Debo a mis padres mi afición por las películas clásicas. En una de ellas; “Arsénico por compasión” (Arsenic and old lace) estrenada en 1944, dos encantadoras ancianas movidas por “la compasión” se dedican a “ayudar a morir” a hombres ancianos que sufren de soledad. Así, deciden que la vida de estas personas es tan difícil, que su mejor opción es una muerte dulce e inesperada, para lo cual preparan ellas mismas un vino de bayas en el cual mezclan arsénico y una pizca de cianuro. Cuando su sobrino, el carismático actor Cary Grant, se da cuenta de que sus dulces tías son en realidad unas asesinas, sufre una terrible perturbación.
Quien nos iba a decir que, unas cuantas décadas más tarde dicha locura, que antiguamente helaba la sangre, seria elevada, bajo ciertas condiciones y circunstancias (cada vez más amplias) a legislación. Y es que el derecho a la vida, considerado hasta hace algunas décadas como el derecho primero y más valioso del hombre, pues de éste derivan todos los demás, está siendo atacado a diestra y siniestra con el apoyo de la mayoría de los gobiernos occidentales, así como de varios “renombrados” organismos internacionales.
Y si bien hace un par de meses en Estados Unidos se vio una luz de esperanza en la defensa de la vida de los bebés en gestación; en México, en Holanda y en Argentina, las propuestas de muerte acechan, disfrazadas de compasión, dignidad y progreso.
En Holanda, primer país europeo que despenalizara, en el 2002, tanto la eutanasia como el suicidio asistido en los casos de un “sufrimiento insoportable sin perspectivas de mejora” ofrece, actualmente, la eutanasia a personas con enfermedades crónicas, discapacidades e incluso enfermedades mentales, como la depresión. No contento con esto, el ministro de salud, Ernst Kuipers, anunció, el pasado 27 de junio, que su gobierno prevé aprobar un protocolo que permita la eutanasia infantil buscando incluir a los niños en esta oscura corriente que, en nombre de la libertad, arrastra a la desesperación y a la muerte.
En México, también en el pasado mes de junio, varios legisladores, especialmente de la bancada de Morena, pasaron al Congreso de la Unión la propuesta de “Ley de Eutanasia,” en la cual proponen una nueva regulación que permita capacitar al Sistema de Salud a fin de que garantice gratuitamente esta opción a quien la elija. Es importante resaltar que el presidente de la Comisión de Salud (Reyes Carmona), añadió que se debe establecer cómo se aplicará la eutanasia en menores de edad o personas con discapacidad cognitiva, “puesto que la eutanasia es una opción y un derecho que no aplica únicamente para las personas adultas mayores” con lo cual queda claro que se busca incluir en el “derecho a la muerte” a los niños y jóvenes.
Y en Argentina, la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados estudia un par de proyectos que, de aprobarse, legalizarían la eutanasia y el suicidio asistido a partir de la mayoría de edad; para los enfermos graves o incurables con sufrimientos físicos o psíquicos constantes, así como a las que tengan un padecimiento crónico que llegue a incidir directamente en su autonomía física.
Es importante recordar que la eutanasia, que es el uso “médico” de drogas con el fin de matar al paciente, es legal en siete países: Colombia, Canadá, Luxemburgo, Holanda, Nueva Zelanda, España y Bélgica. En cuanto al suicidio asistido, en el cual la persona causa directamente su propia muerte al tomar dosis letales del medicamento, otorgado por “un profesional que presta su asistencia,” esta legalizado en Austria desde finales del 2021 para personas mayores de 18 años con enfermedades terminales, discapacitadas o que sufran alguna condición debilitante. En Suiza, gracias al vacío legal se permite el suicidio asistido siempre y cuando sea por razones “altruistas”. En el Reino Unido no se penaliza legalmente siempre y cuando dicho acto no se repita. Y en algunos estados, tanto de Australia como de los Estados Unidos también está legalizado.
Es importante resaltar que los datos muestran que, en los países en los cuales se practica la eutanasia, hay un aumento exponencial de las personas que la solicitan. En Canadá, por ejemplo, país con las reglas más permisivas existentes a la fecha en relación con la eutanasia, las solicitudes se cuentan por miles y se incrementan año con año. Actualmente, prácticamente cualquier adulto con un serio problema de salud o con alguna incapacidad, puede solicitar la eutanasia. Las personas que padecen alguna enfermedad mental también pueden solicitar la muerte asistida después de un plazo de sólo 2 años. Además, no se exige a los pacientes que hayan agotado todos los tratamientos posibles y los médicos, en ciertos casos, pueden sugerir la eutanasia a sus pacientes. También se considera la eutanasia para menores “maduros”.
Desafortunadamente, a medida que las legislaciones extienden sus supuestos, plazos y países; su criminal imagen se normaliza en un mundo que ha aprendido a convivir de cara a cara con el mal y hasta con la muerte. Debido a esto, el apoyo social a la eutanasia está creciendo exponencial y peligrosamente. De acuerdo con una encuesta de Gallup del 2018, en los Estados Unidos, aproximadamente el 70% de los adultos está de acuerdo con que un médico termine con la vida de un paciente terminal si el paciente así lo solicita.
Y aunque entre los médicos sigue siendo un tema controversial y la Asociación Médica de Estados Unidos, en el 2019, reafirmó que la eutanasia es incompatible con el papel del médico como persona que cura, los datos apuntan a una creciente aceptación. De acuerdo con Lifesite News, un informe publicado en el 2016, encontró que, el 57% de los médicos estadounidenses estaban de acuerdo en que la muerte asistida por un médico debería estar disponible para los enfermos terminales.
Hemos desterrado a Dios de la sociedad y con la progresiva aceptación de la eutanasia en occidente, estamos prácticamente poniendo nuestra propia vida y la de nuestros seres más amados, en manos de un estado que, a través de leyes perversas aumentará la presión, que cada vez será menos sutil, para que los enfermos, los ancianos, los discapacitados y todo aquel que el “sistema” decida que “sobra,” acepte adelantar su cita con la muerte.
Si el suicidio es, al decir de Chesterton, el “Pecado” puesto que expresa el desdén por la vida y por toda la existencia, el suicidio asistido, elevado a derecho promovido por la ley, es aún más dañino y destructor puesto que parafraseando a Chesterton: “desea el aniquilamiento general. Es innoble porque carece de toda liga con el ser y espiritualmente destruye el universo”. Y es que la desesperanza es el signo de una sociedad que ha decidido vivir en contra de Dios por lo que sólo regresando a El, recobraremos esa esperanza, que tanta falta hace hoy, en nuestro mundo.
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