No es nuestra intención recoger en estas breves líneas – sería tarea imposible – el legado de Don Álvaro D’Ors Pérez-Peix, personaje ilustre de nuestra historia por sus aportaciones al estudio del Derecho y la Filosofía. Nacido en Barcelona el 14 de abril de 1915, falleció en Pamplona cuando iba camino de cumplir los 89 años de vida.
De la misma manera, se escapa de nuestro objetivo glosar la figura de su compañero de viaje en este humilde relato, Juan de Zavala y Castella. Nacido en Granada el 19 de noviembre de 1915, falleció en Madrid a la edad de 59 años, habiendo alcanzado reconocido prestigio entre la intelectualidad militar de entonces, cuando ostentaba el empleo de Coronel.
Sí queremos aquí narrar un episodio de la vida de ambos, momento en el que quizá por primera vez se encuentran, y con el que se inicia una duradera amistad.
14 de junio de 1939. Se cumplen 75 días del famoso parte de guerra del Cuartel General del Ejército Nacional que anuncia, con lacónico lenguaje militar, que “La guerra ha terminado”. Se pone con ello fin a casi mil días de conflicto bélico entre españoles, se recupera la paz perdida, comienza la dura tarea de reconstruir lo derruido.
Cazalegas es un pequeño pueblo de Toledo, cercano a Talavera de la Reina. Allí descansa acantonado el Tercio de Navarra, una de las unidades de requetés que desde los primeros días del alzamiento militar combate en el Ejército Nacional. Allí llegaron el día 4 procedentes de Hontanar, en donde celebraron con júbilo el fin de las hostilidades.
Al mando de la 1ª compañía de este tercio está Juan de Zavala y Castella; apenas lleva tres meses luciendo en su encarnada boina las tres estrellas de seis puntas de su Provisional empleo de Capitán de Infantería; y en la 4ª compañía, la que manda el teniente provisional Silvino García Alonso, figura como jefe de una sus secciones el alférez provisional Álvaro D’Ors Pérez.
Hasta este día, sus actividades posbélicas han consistido principalmente en prepararse para el desfile que se anuncia para conmemorar la victoria. Éste tendrá lugar en Madrid el 19 de mayo, y la capital de España verá desfilar con alegría y marcialidad, a los Tercios de Requetés. Por cimera la boina bermeja, de los tercios la cruz por blasón, los hijos de la Tradición prácticamente ponían fin a su aportación a la victoria del bando nacional.
Comienza la desmovilización, el regreso a los hogares, tienen lugar diferentes festejos, se entregan diplomas y condecoraciones, se acerca la despedida.
Es en este contexto cuando Álvaro D’Ors debió entregar a Juan de Zavala el documento que presentamos y que se ha conservado durante muchos años entre su legado. Se trata de una bella composición poética que lleva por título “Romance de Mosén Sinto”. Sus versos describen con pasmosa actualidad el eterno problema de España: su nunca cerrada configuración territorial.
Probablemente haciendo protagonista al célebre poeta Jacinto Verdaguer (Mosén Cinto), cuya catalanidad era hija de su acendrado españolismo, D’Ors, pone a Dios como juez esclarecedor de las dudas, que todavía hoy en día nos embargan, sobre la esencia de nuestra patria. Hermosas palabras, nobles sentimientos, sublime ideario, que escribe en un pequeño papel cuadriculado, acompañado de la siguiente dedicatoria: “para el Capitán Zavala, noble campeón de los Fueros”.
Les invito a leerlo, les sugiero lo mediten, les convoco a compartirlo, y les ruego, lo practiquen.
Castilla es tan de Castilla,
Castilla es tan castellana…
En la aldea enmudecida
Sólo suena la campana.
Mano a mano con su tierra
El castellano batalla,
Y es tan ruda la pelea
Que le huelgan las palabras.
Así, Mosén Sinto un día,
Ante Dios se lamentaba:
Hacedla Señor, más suave,
Decía, aunque igual de honrada.
Hacedla más musical…
Que cante la voz humana,
Y esa mano encallecida
Pinte con más elegancia.
¡Qué dejen las ropas negras!
¡Qué aligeren esas panas!
¡En fin, haced más risueña
A esa tierra castellana!
Oídolo que hubo Dios
Así al punto contestaba:
“Mosén Sinto, Mosén Sinto,
Catalán de noble entraña,
Pensad que al Omnipotente
No es bien enmendad la plana.
Dejad cual es a Castilla
Y no queráis mejorarla
Pues antes veréis al lobo
Junto a la oveja asustada
Que convertida Castilla
En zona mediterránea.
No lamentéis el contraste.
De él cobra su fuerza España.
Pues de lo igual y homogéneo
Nunca paren las entrañas,
Sino de un íntimo encuentro
Que empeñan dos oleadas.
¡No que al par se igualen
Lo ascético con la playa!
Por esa cordial contienda
Está fecundada España.
¡Qué no en vano la forjaron
Los Castillos y las barras
Y en lo bajo la sumía
El centralismo que iguala!
Solo entonces Mosén Sinto
Sintió lo que vale España
Con todo su interior conflicto
De regiones encontradas
Que le dan el recio empuje
Para una empresa más alta.
Guadarrama, 24 de abril de 2019