El pasado domingo, 8 de noviembre, los carlistas catalanes celebraron su tradicional aplech en la montaña sagrada Montserrat. La celebración, de carácter eminentemente familiar, ha sido especialmente tensa este año habida cuenta la inusual presencia de varios agentes de los mossos d´escuadra así como de cámaras y fotógrafos no convocados que intimidaron sobremanera a los asistentes.
Tras la celebración de la Santa Misa y el rezo del responso por los muertos del laureado Tercio de Montserrat, se procedió a la lectura del Manifiesto de Montserrat 2015, en el que se puso de manifiesto el inminente hundimiento del llamado régimen de la Transición y se advirtió que “el embate secesionista será contenido momentáneamente cuando el gobierno central ponga en marcha sus resortes de poder. Pero el nacionalismo nunca se puede vencer así, pues ello retroalimentará el resentimiento y las ansias de separación. Preparémonos, pues vendrán oleadas cada vez más intensas y contundentes de retos independentistas”
Asimismo, en el precitado Manifiesto se resaltó que “el mal que vivimos no está en los efectos, el mal está en la causa. Y la raíz del drama que vive España es la Constitución. Esta es un papel mojado que algunos ilusos quieren usar como remedio para sanar el mal que ella misma ha provocado. La falta de una visión trascendente de la historia, convierte a los hombres en ciegos guiados por ciegos. El carlismo, que siempre –recogiendo la sabiduría popular- fue clarividente en sus vaticinios, ya anunció los males que sobrevendrían si se aprobaba la Constitución del 78. Por eso, a pesar de contar por aquél entonces con escasos medios, fue uno de los pocos movimientos políticos que solicitó el “No” en ese histórico Referéndum”.
Desde la sagrada montaña de Montserrat, trono de la Moreneta, y frente al Mausoleo donde reposan los requetés del laureado Tercio de Montserrat, piedra angular de la Tradición, los carlistas catalanes, al igual que sus antepasados, se conjuraron para poner todos los medios al servicio de la nobilísima causa de devolver a España su dignidad y su ser, y concluyeron el acto con las últimas estrofas de la letra (original) del Cant dels Segadors.