Escribió en el prólogo de esta obra, que tanto hace reflexionar,  el gran filólogo clásico Agustín García Calvo, autor, por cierto,  de uno de los más  extraordinarios estudios sobre Heráclito que se hayan publicado nunca , que en Unamuno más que contradicciones retóricas priman las “contradicciones  que la cosa tiene en sí, de las reales” (p. 18). No sé hasta qué punto.  Eso creo que es atreverse  a decir demasiado esencializando cada paso discursivo  y literario, que no dialéctico en el pensador vasco.  Además de  esas contradicciones yo creo que en Unamuno hay diatribas exageradas con insuficiente fundamento,  que en todo caso no trascienden ciertas contingencias de su mundo, de su mente  y de su época. En el texto de Unamuno  hay contradicciones superables y otras insalvables. No obstante todas ellas hablan, aunque sea, en ocasiones, con cierta oscuridad de la búsqueda insaciable de una interpretación significativa de las diferentes formas de espiritualidad y de las críticas que se les puedan asignar donde lo nacional y lo sentimental junto con lo estético  tienen, en ocasiones, su juego. García Calvo acierta cuando afirma que este libro es más de pensamiento que de ideas. Los temas de la agonía, del cristianismo, fe, resurrección, espíritu,…..pueden ser  expresiones semánticas que admitirían otras palabras con contenido distinto pero con debates y cuestiones  de nuestra experiencia existencial comunitaria no muy divergentes.    No habría, según la paradoja literaria de Unamuno, siguiendo a Pascal,  “Consuelo mayor  que el del desconsuelo, como no hay esperanza más creadora  que la de los desesperados” (p. 45).  De la misma forma los hombres “buscan la paz en tiempos de guerra y la guerra en tiempos de paz; buscan la libertad bajo la tiranía y buscan la tiranía bajo la libertad”,  habría sido el horror ante la responsabilidad  como pereza la que habría creado “el dominio de unos sobre otros. El tirano se habría ofrecido a llevar “a cuestas a su hermano y no éste quien le obligó a que le llevase” (p. 46). Unamuno escribió que no se puede hablar de cristianismo como no se puede estrictamente hablar de hegelianismo, se puede hablar de Cristo o de Hegel pero lo demás serían extensiones contaminadas de uno y de otro.  De aquí que Unamuno afirmara que Cristo creería quizá en la resurrección de los muertos pero  “no en la inmortalidad del alma, a la manera platónica “.  Contrapone Unamuno a los judíos saduceos  materialistas de la carne y del dinero  frente a los judíos fariseos, espiritualistas y por ello San Pablo, judío fariseo y espiritualista, “buscó la resurrección de la carne en Cristo, en un Cristo histórico,.., la buscó en la inmortalidad del alma cristiana, de la historia.” Frente a la dialéctica predomina  lo agónico, Pablo, no dialoga, más bien lucha, discute en la visión de Unamuno.  Frente a Marx , que creía que eran las cosas las que hacían  y  modelaban al hombre Unamuno vislumbra que  , aun con “agonía y duda” son las personas las que hacen y llevan las cosas. Unamuno se inclinará  por una visión histórica del discurrir personal y colectivo, como perspectiva “personalista o espiritualista”.  La persona se cumple en su obra que es histórica. Tachará  la afirmación “más allá del bien y del mal” como  “una fórmula germánica del progresista Nietzsche.  Dios estaría dentro del bien  y del mal y envolviéndolos, como la eternidad está dentro del pasado y del futuro y envolviéndolos, y por  más allá del tiempo. “(p. 70). La Justicia preñaría la moral pero no la religión. Postura que el propio Unamuno, avanzados los años treinta, desmontaría al defender el valor especial de la Civilización cristiana para la propia sociedad.  

ZARAGOZA, ENERO DE 2023.  LUIS FERNANDO TORRES VICENTE

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