El Padre Manuel Guerra, experto en sectas, recuerda en un instructivo artículo publicado en su blog de la página de INFOVATICANA del día 13 de junio de 2016, acerca de la concurrencia de tres centenarios que se producirán durante el próximo año 2017: El primer centenario de las apariciones de la Virgen María en Fátima (mayo-octubre, 1917), también el primero de la revolución marxista-comunista en Rusia (octubre, 1917) y el tercero creación de la Masonería ya que, según la opinión generalizada, la partida de nacimiento de la masonería especulativa o moderna, fue expedida el 24 de junio de 1717.
Cada uno de estos acontecimientos tiene entidad suficiente para, en evitación de que resulte un trabajo excesivamente largo, dividirlo en tres partes, una por cada centenario: I- Fátima, II- Revolución Comunista, III- Masonería, teniendo en cuenta, que, si bien son aparentemente diferentes, hay que entender que los tres están interrelacionados en su objetivo. Comunismo y Masonería se unen en el peligro de arrastrar al mundo −a través de una reingeniería social y mediante la deconstrucción marxista de la cultura−,a la destrucción de la familia, la sociedad y la Iglesia, sirviéndose del poder coercitivo de los gobiernos para imponer una ética subversiva contraria al interés de los ciudadanos. Todo ello patrocinado por el poder político de los organismos internacionales y por los intereses financieros de la élite antinatalista y ambientalista global que propugnan los del NOM, detrás del cual está la fuerza oscura que celebrará su tercer centenario.
¿Y en qué coinciden con Fátima? Son el medio para redescubrir los designios que la eternidad de Dios desea para la temporalidad del hombre. Las apariciones de Fátima, dichas a través de profecías, son una verdadera y profunda lección de Teología, donde el encuentro de Dios con el hombre sigue siendo una necesidad de manifestación de su Amor y de su Misericordia, creando condiciones para que el hombre se acoja a la salvación ya operada en y por Cristo.
Siempre ha sido así. Dios nos ha mandado desde antiguo mensajes recordándonos a través de las profecías de sus santos, la obligación de los hombres del bien obrar en evitación de que aquéllas se cumplieran. San Metodio, alrededor del 358 dijo: “Llegará un tiempo en que los enemigos de Cristo se habrán de vanagloriar: ‘Hemos subyugado la Tierra y todos sus habitantes, y los cristianos no podrán huir de nuestras manos.’”. Años después, (469-543), San Cesáreo de Arles, decía: “habrá una gran mortandad, (…) los altares y los templos serán destruidos, (…) los pastores de la Iglesia abandonarán sus púlpitos, y la propia Iglesia será despojada de todos sus bienes temporales.” Y el cumplimiento de esa obligación del hombre de acercamiento a Dios y de la búsqueda de perfección que conlleva, se ve realizada en el surgimiento y auge del monacato. En él se cumplió la retirada completa del mundo, e incluso se distanció al final de la iglesia episcopal, que se había “agiornado” con el estado cristiano. La tendencia hacia la secularización se ve frenada por este gran viraje hacia el ascetismo y mediante sus vigilias y oraciones, su pobreza absoluta y su renuncia al matrimonio, había dado la norma y exigido la pobreza para los discípulos perfectos.
Vuelve a caer el hombre. Surgen entonces personas santas como Francisco de Asís, Juan de la Cruz o Teresa de Jesús y tantos otros, con el mismo objetivo de regenerar la vida cristiana, pero de nuevo, alrededor de 1833,un obispo, monseñor Georges Michael Wittman, clamaba:“¡Ay de mí! Están llegando días tristes para la Santa Iglesia de Jesucristo. La Pasión de Jesús será renovada de la manera más dolorosa en la Iglesia y Su Jefe Supremo−el Papa−. En todas las partes del Mundo habrá guerras y revoluciones, y correrá mucha sangre. Por todas partes serán inmensas las angustias, los desastres y la pobreza, porque las enfermedades contagiosas, la carestía y otras desgracias vendrán unas tras de otras”. Coincidía con las visiones proféticas que tuvo la beata Anna Catalina Emmerick (1774-1824): “Manos violentas serán colocadas sobre el Jefe Supremo de la Iglesia Católica; obispos y padres serán perseguidos, y se producirá un cisma, y el desorden reinará entre todas las clases. Tiempos vendrán tan extraordinariamente aciagos que parecerá que los enemigos de Cristo y de Su Santa Iglesia, fundada por Él con Su Sangre, están en la inminencia de triunfar sobre Ella. (…) Sociedades secretas acarrearán una gran destrucción”. Desde la perspectiva que dan los años transcurridos, nos recuerdan los horrores causados por las dos guerras mundiales, los totalitarismos nazi y comunista y las sectas que no puede ser otra que las diversas ramas de la Masonería, cuyo tronco, el núcleo, la base, es la falsa iglesia del diablo, donde él tiene a sus almas “engañadas” espiritualmente, para que le hagan el trabajo maligno. Ejercen un extraordinario poder económico que ciega a muchos hasta el extremo de infectarlos con los errores más nefandos.
La misma beata Ana vio claramente el ataque que la masonería llevaba a cabo en esos sus cien años de existencia contra la Iglesia Católica: “Tuve de nuevo la visión de la secta secreta socavando por todas partes la iglesia de San Pedro. Vi una enorme cantidad de hombres que trabajaban en invertirla. Estas personas, haciendo su trabajo de destrucción, parecían seguir ciertas prescripciones y una cierta regla: llevaban delantales blancos rodeados de una cinta azul y proveídos[1] de bolsillos, con paletas de albañil en la cintura. Vi con horror que había también entre ellos sacerdotes católicos.” Se extendieron por todos los países. En un Portugal dominado por los masones fueron suprimidas las órdenes religiosas y confiscaron las propiedades de la Iglesia como celebración de ese segundo centenario de la secta. Se apareció de nuevo la Virgen para repetir las advertencias que venía haciéndonos. La penúltima fue la aparición en La Salette (1846)y posteriormente, en tres apariciones del 13 de mayo al 13 de octubre de 1917 a los tres pastorcitos de Fátima revelándoles lo que se conoce como el Secreto de Fátima.
La Hermana Lucía, la mayor de los tres pastorcitos y la única que vivía en 1941, reveló, con la aprobación de su obispo, las dos primeras partes: “El Secreto está compuesto por tres temas distintos”, escribe la Hermana Lucía, “Y les voy a dar a conocer dos de ellos”. El primero es la visión del infierno y la designación del Corazón Inmaculado de María como el remedio supremo ofrecido por Dios a la humanidad para la salvación de las almas. “Para poder salvarlas, Dios desea establecer en el mundo la devoción a Mi Inmaculado Corazón”(dice la Virgen).El segundo, es la gran profecía concerniente a la paz milagrosa que Dios desea otorgarle al mundo a través de la consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María, y la práctica de las Comuniones de Reparación del primer sábado del mes”. La Virgen le reitera la petición a la hermana Lucía en 1929, 1935, 1936. En esta ocasión dice que la conversión de Rusia solo ocurriría cuando fuera pública y solemnemente consagrada al Inmaculado Corazón de María por el Papa, junto con todos los obispos del mundo. Nuestra Señora vino a decirle a la Hermana Lucía que a menos que “esa pobrecita nación” fuera consagrada como había sido pedido, Rusia se volvería el instrumento del castigo mundial[2] y que debían hacerlo antes de 1960.
Basados en algunas de estas consideraciones, muchos han concluido que Nuestra Señora en su aparición en Fátima, es la mujer vestida de sol que se describe en el capítulo 12, 1-3 del Apocalipsis: “Y una gran señal apareció en el cielo; una mujer revestida del sol, con la luna debajo de sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas. Y viose otra señal en el cielo y he aquí un gran dragón de color de fuego, con siete cabezas y diez cuernos”.
Los videntes de Fátima también relataron que Nuestra Señora estaba hecha de toda luz: ella brillaba más que el sol, hecho reconocido hasta por el periódico masónico, O Seculo, que lo confirmó sensacionalmente sin saber siquiera que esa mujer vestida de sol, era la Virgen que describe el Apocalipsis, por supuesto tampoco los anticlericales y quizás tampoco los católicos. De modo que ese titular es una confirmación por una fuente pública y anticatólica, de que Nuestra Señora de Fátima y su milagro del 13 de octubre fue, en efecto, la señal profetizada en Apocalipsis. Aparece la Virgen adornada con 12 estrellas, es decir rodeada por los 12 Apóstoles, cuyos sucesores hoy en día son los obispos del mundo entero encabezados por el papa. El número 13 entonces, llevado a nuestro tiempo, representaría a María junto al Papa y a los obispos.
Al mismo tiempo, en el extremo opuesto de Europa, surge una señal amenazadora: el “gran dragón rojo” del que habla el Apocalipsis (12,3-4) el dragón del comunismo rojo, responsable del dolor causado por torturas y asesinatos de tantos millones de personas en todo el mundo. Bajo Vladimir Lenin, los bolcheviques tomaron Rusia para el comunismo ―obteniendo una victoria significativa que haría del comunismo una potencia mundial― el 7 de noviembre de 1917, inmediatamente después de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima, que había advertido de la propagación de “los errores de Rusia.
De modo que esa segunda parte del Secreto de Fátima trata de librar al mundo del comunismo al consagrar explícitamente la parte nuclear del mismo, Rusia, al Corazón Inmaculado de María con la participación de todos los obispos del mundo en la ceremonia. El Concilio Vaticano II rechazó hacer lo que implícitamente significaba una condena. Esto quedó de manifiesto cuando desaparecieron irregularmente las firmas de 450 obispos, Padres Conciliares, que pedían una condena expresa del comunismo. Juan Pablo II en vista de la renuencia de muchos obispos, volvió, como Pío XII, a consagrar el mundo a la Virgen con lo que quedaba incluida Rusia, pero Sor Lucía entrevistada por el P. Agustín Fuentes, vice postulador en la causa de beatificación de Francisco y Jacinta, le cuenta de los avisos y advertencias de Nuestra Señora respecto al no cumplimiento de su petición, a la pérdida de la Fe, relajamiento del Clero, y a catástrofes naturales y guerras por las que varias naciones serán destruidas. Es decir, ni Juan Pablo II[3] con su gran amor a la Virgen, consiguió realizarla consagración de acuerdo a la petición en ninguno de sus tres intentos. Esto que nos llama la atención, el Padre Malachi Martin en su libro “El Vaticano”, lo deja claro. Son renuentes bastantes obispos a participar en una consagración que condena el comunismo., porque como explicaba la hermana Lucía “son os partidários do demonio” los secuaces del demonio, [que] trabajan para el mal y no tienen miedo de nada”. Lo cual demuestra también claramente por qué los últimos Papas no han querido o no han podido llevar a cabo la consagración solicitada por la Virgen. Quizás fueron los mismos que en la visita de Pablo VI a Fátima se las arreglaron para impedir una entrevista solicitada por la hermana Lucía al Papa.
Y aun podríamos establecer otra relación. Warren H. Carroll afirma vehemente: “Cuando José Stalin entró en el Valle de la Sombra de la Muerte, el movimiento comunista internacional que él dirigió, sometió una tercera parte del mundo bajo sus garras”, causando, según Stèphane Courtois en “El Libro negro del Comunismo”, una masacre que se calcula en cien millones, de los que 20 lo fueron en la URSS. En España, durante los tres años de guerra causaron cerca de 85.000 víctimas por asesinatos de personas civiles.
El tercer secreto es el más preocupante. Ante la oscuridad que rodea a esta parte del secreto de Fátima, han surgido diversas teorías en la iglesia y fuera de ella. Algunas proclaman que el mensaje de la Virgen habla de la guerra nuclear, el asesinato de un papa, o la deposición y reemplazo de un legítimo papa por un impostor. Quizás por ello fuentes de Juan XXIII anunciaron que el Tercer Secreto de Fátima no sería revelado. “No quiero ser profeta de desgracias”, dijo el Papa. A Sor Lucía le prohibieron oficialmente hablar del Secreto y hasta le limitaron tener comunicación con nadie excepto con familiares y conocidos más próximos.
Pero, exactamente, qué dijo Nuestra Señora? Al fin durante una visita a Portugal para la beatificación de los videntes Francisco y Jacinta (Lucía estaba todavía viva), el papa Juan Pablo II anunció por medio de su secretario de Estado, el cardenal Ángelo Sodano, que había decidido hacer público el texto del tercer misterio. Unos pocos meses más tarde, el texto fue dado a conocer por la Santa Sede: “Escribo, en acto de obediencia a ti mi Dios, (escribió Lucía) que me mandas por medio de su excelencia reverendísima el señor obispo de Leiria y de vuestra y mi Santísima Madre. Después de las dos partes que ya expuse, vimos al lado izquierdo de Nuestra Señora, un poco más alto, un ángel con una espada de fuego en la mano izquierda. Al centellear despedía llamas que parecía iban a incendiar el mundo. Pero, se apagaban con el contacto del brillo que de la mano derecha expedía Nuestra Señora a su encuentro. El ángel, apuntando con la mano derecha hacia la tierra, con voz fuerte decía: «Penitencia, penitencia, penitencia».
“Y vimos, (continuaba Lucía), en una luz inmensa, que es Dios, algo semejante a como se ven las personas en el espejo, cuando delante pasó un obispo vestido de blanco. Tuvimos el presentimiento de que era el Santo Padre. Vimos varios otros obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una escabrosa montaña, encima de la cual estaba una gran cruz, de tronco tosco, como si fuera de alcornoque como la corteza. El Santo Padre, antes de llegar allí, atravesó una gran ciudad, media en ruinas y medio trémulo, con andar vacilante, apesadumbrado de dolor y pena. Iba orando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino.
Llegando a la cima del monte, postrado, de rodillas a los pies de la cruz, fue muerto por un grupo de soldados que le disparaban varios tiros y flechas, y así mismo fueron muriendo unos tras otros los obispos, los sacerdotes, religiosos, religiosas y varias personas seglares. Caballeros y señoras de varias clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la cruz estaban dos ángeles. Cada uno con una jarra de cristal en las manos, recogiendo en ellos la sangre de los mártires y con ellos irrigando a las almas que se aproximaban a Dios”.
En la conmemoración de las apariciones de Fátima, especialmente respecto al tercer secreto, se reflejan los problemas que vienen afectando a los católicos y a su Iglesia a causa de la gangrena ocasionada por la infiltración de la masonería no solo en la sociedad civil, sino por su invasión en todos los estratos de la jerarquía eclesial. En ese Tercer Secreto de Fátima la Virgen previno de lo que ya se advierte claramente: “Satanás se infiltrará en el seno de la Iglesia; llegará hasta los Más Altos Reinos de la Jerarquía en el Vaticano; y hasta la Silla de Pedro”, de tal forma que se verán cardenales oponiéndose a otros cardenales, obispos contra obispos. Los sacerdotes que me veneren serán despreciados y combatidos por otros sacerdotes. Las iglesias y los altares serán saqueados. La Iglesia se llenará de quienes aceptan componendas, y el demonio empujará a muchos sacerdotes y almas consagradas, a abandonar el servicio del Señor[4]. Atacará encarnizadamente sobre todo a las almas consagradas a Dios. El pensamiento de la pérdida de tantas almas es la causa de mi tristeza. Si los pecados aumentan en número y en gravedad, ya no habrá perdón para ellos. Y surge la apostasía, la rebelión contra Dios, es decir, la no obediencia, ya sea por seguir a falsos dioses (la idolatría) o por desviación moral de la Ley.
Y, efectivamente, así ha sucedido. Últimamente se ha desatado un ataque feroz por parte de algunos cardenales “modernistas” contra los también cardenales Burke, Brandmuller, Cafarra y Meisner quienes según cuentan ellos mismos, preocupados por la confusión que observan en el pueblo de Dios tras la publicación de “Amoris Laetitia”, se han dirigido al Papa Francisco pidiéndole explicaciones sobre ciertos puntos controvertidos, porque como mencionó el cardenal Burke, uno de los caballitos de batalla del Sínodo es que “La cultura ha cambiado tan radicalmente, que no podemos enseñar como lo hicimos en el pasado”. Esto es para él, “perder la esperanza y la fe en Jesucristo”.
La actuación de los masones llega hasta manipular los cónclaves para la elección de nuevo Papa ¿Se consideran mejores y desconfían de la inspiración del Espíritu Santo? En vida de Juan Pablo II llegaron rumores a Roma de que algo maquinaban algunos cardenales que se reunían en la abadía suiza de Saint-Gall. Envió al cardenal Camillo Ruini a investigar, pero éste dijo no haber encontrado nada sospechoso. Este grupo, conocido con el nombre de la abadía, resultó excomulgado por la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II en 1996 el cual parece desconfiaba de las actitudes del grupo, a pesar de las informaciones del cardenal Ruini. Dicha constitución prohíbe las maquinaciones y acuerdos entre cardenales para influir en la elección de un Papa: «Confirmando también las prescripciones de mis Predecesores, prohíbo a quien sea, aunque tenga la dignidad de Cardenal, mientras viva el Pontífice, y sin haberlo consultado, hacer pactos sobre la elección de su Sucesor, prometer votos o tomar decisiones a este respecto en reuniones privadas». (art.79)
Lo que entonces fue negado, ahora se confirma. Según S.E.R. Godfried Danneels (conocido entre otras cosas por ocultar casos de pederastia en su diócesis), afirma que junto a los también cardenales Walter Kasper y Karl Lehman (alemanes), arzobispo de Milán, Carlo Mario Martini (fallecido en 2012) y su compatriota Achille Silvestrini, el británico Basil Hume (fallecido en 1999) y el obispo holandés Adriaan Van Luyn, unidos por el deseo de «modernizar» la Iglesia, formaron una «mafia» (palabras textuales) para impedir la elección de Benedicto XVI y oponerse a él si resultara elegido. Cuando Ratzinger fue elegido Papa en 2005, la «mafia» no se deshizo, sino que decidió oponerse a él y preparar la sucesión del pontífice alemán, comportamiento prohibido por el Derecho Canónico (la mencionada Universi Dominici Gregis). Para ello, no dudaron en criticar en público a Benedicto XVI y reclamar que la Iglesia debía ser más ‘alegre’ y menos ‘antipática’.[5]Las maquinaciones de ciertos cardenales, no se rindieron. Una vez elegido Benedicto XVI siguieron colocando palos en las ruedas de su pontificado para hacerle la vida imposible. Es decir, años de componendas, confabulaciones, mafia, juego sucio sin dar la cara que es como siempre actúan los miembros de la fraternidad de los tres puntos. ¿Dimitiría Benedicto XVI cansado de tanta traición?
Las revelaciones sobre las manipulaciones por parte de este grupo de cardenales centroeuropeos de controlar los últimos cónclaves no son nuevas. En 2014, el periodista inglés Austen Ivereigh, que fue subdirector de la revista ‘The Tablet’, director de las relaciones públicas del cardenal Cormac Murphy-O’Connor, arzobispo emérito de Westminster, publicó una biografía del papa Francisco, ‘The Great Reformer. Francis and the Making of a Radical Pope’ (El Gran Reformador Francisco y la creación de un Papa radical). En ella, su autor afirma que en los días precedentes al cónclave de 2013, cuatro cardenales, Murphy O’Connor, Kasper, Daneels (quien ya no podía participar en el acto debido a su edad) y Lehmann, se aseguraron el consenso del cardenal Bergoglio para su eventual elección y después pusieron en marcha una campaña para conseguirlo. Entonces, los cardenales señalados respondieron que era mentira lo publicado, según declaró el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, padre Federico Lombardi, pero en septiembre de 2015, con motivo de la presentación de su biografía, Danneels reconoce abiertamente la actuación del grupo Saint Gall cuyo objetivo era ‘modernizar’ la Iglesia católica para adaptarla a los tiempos de hoy, lo que implica modificar la doctrina sobre el aborto, la ideología de género, el matrimonio entre homosexuales[6], etc. Aunque ya había elementos que demostraban la existencia de ese complot, es la primera vez que uno de sus autores intelectuales lo acepta abierta y públicamente. A confesión de parte, relevo de pruebas.
Lo que sí parece probado son las profecías de Catalina Emmerick, La Salette y Fátima que nos alertan de la lucha de dos Iglesias y de cómo los buenos serán perseguidos. Lo cierto es que el tercer secreto de Fátima sí habla de una apostasía, de la situación que observamos en algunos miembros del alto clero al ver sus posiciones respecto al aborto, la eutanasia, la administración de la comunión a los divorciados en nueva unión, la posición ante la masonería, etc. Parece que una de las causas que provoca la lucha es la Eucaristía, base y sustento de la fe cristiana, pero que tanto problema causa entre los protestantes que no admiten la presencia real de Cristo, y otros que consideren solo es un símbolo. Aunque, bien pensado, el problema radica en quienes teniendo la obligación de defender la Verdad, se limitan, en su afán de vincularse por aquello del ecumenismo, a mirar para otro lado con el fin de que éstos no se ofendan y así cooperan a demoler la Iglesia destruyendo su piedra angular, el cuerpo y la sangre de Cristo, la Eucaristía.
El Papa Francisco ha expresado el deseo de visitar Fátima y Portugal en 2017, con motivo de este primer centenario de las apariciones marianas. Ojalá sirva para poner orden en la Iglesia y volver al magisterio tradicional, aquél anterior a que “el humo del infierno” ennegreciera la sede de Pedro. Porque el resultado de tantos cambios y tanta lucha ha sido que el verdadero significado de la Redención ha quedado confuso en las mentes de muchos católicos por el relativismo, o si se quiere por ese” humo del infierno” que, como Pablo VI advirtió, se había infiltrado en el Vaticano.
Se conmemora pues en este primer centenario de Fátima lo que fue un momento muy especial para la humanidad. El recuerdo de que gran parte del mundo civilizado sufrió la primera guerra mundial, mientras el comunismo realizaba su primera gran conquista práctica. Se repartían Europa entre dos dictaduras terribles: la nacionalsocialista y la soviética y los pueblos sufrían la segunda guerra mundial mientras la Masonería persistía en su labor de destruir la Iglesia de lo que también nos advirtió Nuestra Señora a través de Lucía: “El Vicario de mi Hijo tendrá mucho que sufrir, porque por un tiempo la Iglesia será entregada a grandes persecuciones. Esta será la hora de las tinieblas. La Iglesia tendrá una crisis espantosa… el Santo Padre sufrirá mucho. Yo estaré con él hasta el fin para recibir su sacrificio. Los malvados atentarán muchas veces contra su vida, sin poder poner fin a sus días…”
Pero a los cristianos nos ayuda saber que tenemos un Pastor y es Cristo. El Nuevo Testamento lo explica así: el ser humano no nace libre, sino esclavo de la corrupción (Jn 8,39 2P 2,19). No puede llegar a ser libre ni por el conocimiento ni por cualquier tipo de iniciación en las religiones mistéricas ni por ningún mito. El ser humano está esclavizado por el Pecado y por la Muerte y no puede liberarse de ellas por sí mismo. Incluso sin el Espíritu, se ve conducido fatalmente a la muerte (Rom 7,7-25).Solo Cristo es el único que hace al ser humano libre (Jn 8,32-36 Rom 6,18-22 Gal 5,1) al redimirnos de nuestras faltas.
Y esa Redención misericordiosa de Dios a los hombres, nos infunde la seguridad de que todo el afán de los empeñados en destruir la Iglesia será en vano, porque serán incapaces de mover la roca sobre la cual Cristo la edificó:
“Portae inferi non praevalebunt adversus eam.”
Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16,18)
[1]Según el DRAL: Actualmente: Resolución judicial interlocutoria o de trámite .En la época de A.C. Emmerick participio con el mismo valor de provisto.
[2]http://www.fatima.org/span/essentials/opposed/desinformacion.asp
[3] No obstante, escritores como Bernard Lecomte y Jas Gawronski en sus obras reconocen la importancia de los esfuerzos de Juan Pablo II por erradicar esa ideología y hablan de “la mano de Dios” en el “hundimiento del comunismo”, el acercamiento de Gorbachov a la Iglesia, la liberación de Polonia, etc. Y lo creen consecuencia de la fe sincera y entregada de Juan Pablo II.
[4]Mensaje de la Virgen María a la hermana Agnes 13/10/1973, en AKITA (Japón). En 1988, el Papa Benedicto XVI, entonces Cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe, aprobó las apariciones, juzgándolas confiables y dignas de fe.
[5]http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=24945
[6]Danneels desvela también que escribió en mayo de 2003 una carta al primer ministro belga Guy Verhofstad felicitándole por haber introducido en el país el matrimonio para los homosexuales y terminar, de esta manera, con la discriminación para las parejas formadas por personas del mismo sexo.