La campaña electoral madrileña se está convirtiendo en un juego de sobres. Pero no de comisiones o sueldos en B como podía cobrar algunos políticos del PP, de Podemos o del PSOE, sino de sobres «amenazantes».

El cuarto de estos sobres, el dirigido a la Ministra Reyes Maroto, hizo que la ya exaltada izquierda, se pusiera por las nubes, e hiciera saltar toda las “alarmas antifascistas”. Pablo Iglesias llego a decir en un tweet «Ya está bien de amenazas fascistas».

Esto me recuerda cuando hace unas fechas un político (médico titulado) del PP aconsejo a Errejón que fuera al médico. Entonces toda la izquierda se levantó en masa pidiendo la correspondiente rectificación, para dignificar a aquellos que padecen enfermedades mentales.

Ahora le toca a esa misma izquierda demostrar que es consecuente y pedir perdón a un enfermo concreto, al que llamó fascista, y pedir perdón a los fascistas, por haber confundido una carta enviada por una personas diagnosticada de esquizofrenia con una obra de “terroristas fascistas”.

Desde luego, ya desde que apareció la noticia, fueron muchos los que dudaron de que se tratara de una amenaza real, pues los medios relataron que en el sobre iba incluido el nombre y datos del remitente y que en el interior, además de una navaja, se encontraban recortes de periódicos y capturas de mensajes de Twitter y WhatsApp… lo que a cualquier persona medianamente avisada advertía de tener todas las trazas de ser obra de alguien con algún problema de salud mental.

En cualquier caso, ya veremos qué pasa con los otros tres sobres, pues resulta altamente sospechosos tres sobres con balas que no fuera detectados ni por el personal de correos, ni por el personal a la entrada de los respectivos ministerios. Y más cuando precisamente estos sobre aparecen ya mediada la campaña electoral, cuando para todos parecía evidente que la mal llamada derecha ganaría las elecciones, y que la izquierda las perdería contundentemente.

En esta tesitura, igualmente resultaba sospechoso que los afectados hicieran públicas esas amenazas (cuando normalmente, hasta que termina la investigación policial se mantiene cautela) y, además, con intención electoral.

Dicen que los sobres los mando la ultraderecha, si bien no se sabe porque esa adjudicación, pues ni siquiera en las cartas que acompañaban a las balas que contenían aquellos sobre se hacía ninguna referencia que permitiera identificar las mismas como procedentes de la ultraderecha. ¿Por qué no pueden ser obra de un votante de izquierdas descontento con la política de un gobierno supuestamente de izquierdas que ha desprotegido totalmente a los más vulnerables? ¿Por qué estos tres sobres no pueden ser obras, también, de alguien no de derechas ni de izquierdas, sino simplemente con una enfermedad mental? ¿Por qué no puede ser obra de la misma izquierda con afán de pasar por víctima e intentar así conseguir que algún votante se acerque el día 4 de mayo a votarlos?

Esta última hipótesis no es una locura, pues ya Pablo Iglesias la utilizó en las últimas elecciones, cuando a raíz de la desaparición del teléfono móvil de su “colaboradora”, la tal Dina, denunció públicamente ser víctimas de las cloacas del Estado. La desaparición del móvil, la correspondiente denuncia, y su divulgación por los medios de comunicación le sirvió para conseguir mejorar sus resultados electorales. Sin embargo, después de las elecciones, y tras la correspondiente tramitación judicial se descubrió todo el montaje: cuando presentó la denuncia ya sabía lo que había sido del móvil, sabía qué el mismo lo retuvo, y que él mismo borró parte del contenido. Todo esto parece ser que lo hizo para proteger a una “virtuosa y débil dama” que necesitaba de la protección de un “macho de la pradera”.

Quizá pase algo con el asunto este de las cartas. Quién sabe si después de las elecciones se descubre que el origen es otro muy distinto al que la izquierda proclama en el momento actual.

La izquierda lleva años propalando la violencia durante las campañas electorales. Lleva años poniendo la diana sobre todos aquellos que no piensan como ellos, a los que tachan de fascistas. Llevan años siendo verdugos que se hacen pasar por víctimas.

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