En algunos ámbitos, y no solo desde ahora, sino ya desde la llamada Reforma protestante, se pedía y se pide que tanto los varones como las mujeres puedan recibir el sacramento del Orden. También se pedía y se pide aún la abolición del sagrado celibato para los sacerdotes de rito romano.
Algunos hablan de que cada sacerdote pueda optar, bien por la opción celibataria, bien por la opción no celibataria.
Este parece ser el caballo de batalla de muchos dentro y fuera de la Iglesia.
Entonces, ante la confusión reinante, ¿desde dónde nos puede llegar la luz?
Solamente desde Jesucristo y desde el Magisterio de la Iglesia, que guía a los fieles y a los hombres de buena voluntad por el camino del bien y de la salvación.
El Hijo de Dios hecho hombre permaneció célibe, no se casó, no tuvo hijos.
Si el sacerdote representa sacramentalmente a Cristo Sacerdote, lo lógico, normal y deseable es que no se case, no tenga hijos y permanezca célibe por el Reino de los cielos y por amor a Dios y a las almas.
Ya antes de ser ordenado diácono, el candidato jura ante Dios y ante la Iglesia permanecer toda la vida célibe para dedicarse al servicio de Dios y de todas las almas.
En la ordenación diaconal promete lo mismo ante el Obispo y el Pueblo de Dios congregado: observar santa y gozosamente el sagrado celibato.
Antes de ser ordenado presbítero vuelve a hacer la misma promesa: guardar con amor y con alegría el sagrado celibato y amar la pureza, la castidad, cosas que le llevarán con mayor facilidad a consagrarse a Dios y al servicio de todos en fidelidad a la Iglesia, al Papa y al Magisterio de la misma Iglesia.
El Concilio Vaticano II habló claramente del celibato sacerdotal y de la virginidad consagrada. Y el Magisterio anterior y posterior al Vaticano II volvió a reafirmar la misma doctrina, riquísimo patrimonio de toda la Iglesia.
Volvamos a los documentos del Vaticano II, releamos en profundidad las enseñanzas de Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI, Francisco.
El sentido sobrenatural de la fe que poseen todos los bautizados siempre se ha inclinado a favor del celibato sacerdotal y de la santa virginidad consagrada (tanto para mujeres como para varones)
-¿A qué viene ahora tirar por la borda todo este patrimonio humano, cristiano, espiritual, eclesial, que tantos y tantos bienes dió y sigue dando a la Iglesia en favor del bien y de la salvación de todo el mundo?
La verdad es que, si se desfigura la verdadera identidad sacerdotal tal y como viene recogida en los documentos magisteriales citados, se desfiguraría gravemente la naturaleza y la misión del Sacerdocio católico tal y como la Iglesia lo ha entendido a lo largo de su historia.
Por eso la misma Iglesia continúa apostando por el celibato para los sacerdotes y alienta a todos a apreciar, valorar y amar cada vez más ese don que Dios da a algunos para el servicio de todos.
Sí, sacerdotes célibes por amor a Jesucristo y a su Iglesia.
El que tenga oídos para oír, que oiga……..
P. José Vicente Martínez
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