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LIBRO «José de Mazarrasa. Ideario apostólico»

José de Mazarrasa, emérito combatiente en las Guerras de la Convención, Independencia, y Primera Guerra Carlista.

José de Mazarrasa y Cobo de la Torre

«Sabe V.S., como es notorio, que todos los españoles, por desgracia, estamos divididos en partidos políticos, los cuales se hacen una guerra política, cuando no puede ser militar. […] Los partidos son muchos, pero yo los reduzco sólo a dos: uno conservador de la religión, de la monarquía y de la legitimidad, que podemos llamar realista o carlista, y el de la revolución.»José de Mazarrasa. Apelación.

Hoy presentamos uno de esos libros en los que la Universidad cumple perfectamente su misión de transmitir a las futuras generaciones el rico legado de la historia. El Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cantabria editó en 2004 un magnífico estudio, autoría de Ramón Maruri Villanueva, de la figura de José de Mazarrasa, emérito combatiente en las Guerras de la Convención, Independencia, y Primera Guerra Carlista.

Acercarse a la figura de Mazarrasa es acercarse al movimiento social y político conocido como “los apostólicos” fieles guardianes de las esencias patrias, y fieles siempre a lema Dios, Patria y Rey. Sin duda la figura de Mazarrasa es un ejemplo claro de esos mártires de la tradición que tuvieron que exiliarse para conservar su vida, y que fieles a sus principios nunca abdicaron en su obligación de defender la verdad, aún enfrentándose a sus propios correligionarios. Efectivamente, José de Mazarrasa y Cobo de la Torre sufrió un temprano exilio pues ya en 1839 abandono el territorio patrio para huir de la venganza del traidor Maroto que a la sazón ya estaba maquinando para protagonizar la infame rendición de Vergara.

Mazarrasa dejó testimonio de sus principios evangélicos, y en su vida y obra siempre encontraremos la claridad de las ideas, y la lealtad a los principios, pues para él no se podía encontrar verdadera lealtad, ni verdadero patriotismo, en quién no sea verdadero católico. Para Mazarrasa el verdadero enemigo no eran ni los franceses, ni la masonería, sino la impiedad que, inspirada por ellos, se anidaba ya en medio de los españoles. Efectivamente, ante el orgullo de los liberales puros, y la cobardía del llamado liberalismo católico, Mazarrasa oponía la Santa Religión como solución, por cuanto la misma supone un tesoro inmenso de recursos tan inagotables como la misma Providencia, y por falta de fe dejamos intacto dicho tesoro empeñados en contrariar los decretos de Dios con nuestras propias fuerzas.

En política la historia se empeña en demostrarnos que innumerables caminos conducen al error (liberalismo, socialismo, comunismo, fascismo, capitalismo …) y uno sólo es el que guía al acierto (la tradición), pues «mientras el fiero ateísmo que es la herejía universal (pues nada cree) viva entre nosotros con apariencia de cierta indiferencia religiosa, que el mundo va haciendo como de moda, nunca tendremos paz, ni dejará de padecer más o menos alteraciones en unas u otras partes el orden, sosiego, y tranquilidad pública.»

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Biografía:

José de Mazarrasa y Cobo de la Torre. Navajeda (Cantabria), 6.XI.1772 – Villaverde de Pontones (Cantabria), 12.XII.1858.

Uno de los seis hijos del matrimonio de Juan Manuel de Mazarrasa, abogado de los Reales Consejos, y de María Gertrudis Cobo de la Torre y Vallastra, integrantes de la hidalguía rural notoria montañesa.

En 1790, con dieciocho años de edad, ingresó en el Ejército como cadete. Eligió el arma de Infantería y realizó su bautismo de fuego en 1793, en la guerra contra la Convención Francesa, sirviendo como oficial voluntario en los frentes de Guipúzcoa y Navarra. Su segunda gran etapa de actividad bélica abarca lo que la Guerra de la Independencia, en la que obtuvo, en 1812, el grado de teniente coronel. Finalizada en 1814, se retiró por unos años a la pequeña localidad cántabra de Villaverde de Pontones, donde se asentaba una de las ramas del linaje de los Mazarrasa.

En 1822 presentó a la Regencia de Urgel, bastión institucional de la oposición al Gobierno liberal, un plan para hacerse por la vía de las armas con la villa portuaria de Santoña (Cantabria), con objeto de proporcionar una base de apoyo en la costa, según sus propias palabras, “a los defensores de la religión, de la Legitimidad y del orden”. Proyecto que, si bien no llegó a ejecutarse, sirvió para que la citada Regencia le premiase, el 10 de enero de 1823, con el grado de brigadier, confirmado por Fernando VII en 1825. El Gobierno constitucional, por su parte, le desterró a Palencia, lugar que Mazarrasa permutó por Francia.

Poco tiempo habría de permanecer en tierras galas, pues al mes siguiente, la Regencia de Urgel le nombró jefe del Estado Mayor de la División del realista general Francisco Longa, con la que participó en diversas acciones. Mazarrasa, al igual que otros altos jefes militares opuestos al régimen liberal, fue una de las piezas clave en el engranaje de la operación que las potencias absolutistas de la Santa Alianza preparaban para reponer en el trono de España a Fernando VII: el envío, en abril de 1823, de los Cien Mil Hijos de San Luis, del que derivó la restauración del absolutismo. En junio de ese año fue nombrado gobernador político y militar de la provincia de Santander. En noviembre fue promovido al mismo cargo en la plaza de Badajoz y segundo comandante de la provincia de Extremadura.

Sin tardar mucho, en mayo de 1824, fue destituido, acusado de formar parte de la sociedad secreta ultrarrealista Estrella Apostólica, que, como otras en otras regiones españolas, conspiraba para sentar en el trono español al infante Carlos María Isidro de Borbón, hermano de Fernando VII, Monarca este a quien los sectores más intransigentes del realismo consideraban en exceso contemporizador con antiguos afrancesados y con los liberales. En agosto de ese mismo año, Mazarrasa fue rehabilitado, al no quedar probado que formara parte del grupo de los conspiradores, por lo que Fernando VII, en compensación, le otorgó el “Escudo de Fidelidad”.

La confianza de sus superiores se evidenció al encargarle diversas comisiones y entregarle, en abril de 1827, la jefatura de la Brigada de los Cuerpos de Voluntarios Realistas de la Provincia de León. Apenas se mantuvo un año en activo, pues en julio de 1828 Mazarrasa acudió a Valladolid “a besar la mano de S.M.”, para retirarse luego a su Villaverde de Pontones, donde podría intervenir en la organización de los realistas de la comarca de Trasmiera, a la que pertenecía esa villa. Aquí le sorprendieron, en el plazo de un quinquenio, acontecimientos de ámbito nacional y de gran trascendencia política que influyeron decisivamente en su futuro como militar: cuarto matrimonio, en diciembre de 1829, de un Fernando VII sin descendientes con María Cristina de Nápoles; derogación, en marzo de 1830, de la Ley Sálica, de 1713; nacimiento, en octubre de ese 1830, de la princesa y heredera del Trono español, María Isabel, futura Isabel II; las luchas entre facciones cortesanas pro-infante don Carlos y pro-princesa Isabel culminaron con el apartamiento del poder de los valedores del infante; exilio, en marzo de 1833, de don Carlos a Portugal, haciendo proclamación de los derechos que le asistían a la Corona de España cuando su hermano falleciera, lo que sucedió en septiembre; dos días después, don Carlos, intitulándose Carlos V rey de España, lanzó desde la localidad portuguesa de Abrantes un manifiesto en el que negaba a su sobrina la legitimidad para ocupar el trono. La opción de Mazarrasa fue rotundamente la de don Carlos, que, nada más llegar a las provincias vascongadas desde su destierro portugués, le confirió el empleo de mariscal de campo.

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En la Primera Guerra Carlista, Mazarrasa obtuvo importantes victorias, fue jefe del Estado Mayor del general en jefe Eguía, y llegó a formar parte, como vocal, de una Junta Consultiva provisional del Ministerio de la Guerra. Sin embargo, su creciente animadversión hacia el general carlista Rafael Maroto, a quien consideraba un traidor a la causa de don Carlos, le supuso el destierro a Francia, desde donde se trasladó muy pronto a Italia y fue huésped de un noble, como él, defensor a ultranza del Antiguo Régimen.

En Italia permaneció hasta que, acogiéndose a la amnistía decretada por Isabel II el 8 de junio de 1849, regresó a España y se retiró a su querida Villaverde de Pontones. Contaba setenta y seis años de edad y se vivía una Segunda Guerra Carlista, de menor magnitud que la primera y a la que él quiso permanecer ajeno. Aceptó el Estado isabelino, que, como él mismo confesaría por escrito a su hermano, le trató con el máximo respeto y reconocimiento. En Villaverde de Pontones residió ya hasta su muerte, el 12 de diciembre de 1858.

Mazarrasa se autodefinió como un “cruzado” que tuvo siempre por estandarte personal, y así lo manifestó en varios de sus escritos, la religión católica y la monarquía absoluta, es decir, el altar y el trono. Un cruzado que, al margen de su actividad castrense, militó primero en las filas de la anti-Ilustración, luego en las del realismo fernandino y, más tarde, en las de la facción carlista.

Biografía redactada por Ramón Maruri Villanueva (autor del libro «José de Mazarrasa. Ideario apostólico»).

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