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Opinión

La travesía en el desierto

2015-12-07 la nueva sociedad

Los editores de REINO DE VALENCIA son entidades culturales radicadas en tierras valencianas. Las personas que preparan cada número también lo son, a pesar de la apertura a otras regiones del abanico de sus colaboradores. Nuestro concepto de patria es plural, concéntrico. Con cada comunidad con la que tenemos lazos de pertenencia desarrollamos amores, deberes, reglas de juego de convivencia. La elección como cabecera de la expresión “REINO DE VALENCIA” delimita nuestra perspectiva diacrónica, transgeneracional, de significación histórica más que geográfica. Nos sentimos más tradición cultural que territorio de fronteras variables.

Una tradición que ya en marcha recibe un reconocimiento jurídico, pero cuya existencia no depende de la magia de una ley constituyente. Por eso los Estatutos y Constituciones que definen y describen lo que somos y lo que no somos las tomamos con el respeto que se merecen, pero sin la adoración pazguata de los positivistas. Esas leyes tan serias son papeles susceptibles de mojarse, romperse, malinterpretarse y desobedecerse. La triste experiencia de disfunciones y corrupciones lo demuestra.

Por si fuera poco la cabecera incluye cuatro pequeños lemas: Dios · Patria · Fueros · Rey, las ideas fuerzas del tradicionalismo político español. Son las piedras angulares de nuestra concepción del bien común al que nos proponemos servir.

No es de extrañar, pues, que esta declaración de intenciones entre en conflicto (de momento incruento) con la hoja de ruta del consorcio de partidos políticos que con la calculadora en la mano se han hecho con el mando de las instituciones de la Comunidad Valenciana.

Lo que nosotros llamamos Reino, ellos lo llaman País. Pero no nos referimos unos y otros al mismo objeto. O al menos desde el mismo punto de vista. Ellos miran más a la tierra, el terruño, la terreta. Nosotros, a las personas que van en racimos sociales, en familias, en barrios, en municipios, en grupos profesionales, en asociaciones de intereses. Ellos ven en las personas papeletas de votos que aseguran poder. Nosotros observamos sus necesidades, sus sentimientos, sus ilusiones. Ellos toman nota de cómo hablan y colorean el mapa según el tipo de habla, por cómo suena, no por lo que significa. Y montan teóricas cartas geográficas lingüísticas que los alumnos de las escuelas tendrán que memorizar y reproducir. Y basándose en porcentajes de elementos formales comunes de la lengua, se inventan dominios lingüísticos. Y esos dominios lingüísticos los convierten por las malas artes del nacionalismo en mapas políticos. Les es igual que no coincidan con las lindes oficiales. Mejor así. Y su delirio les hace meterse en casa ajena, con la excusa del parecido de las hablas de las que deducen parentescos y filiaciones. Y esos dibujos técnicos sobre el papel sirven para predecir los fenómenos meteorológicos y para diseñar en las neuronas de televidentes y estudiantes el perfil de unos países imaginarios que constituyen un proyecto potencial. Un proyecto que enseñan a amar odiando lo que está al otro lado de la raya divisoria.

Su País Valencià no es más que un componente de esos “països” que llevan el adjetivo común de la lengua. Por eso su labor va encaminada a debilitar y disolver la conciencia de pertenencia a las Españas, una de las cuales es el Reino de Valencia, y trenzar y fortalecer los vínculos con esa Cataluña convulsa que cifra en su independencia la tierra prometida que mana leche y miel, leche y miel que hasta ahora España le roba.

Para aflojar lazos de patria hay que romper tradiciones, violentar o interrumpir costumbres arraigadas. Como eso levanta ampollas, hay que recurrir a la coacción, al ordeno y mando y a la amenaza de la porra y la bomba lacrimógena. Para eso pagan a las fuerzas del orden, prestas a cumplir con su deber.

No han venido a administrar: han venido a transformar. Su ‘cambio’ abarca estructuras y almas. La religión que antes hacía el papel de argamasa social la han sustituido por una ficción de neutralidad de aparente vacío. Vienen, como los bárbaros del siglo V, con una herejía que quieren imponer como nueva ortodoxia: la ideología de género, de oscuras raíces mundialistas. Y con la excusa de la igualdad se cargan la misma naturaleza. Y las banderas de esa nueva confesionalidad han ondeado en los edificios oficiales invadidos con sumas de escaños y repartos de canonjías.

De esa zona de nuevas estructuras alternativas a la familia tradicional vienen las principales ovaciones y el ondear de palmas y banderolas irisadas.

Antes de saber si había dinero para mantener el sistema público de salud ya obligaban los nuevos amos a atender la reproducción asistida de cualquier mujer sin parejahombre. El mismo sistema público forzado a reconocer como derecho de las mujeres el matar a sus hijos en fase de gestación. Con la legislación marca Aído-PSOE, que Rajoy no se atrevió a tocar con su mayoría absoluta. Fetos destruidos, pero buenismo con los animales. Que no se diga que no se reconocen sus derechos, aunque eso implique triturar el mismo concepto de derecho unido al de persona. Será por aquella boutade de Aído de llamar al no nacido de las primeras fases ‘ser vivo, pero no humano’. Como los toros de lidia. O las anguilas de la Albufera.

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Esta gente cambia significantes para camuflar el cambio de significados. Lo pervierten y lo subvierten todo, pero les gusta blindar la ortografía y convertir el habla normal en ‘normalitzat’ que diferencie artificialmente la manera de expresarse de los adeptos y los desafectos al régimen. Las ‘normas’ son más sagradas que las leyes. Por supuesto, más que las sentencias del Tribunal Constitucional o la Audiencia nacional, condenadas a la insumisión. Cuanto más ácratas, más fariseos del modelo hierático barceloní.

Al que escriba fuera de la pauta, la ley del hambre. Fuera Lo Rat Penat y la Cardona y Vives, supuestos nidos de “fascistas peperos”. El que use localismos en lugar de los modelos de más allá del Ebro, corre el riesgo de ser tenido por secesionista por los soberanistas e independentistas. La falla que no trague con ‘amb’, ‘aquest’ o ‘nosaltres’, que se despida de ayudas y premios.

Porque “los secesionistas” ponen en peligro un Bien de Interés Cultural, “les Normes del 32 o de Castelló”. Hay que acabar con ellos: son un verdadero Mal Cultural para los nuevos definidores del dogma.

No tardarán en fijarse en los que contradigan el pensamiento único igualmente ‘normalitzat’ si los electores no despiertan de su modorra antes de que ‘València’ acabe rimando con ‘independència’ como proclaman las pancartas de los nois de las esteladas.

El increíble Ribó, último humilde candidato de repuesto de Podemos-Compromís, cambia procesiones de fecha, como la de san Vicente Mártir, patrono del Cap i Casal con más decisión que el Arzobispo Olaechea que, en pleno caudillaje, no pudo llegar a trasladar las fallas a finales de abril para que el San José fallero fuera el San José Obrero del 1º de mayo de los sindicatos verticales. Y para desfascistizar Valencia enrojece el callejero invocando la memoria histórica.

Lo malo es que estos chicos más que inventarse leyes nuevas no hacen sino encender las mechas de las bombas preparadas por el PP que compadreaba mayoría parlamentaria con Pujol, entregando a Valencia como moneda de cambio, como la cabeza del Bautista.

Al cerrar la edición antes del 20 D no sabemos lo que parirán las urnas; sólo tenemos el mal sabor de boca de una campaña electoral de empacho de mediocridades y demagogias. Ninguno de los favoritos de las encuestas es mínimamente potable. Ni en el terreno de los valores ni en el del bien común de Valencia y de España.

Preparémonos para la travesía del desierto. Y de momento sin Moisés.

[*] Adenda a 21.01.2015: Las urnas han parido un Parlamento fragmentado, reflejo de la España votante. Difícilmente saldrá de él un gobierno estable. Y probablemente estemos condenados a pagar la cuenta de los pueblos desmemoriados. Dios nos pille confesados. No hay que cambiar el título. Nos espera la travesía del desierto. Sin guía visible y sin más esperanza razonable que la derivada de la fe.

2016-01-17 consulte reino de valencia

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