Quedan menos de dos semanas para la celebración de los comicios electorales al Parlamento Europeo. El Brexit (lo cual no se sabe cuándo no se hará realidad) y el auge de fuerzas políticas que cuestionan el actual modelo eurocrático instalado en Bruselas están marcando la campaña.
Por todo ello, en Ahora Información no hemos querido quedarnos fuera de lo que compete a nuestras labores activistas e informativas. Hemos seleccionado a una serie de expertos y personas de autoridad en la cuestión para que nos expliquen cómo creen que hay que combatir la progresiva centralización bruselense.
A continuación, podréis leer sus valoraciones.
María Elvira Roca: «Existe un problema de predominio hegemónico de unas naciones sobre otras»
La historiadora y profesora María Elvira Roca Barea, una de las figuras más importantes en la batalla intelectual contra la hispanófoba Leyenda Negra, parece tener bastante claro que el asunto es más bien de hegemonía de determinados Estados-miembro. Precisamente considera lo siguiente:
Realmente no creo que exista un problema de centralismo en la Unión Europea (UE), sino de predominio hegemónico de unas naciones sobre otras y de políticas que favorecen a unas frente a otras. Habría que combatir por todos los frentes el sistema de endeudamiento perpetuo sino fuera porque claramente beneficia a unos frente a otros. Por otra parte, cabe señalar la manera de la que la UE ha ido fomentando distintas instancias, cartas y convenios marco, tendiendo al favorecimiento de regionalismos en territorios distintos, lo cual ha dado lugar a una “balcanización” (esto no solo se ha dado en España).
Miklós Cseszneky: «La defensa del principio de la subsidiariedad debe ser una prioridad»
El experto en Relaciones Internacionales Miklós Cseszneky, un húngaro bastante interesado en la actualidad política española, tiene claro que las organizaciones supranacionales tienen una tendencia centralista y que hay un problema de ideologías (la eurocracia promueve el marxismo cultural, ante lo cual, algunos países oponen resistencia):
Los Tratados de Roma (1957) sentaron las bases de una cooperación económica, sin embargo, desde el inicio estuvo presente la idea de fortalecer la unidad de Europa Occidental frente a la amenaza de la Unión Soviética y, al mismo tiempo, la de evitar otra guerra en Europa. Las organizaciones, debido a su lógica interna tienden a centralizar el poder, así que las estructuras y competencias gradualmente ampliadas de la Comunidad Europea también adquirían cada vez más elementos federalistas, sobre todo desde el Tratado de Maastricht (1993). No obstante, en mi opinión, el asunto clave no es si queremos una Europa federal o una Unión basada en la cooperación de Estados nación (ambos modelos tienen sus ventajas y desventajas), sino el rumbo que vamos a tomar. A algunos de los fundadores de la Comunidad Europea no les era ajena la idea del federalismo, pero al mismo tiempo se nutrían de la herencia cultural grecorromana y judeocristiana del continente, y respetaban el principio de la subsidiariedad. A partir de los 1970 el marxismo cultural poco a poco va conquistando las instituciones europeas, y en esas circunstancias la resistencia al centralismo, primero por el Reino Unido y luego por parte de los países de Visegrado, ha adquirido un importante elemento cultural y valórico. La batalla, por tanto, es más bien cultural, en la cual la defensa del principio de la subsidiariedad debe ser una prioridad.
Bruno Moreno: «La mejor promesa electoral sería la de asegurarnos que van a hacer lo menos posible»
Según Bruno Moreno Ramos, autor del libro Espada de Doble Filo, traductor profesional y miembro del Consejo de Redacción del diario digital InfoCatólica, no hay nada peor que la excusas del político de turno basadas en la promesa de una mayor eficiencia. Exactamente, con cierto toque irónico, considera lo siguiente:
En la historia, los proyectos centralizadores han perseguido casi siempre lo mismo: una mayor eficiencia del gobierno. Es un fin comprensible, acompañado en general por buenas intenciones, pero, como también nos dice la historia, las buenas intenciones son más peligrosas que un cajón de dinamita.
Las cosas buenas de la vida, las que mejor y durante más tiempo han funcionado y mayores frutos han ofrecido al ser humano, son completamente ineficientes. Por ejemplo, la familia basada en el matrimonio indisoluble. ¿Cabe alguna duda de que sería mucho más racional, moderno y eficiente criar a los niños en las comunas de Platón? Sin embargo, ¿acaso no somos conscientes de que casi todo lo bueno que hay en nosotros se debe a esa familia radical y gloriosamente ineficiente en la que crecimos?
Los gobernantes modernos, incluidos los de la Unión Europea, suelen considerar que tienen la misión de cambiarlo y reorganizarlo todo, aunque sea a costa de acabar con esas ineficiencias tan profundamente humanas como la familia, las tradiciones, la Iglesia o la moral. Incluso es costumbre que hagan solemnes promesas electorales a ese respecto, que, después, gracias al cielo, suelen incumplir. No puedo evitar pensar que, hoy por hoy, la mejor promesa electoral sería la de asegurarnos que van a hacer lo menos posible.
Quizá, en lugar de considerarse grandes planificadores e innovadores, sería preferible que nuestros gobernantes se contentasen con el modesto e ineficiente oficio de jardineros, cuya tarea no consiste en rehacer todo a su imagen, sino en aguardar, preservar, abonar, ayudar pacientemente a crecer y, en particular, admirarse ante una belleza que ellos mismos no han creado.
Los filósofos dan a esta ineficiencia el nombre de subsidiariedad, que no es más que una de las hijas de la tradicional, cristiana y siempre fecunda humildad.
Michal Gorzelniak: «Hay dos opciones para acabar con el centralismo europeo: fuerza o persuasión»
De acuerdo con Michal Gorzelniak, responsable editorial de la plataforma conservadora-libertaria polaca KoLiber, claro está que hay que acabar con el progresismo imperante (esta es la marca de la agenda política eurocrática). Precisamente, piensa lo siguiente:
Primero habrá que definir qué es el progresismo. Esto no es nada más que abogar por la reforma social. Durante la Ilustración emergía la opinión, según la cual, Europa debía de demostrar que las sociedades pueden progresar desde condiciones primitivas hacia la urbanidad. La idea general del progresismo es aún la misma, la idea de que la civilización y la urbanidad difieren mucho con respecto al pasado (además, esta varía dependiendo de las visiones políticas de cada cual).
Eso sí, teniendo en cuenta que por estas ideas nos referimos a lo que la izquierda estipula, hay que decir que tenemos dos opciones para combatir el progresismo europeo: fuerza o persuasión. Estas dependerán de la rapidez con la que queramos alcanzar nuestro objetivo y la duración que queramos darle.
Finalmente, les invitamos a ustedes, los lectores, a participar con vuestras opiniones en la sección de comentarios que tenemos habilitada para ello.
Este artículo se publicó primero en Ahora Información: Cuestión abierta: ¿Qué modelo de Unión Europea nos conviene?