La libertad hay que conquistarla día a día.
Estamos aquí no solamente para solicitar la destitución de tres concejales. Eso es lo accidental. Lo esencial de nuestro acto de hoy es defender la Libertad. Porque la Libertad no es algo que se conquiste de una vez y no haya que defender. La libertad se conquista día a día, y se defiende palmo a palmo.
Y es contra la Libertad contra la que han atentado de manera grave, reiterada, consciente e inmisericorde estos tres concejales. Y contra la Libertad está atentando reiteradamente la alcaldesa al no cesarlos, y con tal acto se convierte en uno más de ellos. Pues la libertad no es más que la capacidad de pensar y obrar según la propia voluntad personal pero con sujeción a un orden superior, y en este orden superior se encuentra el respeto al otro, al prójimo, al próximo. Es decir, considerar al otro, incluso al que piensa o siente de manera distinta, como un sujeto con derechos innatos propios, y no como un objeto.
Madrid, no merece una concejal imputada.
RITA MAESTRE está imputada por un delito contemplado en el Código Penal como de aquellos que atentan contra los derechos fundamentales y contra las libertades públicas. ¿Puede representar al pueblo de Madrid, quien no respeta los derechos fundamentales y libertades públicas de todos sus administrados? Pues no debemos olvidar que quien atenta contra la libertad o los derechos de uno siquiera, atenta contra la libertad y los derechos de todos, pues con sus actos demuestra que no respeta más libertad y más derechos que lo que su conciencia estime como tal, sometiéndonos a todos a la arbitrariedad de ser ella el intérprete único de lo respetable.
En referencia a GUILLERMO ZAPATA, se puede decir otro tanto de lo mismo. Quiere amparar su actuación en un supuesto debate sobre los límites del sentido de humor. Pues bien, tal debate es falso, y es falso porque el sentido de humor es una virtud social que se encuentra en el término medio entre la frivolidad y la seriedad absoluta. Es el justo equilibrio entre quien de todo se ríe sin respeto alguno y quien de nada se ríe por estimarlo todo de una gravedad esencial. Es curioso que se riera de los masacrados por persecuciones ideológicas, de niñas víctimas de violaciones y asesinatos execrables, de víctimas del terrorismo… personas todas pertenecientes a colectivos bien alejados de sus pretensiones políticas: ¿Porqué no se rió, si el debate era sobre los límites del sentido de humor, de aquellos colectivos que apoyan sus opciones políticas?
Finalmente PABLO SOTO ha sido el más descarado vulnerador de nuestras libertades, aunque haya sido aquel al que menos atención le hayan prestado los medios de comunicación. Y es así porque ha llevado al límite máximo la vesania del odio ideológico, ya que ha cosificado al rival político. Y es que de la tormentosa experiencia del siglo XX europeo aprendimos que los genocidios ideológicos de todos los matices y colores políticos tenían un elemento común: la falta de empatía y la cosificación de las personas. Solo se podía asesinar cobardemente a un ser humano cosificándole, privándole previamente, por medio del fanatismo ideológico, de las esencias de ser humano. Solo así podía un hombre empuñar un arma para asesinar cobardemente a un ser humano sin que su propia conciencia le gritara ¡ASESINO!
Quien discrimina a algunos, no puede representar a todos
Con estos mimbres difícilmente el Ayuntamiento de Madrid puede empatizar y comprender los problemas de sus administrados. Y es que para ellos nuestras necesidades no son sus prioridades. Sus prioridades son, simple y llanamente, sus prejuicios ideológicos. Solo saben ser fuertes con los débiles y débiles con los fuertes, todo lo contrario de lo que exige a un gobernante. Y es que, entre otras cosas, el gobernante debe ser ejemplo de virtudes cívicas. Y ¿puede ser ejemplo quien está imputado?
Por eso HO y el CJTM cumplen con un deber de ciudadanía social al intentar, por todos los medios, hacer ver a los políticos que el poder, para no ser despótico y totalitario, tiene un límite, que es el respeto de nuestra soberanía social. Y es que la sociedad tiene necesidad, para ser libre, de que se respeten sus fines y los derechos que para alcanzar estos fines vienen establecidos prepolíticamente. Nuestro acto de rebeldía es un acto frente al totalitarismo, que no es otra cosa que la ilimitación del poder invadiendo las esferas de libertad que nos son propias. Vivimos momentos difíciles en los que el poder de unos pocos lo ha usurpado todo, lo avasalla todo, y ello en el supuesto nombre del pueblo, cuando estos vándalos no consideran pueblo más que a aquellos que piensan como ellos.
Sin embargo el auténtico pueblo de Madrid, el que no ansia más que al respecto de su libertad, ha demostrado en este acto que no está dispuesto a sucumbir y que con la frente bien alta es capaz de decirle a los totalitarios: ESTOS SON NUESTROS DERECHOS, RESPETALOS.