Una conquista monumental para el movimiento pro-familia tuvo lugar la semana pasada en Ginebra, cuando el Consejo de Derechos Humanos aprobó una resolución que pide a los países que tomen medidas concretas para proteger la familia, que se describe en la Declaración Universal de Derechos Humanos como el «elemento natural y fundamental de la sociedad».
Se trata de la segunda resolución de esta clase en el Consejo de Derechos Humanos (CDH) en el lapso de dos años, tras dos décadas en las que la familia fue considerada extremadamente polémica en la ONU. En 2014, el CDH aprobó una resolución sobre la protección de la familia con 26 votos a favor, 14 en contra, 6 abstenciones y un miembro ausente. La de este año contó con un incremento en la mayoría: 29 a favor, 14 en contra y 4 abstenciones.
La resolución insta a los países a adoptar leyes y políticas con perspectiva de familia, a la vez que reconoce que el grupo familiar enfrenta «cada vez más vulnerabilidades» y exhorta a las organizaciones internacionales a dar la «debida consideración» a la familia en el establecimiento de la agenda de desarrollo mundial post 2015.
La resolución tiene en cuenta que la familia es el «entorno natural para el crecimiento y el bienestar de todos sus miembros, particularmente los niños» y que, aunque el Estado es responsable de proteger los derechos humanos de todos, «la familia tiene la responsabilidad primordial de cuidar y proteger a los niños».
Estados y organizaciones que tienen una postura a favor de los «derechos sexuales» rechazaron con fuerza ambas resoluciones recientes partiendo de la base de que podrían ser utilizadas para «promover valores familiares y políticas orientadas hacia la familia sumamente polémicos», según una declaración del grupo Sexual Rights Initiative (SRI), que existe para promover el concepto extremadamente controvertido de «derechos sexuales» dentro de las instituciones internacionales.
El aspecto más polémico de la resolución tuvo que ver con la definición de la familia, que no se describe explícitamente. El intergrupo LGBT del Parlamento Europeo calificó de «no inclusiva» la resolución de 2014, ya que la «referencia a “la familia” en singular podría ser utilizada como precedente para la oposición a los derechos de las parejas de personas del mismo sexo, de las familias monoparentales, y otras formas de familia». Durante el debate de la semana pasada, Sudáfrica propuso una enmienda que fue rechazada por estrecho margen, la cual pedía un texto que reconociera que en diferentes contextos «existen diversas formas de familia».
Egipto presentó la resolución y dijo que ella no imponía una definición específica y que dejaba esa cuestión a criterio de los estados miembros. El texto reconoce la diversidad de unidades domésticas al tener en cuenta que los «hogares encabezados por una sola persona, los hogares encabezados por niños y los hogares intergeneracionales son particularmente vulnerables a la pobreza y la exclusión social». La resolución también presta particular atención a las familias con miembros discapacitados, instando a los países a garantizar que reciban apoyo adecuado.
Esa misma semana, la Corte Suprema de los Estados Unidos legalizó el matrimonio homosexual. Estados Unidos, que votó en contra de la resolución del CDH, manifestó su decepción por el hecho de que «no reconoció la diversidad de familias», y no estaba conforme con conceder a sus pares la posibilidad de definir la familia de acuerdo con sus propios valores.
La frase «diversas formas de familia» no es neutral: en abril, el Grupo de Trabajo del CDH sobre la discriminación de la mujer publicó un informe que incluye explícitamente «las familias LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e intersexuales) y «las familias autocreadas o autodefinidas» entre sus diversas series.
Como dijo el Vicepresidente del Intergrupo LGBT el año pasado: «No debería concernir a una mayoría accidental de estados el definir qué constituye y qué no una familia». Esa declaración es una espada de doble filo.