El próximo 26 de mayo, 1415 aniversario del fallecimiento del primer arzobispo de Canterbury, llamado Agustín, el régimen partitocrático ha convocado a los ciudadanos de la región de Extremadura a elegir a los representantes legislativos regionales (elección indirecta de quien esté al frente del aparato burocrático de Emérita Augusta) así como la composición futura de los ayuntamientos de toda España.
Hay analistas que nos dicen que hay en juego alguna que otra cosa. Mientras, todo el entramado partitocrático -junto a sus trabajadores directos o indirectos- incide en que votar es determinante. Aunque hay gente que está algo harta de los políticos, no pocos tienen “asimilado” que no hay que abstenerse de depositar papeletas no nulas en las urnas del colegio electoral próximo a nuestra residencia.
Pero habrá que ir por partes antes de emitir una declaración de juicio final que permita determinar qué grado de certidumbre y lógica tienen esas declaraciones. Responderemos a una serie de interrogantes que el mismo subconsciente del lector es capaz de emitirle a medida que lee el artículo (puede tener, antes de leerlo, una serie de dudas además).
El PSOE podría volver a perder la Junta de Extremadura
De acuerdo con algunas estimaciones demoscópicas, es posible que el socialista Fernández Vara tuviera que volver a la oposición o a ponerse la bata blanca diariamente (recordemos que este señor es médico de profesión). Podría haber gobierno de centro-izquierda formado por PP y C’s , liderado por Monago (C’s quedaría detrás al tener menos implantación rural) y apoyado por VOX.
La aritmética parlamentaria podría facilitar un “pacto a la andaluza” (de hecho, Cayetano Polo parece ser menos “hostil” al PP que María Victoria Domínguez, experta en “trepar políticamente” y, en cierto modo, persona bien sintonizada con Vara) frente a un PODEMOS que no desaparece de los parlamentos y un PSOE que podría ser el más votado por la “fragmentación de la derecha” y la recuperación de voto comunista.
Extremadura es prácticamente tan pobre como hace 60 años
Según un reciente informe de FEDEA, Extremadura está tan lejos de ser una “región rica” como hace seis décadas. De hecho, no solo es líder en pobreza en ambos extremos de rango de ese informe. También está entre las que tienen menor poder adquisitivo a nivel tanto nacional como comunitario (desde 2014, Estonia, liberada del yugo del comunismo en el año 1991, nos supera).
Lo mismo ocurre en materia de empleo. Estamos entre las regiones con mayor tasa de desempleo (normalmente, si algo mejora en el conjunto nacional, nos quedamos a la cola). La perseverancia en la subvención, la traba burocrática, la alta presión fiscal y el enchufismo en el paraíso funcionarial juntero obligan además a muchos jóvenes a emigrar a Madrid, Londres, Münich y Dublín.
También tenemos nulo atractivo para las empresas, por las razones previamente mencionadas (ligada a las mismas está el hecho de la restricción de horarios comerciales). Se ponen trabas a universidades privadas, por ejemplo. Eso sí, luego nos cuentan cuentos de infancia (fábulas totalmente falsas en realidad) sobre azucareras emeritenses, mataderos sureños, complejos temáticos castilblanqueños… Pero nada.
Nadie solucionará unos problemas cuya raíz es muy venerada
La pésima calidad de la universidad gubernamental, los éxodos, las deficiencias de un sistema sanitario cuasimonopólico colapsado y con una calidad deteriorada por el colapso y el desastre de la empresa de ambulancias contratada, las continuas incidencias del ferrocarril, ciertos desahucios, la caída de la natalidad… Todo ello tiene, grosso modo, un factor de causa común: socialismo.
No obstante, la partitocracia extremeña no abomina totalmente de estos tejemanejes de planificación centralizada (todos compiten por ser lo más estatista posible, aunque algunos nos vendan humo con “revoluciones fiscales”). Un VOX post-monaguista tampoco puede dar la más mínima esperanza. Además, en lo cultural, seguirá habiendo abortismo, ideología de género, laicismo…
Así pues, no depositen sus esperanzas en una partitocracia que anula a la sociedad y busca satisfacer su interés propio. La Junta es otro Estado problemático. La solución no está en el voto, sino en un largoplacismo para poder conseguir una sociedad más fuerte (deseablemente, sin Estado), respetuosa con la libertad, la propiedad, la dignidad humana y el principio de subsidiariedad.
Por Ángel Manuel García Carmona Este artículo se publicó primero en Ahora Información: ¿Qué se juega Extremadura el próximo 26 de mayo?