AQUÍ todo el mundo es confesional. También los que dicen que no lo son. Se es confesional de ideas como las que tiene la Constitución española de 1978, por otra parte vagas y entendibles de mil maneras. La Constitución de 1978 no es confesional de una religión positiva (Art. 16), pero sí es confesional de no tener ninguna religión como Norte, base, y por no querer tener a Dios alguno a quien adorar. Todo esto es contradictorio y por ello peligroso. Es confesional porque en dicho Artículo 16 lo dice o confiesa, y porque niega el principio básico religioso en casi todas las Constituciones españolas, que o bien lo afirman (casi todas) o bien lo niegan (1931, 1978). Pero sobre todo es confesional porque niega expresamente el deber ser. ¿Y cuál es éste deber ser? Que también los Estados o poderes civiles deben reconocer a Dios, y no un Dios vago y deísta sino como Él quiere ser reconocido.
Así estamos, perdidos, porque allá donde muere Dios en la conciencia el hombre, las sociedades y las instituciones politicas, se sigue la muerte del hombre imagen de Dios en cada uno de estos tres ámbitos, por otra parte tan relacionados. No en vano, expulsado Dios, y N.S. Jesucristo de la Constitución, el Estado va perjudicando Sus intereses, incluidos los de toda persona, los de la Iglesia católica que también protege las personas, y la conciencia de los católicos. Hay más de un observatorio de la libertad religiosa en España,que afirma que las agresiones sufridas por la Iglesia son numerosas, ya físicas ya morales.
Pues bien: el Fuero sabe corregir a ésta Constitución.
Más aún. Católicos se profesan una gran mayoría de españoles, católicos son quienes conforman buena parte de la vida social -ya se planteó expulsar sistemáticamente todo signo externo religioso de ella-, católicos los que viven su vida familiar aunque la familia y el matrimonio hayan sido dinamitados por el Estado -incluso sufrimos la podredumbre del asesinato del nasciturus-, y católicos son los que ven reducidas sus libertades a la vida individual e íntima, sufriendo no obstante las leyes totalitarias en materia de educación (EpC, Skolae, ciertos ejes transversales…). Nos preocupa mucho desde tiempo atrás que pudiendo orientar a estos católicos para que sean sal y fermento de la sociedad española, el alto clero les haya dejado paso para meterse en todos los partidos aún cuando casi todos atentan contra el derecho natural más básico. ¿Qué puede hacer los católicos si no pueden agruparse -dicho clero lo desaconsejó hace tiempo- con profesión de tales? ¿No se ve en abocados a meterse en otros partidos que de hecho tienen crasos errores? Así hemos llegado a la pésima situación en la que estamos. Luego, que no se proteste, pues el error estuvo en el origen.
Los nacionalistas-separatistas son confesionales de su Nación -y de qué manera-. Los comunistas y sus amigos lo son de sus ideas -y también de qué manera-. Los liberales son confesionales del no hacer nada en favor del bien moral y religioso, mientras nos asan a impuestos para crear un Estado benéfico -eso dicen-. Y se consideran modernos y moderados. La masonería es confesional del laicismo -positivo, negativo y a medias-. Los republicanos lo son de su República. Los monárquicos liberales son de su monarquía constitucional. Aquí todo el mundo es confesional menos los católicos, quizás porque siendo católico-liberales (es decir, de ideología liberal) dicen que el católico puede estar en todos los partidos de hoy -¿si…?- y que las instituciones políticas nada tiene que ver con Dios, precisamente para que así tales instituciones puedan ser de cualquier manera e incluso antiteas. Este puritanismo ideológico liberal -confunden la libertad con el no optar- ha desnortado la sociedad y ha impulsado el mayor relativismo y ateísmo entre los españoles. Incluso alguno tiene la bobada de decir: ¿no somos tan maravillosos que llenamos todos los partidos del candelero partitocrático? Pues ya, pues ya se nota -habrá que responderles-.
De otros países ni que hablar. Son confesionales los laicistas franceses, la Inglaterra anglicana, los países protestantes del desmadre moral -Holanda, Dinamarca, Suecia, Noruega…-, Alemania nombra a Dios, también los USA, y otros países están espabilando para bien como Polonia, Hungría… Hay políticos que han consagrado su país al Corazón de Jesús como el de Perú -aunque luego se contradiga-, otros políticos afirman a Cristo Rey como en Brasil.
Pues bien, las instituciones política de Navarra siempre fueron confesionales, y confesionales católicas, salvo con la ruptura de la Constitución de 1978. Todavía hay gestos de confesionalidad, que tan poco gustan a los Bildu, podemitas y otra fauna foral.
Para las próximas elecciones, debiera estar en el frontispicio de todo buen navarro, también en política, el:
BENEDICTUS DOMINUS DEUS MEUS (Leyenda del antiguo escudo del Reino). Así, los más débiles, los concebidos y aún no nacidos, y los que nada tienen… estarían protegidos de verdad, el poder político se autolimitaría, y las libertades brillarían en la sociedad.
PRO LIBERTATE PATRIA GENS LIBERA STATE (Divisa de los Infanzones de Obanos), para que todos los navarros están unidos por el Bien Común, de manera que si discuten lo sea en cuestiones subordinadas a él.
Ambas inscripciones están en el palacio de la Diputación Foral.
Se han dicho muchas tonterías sobre la confesión pública religiosa de las instituciones políticas. Se dijeron en 1978 por quienes nos han hecho caer en el mayor relativismo e indiferentismo moral. Aún recuerdo a Joaquín Ruiz Giménez. Mal está éste relativismo en la vida privada, pero es catastrófico en la vida política y las instituciones.Que un partido sea confesional -todos lo son de algo- no significa que esté dirigido por los obispos. Mejor, no, además porque políticamente los señores obispos suelen ser un desastre. También podría haber varios partidos católicos. Incluso -en principio- que un partido sea confesional no significa que el Estado deba serlo. Nos parecería bien que hubiese varios partidos que confiesen aceptar la doctrina de la Iglesia, y que quisieran que ésta se proyectase en las instituciones públicas no sólo de hecho sino de derecho, dando así seguridad de que va a ser,sobre todo por el culto debido a Dios desde las mismas instituciones.
Pasemos al caso del poder civil supremo confesional católico.
La legislación confesional obliga a quienes la aceptan. No significa que el poder civil se entrometa en la vida individual, ni en las entidades sociales inmediatas a dichos individuos. El término nacional-catolicismo puesto por el sr. Ruiz Giménez es rechazable por ser excesivamente tendencioso. Acéptese la religión católica por los poderes civiles, o el poder civil supremo –suprema potestas– y ya está.
Como la política formula muchas leyes de proyección moral, la legislación confesional protege a la población de hoy que, por mucho que voten, desconfía de los políticos partitocráticos. Cada vez es más conveniente que las leyes sujeten a los políticos a que cumplan lo acordado y lo bueno que en principio quieren cumplir. También es conveniente que haya una instancia superior de prestigio y clarificadora -en España lo es la Iglesia católica de quien nos fiamos-, que ante el desarrollo de la ley defina las dudas sobre el derecho natural más básico y establezca una continuidad ante los nuevos problemas o propuestas.
Las leyes confesionales aseguran a la sociedad y permiten a ésta reclamar al político que las incumpla.
Las leyes confesionales dan honra a Dios y aseguran un culto público de las máximas instituciones políticas, en aquellos que las representan. Esto es lo más importante, y éste es el verdadero norte, faro y guía. Todo lo demás viene por añadidura.
Quien adora al Dios verdadero no quiere adorar a la nación, al Estado, al partido, ni a los propios vicios y manías, ni los de otros. Es la única manera de respetar verdaderamente a los demás. Cuando no hay confesión católica en las instituciones, aparecen con fuerza leyes contra el derecho natural más básico -recuerden las del divorcio, el aborto…-; las minorías confesionales del liberalismo, nacionalismo, o de clase, imponen a todos sus opciones particulares, y además de forma excluyente y pre totalitaria; y la desorientación anuncia a la corta o a la larga el relativismo más brutal, para que se imponga a todos -brutalmente incluso- cualquier barbaridad.
Si se quiere ser verdaderamente libre hay que optar abiertamente, y no la opción vergonzante del liberalismo de “no meterse en nada”, aunque luego y a raíz de ello, el Estado se meta en todo y en además en mal plan. Si se quiere ver libre de veras es necesario optar, optar bien y saber por Quién y por quiénes se opta.
J.F.G.
Este artículo se publicó primero en Ahora Información: Elecciones 2019: la confesión del poder civil municipal, autonómico, del Estado