Hoy invitamos a nuestros lectores a darse un paseo por la historia de Palencia. La editorial Aruz está realizando una encomiable labor de difusión de la historia palentina no sólo mediante los títulos que forman su catálogo, sino principalmente con la Colección Historia de la Montaña Palentina de la que recientemente se ha editado el número 8.
El número que hoy traemos a nuestra revista es rico en contenidos, pues además del artículo que hoy comentaremos sobre las guerras carlista en la Montaña Palentina, la publicación contiene otros artículos interesantes que recorren con amplitud la historia de las tierras palentinas; así en dicha publicación se recogen los siguientes artículos: Los yacimientos arqueo-paleontológicos de La Loma y el poblamiento paleolítico del norte de Palencia, de A. Mateos, J. Rodríguez, C. Laplana, P. Sevilla, A. Ollé, G. Rodríguez y T. Karampaglidis; Torres medievales y casas torre en el norte de Palencia, de Aurora de la Cruz Pérez; y La Sanidad en la Montaña Palentina a mediados del Siglo XVIII, de Miguel Ángel García Rodríguez.
Pero sin duda alguna para nuestros lectores el más interesante de los artículos es el que firma el doctor en Historia don Javier de la Cruz Macho: “Las guerras carlistas en la Montaña Palentina: un escenario desconocido de la contienda”
Para entender las claves de la presencia carlista en las Montaña Palentina, se hace necesario entender la realidad del movimiento legitimista español conocido como carlismo.
A la muerte de Fernando VIII (el 29 de septiembre de 1833) se desencadena en España un conflicto civil largamente incubado desde principios del siglo XIX. Muchos historiadores consideran con acierto que la Primera Guerra Carlista fue la continuación de la Guerra de Independencia donde el pueblo español se levantó en armas no sólo contra el francés usurpador, sino también contra las ideas revolucionarias que los napoleónicos trataban de trasladar a un pueblo español que seguía proclamándose ante todo católico, apostólico, romano.
La Guerra de Independencia logró vencer a los ejércitos francesas y expulsar al invasor de nuestro territorio, pero las ideas revolucionarias encontraron un importante caldo de cultivo en los liberales que habían protagonizado la gran traición de las Cortes de Cádiz donde se suplantó la real voluntad popular, por la voluntad de un minoritario grupo de políticos que adjurando de la gran historia de los territorios hispanos redactaron la nefasta Constitución de Cádiz.
Con el correr del tiempo el inconstante Fernando VIII (conocido como el rey felón) llevo a cabo una dúctil y oscilante política que pendulaba entre el liberalismo político, y un absolutismo caduco falto de renovación.
Precisamente Carlos V (hermano de Fernando VII) representaba para la mayoría de los españoles la esperanza de revitalización de la monarquía hispana a través del regreso a la esencia monárquica y no a través de la colaboración con un liberalismo que únicamente buscaba su lucro personal.
Es a la muerte de Fernando VII cuando la guerra oculta se hace evidente, y donde la España tradicional encarnada por Carlos V y sus voluntarios, se enfrentará al liberalismo político de corte francés que defendía los derechos al trono de Isabel (II).
Por tanto si concebimos las guerras carlista no como un enfrentamiento dinástico entre dos pretendientes al trono, sino como un enfrentamiento ideológico entre la España tradicional y las corrientes revolucionarias, podremos llegar a entender la profunda división en el sentir de los españoles.
Esta división afectó a todas las clases sociales y a todos los territorios de la corona, si bien es cierto que la extensión territorial del conflicto se vio profundamente limitada por factores accidentales como la orografía de los diferentes territorios, o la toma de postura a favor de uno u otro bando de las autoridades de las diferentes regiones españolas. Así se explica que el carlismo arraigara fundamentalmente en los territorios en los que los últimos gobiernos de Fernando VII no pudieron hacer la limpieza de los líderes sociales, políticos y religiosos que seguían defendiendo en su mayoría el régimen político tradicional de las Españas. De esta forma las Provincias Vascas y Navarra se convirtieron en los territorios donde el carlismo pudo encontrar más apoyo institucional pues sus leyes forales impidieron que los liberales hicieras la limpieza de cargos públicos que sí pudieron hacer en el resto del territorio español.
Si bien el apoyo institucional dependió por tanto de factores coyunturales, sin embargo el apoyo popular con el que contó el carlismo fue generalizado en todos los territorios peninsulares.
En este sentido la tierra palentina no fue un excepción, y tal y como nos relata el profesor don Javier de la Cruz Macho, los levantamientos populares a favor del pretendiente don Carlos V, y el apoyo de la población a los voluntarios realistas fue una constante durante la Primera Guerra Carlista y no fue una excepción durante la Tercera Guerra Carlista.
Es necesario reconocer que el apoyo de muchas diputaciones, el interés de muchos ayuntamientos, y el mecenazgo de muchas empresas e instituciones locales está posibilitando el estudio de la historia española desde una perspectiva local, circunstancia que aporta un valor positivo al permitir el rastreo de pequeños archivos y recopilación de tradiciones orales, pero que tiene el peligro de fomentar los localismo e impedir una valoración global de la historia de España.
El doctor de la Cruz Macho por tanto viene a cubrir una importante laguna, pues hasta la fecha apenas existían estudios locales que indagaran sobre la presencia de las Guerras Carlistas en Palencia.
Para valorar la importancia de las tierras de Palencia, sobre todo en la primera carlistada, es suficiente recordar que el famoso cura Merino recorrió en 1838 las localidades de Herrera y Aguilar en busca de hombres para sostener el frente de Vizcaya.
Nombres de tanto relevancia en la historia del carlismo como los generales Miguel Gómez e Ignacio de Negrí también están vinculados a estas tierras pues sus respectivas expediciones pasaron por tierras palentinas y contaron con el apoyo de la población de las diferentes localidades.
Las tierras palentinas, como casi todas las tierras castellanas, fueron testigo igualmente del levantamiento de pequeñas partidas de guerrilleros que herederos de los guerrilleros de la Guerra de Independencia tenían como principal misión hostigar a las tropas liberales con el objetivo de consumir los recursos humanos, económicos y militares que de otra forma hubieran sido destinados a los principales frentes vasco-navarros y levantino, con el claro perjuicio que dicho presencia hubiera supuesto para los ejércitos de don Carlos.
Entre los cabecillas locales el autor señala a Santiago Villalobos, Modesto de Celis y Agustín Rey, que con la colaboración de sus conciudadanos fueron protagonistas de cientos de escaramuzas libradas contra los ejércitos de la reina niña Isabel.
La obra del profesor don Javier de la Cruz Macho sitúa en la geografía carlista poblaciones como Aguilar de Campo, Cervera de Pisuerga o Prádanos de Ojeda, localidades de gran protagonismo en la Primera Guerra Carlista y que con menor peso tuvieron también su protagonismo en la Tercera Guerra Carlista (1872-1876).
Por tanto el número 8 de la Colección historia de la montaña palentina pasa a ocupar un lugar necesario en la bibliografía de los levantamientos carlistas en tierras castellanas.
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