Monseñor Barry Knestout, obispo de Richmond en el estado de Virginia (EE. UU.), creyó que podría autorizar un gesto ecuménico a favor de «la Iglesia Episcopal», una rama de la fe anglicana. A este fin, decidió prestar la iglesia de San Beda para la «consagración episcopal» de una «mujer obispo», Susan Haynes. Para justificar su acción, citó varios documentos del Concilio Vaticano II.
Sin embargo, no contaba con la movilización de los fieles de la diócesis, que presentaron, el 7 de enero de 2020, una petición solicitando a su obispo la cancelación total de la ceremonia.
«Esta ceremonia plantea un problema dado que el Papa León XIII declaró solemnemente que las ordenaciones anglicanas son inválidas, y la Iglesia afirma en su enseñanza constante la imposibilidad de que una mujer reciba el sacramento del Orden», declararon los fieles, recordando también los diversos cánones de la ley de la Iglesia que prohíben la celebración de una ceremonia de este tipo dentro de un templo católico.
Con 3207 firmas obtenidas en solo unos días, la petición logró rápidamente su objetivo. Conscientes del desorden causado, fueron los episcopales, ¡y no el obispo!, quienes decidieron cancelar el evento.
«Con profunda tristeza recibí la carta de la representante elegida para el episcopado, Susan Haynes, en la que explicaba su deseo de encontrar otro lugar para la ceremonia», declaró el obispo de Richmond, el 17 de enero.
Monseñor Knestout ya puede calmar su tristeza, porque esta cancelación está en concordancia con la enseñanza tradicional y constante de la Iglesia, que prohíbe la communicatio in sacris activa y formal. Esto consiste, para un católico, en organizar o participar en un culto heterodoxo, fuente de indiferentismo práctico en materia de religión y causa de escándalo entre los fieles.