Cuando el Papa Francisco se refiere a la pastoral de los jóvenes  habla  asimismo de una  Pastoral Popular Juvenil. ¿De qué se trata?
De una pastoral que tiene otro estilo, otros tiempos, otro ritmo, otra metodología.
Consiste en una pastoral más amplia y flexible que estimule en los distintos lugares donde se mueven los jóvenes  esos liderazgos naturales y esos carismas que el Espíritu Santo ya ha sembrado entre ellos.

Se trata de  “no ponerles tantos obstáculos, normas, controles y marcos obligatorios a esos jóvenes creyentes que son líderes naturales en los barrios y en los diversos ambientes. Solo hay que acompañarlos y estimularlos, confiando un poco más en la genialidad del Espíritu Santo que actúa como quiere.
Nos referimos a líderes realmente populares, no elitistas y clausurados en pequeños grupos de selección. Para que sean capaces de general una pastoral popular en el mundo de los jóvenes  hace falta que aprendan a auscultar el sentir del pueblo,  a constituirse en sus voceros y a trabajar por su promoción”
Cuando decimos  “pueblo”  no debe entenderse las estructuras de la sociedad o de la Iglesia,  sino el conjunto de personas que no caminan como individuos, sino como el entramado de una comunidad de todos y para todos,  que no puede dejar que los más pobres y débiles se queden atrás.
El pueblo desea que todos participen de los bienes comunes y por eso acepta adaptarse al paso de los últimos para llegar todos juntos.

Los líderes populares son aquellos que son capaces de incorporar a todos,  “incluyendo  en la marcha a los más pobres, débiles, limitados y heridos. No les tienen asco ni miedo a los jóvenes lastimados y crucificados” Hemos de estimular el bien posible.

El Señor nos advirtió que no pretendamos que todo sea solo trigo.A veces,  por pretender una pastoral juvenil aséptica, pura,  marcada por ideas abstractas,  alejada del mundo y preservada de toda mancha,  convertimos el Evangelio en una oferta desabrida,  incomprensible,  lejana, separada de las culturas juveniles y apta solamente para una élite juvenil cristiana  que se siente diferente,  pero que  en realidad  flota en un aislamiento sin vida ni fecundidad.

Así,  con la cizaña que rechazamos o arrancamos,  miles de brotes que intentan crecer son sofocados. En lugar de sofocarlos,  “estamos llamados a invertir en su audacia y a educarlos para que asuman sus responsabilidades,   seguros de que incluso el error,  el fracaso y las crisis  son experiencias  que pueden fortalecer su humanidad y la nuestra”

Hablamos de construir  “una pastoral juvenil capaz de crear espacios inclusivos donde haya lugar para todo tipo de jóvenes y donde se manifieste realmente que somos una Iglesia de puertas abiertas”

Esto que se dice de la pastoral juvenil que debemos practicar en la Iglesia   debemos  decirlo también de toda la pastoral eclesial,  pues la Iglesia no pretende ser ni es el pueblo de los perfectos,   sino  “el Pueblo de Dios  donde  cada uno y cada una  acude con sus alegrías, penas, tristezas, esperanzas, ilusiones, logros, aciertos, errores, y donde podemos experimentar  el amor,  la bondad y la misericordia del Padre,  la gracia del Hijo y el fuego del Espíritu Santo”

Y para ello es necesario  pasar  de una pastoral de mera conservación a una  pastoral misionera, apostólica, en salida,  confiando más en la providencia del Señor que en todos nuestros trabajos y esfuerzos.

A  todos los agentes de pastoral,  a los diáconos,  los sacerdotes,  los obispos,   a los miembros de la Vida Consagrada  nos  incumbe de manera especial  lo que se ha dicho aquí   (Ver Christus vivit,  núms. 230-247)

Actuemos como el mismo Jesucristo,  el Buen Pastor que dejó las 99 ovejas sanas y salvas en el rebaño y salió en busca de la que se había perdido y no cesó en su empeño hasta que la encontró,  la cargó sobre sus hombros y la llevó junto con las demás.
Y su alegría fue grande.

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José Vte. Martínez  

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