floración. La duración de tan pocos días en que la flor del cerezo se manifiesta, es admirable. Con esta visión inolvidable, abandonaremos la zona y tomaremos rumbo a la derecha para visitar la región de Las Hurdes, que en tiempos pasados – hasta entrado el siglo XX-, fue la vergüenza de España. La zona de Las Hurdes fue de una pobreza y miseria descaradas y “los Hurdanos” vivían una miseria escalofriante. Sin carreteras ni comunicaciones, sin lo elemental para vivir dignamente aquellas pobres gentes fueron víctimas de una pobreza atroz y miserable. Aquella bella región montañosa, parecía dejada de la mano de Dios, y se comunicaba con la provincia de Salamanca lindante. Por fortuna, todo aquello quedó en la lejanía. El Caudillo quiso y transformó aquellas localidades cuyas necesidades cambiaron radicalmente y Pinofranqueado, Caminomorisco, etc. fueron pueblos de nombres rotundos que cambiaron de fisonomía y se transformaron en pueblos bellos e higiénicos y sus gentes, pronto se incorporaron a la sociedad.
Parece un nuevo paisaje con una excelente carretera que comunica la zona de Plasencia con Ciudad Rodrigo. ¡La vergüenza de España… dejo de existir! Dejamos aquellos pintorescos pueblos y continuamos hacia el sur. Alcanzamos Plasencia, sede episcopal y de prosperidad indudable. Nos ofrece una preciosa catedral de un raro gótico que nos impresionará y merece la pena visitar. Plasencia posee una urbanización moderna, con paseos y jardines vistosos con un comercio muy importante. Desde aquí, iremos a Navalmoral de la Mata, buen pueblo al noroeste de la provincia de Cáceres. Aquí tomaremos la carretera de “Las Vil tuercas” atravesando el inmenso Pantano de Valdecañas entre las provincias de Toledo y Cáceres. Una muy buena carretera nos conducirá -entre valles profundos cubiertos con inmensos pinares- por la cumbre de una sierra donde hallaremos pueblos muy bien cuidados y bonitos como Bohornal de Ibor, Castañar de lbor, Navalvillar de Ibor entre pinares y barrancadas verdes por donde llegaremos al “corazón de Extremadura”: Guadalupe. Guadalupe, con su precioso y célebre Monasterio hace equilibrios para mantenerse en la ladera de la montaña. Por su significado, Guadalupe merece una visita. Su Monasterio es un compendio de la Historia de España y “madre de las Américas” con diversos recuerdos de los descubridores extremeños. Tras detenida visita y después de contemplar en la el Altar Mayor de la Iglesia del Monasterio a la Virgen de Guadalupe que “gira sobre sí” para ocultarse y volver a aparecer, nos despedimos de Guadalupe.
Seguimos camino hacia el sur y tardaremos, pero llegaremos a las llanuras de la región de La Serena por Navalvillar de Pela y aquí el signo de la excursión cambia radicalmente. Hemos alcanzado las tierras de La Serena, la zona donde se desarrollaron los combates en la Guerra Española de 1936, en la Batalla de Extremadura en la que, entre otras tropas, lucharon, murieron y vencieron los Requetés del Tercio de Navarra y del Tercio de Montserrat. A orillas de los Pantanos de Orellana, Zújar, La Serena y las márgenes del río Zújar, los voluntarios navarros y catalanes tras duro combatir en los Montes Torozos y la Sierra del Cabrón (con perdón) consolidando el frente que amenazaba Castuera, Campanario, Benquerencia y la Coronada, así como toda la hermosa región.
Aquella Extremadura pudo comprobar el temple de aquellos magníficos Tercios de Voluntarios, Boinas Rojas que cosecharon un montón de Medallas Militares Individuales entre los Requetés vivos y muertos.