Manifisto 8 de Noviembre: “CATALUÑA: SU SER O NO SER ANTE EL DERECHO A DECIDIR”
Barcelona, 8 de noviembre, vigilia de la esperpéntica escenificación secesionista en Cataluña y de la caída del Muro de Berlín, en el momento que otros quieren levantarlos para separarnos.
El discurso nacionalista, imperante en los tres últimos decenios, con los medios de comunicación públicos y los subvencionados como voceros, se ha llenado últimamente la boca de atractivas expresiones como “Derecho a decidir”, “Democracia” o “Libertad”, sugestionando la imaginación de miles de catalanes, embotando su mente y confundiendo su voluntad. El nacionalismo se ha convertido en una religión de conversos que busca herejes a los que condenar por “antidemocráticos”.
Hace casi dos siglos, Alexis de Tocqueville advertía de los peligros de la “degeneración democrática” y la perversión del concepto de “Libertad” que ya empezaban a gestarse en la Modernidad. A los que interpretaban que la Democracia era esencialmente un “acto de elección o autodeterminación”, sin importar el contenido moral del mismo, les advertía: “no somos más libres porque podamos escoger a nuestros tiranos”. Con esta genial frase, se refería a la absurda esperanza de los que creían ser más libres por elegir a los gobernantes que les impondrían una máquina burocrática, uniformizadora y asfixiante a modo de nueva esclavitud. ¡Qué cercanas a nuestros tiempos suenan sus reflexiones!
Cuando el secesionismo, teledirigido y subvencionado por el gobierno autonómico de Cataluña, se empeña en convencernos de que existe un “Derecho a decidir”… ¿A qué se refiere? ¿Acaso somos libres para precipitarnos y precipitar a otros a la ruina moral y social?
La burguesía catalana, aliada contranatura con la izquierda radical y revolucionaria, nos quiere “obligar” a “decidir libremente” si queremos secesionarnos de un Estado, para integrarnos en una réplica del anterior con sus mismas estructuras de dominación. ¡Qué atractivo este viaje a Ítaca!
En definitiva, y paradójicamente, la administración autonómica más intervencionista y corrupta del Estado español, es la que nos embelesa para que decidamos si nos esclaviza un Estado u otro; si nos explota una casta corrupta u otra. ¿”Derecho a decidir” para esto? No gracias.
Nos preguntamos si en la Arcadia prometida, los catalanes podremos seguir ejerciendo el Derecho a decidir en otros ámbitos cotidianos: ¿podrá un comerciante decidir en qué lengua rotular su negocio, o emitir sus facturas? ¿Podrán los padres decidir en qué lengua escolarizarán a sus hijos? ¿Dejarán a los millones de catalanes que habitan el área metropolitana decidir en Referéndum si quieren pertenecer al nuevo Estado Catalán o integrarse en España? Igualmente, ¿Dejarán que la Vall de Arán o Tortosa elijan libremente su destino? Y, ¿por qué no? ¿Nos dejarán decidir si queremos pagar impuestos?, ¿conducir por la izquierda o dejar de pagar la hipoteca? ¡Qué absurdo es el Derecho a decidir, cuando se confronta con la realidad.
Los padres del “Derecho a decidir” ya han elaborado una futura Constitución de Cataluña en la que se consagra como una “República” ¿Quién lo ha decidido? ¿el “Pueblo”? Si la excusa de la independencia es un conflicto dinástico ¿Por qué la Cataluña independiente no puede ser una monarquía? Misteriosamente, para esta cuestión de alta política, el “Derecho a decidir” no existe.
¿Qué legitimidad tiene un simple gobierno autonómico que se arroga la autoridad de Estado y se convierte en el único interprete de un “sujeto político” imaginado y una “voluntad” del pueblo artificialmente creada?
¿Qué legitimidad tienen las expresiones “Libertad” o “Derecho a decidir” en boca de un gobierno autonómico que mantiene la ratio más alta de funcionarios en toda España, la deuda autonómica más elevada y el mayor nivel de intervencionismo fiscalizador?
Hay una extraña ley histórica que se traduce en los siguientes términos: los sistemas y gobiernos que más jalean la Libertad y la Democracia, suelen ser los más totalitarios. No en vano las dictaduras comunistas se autodenominan Repúblicas democráticas. Y no necesariamente los totalitarismo son dictaduras visibles, sino que –también- las democracias, como demostró Tocqueville, se pueden convertir en formas de totalitarismo blando, pero no por ello más dañino y disolvente.
Por todo ello:
1.- No creemos en una “Libertad” abstracta que se acaba traduciendo en normas impuestas, y no pactadas, por gobiernos sobre los que no es posible un control real, ya que ni siquiera existe la posibilidad de exigir el mandato imperativo de los electores sobre los elegidos. Los que eliminaron los fueros o libertades de los pueblos de España, se autoproclamaron desde sus Parlamentos en ciudadanos “aforados” intocables y privilegiados.
Por el contrario, creemos, como así lo creyeron, compendiaron y vivieron nuestros antepasados, en las libertades concretas de las comunidades que los Reyes juraban respetar y salvaguardar; y en las que sus representantes sólo podían votar aquello para lo que habían sido designados por sus electores (este es el mandato imperativo antes aludido).
2.- No creemos en unas leyes que, la mayoría, son pactadas entre los gobiernos y los lobbies de las corporaciones multinacionales, en búsqueda de intereses particulares y a cambio de inconfesables favores.
Por el contrario, creemos en leyes pactadas con los cuerpos sociales y que siempre tengan como referente el bien común de la comunidad política.
3.- No creemos en el “Pueblo” como sujeto absoluto y fuente arbitraria de todo poder y voluntad de ser. Y, en consecuencia, no creemos en un abstracto “Derecho a decidir” que pueda transmutar sin más la naturaleza de nuestra Cataluña histórica y real.
Por el contrario, creemos en el Deber de ser fieles a nuestras raíces y tradiciones. Creemos en los pueblos y las comunidades reales, con sus cuerpos sociales intermedios capaces de ordenarse respecto a sus fines y al bien común, sin la necesidad de una omnipresencia legislativa del Estado o de las autonomías. Sin un municipalismo en el que los ciudadanos puedan gozar de libertades concretas, la “Libertad” que ofrezca el Estado será una mera quimera.
Por tanto, proclamamos:
Que no tenemos miedo a la libertad real, porque esta implica el respeto al bien común, la unidad y hermandad –que no la unión artificial y burocrática- de los pueblos que constituyen nuestra Patria. Conceded a los pueblos hispanos verdaderas libertades y serán los más leales a este proyecto común llamado Las Españas. Éstas no son más que la expresión de un verdadero amor a lo común que nos une en espíritu, historia y tradición. Y éste es el único y verdadero sentido del “federalismo” que aceptamos. No como aquellos que proponen un “federalismo abstracto”, cuando en realidad quieren transformar España en una “confederación” que pueda disgregarse en función de los intereses particulares.
Con la perspectiva de más de un siglo, se hacen proféticas e imprescindibles aquellas palabras que Vázquez de Mella pronunciara en el Congreso de los Diputados el 29 de Noviembre de 1905:
“Si queréis resolver la cuestión de Cataluña no hay más que un procedimiento: estableced una línea de diferenciación y de separación para todo lo que pueda atacar la unidad nacional y la unidad del Estado; pero reconoced todo lo que se refiere a la independencia municipal, económica u administrativa y a las libertades regionales, que no son sólo económicas ni administrativas, sino que se refieren también a la propia legislación en lo que tiene de especial y a la forma federativa para expresar la relación con el poder central; y resolveréis la cuestión, y reinará la paz, y crecerá como llama espléndida el amor. Si no lo hacéis así, se agravará en tales términos, que lo que hoy no es más que una paradoja hablando allí de separatismo, puede llegar con el tiempo a ser una realidad sangrienta”.
Ante esta profecía que ya se está materializando, sólo nos queda recuperar el “seny” y gritar como hicieran nuestros antepasados: “Mori el mal govern”, “visquen les llibertats”.
SOM-HI, SOMATEMPS, VISCA LA CATALUNYA HISPANA!!!