El jueves 24 de julio, falleció el amigo y correligionario Félix Igoa Garciandía.
El funeral ha sido a las cinco de la tarde en la parroquia de Echarri-Aranaz, en la Barranca-Burunda de la Merindad de Pamplona, villa del viejo Reyno de Navarra.
Tuve el enorme gusto de conocer a Félix desde hace unos 35 años. Para mí siempre fue un Norte y marcó qué fue y es el pueblo carlista. Recientemente, nuestras últimas visitas fueron el 9 de noviembre y 17 de diciembre del pasado año 2013, y el 16 de febrero del presente. El día 9 por la noche, fue en la ermita al finalizar el rezo del Santo Rosario. Vino Silvia Baleztena con la que entabló una animada conversación. Los otros dos días fue después de la Misa mayor parroquial; el día 17 nos invitó a un sabroso caldico que es lo que él ha acostumbrado tomar en el Hogar del jubilado después de Misa de 12.
Félix estaba muy satisfecho de haber llegado casi al Siglo de vida, pues ha fallecido con 98 años. “¿Qué tal, Garralda?” -me llamaba por el apellido-; “Pues aquí estamos hasta que Dios quiera”, me decía el 17 de diciembre pasado. Su salud era buena, de roble, saliendo al final de casa en silla de ruedas, y gozando en todo momento de sus facultades mentales. Sus hijas le han cuidado con una profunda dedicación. Era un hombre feliz, un hombre entero -de una pieza-, ordenado, de una fácil sonrisa que mostraba su afabilidad y conciencia tranquila. De muy pocas palabras, sus pequeños ojos decían todo. Sus juicios eran rectos y sumamente acertados. Sin duda dejará un gran vacío entre sus hijos y nietos. Siempre le gustó tratar muy bien a quienes le visitan.
Su idioma materno y principal era lógicamente el vascuence (el euskera se dice cuando se habla esta singular lengua), de modo que tenía algunas dificultades para expresarse en castellano. Como decenas de miles de jóvenes navarros, participó en la Cruzada por Dios y por España frente a la Revolución atea y antiespañola. Les querían arrebatar la religión y pudrir el nombre de España, y ellos no lo permitieron. Él miraría de frente, a los ojos y con una total paz, a todos los que hoy tergiversan y -provocadores- manipulan aquella gran realidad de 1936-1939 en la que Navarra como tal dio lo mejor de sí misma. Participó en la partida de Barandalla y después como requeté en el tercio de San Miguel. Terminada la contienda, se volvió como todos a casa, a seguir y rehacer la vida. Nada se cobró después haber defendido, como el mejor, la religión católica y a España. Y a Navarra en ellas. Pero como los demás carlistas, ganó la guerra pero perdió la paz. Como para que ahora otros vengan a dar lecciones. ¡Pobres carlistas ante los hombres -diremos-! ¡Pero qué admirados por todos, también por sus enemigos¡ ¡Y qué grandes -gracias a Él- ante Dios!
Padre de familia, vecino honrado y respetado, Félix dijo las cosas claras en los años sesenta y setenta en los que ideologías revolucionarias espúreas corrompieron sistemáticamente lo mejor de su pueblo Echarri-Aranaz. Sí, el mal fue sembrado sistemáticamente. Se quiso pudrir lo mejor de Navarra. Durante décadas su familia fue una de las que tuvo que sufrir mucho, como fieles católicos y amantes de lo que habían recibido y supieron defender. Mantuvo siempre y transmitió los grandes ideales que configuran la vida, la familia y su pueblo. Vivió una honda y piadosa vida cristiana, amó la vida municipal y su comarca, amó a Navarra como una gran síntesis lograda a partir de la variedad, amó a España y la monarquía legítima. Como muchos en su pueblo. En la tersura de su corazón y en los suaves pliegues de su recogimiento personal, mantuvo impoluto pero sin integrismos el lema de sus mayores de Dios, Patria, Fueros y Rey.
Durante años fue miembro de la Junta Regional carlista de Navarra en representación de la Barranca-Burunda, a cuyas reuniones asistió siempre que pudo. Le recuerdo en los locales del Círculo de la calle Eslava y luego del Círculo carlista de la calle San Antón de Pamplona, siendo presidente don Javier Morte Francés. Desde hace no pocos años, y por motivos de salud, dejó dicho encargo. Ha pertenecido a la Comunión Tradicionalista Carlista toda su vida, especialmente desde el Congreso de la unidad en 1986. Ha sido generoso. Asistió puntualmente durante décadas a la fiesta de la Juventud Carlista de Pamplona, a celebrar en la octava de la Inmaculada en diciembre. Con él venían Vicente y Celestino Maiza, Margarita y otros carlistas leales y cabales de Echarri-Aranaz. El citado 17 de diciembre y en vísperas de dicha fiesta de la Juventud, se acordaba perfectamente de cuando él acudía a la cita anual, pero”dice que ahora ya no puede” -tengo escrito-, mientras me encomendaba saludar de su parte a todos los asistentes ese año.También vivió las peregrinaciones a San Miguel de Aralar el último domingo de junio -este 2014 hemos hecho la XXVIª-, a Isusquiza (Landa, Álava) en septiembre, al Cerro de los Ángeles, y a las celebraciones celebradas en Pamplona como los mártires de la Tradición, la Dinastía carlista, la fiesta del veterano etc. En Félix recordamos a los que se han ido, a los tradicionalistas que viven en la hermosa montaña navarra, y a toda una heroica y silenciosa generación de hombres leales, de paz, constructores de una vida de bien.
Él era, y eso que era yo lo llamo Carlismo. Así vivía, con naturalidad. Por ello y sobre todo por gracia de Dios, fue invariable, fue ejemplar y transmitió seguridad durante sus casi cien años de vida. Fue lo que vivió,viviendo convencido, con naturalidad y autoexigencia. Cuidándose, cuidó de los suyos, de su pueblo. Transmitió con el ejemplo y la honradez, y eso le dio un gran prestigio en Echarri Aranaz. En mi primera entrevista realizada en su casa a las afueras de su pueblo natal, sentí esta dimensión que ahora quisiera -con permiso- recordar. Sentí eso que puedo llamar sin exageración la consistencia de un hombre cabal, el señorío natural y el aplomo ligero del cristiano sin complejos, la placidez de la persona segura y fiel, la dimensión de lo que se ha llamado Carlismo o tradicionalismo en la vida cotidiana.
Si fueses estrella, Félix, seguramente estarías junto a la estrella polar. Que el Altísimo te haya recibido con los brazos abiertos, que te de le premio de tu recta, recia y fértil vida, y que estés rodeado con tus mil compañeros de fatigas y recuerdos.
Jauna, Zuk dauzkazu betiko biziaren hitzak! Señor, Señor, Tú tienes palabras de vida eterna.