«Permítanme dedicar este premio a la memoria de los nicaragüenses que en los últimos días han sido asesinados en las calles por reclamar justicia y democracia, y a los miles de jóvenes que siguen luchando, sin más armas que sus ideales, porque Nicaragua vuelva a ser República».

Con aquellas palabras, el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, recibía el Premio Cervantes en abril del 2018, siendo también, el primer centroamericano en conseguirlo. Gran mérito para un histórico del sandinismo y en su momento, vicepresidente del hoy tirano, Daniel Ortega. Uno se podría imaginar que a Ramírez se le podría tener algún respeto por parte de aquellos junto a quienes combatió para derrocar la dictadura de la familia Somoza. Pero no fue así.

La Fiscalía de Nicaragua (cabe decir, controlada por la familia presidencial) giró una orden de captura en contra del escritor «(…) por realizar actos que fomentan e incitan al odio y la violencia (…)» , déjenme decirles que eso significa cualquier cosa. Pero sobre todo, significa lo que el tirano quiere que signifique.

Y es que el espíritu autoritario de todos los déspotas se resume en: sino es como yo digo, no puede ser de otra manera. Y en esa situación, cualquier cosa sirve como excusa para perseguir al disidente. Si ni siquiera hay un poco de consideración por el que algún día compartiera las filas de la milicia sandinista ¿Qué le espera a los demás nicaragüenses que se oponen al régimen?

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