Tras el anuncio, absolutamente ridículo de la corbata, llega el apagón en nuestros monumentos, y esto sí que es grave.
El Gobierno, normalmente enfocado en memeces, acaba de publicar un Real Decreto (firmado por Felipe VI) que ordena a las ciudades no iluminar artificialmente, a partir de las 10 de la noche, sus importantes emblemas.
Imagínese usted, querido lector, por un momento lo que supone apagar la Torre del Oro de Sevilla, la fachada de la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol de Madrid o la Catedral de Jerez de la Frontera; cuando es, precisamente, la luz artificial la que en numerosas ocasiones nos ha regalado las mejores estampas.
Más allá de la belleza que perdemos, me preocupa en exceso otra cuestión: el impacto que tendrá esto en el turismo. España es un país muy enfocado a este sector económico y muchas personas dependen de él; ahora figúrese, la impresión que se llevará de nuestras calles y monumentos quien busque un agradable paseo nocturno por nuestros centros históricos y se encuentre sin poder ver nada por la falta de luz. Todo un acierto, sin duda.
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