En una entrega pasada, comentamos sobre el aumento de suicidios que nuestra sociedad está sufriendo, así como el efecto de imitación del mismo, conocido como “Efecto Werther”. En esta ocasión, revisaremos las principales conductas que exponen, en especial a los jóvenes, a la depresión y a la ansiedad que, para varios de ellos es difícil de manejar y que, para algunos, puede incluso acabar en tragedia.
Como individuos, es quizá poco lo que podemos hacer, mas aún esto poco puede hacer la diferencia en alguna persona. Después de dos años de “emergencia pandémica”, sabemos que las medidas tomadas tuvieron consecuencias mucho peores que el riesgo que se trato de minimizar. Es bien sabido que, vivir conlleva un riesgo. Siempre. Evitar casi todo contacto humano con quien no pertenece a nuestra familia no eliminó el riesgo y si trajo, como ya vimos, muchas otras consecuencias. El hombre es un ser social por naturaleza. Estudiar, jugar, trabajar y convivir a través de “la realidad virtual” es sumamente peligroso, sobre todo para los niños y jóvenes. Desafortunadamente, con las cuarentenas, limitaciones a reuniones sociales y a la mal llamada sana distancia que, en realidad no tiene nada de sana, los jóvenes han recurrido aún más a las redes sociales. Esto, aunado a problemas económicos, sociales y familiares, agudizados por las medidas pandémicas, ha provocado que, en Francia, según datos de Le Figaro, uno de cada cinco estudiantes haya tenido pensamientos suicidas y que un tercio de los jóvenes presente algún trastorno psicológico.
Los jóvenes, que pasan mucho tiempo en las redes sociales, están constantemente expuestos a unos estándares y estilos de vida tan irreales que, les da la percepción de que su vida no vale nada y de que ellos valen poquísimo. El efecto de imitar conductas, que la gran mayoría de las ocasiones dista mucho de ser modélica, es muy fuerte. Si la presión de grupo es grande entre los adolescentes, actualmente, debido a las redes sociales y aunado a las condiciones de la pandemia, puede ser insoportable.
En efecto, se ha comprobado ampliamente que el uso ilimitado de las redes sociales, es un factor nocivo para la salud mental de los jóvenes. Por ello, es importante limitar o mejor aún, eliminar por completo, el uso de las mismas en los niños y adolescentes. Investigadores del Reino Unido, estudiaron a más de 10,000 jóvenes de 14 años y encontraron lo obvio, las redes sociales generalmente son fuente de ansiedad para los jóvenes. A mayor uso de éstas, mayor es el acoso en línea, la falta de sueño y la baja de autoestima. Por si esto fuese poco, las redes sociales deforman su comprensión de la realidad, presentan conductas inmorales como sumamente deseables y los innumerables grupos de conocidos, sustituyen a los verdaderos, y generalmente pocos, buenos amigos; dejando al adolescente prácticamente sólo y desamparado entre la multitud virtual.
Otro punto de suma importancia, es exigir a los medios responsabilidad. Como sociedad no podemos aceptar que se laven las manos con la cantaleta de que, ellos no son responsables de los contenidos que transmiten, con lo que justifican que la mayoría de su programación no sólo sea franca y abiertamente inmoral sino que además, promuevan conductas sumamente peligrosas. Es importante señalar que, en Estados Unidos 4,600 jóvenes, de entre 10 y 24 años, se quitan la vida cada año. Los comportamientos que observamos en la pantalla, influyen mucho más de lo que pensamos en nuestra manera de ver y entender la vida. Un estudio realizado en Estados Unidos, detectó un fuerte repunte (28.9%) de las cifras de adolescentes que se quitaron la vida, el mes inmediatamente posterior al estreno por parte de la infame Netflix, de la serie “Por Trece Razones,” en el 2017. Desafortunadamente, esta serie no es la única que le da un toque romántico al atroz suicidio. Hay varias series y películas que tocan el tema enalteciendo de tal manera, tanto el suicidio como el suicidio asistido, que parece que lo están promoviendo. Si la gran mayoría de los padres no sólo no permitimos que nuestros hijos vean contenidos inmorales, lo cual es parte de nuestra más esencial obligación; sino que, además no apoyamos con nuestra suscripción dichas plataformas, mandaremos un fuerte mensaje a los medios.
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Y por último, pero mucho más importante. Debemos darles a los jóvenes un motivo lo suficientemente importante, lo suficientemente verdadero y lo suficientemente grande como para que puedan enfrentar cualquier problema, situación y sufrimiento que la vida les depare. Nuestros hijos, escuchan constantemente de nuestros labios; lo maravillosos que son, todo lo que se merecen y que pueden alcanzar lo que se propongan. Mas la vida, tarde o temprano, los acabará despertando. Y en ocasiones, lo hace de golpe y porrazo. Si encima, ignoramos el verdadero sentido de nuestras vidas, es muy difícil no caer en el hastío y hasta en la desesperación ante circunstancias adversas.
Nuestros hijos tienen que saber que su vida importa pero no por lo que tengan y ni siquiera por lo que consigan en la vida. Su vida importa porque fueron creados a imagen y semejanza de Dios con un propósito que trasciende este mundo y sus vanidades. Y tienen que saber que, los fracasos, la enfermedad, y aún el sufrimiento no son vanos. ¿Cómo puede ser estéril el sufrimiento del cristiano, cuando una muerte de Cruz fue la que nos abrió la gloria? Por ello, para el cristiano no hay lugar para la desesperanza; pues el mayor de los sufrimientos, la peor de las injusticias, la más dolorosa y devastadora de las enfermedades, tiene un poder salvífico enorme si unimos nuestra cruz a la de Cristo.
Cuando la desesperanza y la tristeza nos invada, a nosotros o a alguno de nuestros familiares, pidamos ayuda nuestra Madre, a María, quien estuvo al pie de la Cruz. Dios no nos promete una vida sin problemas ni preocupaciones y ni siquiera sin grandes sufrimientos. El mismo no evitó a Su único Hijo ningún sufrimiento, ni le libró de las más ínfimas humillaciones. Sin Cruz no hay gloria posible, mas si somos fieles a Dios, veremos cumplida Su promesa de que, cuando nos llegue de manera natural la muerte, ésta no será el final, sino el inicio de la vida eterna.
Termino con una frase de John Henry Newman: “Se les dice a los cristianos, no solamente que no se depriman ante sus sufrimientos sino que se alegren. Más aún, que se alegren no sólo porque la aflicción sea una disciplina que conduce a un bien futuro, sino porque es un privilegio presente, el privilegio de ser hechos semejantes a Cristo.”
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