Javier Pérez Roldán, presidente de la Asociación Europea de Abogados de Familia, ha escrito una carta a la presidencia del Centro Superior de Investigaciones Científicas y al director de la revista Arbor para que se mantengan firmes y no se achanten ante la campaña que pide retirar el último número de la publicación en el que un grupo de científicas cuestiona los postulados de la ideología de género. A continuación y por su interés reproducimos la misiva firmada por el letrado:
Estimados señores:
Y digo alarmado porque creí que ya era algo admitido por todos los estudiosos, científicos, investigadores y expertos que no hay ciencia ni disciplina humana que pueda avanzar si no es por medio del debate abierto y el contraste honesto y sin censura de ideas, tesis e hipótesis.
Aunque yo tengo una postura clara sobre las teorías de género y la ideología correspondiente, no quiero que mi postura personal enturbie este debate, y por eso no la explicitaré. Lo que sí que no veo honesto, desde el punto de vista científico, es que estos investigadores que quieren que se censure este último número de Arbor digan que no pueden permitir que con sus impuestos se pague la publicación de los artículos de investigación que componen el número 778.
¿Es tan difícil que estos investigadores empaticen con otros muchos investigadores y la mayor parte de la población española que pueden estar disconformes con la línea de investigación que ellos siguen y que publican en diversos medios financiados públicamente?
Por lo visto resulta que los que son contrarios a las tesis de género son más tolerantes que ellos, pues nunca se les ha ocurrido pedir el secuestro de ninguna publicación científica por no ser de su agrado el contenido pro-género que pudieran contener.
Por eso, les ruego encarecidamente que se mantengan firmes en la defensa de la LIBERTAD CIENTÍFICA y de la LIBERTAD DE EXPRESAR SU OPINIÓN de las autoras de los artículos que contiene el número 778 de su revista. Si ustedes cedieran a las presiones de este grupo de investigadores que piden la retirada del número se convertirían en coparticipes de un liberticidio sin precedentes.
Igual las autoras de los artículos de este número pueden estar equivocadas en algún aspecto, quién sabe; pero igual resulta que son como el niño aquel que era el único que se atrevió a decir que el rey estaba desnudo.
Para finalizar, y para que lo mediten, quiero recordarles un ejemplo histórico de las nefastas consecuencias de la censura y el prejuicio en el ámbito de la investigación. Y no es más que el caso del obstetra húngaro Ignacio Felipe Semmelweis (1818-1865). Este benemérito estudioso fue el primero en descubrir que si los médicos que atendían a las parturientas se lavaban las manos previamente con desinfectante, reducían en un 30% la mortandad de las madres. Pues bien, la “ortodoxia“ científica de la época consideró un escándalo el que alguien dijera que las manos de un médico podían ser las responsables de las muertes de centenares de mujeres.
Por eso le silenciaron, le dejaron sin trabajo y acabó muriendo en un psiquiátrico. Quince años después de su muerte otro “heterodoxo“ llamado Louis Pasteur, descubrió la existencia de los microbios y confirmó la tesis del “loco“ Semmelweis. Si le hubieran hecho caso antes se habría salvado la vida de millones de mujeres.
Por eso agradecería que se mantuvieran firmes frente a la presión de estos grupos de agitación anticientíficos y demostraran, manteniendo la publicación, que España es aún un país digno porque sus instituciones saben que la libertad académica, científica y de expresión es esencial para el progreso de las ciencias y el conocimiento. La ciencia avanza cuando el dialogo es abierto, y retroceden a la superstición cuando calla y oculta al disidente, al irritante, al heterodoxo y al que discute los dogmas tenidos por ciertos.