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El desahucio del cadáver de Francisco Franco

 

Termina Bécquer su maravilloso poema ¡qué solos se quedan los muertos! con esta desesperanzada estrofa:

¿Vuelve el polvo al polvo?

¿Vuela el alma al cielo?

¿Todo es sin espíritu

podredumbre y cieno?

No sé; pero hay algo

que explicar no puedo,

algo que repugna,

aunque es fuerza hacerlo,

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¡a dejar tan tristes,

tan solos los muertos!

 

Me ha venido a la mente este poema recordando los homenajes, medallas de oro y brillantes (como las dos que le otorgó el Barcelona CF), “hijo predilecto” por doquier, plazas, calles y avenidas que se le dedicaban. Y pueblos que añadían a su nombre el complemento “del Caudillo” en su honor (por cierto que solo uno ha insistido en su derecho a seguir manteniendo el complemento). Dirán que las otorgaban cargos agradecidos, pero era el pueblo en masa el que le aplaudía, especialmente en Barcelona y Madrid, que le consideraron su liberador de tantas penalidades como sufrieron durante la guerra civil. Ahora pocos defienden su derecho al reposo eterno.

Estos hijos y nietos de aquellos que causaron tantos expolios, asesinatos y otras barbaridades en la zona republicana quieren ahora, 81 años después, vengarse del vencedor de la guerra sacando, como entonces hicieron con tantas religiosas, al muerto de su tumba. Curiosamente su “reivindicación” la hacen cuando el general lleva 40 años enterrado. Algunos tan afines al espiritismo tendrían miedo de exigirlo antes por si acaso.

Hablando del sufrimiento padecido, y, solo a modo de ejemplo, recordaremos que miles de catalanes fueron encerrados en alguna de las veintitantas checas que llegaron a establecer en pisos de las calles Muntaner, Sant Elias, Vallmajor, Portal de l´Àngel, Pau Claris, un par en la plaza Catalunya… La de más terrible fama fue la de Sant Elias: se sabía que quien iba allí… jamás volvía. Estuvieron gestionadas de julio de 1936 a mayo de 1937 por los anarquistas de la CNT-FAI y las ”patrullas de control” (comandadas por Erno Gerö, un enviado de Stalin), que recorrían Barcelona quemando iglesias y deteniendo a religiosos, católicos, carlistas, patronos, comerciantes acusándoles de ser gente de misa. Es decir, todo aquél que fuera a misa, tuviera libros religiosos, imágenes, etc. ya fuera  religioso o seglar. El desenfreno en la comisión de asesinatos fue tal que hasta fueron torturados y asesinados algunos anarquistas en esos centros de terror. El motivo, similar al de la gente de derecha asesinada: ser disidentes, no ser “políticamente correctos”. En este caso por no ser de la línea comunista estalinista, o por recelos internos, la cuestión es que los asesinados en Barcelona fueron 8.352 de los que las izquierdas jamás hablan ni recuerdan, bien es cierto que los que ellos llaman franquistas tampoco han comentado con profusión el tema porque siempre estuvieron interesados en no remover un pasado tan doloroso. César M. Alcalá comenta en una entrevista en la revista Arbil cómo uno de los supervivientes le relataba sus vivencias en tercera persona y a sus preguntas le contestó :”¡Para que no vengan a por mí! Y ya habían pasado 70 años: Era carpintero, católico, y sobrevivió a tres años de checa en checa y a que, en la retirada republicana, se lo llevasen de rehén hasta Francia.

Tampoco recuerdan ni homenajean a Eusebio Cortés Puigdengolas que fue descuartizado en la terrible checa de Sant Elias y dado de comer a los cerdos como también a la superiora General de las Carmelitas de la Caridad, ya beatificada, Apolonia Lizárraga Ochoa de Zabalegui, de nombre religioso Apolonia del Santísimo Sacramento, nacida en Lezaún (Navarra), y muchos otros. Su delito: ser católico. Y la familia de los seglares  quedaba desamparada pero a las izquierdas, tan sociales y fraternas, no le importaba. A algunos los mataban en el mismo comedor de su casa, ante sus hijos. A unos novios que sorprendieron casándose, los detuvieron y mataron, a ellos y al cura. ¡Para aquellos revolucionarios, casarse por la Iglesia era un delito que merecía la muerte! No hubo ni un juicio.

Del inicio de la Guerra Civil en julio de 1936 hasta los ‘sucesos de mayo’ (‘fets de maig’) de 1937, estuvieron en manos de los anarquistas de la CNT-FAI, pero desde la supremacía de los comunistas, Erno Gerö y su ayudante  Victorio Sala, militante del PSUC, se encargaron activamente de la represión contra el POUM. En aquella época de su dominio quien mandaba en la terrorífica checa de San Elías fueron Josep Sierra y el pobre “tullido de alma y cuerpo”, según algunos que le conocieron, Manuel Escorza del Val.  Entre ambos asesinaron tal como recoge con detalle en su diario «Recuerdo que era un día de mucho calor cuando llegaron los autobuses con más de 100 frailes maristas, unos 30 patrulleros les esperábamos armados con fusiles de los que llamábamos naranjeros. E hicimos bajar a los frailes de los dos autobuses, en medio de una confusión ya que con tantos frailes, los patrulleros les gritábamos «manos arriba y a caminar en fila de tres» y en grupos les obligamos a subir al patio interior del centro en donde los patrulleros les atamos las manos y los hicimos poner uno al lado del otro de pie». Al día siguiente, 9 de octubre, en San Elías  quedaron poco más de 50 maristas. Los restantes los había subido Serra en su camión, de madrugada, hacia el fusilamiento en el cementerio de Montcada. Para no dejar huellas, los cadáveres se cargaron de nuevo en el camión y se quemaron en una cercana fábrica de cemento.

«Recuerdo que uno de estos detenidos, antes de morir, nos dijo que no sabía por qué le matábamos. Pero le hicimos callar porque nuestro trabajo era matar y el suyo, morir».[1]

A partir de ese momento pasaron a ser controladas por el Servicio de Investigación Militar, el famoso SIM creado por Indalecio Prieto en agosto de 1937. En la época del SIM, el alma mater de las checas barcelonesas fue Alfonso Laurencic, refinado estalinista, quien al frente de ese Servicio de la policía política del gobierno de la República, incrementó las persecuciones.

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Además del SIM, en Barcelona actuó la Brigada de Investigación Criminal, dirigida por Julián Grimau, que tenía su cuartel general en la checa de la plaza Berenguer el Grande, número 1. Antes, este individuo había actuado en el asalto al Cuartel de la Montaña en Madrid y la masacre posterior. Debió de hacer grandes méritos por cuanto Santiago Carrillo encargado del Orden Público, le nombró Jefe de Grupo de la Brigada Criminal de Madrid. Su carrera experimentó un vertiginoso ascenso, llegando a ser Secretario General de Investigación Criminal de Valencia y responsable del PCE en este organismo, lo que significaba que todos los comunistas del cuerpo general de policía dependían de él. Su nombre apareció en el boletín de la Dirección General de Seguridad con fecha 16 de agosto de 1937 con motivo de una recompensa por haber logrado la detención de sesenta y tres personas que luego fueron fusiladas en su mayoría. En noviembre de 1938 fue felicitado oficialmente por su celo y eficacia represiva del “trotskismo” y de “la quinta columna fascista.”

En Barcelona fue el culpable de gran número de martirios y torturas, algunas tan sofisticadas como la llevada a cabo con la joven Patrocinio Lasaga clavándole palillos entre los dedos de manos y pies lo que la causaba tan gran dolor, que ni hablar podía. Muchos de sus prisioneros hallaron descanso y consuelo al ser fusilados en los fosos de “Santa Elena” del castillo de Montjuich. Los familiares de aquellas personas que fueron “juzgadas” por los tristemente conocidos “tribunales populares”, recuerdan (todavía en 1985) a Grimau como “testigo de cargo”, acusando siempre e imponiendo su voluntad criminal.[2]

Puede leer:  La disputa de Tortosa (Rendirse al poder del mundo - XV)

Es curioso que los partidarios de esta línea ideológica defendida por este Grimau, Santiago Carrillo o Dolores Ibárruri enarbolen sin ningún pudor la bandera de la ética y la moralidad: lo que se debe y lo que no se debe hacer. Y para ellos es de imperiosa necesidad sacar los restos de Francisco Franco de la tumba que ocupa en el Valle de los Caídos porque le niegan hasta el pan y la sal. Con orden dictatorial de Rodríguez Zapatero se quitó (con nocturnidad y alevosía) la magnífica estatua ecuestre delante de los Nuevos Ministerios, (por cierto que nadie ha dado explicaciones dónde ha ido a parar y en qué condiciones se encuentra. Es posible que a este expolio sufrido por los españoles que la sufragamos haya seguido, llevados por su odio, una actuación de destrucción talibanesca). Sin embargo, ahí siguen estando las del “Lenin español” y la de Indalecio Prieto el organizador de la revolución de Asturias, jefe de los guardias de seguridad que asesinaron a Calvo Sotelo y ya en el exilio mejicano, quien se apoderó de los tesoros que Negrín había sacado de España en el Vita, poniendo en práctica aquello de que “quien roba a un ladrón…” Las izquierdas porque los considera suyos y por tanto intocables y las derechas por maricomplejines, nunca han planteado la mínima protesta por ensalzar a estos individuos. En la votación del Parlamento sobre este tema, el PP no ha votado en contra solo se han abstenido, lo que viene a decir: “hagan lo que quieran que a mí me da igual”. Deberían recordar a Ortega cuando dijo viendo la situación del país en su época: El crimen mayor está ahora, no en los que matan, sino en los que no matan pero dejan matar”.  ¿Dónde nos conducirá esta inacción de quien podría impedir esta deriva?

Miramos a Francia con envidia cuando defienden los símbolos de su Patria y sus personajes históricos. En Francia no tiran pìedras a los que fueron partidarios del Régimen de Vichy, respetan a Pètain, consideran que son franceses que aman su República, su himno y su bandera. Y eso basta. Napoleón es un icono para su pueblo, aunque engañó a la nación en sus intenciones políticas, sucesivas veces. Apareció primero como teniente coronel de la Guardia Nacional corsa, luego pasó al lado contrario como jefe de artillería del ejército encargado de la reconquista de Tolón, una base naval alzada en armas contra la República porque así esperaba tener más futuro, como así fue. Siguió avanzando en su carrera militar, pero llegó la crisis del Directorio y decidió abandonar su ejército y presentarse en París donde se unió a una conspiración contra el gobierno. Tomó el poder y creó un nuevo régimen, el Consulado desde el que ascendió todos los escalones hasta el Vitalicio en 1802. No contento, se proclamó y coronó Emperador de los franceses y Rey de Italia (todo por sus poderes). Las estimaciones de algunos autores sobre el número total de muertos que causó su megalomanía llegan a los 6.500.000 muertos. ¿Creen Vds. que algún francés estaría dispuesto a quitar a Napoleón de su magnífico panteón en pleno centro de París?

¿Y por qué ahora 40 años después de la muerte del general vienen con estas macabras intenciones? Varias razones, que a mi modo de ver se pueden resumir en la confluencia de intereses en celebrar el centenario de la revolución comunista y el tercero de la masonería. Para ambos sería un triunfo conseguir sacar a Franco de su tumba.

 

1.- Para el ala izquierdista porque:

  1. a) nunca le han perdonado su triunfo en una guerra a la que aquellos nos arrastraron por los múltiples asesinatos, robos y expolios; entre ellos las propias elecciones del 36 que, como han demostrado últimamente Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García[3], modificaron a su favor los resultados electorales.
  2. b) En la actuación tan sumisa a planteamientos comunistas siguen la consigna de “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Así adecuan la Historia a sus intereses; olvidan que fue utilizada tanto por Lenin como por Goebbels, porque como afirma el argentino Jorge Campos, “los dos monstruos gemelos, comunismo y nazismo tienen vocación genocida; aquel genocidio de clase, éste genocidio de raza”. Y ellos, por afinidad totalitaria, se aplican a radicalizar la sociedad contando los hechos históricos como quieren.
  3. c) Aplaudieron la Ley de Amnistía de 1977 porque beneficiaba a sus más conspicuos dirigentes quienes, a pesar de los crímenes que habían cometido, vivieron muchos años y murieron en paz en España, donde están enterrados. Nadie ha pedido que los saquen de sus tumbas aunque alguno está sepultado en cementerio católico a pesar de sus abjuraciones. Sin embargo, consideran que hay que volver a 1931 aprovechando la ley de Memoria Histórica de Zapatero, firmada por Juan Carlos I, sin importarles que “Si dicha ley fue un delito de lesa patria, su ampliación arbitraria, siniestra, sin paralelo en Europa, es un delito de lesa humanidad”.[4]

 

2.- Para la masonería porque:

  1. a) Siempre le acusaron de haber aniquilado su organización en España, como si eso no fuera imposible hasta para el general Franco en sus mejores años. Muchos sucedidos en España solo se explican conociendo el modo de actuar de los miembros de la secta.
  2. b) Así darán satisfacción a su rencor haciendo con Franco lo que consideran que éste hizo: sacar al masón duque de Wharton de su tumba en Poblet, cuando lo cierto es que la tumba había sido profanada años antes y no había ningún cuerpo. Al visitar Franco en 1952 el monasterio, exigió al abad que retirase del recinto cristiano la lápida de la tumba que se encontraba en lugar principal al lado del altar. Con ello solo seguía las instrucciones y enseñanzas de las encíclicas de varios Papas con respecto a la masonería. El abad quitó la lápida y la colocó fuera de los muros del monasterio.

En definitiva, Franco se ha convertido en munición política para toda la izquierda de lo cual se sirve la masonería que no es de unos ni de otros, es de ella, de sus intereses. Por eso me atrevo a decir que lo de expropiar la tumba de Franco es la punta del iceberg, es el caramelito en pago a la ayuda de la izquierda, por soliviantar al personal, pero ellos van a más. Quieren, lo han dicho en varias ocasiones, destruir la Cruz. Pero claro tirarán la Cruz, la Piedad, los Evangelistas y todo lo que sea símbolo religioso, porque su objetivo a conseguir en este tercer centenario es destruir a la Iglesia católica. De modo que el monumento perderá todo sentido cristiano y estos okupas transformarán la magnífica basílica en un local de esos que con muchas luces de neón llaman nuestra atención desde las carreteras.


[1]Miquel Mir “ Diario de un pistolero anarquista”, editorial Destino recogido de las notas a lápiz y con ortografía de analfabeto en un diario de 58 páginas numeradas por el propio José Sierra.

[2] Emilio Romero Gómez libro Los papeles reservados, (diciembre 1985) recoge una serie de documentos de testigos que aún vivían y recordaban las “hazañas del angelical” Julián, aquél que presentan las izquierdas como víctima del régimen de terror dictatorial, sin jamás contar esta otra parte de su biografía.

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[3] ÁLVAREZ TARDÍO y VILLA GARCÍA: “ 1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular” Ed. Espasa.(Por cierto, libro del que nadie en la izquierda se hace eco)

[4] Federico Jiménez Losantos en Libertad Digital (14-05.2017)

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Licenciada en Geografía e Historia, fue profesora hasta su jubilación.

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