La carta del alto prelado está fechada el 27 de septiembre de 2019, pero fue hasta el 8 de enero de 2020 que se hizo pública.
Monseñor Zen explicó que se dirigía “en conciencia” a los 223 cardenales que conforman el Sacro Colegio: “Creo que el problema que abordo en esta carta concierne no solo a la Iglesia en China, sino a toda la Iglesia, y nosotros, como cardenales, tenemos la gran responsabilidad de ayudar al Santo Padre a guiarla”, escribió.
Joseph Zen llamó la atención de los porporati con respecto a un documento del Vaticano publicado en junio de 2019, titulado “Directrices Pastorales de la Santa Sede sobre el Registro Civil del Clero en China”. Estas instrucciones corren el riesgo de crear una iglesia cismática en su país. “Según mi análisis de las ‘directrices’, explica, está claro que se anima a los fieles en China a unirse a una iglesia cismática, independiente del Papa y bajo las órdenes del Partido Comunista”.
Sería injusto reprochar al cardenal Zen por saltarse la autoridad al hablar directamente con el Colegio de Cardenales. De hecho, el prelado explica, “el 10 de julio de 2019, presenté mis dubia al Papa. Su Santidad prometió prestarles atención, pero, hasta la fecha, sigo sin recibir respuesta”.
El obispo emérito de Hong Kong señala, en su carta, el papel desempeñado por el Secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal Piero Parolin, principal arquitecto de los acuerdos hechos con la China de Xi Jinping, en septiembre de 2018. “El Cardenal Parolin dice que hoy, cuando hablamos de una Iglesia independiente, esta independencia ya no debe entenderse como absoluta, porque el Acuerdo reconoce el papel del Papa en el Iglesia católica (…), pero la realidad muestra que nada ha cambiado”.
El cardenal chino no duda en reprochar a Monseñor Parolin por “manipular el pensamiento del Papa Benedicto XVI” al hacer creer que el Acuerdo firmado bajo Francisco es exactamente lo que su predecesor deseaba: “Me disgusta escuchar que la política actual de la Santa Sede está en continuidad con el pensamiento del Papa anterior, cuando la realidad es todo lo contrario. Tengo razones para creer, y espero poder probarlo algún día con documentos de archivo, que el Acuerdo firmado es el mismo que el Papa Benedicto XVI, en ese momento, se negó a firmar”.
La carta cardenalicia termina con una pregunta que deja poco espacio para la ambigüedad: “Su Eminencia, ¿podemos quedarnos de brazos cruzados mientras somos testigos del asesinato de la Iglesia en China, por las mismas personas que deberían protegerla y defenderla contra sus enemigos?”
Este enfoque, tan inusual de parte de un miembro del Colegio Cardenalicio, revela la creciente inquietud que existe en la Iglesia bajo el pontificado actual. Pero, ¿sabrán los miembros del Colegio responder a tiempo dada la urgencia de la situación para los católicos chinos?