Nunca, jamás en tan poco tiempo un gobierno había anulado tanto a los ministros y tratado de idiotizar a la sociedad. Nunca en tan escaso tiempo se había ideologizado tanto la política como para que alguien (Bergoglio) tuviese que advertir de esa aberración gubernativa. Pedro Sánchez recibió una soberbia lección de política en el Vaticano.
Nunca, jamás en tan poco tiempo se había avanzado menos y retrocedido más. Es lo propio de un gobierno progre.
Simples constataciones hechas con el máximo respeto y sin el menor asomo de odio.
Alguna otra constatación, “con respeto, con muchísimo respeto” (como dijo el Alcalde de Zalamea): Estamos, a marchas forzadas, retrocediendo en libertad, en defensa de la vida, en ayuda a los necesitados, en educación, en respeto por el adversario político, en independencia de la justicia, en respeto gubernativo a las fuerzas de seguridad, en empleo, en colaboración interterritorial, en prestigio internacional. La lista es mucho más amplia y mucho menos respetuosa del gobierno para con la ciudadanía. Supongo que no es odio, es solo ineficacia e incapacidad para gobernar. Son limitaciones, y todos las tenemos, aunque no tan gordas; pero no por eso odiamos a quienes nos sufren y nos aguantan con paciencia o ayudándonos a mejorar, que es lo que pretendemos hacer con el gobierno –si nos deja…-.
También podemos hablar de las mentiras, falsedades, engaños, disimulos, patrañas y otros desprecios – no precisamente por odio – que tenemos que soportar el pueblo, que no odia, pero se cabrea, o sin cabrearse raciocina sobre ello y hace discurso, o sea, que discurre, no odia como hacen ellos.
Está claro que el gobierno se salta a la torera muchas leyes, la Constitución, sus propias normas, etc. etc. No creo que las odie, pero sí creo que los ciudadanos tienen derecho a imitar a sus gobernantes, sin odio, al contrario, la mayoría aman la ley, la Constitución y el orden, pero imitan.
Millones de españoles aprecian, estiman y hasta aman su empleo, su trabajo, ser autónomos, su tienda, su bar o su hostelería, su pequeña empresa. El gobierno, no sé si les odia, pero les ha forzado a cerrar, a bajar la persiana para siempre, a formar en las colas del hambre a las puertas de Cáritas, de bancos de alimentos, de asociaciones, etc. Yo me pregunto, ¿por qué las colas no van a las puertas del ministro de consumo? Se trata de consumo, no le odian, pero ¿qué hace, qué pinta? Debería de explicar lo que está haciendo ese ministerio al respecto; si es que hace algo…
Todo lo anterior es mucho peor que disentir, hablar o escribir crítica de algún colectivo, del pensamiento único, de la ideología de género, o del gobierno que tanto se lo merece. Tampoco es discurso de odio, es utilizar la facultad del raciocinio (discurso) con criterio, con opinión propia diversa.
Realmente, el conjunto del gobierno, todo el ministerial, me inspira no odio, algo así como compasión, lástima. ¿Se imaginan lo que es funcionar al dictado?… Gente responsable como eran antes, ahora tener que vivir al dictado y estar en todo bajo el dictado, debe ser muy duro. Es que, si alguno no sigue el dictado, este va al jefe y el jefe dicta el dictado; realmente él es el primero y más fiel seguidor del dictador. En todo caso, ya digo, de odio nada; algo así como lástima o conmiseración ante la sevicia del dictador.
¿Todo cuestionamiento u oposición a las tesis y prácticas ideológicas social-comunistas es discurso de odio? Pues, quien discrepe es criminalizado. ¿Es eso peor que el supremo vandalismo en las calles y fomentado por los mismos que persiguen a quienes hablan y escriben con criterio y sentido?
La ideología progre afecta lamentablemente a muchos órdenes de la vida: aspectos sociales, culturales, familiares, feministas, sexuales, racistas, nacionalistas, idiomáticos, de memoria, de religión y de región. Si no estás de acuerdo, piensas, escribes o hablas distinto a sus fantasmas ideológicos, «anatema sic» porque estás pensando con odio, escribes odiando, hablas odio… Te tratan mucho peor que a los vándalos que hacen pillaje por las ciudades de España con la complicidad de quienes te culpan de odiar.
La ley que implanta «el que puede» te dice: Si no comulgas conmigo en todos esos órdenes susodichos, mejor te callas, no pienses, no escribas, no razones porque te puedo «encartar». Y prepárate, porque aquí solo se puede pensar, hablar y escribir lo que a mí me da la gana y nada más. Puedes patear a policías, puedes quemar propiedad pública, puedes asaltar tiendas, puedes romper lo que encuentres por delante, pero no puedes hablar ni escribir o decir que eso lo fomenta el actual gobierno con su ideología y su proceder.
Así se legisla en esta España de hoy. Ni Constitución, ni leyes, ni derechos, ni justicia, ni ideas, criterio, razón, sentido común. Todo «según, cómo y quién».
Inocentemente, sin odio alguno, pregunto: Si los más obligados por su juramento se saltan leyes, sus propias normas, la Constitución y el respeto al pueblo; quienes no hemos jurado todo eso, ¿podemos seguir su ejemplo? Pero sin odio, ¿vale? Eso sí, “con muchísimo respeto” pensamos, hablamos y escribimos libremente.
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