En algunos lugares el jueves día 16 de junio y en otros lugares el domingo 19 de junio, en toda España hemos celebrado la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus.
Celebrar el Corpus es celebrar la Eucaristía, es decir, la presencia real y susbstancial de Nuestro Señor Jesucristo bajo las especies del pan y el vino consagrados.
Eso que hacemos todos los días, especialmente los domingos, en la fiesta del Corpus lo celebramos con especial solemnidad, no solo participando en la Misa, sino también realizando una procesión en la que vamos acompañando a Jesús, presente en la Sagrada Forma y recorriendo las calles y plazas de nuestros pueblos.
A pesar de que las cifras de algunos medios tendenciosos indican que en 2021 el número de católicos en España ha descendido, de nuevo parece desmentirlo la realidad cuando vemos que en la mayoría de pueblos y ciudades de España se celebró la solemne Eucaristía y seguidamente la procesión con el Santísimo Sacramento.
Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica de 1992 que la Eucaristía es “el compendio y la suma de nuestra fe”, y tal y como dice San Ireneo de Lyón: “nuestra manera de pensar armoniza con la Eucaristía y la Eucaristía confirma nuestra manera de pensar”
Ciertamente la Eucaristía es “el corazón de la Iglesia y de la vida cristiana, el mayor don del Corazón de Cristo hacia nosotros. Todo está sintetizado en la Eucaristía: la creación y la historia de la salvación, la memoria y la esperanza, la acción de gracias y el sacrificio, el memorial de la Pascua y la presencia del Señor, el banquete pascual y la prenda de la gloria futura. La lógica de la Eucaristía da forma y vertebra toda la vida cristiana” escribió el Papa emérito Benedicto XVI.
Habría que echar mano de la historia para conocer en mayor profundidad la historia del Corpus Christi en España que, gracias a Dios, ha perdurado hasta el día de hoy y queremos dar continuidad en nuestra tierra.
No importa que seamos menos los que participamos en la vida de la Iglesia, aunque sí nos debe preocupar el descenso de católicos practicantes en España.
Sin embargo, junto al creciente fenómeno de la descristianización y del ateísmo práctico, un pequeño resto (como en tiempos bíblicos el resto de Israel) se mantiene fiel a la fe de la Iglesia y está comprometido firmemente con la causa de Cristo y de su Evangelio.
Quienes todavía participamos en la vida de las comunidades cristianas debemos formarnos mejor humana y cristianamente para poder dar un testimonio alegre y creíble de nuestra fe; debemos contagiar de fe cristiana, de caridad y de esperanza todas las realidades de la vida, absolutamente todas, sin imponer nada a nadie pero proponiendo la fe a todos los que quieran escuchar.
Dos fenómenos nos preocupan especialmente: el del ateísmo práctico y el de la indiferencia religiosa. Pero hasta que alguien no tenga una experiencia profunda de Dios, un verdadero acontecimiento que dé a la vida un nuevo sentido, una nueva orientación, no podrá haber evangelización verdadera. Precisamente la Iglesia existe para EVANGELIZAR.
Porque la fe cristiana no es solamente un conjunto de bellas tradiciones o costumbres, sino lo que hemos intentado expresar más arriba: un encuentro personal con la Persona de Jesús para que su Palabra vaya configurando cada vez más y mejor nuestra vida personal, familiar, grupal, social, comunitaria; la vida de los pueblos y de las naciones. Así lo cantamos: “Cristo en todas las almas y en el mundo la paz”.
España, el país que nació gracias al catolicismo y el país que se convirtió en un Imperio donde nunca se ponía el sol, necesita volver a Dios, a Jesucristo, a la vida de la gracia, a la Palabra del Señor y a los Sacramentos, a la caridad y a la fraternidad en Cristo, ¡todos hermanos! como tan bella y proféticamente ha escrito el Papa Francisco en Fratelli tutti.
Nos importa cada persona en particular y el conjunto de las naciones en general.
Comencemos por amar a los que tenemos cerca (a nuestro prójimo) y que nuestro amor sea como el de Dios, un amor sin fronteras, hasta el extremo, al estilo de Jesús.
Para ello es necesario:
- 1.- Conocer a fondo nuestra fe.
- 2.- Aprender a llevar a la práctica la Palabra del Señor.
- 3.- Orar en el Espíritu de Cristo.
- 4.- Celebrar la fe de la Iglesia tal y como la Iglesia desea que la celebremos.
- 5.- Ser misioneros y apóstoles y anunciar la buena noticia a los demás.
- 6.- Invitar a otros a participar en la vida de la Iglesia, etc.
Y como fuente y culmen de toda la vida de la Iglesia y de toda la vida cristiana está la Sagrada Eucaristía: celebrada, adorada, tomada en alimento.Se trata del Sacramento de los Sacramentos. Se trata de la Persona de Jesucristo presente bajo las especies del pan y del vino eucaristizados:
El pan deja de ser pan y se convierte en el Cuerpo del Señor. El vino deja de ser vino y se convierte en la Sangre del Señor.
Y éste es el mayor Tesoro que Cristo legó a su Iglesia y que los cristianos nunca hemos dejado de celebrar, pues es de tradición apostólica.
Leemos en una de las Cartas de San Pablo:
“Yo he recibido del Señor una tradición que proviene del Señor y que a mi vez os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que fue entregado, tomó pan y dando gracias lo partió y lo dió a sus discípulos diciendo: tomad, comed, ésto es mi Cuerpo que se entrega por vosotros. Lo mismo hizo con el cáliz después de cenar diciendo: tomad, bebed todos de él, porque éste cáliz es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre. Así pues, cada vez que coméis del pan y bebéis del cáliz proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva”
La Iglesia, fiel al mandato de Jesús, no ha dejado de celebrar este Sacramento, el Misterio de la Fe que alimenta nuestro amor y nuestra esperanza.
Así aclamamos tras la consagración en cada Misa:
“Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección.¡Ven, Señor Jesús!”
Que celebrar la Santa Misa y alimentarnos con el Cuerpo del Señor nos mueva a ser discípulos-misioneros del Evangelio de la vida, de la gracia, de la paz, de la esperanza, de la promoción integral de los pobres, de la justicia, la libertad, la verdad, virtudes que tanta falta nos hacen.
-Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar.-Sea por siempre bendito y alabado
-Ave María Purísima.-Sin pecado concebida.
-Glorioso Patriarca San José, ruega por nosotros.
Amén
José Vicente Martínez, Sacerdote.
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