Desde que empezó la locura colectiva del coronavirus, he denunciado varias veces y con bastante dureza, la actuación de las policías, aunque también la de otros profesionales y grupos.
Un buen amigo, perteneciente a uno de esos cuerpos policiales españoles (los de verde), que coincide conmigo en muchas cosas, se ha visto obligado en varias de esas ocasiones a defender la actuación de sus compañeros. Un grano no hace granero, argumenta con buen tino, y el sentido del deber, la sujeción al ordenamiento jurídico, a la legalidad vigente, la neutralidad política, entre otros, son principios básicos de su actuación.
No dudo de lo acertado de sus razonamientos, como no dudo de su profesionalidad, demostrada ampliamente durante más de 30 años de servicio al ciudadano, y de sus valores. Entre mucha gente con sólidos principios morales, los cuerpos policiales son contemplados como los garantes del orden, de la paz, de la ley, como aquellos a los que acudir cuando tus propiedades están en peligro, cuando tu vida está en peligro, cuando sientes una amenaza (“pronóstico feliz para el afligido” reza la Cartilla de esos de verde).
Y en tiempos de paz, en tiempos en que la sociedad está presidida por leyes justas, por un sistema que garantiza los valores esos en los que todos estamos intiuitivamente de acuerdo, en tiempos en los que el poder tiene un control efectivo por los ciudadanos, en los que todos somos iguales ante la ley, puede que sea así.
Esos no son estos tiempos.
Atentos al titular de un periódico local salmantino: “Sanción de 300 euros por saltarse el toque de queda por 9 segundos. El BOE ha publicado una sanción a un joven por saltarse el toque de queda y ser ‘cazado’ en la calle a las 22:00:09 horas.”
Estoy seguro de que mi viejo amigo convendrá conmigo, apoyado en la experiencia de muchos años de aplicar la ley, de perseguir a los malos, de patrullar en las oscuras noches, de tener que decidir en cuestión de segundos ante situaciones inverosímiles, de tener que tragar mucha quina con personajes de todo pelaje para no crear situaciones muy desagradables (aunque a uno le hirviera la sangre), de aplicar aquello de “paso corto, vista larga y un poquito de mala leche”, que lo que describe la noticia que cito es una cacería en toda regla.
Por supuesto que los policías están para hacer cumplir las leyes. Por supuesto que no deben, en el cumplimiento del deber, guiarse por sus propias opiniones, y menos por opiniones políticas, por supuesto que no han de desobedecer, que no han de promover el caos.
Pero denunciar a un chaval 9 segundos después del toque de queda, y hacerlo constar así en la denuncia, está feo. O el policía en cuestión tiene un reloj suizo, con un margen de error admirable, o padece un trastorno obsesivo compulsivo, o ha sido una de esas víctimas del pánico generado por aquellos que nos quieren controlar.
O es un perfecto gilipollas, que todo puede ser.
A las policías les pido, si quieren representar aquello que mi amigo y mucha gente quiere que representen, que mantengan la cabeza fría cuando todo a su alrededor amenaza ruina, que no tengan miedo, que se comporten como personas.
Les pido que hagan cumplir las leyes, pero que no conviertan su intento en una cacería continua de gente que tiene derechos fundamentales, que no conviertan simples infracciones administrativas en delitos a la primera de cambio, que se moderen en épocas de tribulación, que muestren un mínimo de empatía cuando la gente está sufriendo.
Les pido que piensen.
Que no entren en pánico.
Y también les pido, aunque esto con poca esperanza de que lo entiendan, que tengan perspectiva al analizar los tiempos en los que nos movemos, al analizar los resortes que el poder está utilizando para con todos, porque, si seguimos así, no tardarán en encontrarse frente a toda esa gente privada de sus derechos y libertades, de sus propiedades y casi de sus vidas, desesperados por poder seguir teniendo una vida digna.
Entre esa gente, no lo duden, estarán sus familias.
Rezo para que podamos remediarlo antes, porque sentiré enormemente ver a mi amigo en tesituras tan difíciles.
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