El pasado 27 de agosto, el Papa Francisco creó 19 nuevos cardenales  cuya misión es ayudar al Papa en su labor evangelizadora por todo el mundo y, en caso de cónclave, elegir nuevo Papa.

Hay cardenales electores (que son los que tienen menos de 80 años y sí pueden elegir Papa) y cardenales no electores (que tienen más de 80 años y no pueden elegir Papa). En todo caso,  tanto los electores como los no electores  prestan un gran servicio al Papa en el gobierno de toda la Iglesia, extendida por toda la tierra.

Solo el Papa  tiene la capacidad en la Iglesia de crear cardenales, y los elige de todos los continentes a fin de que se ponga de manifiesto la universalidad de la Iglesia Católica,  que habla todas las lenguas,  se inserta en todas las culturas y tradiciones,  y  lleva la buena noticia del mensaje de Jesucristo al mundo entero, a cada persona en particular y a todas las naciones y todos los pueblos.

El cardenalato no es un puesto de honor,  sino un puesto de servicio humilde, callado y fiel a Cristo y a la Iglesia, a todas las personas. Del mismo modo que el Papa no es un rey ni un mandatario al estilo mundano,  sino el Siervo de los Siervos de Dios,  el Sucesor de San Pedro, cuya misión es confirmar en la fe a sus hermanos y ayudarles a vivir y a extender la fe apostólica por todos los rincones de la tierra, desde la parroquia más pequeña hasta la catedral más grande,  pues el Señor dijo:   “Donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre,  allí estoy Yo en medio de ellos”  y  “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin de los tiempos”.

Nos da una gran alegría  y  mucha esperanza saber que el Señor Jesús está con nosotros y nunca nos abandona, nunca:  ésta es la fe y la certeza del cristiano y de toda la Iglesia.

En la actualidad  el colegio cardenalicio está compuesto por más de 200 cardenales, de los cuales más de cien son electores, los demás son no electores. Ya veis cómo el  Santo Padre Francisco  siempre nos pide que recemos por él,  así como él también lo hace por nosotros, por toda la Iglesia y por toda la humanidad,  para que todos podamos vivir en paz y concordia,  a pesar de las legítimas diferencias.

Rezamos también por el Papa emérito,  para que el Señor le ayude en el último tramo de su vida; es cierto que se nota su deterioro físico,  pero no ha perdido su lucidez mental ni su capacidad para la oración intensa y ferviente. Damos gracias a Dios que,  por medio del bautismo,  nos incorporó a su Pueblo, que es la Iglesia Católica. Con la gracia del Espíritu Santo,  demos  frutos de santidad para la vida del mundo.   

El principal fruto es la caridad,  el amor cristiano, junto con la fe y la esperanza. Los cristianos  estamos llamados  a  amar a todo el mundo,  a todas las personas,  sin hacer injustas discriminaciones,  pues  “conocerán que sois discípulos míos si os amáis los unos a los otros como Yo os he amado”  nos dice el Señor.El amor,  el amor verdadero y auténtico:  ése es el distintivo del cristiano

José Vte. Martínez,  28 agosto,  fiesta de San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia.

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