Ya van enseñando la patita. Los más variados comentaristas achacan las arbitrariedades que han venido demostrando los podemitas a su veta leninista a la que ellos mismos afirman pertenecer, (tratan con ello de desvincularse del estalinismo que suele tener peor prensa), pero esa línea leninista o estalinista, tanto que da, porque mal que les pese, solo son el medio del que otro grupo más antiguo, coordinado y de fines más amplios se sirve para conseguir sus objetivos y para los cuales son simples marionetas que dan la cara. Los dirigentes de verdad, los que dan las consignas, quedan siempre en la sombra como corresponde a miembros de una secta que ellos dicen que solo es discreta.
Se equivocan, por tanto, quienes piensan que sus charlotadas son simplemente una expresión inofensiva de estulticia sectaria. Insistimos en que son la consecuencia más representativa de un programa político basado primordialmente en destruir la sociedad tradicional para implantar un orden nuevo. El suyo. Su cristofobia, su odio a la religión católica es una de estas manifestaciones; descristianizar la fiesta de Navidad y conseguir la transformación de la magia de la noche de Reyes en una astracanada siniestra, la forma que tiene la izquierda de decirnos que aquí no se va a librar ni la infancia.
De modo que alcaldes populistas han arremetido inmediatamente contra los belenes, una tradición que llegó a España en el siglo XIV de la mano de los franciscanos. Suprimir los belenes por decreto o cambiar la celebración de la Navidad por «las fiestas del solsticio de invierno» son algunas de las medidas estrella de los nuevos partidos populistas de izquierda que gobiernan en muchas ciudades españolas. Los más extremistas, como José María González «Kichi» en Cádiz o Joan Ribó en Valencia, han optado directamente y sin dar explicación oficial, por quitar la tradicional escena del nacimiento del Niño Jesús de las sedes de los ayuntamientos «para no ofender a los que no creen» (aunque así ofendan a los que sí creen). A mitad de camino se ha quedado Manuela Carmena en Madrid al reducir el pesebre en el Palacio de Cibeles a la mínima expresión. Pero donde el ingenio ha llegado a límites insospechados es en Santiago de Compostela. En lugar del tradicional belén, los peregrinos que culminen el camino estas navidades se encontrarán en la plaza del Obradoiro con un gigantesco «bosque mágico» de treinta abetos del vivero municipal repleto de grandes adornos. El belén, por si no quedaba clara su intención, lo ha recluido en la capilla de la pequeña iglesia de San Fiz.
El Ayuntamiento de Zaragoza liderado por Pedro Santisteve, ha decidido sustituir los paseos en burro por «ponis ecológicos» de juguete. Esta decisión trata de acabar con la polémica que ha rodeado en los últimos años a esta atracción. De hecho, se llegó a presentar hasta una denuncia por explotación animal. Varias asociaciones animalistas y los partidos de izquierdas denunciaron en su día el mal uso que se hacía de los burros durante la Navidad. De ahí que el equipo de gobierno municipal haya suprimido la presencia de animales vivos en las actividades navideñas. No habrá burros, pero tampoco participarán en la tradicional cabalgata de Reyes otros animales, como ocas o caballos. Igual que en Madrid aunque aquí no ha habido protesta por la utilización de animales. La coincidencia de la retirada será casual o consecuencia de su obligada aceptación de órdenes superiores? Esta tierna preocupación por los animales me recuerda las campañas que encabezaron en defensa del lince ibérico, el huevo de alimoche o el lagarto de Canarias, muy respetables todos teniendo en cuenta que son animales en peligro de extinción; pero me llama la atención su cinismo e hipocresía por cuanto, al tiempo, exigen violentamente que otros seres que se encuentran casi al mismo nivel de exterminio, sigan siendo asesinados. Me refiero, naturalmente a aquellos niños a los que no permiten nacer. ¿Tiene menos derecho a ser protegido un futuro ser humano que un huevo de alimoche?
La cabalgata es una festividad religiosa que no casa bien con el programa revanchista y sectario de la izquierda radical que trata de borrar toda seña de nuestra cultura, que es lo que finalmente debe ser una cabalgata de Reyes. Fue a mitad del siglo XIX -la primera de la que se tiene constancia data de 1885 en Alcoy (Alicante) cuando los Reyes Magos empezaron a regalar no solo ropa, sino también juguetes, así que la expectación creció enormemente hacia este desfile y se adquirió la costumbre de salir a la calle para recibir a Melchor, Gaspar y Baltasar. Las ciudades no tardaron en organizar cortejos para escenificar la llegada bíblica de los Reyes Magos y celebrar la fiesta de la Epifanía del Señor del día 6 de enero.
En Arriate (Málaga) su odio les llevó a quemar las cuatro carrozas ya preparadas sin tiempo suficiente para que el ayuntamiento regido por el PSOE, pudiera reemplazarlas. Casi que hubiera sido preferible que esto hubiera ocurrido en Valencia y Madrid para evitar el espectáculo esperpéntico con que nos obsequiaron.
En Valencia, su alcalde, Joan Ribó, pretendió sustituir a Melchor Gaspar y Baltasar por tres individuas a las que, siguiendo la más pura ortodoxia masónica, llamaron Libertad, Igualdad y Fraternidad. Los niños estupefactos veían a unas mujeres igualitas a las que aparecen en el Saloon de cualquier película del Oeste (póngales ustedes mismos el calificativo) y preguntaban a los papás cuándo llegaban los Reyes Magos. Al parecer se trata de rememorar una cabalgata laica, como la que organizó por última vez la República en 1937 para distraer a los niños de los horrores de la guerra. Organizada por la Societat Coral El Micalet forma parte de la denominada ‘Setmana de la infantesa’ (Semana de la infancia). Les ha faltado la efigie de Stalin, uno de los mayores genocidas del siglo XX, que también exhibieron en aquella ocasión; sin embargo, no han olvidado el famoso lema masónico personificado tan grotescamente en las féminas mencionadas anteriormente. ¿A quién deberán más, al comunismo o a la secta?
En Madrid, Carmena y su troupe, que llegaron al Ayuntamiento con el apoyo del escondido Carmona a destrozar la capital, ̶ conviene no olvidarlo ̶ , intentaron también cambiar los tradicionales Reyes Magos por sucedáneos como en Valencia. La que se montó fue de tal calibre que desistieron de ello para la cabalgata principal, pero sus “compromisos” obligaron a imponerlas en dos barrios con mucha clientela izquierdista: Puente de Vallecas y San Blas. Un sufridor de la del primero de los distritos, describió en un tuit lo que pasaba: “Gaspara, Baltasara y la barba que volaba”. Treinta y un mil euros de presupuesto para un bodrio y no les dio ni para pegar bien la barba….
El espectáculo de la cabalgata central, la más importante de Madrid fue terrorífico. Un claro ejemplo de su proyecto de quitar de la mente de los niños la idea cristiana de la Navidad. Carmena había prometido que nos iba a sorprender y fue cierto, pero nos sorprendió para mal y nos duele por la frustración que significó para los niños, con los que no han manifestado ningún respeto en una fiesta que debería estar dedicada a ellos y para ellos. Por supuesto que siguiendo las instrucciones recibidas (que todos los afines siguieron con obediencia bovina), desaparecieron las ocas, las ovejas, los camellos, los caballos, con la consiguiente desilusión infantil porque para muchos niños urbanitas todos estos animales son conocidos casi en exclusiva por las imágenes de los libros.
Ríos de tinta han corrido por el tuit de Cayetana Álvarez de Toledo: “No te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena, jamás” motivado por el comentario de su hija de seis años quien con gran desilusión le había dicho:”Mamá el traje de Gaspar no es de verdad”. Ciertamente. El pobre individuo que vestido de rosa pretendía suplantar al Rey Mago no era creíble ni para una criatura pequeña. Sus otros dos compañeros hacían juego en la mamarrachez. Contaré una anécdota. A mi lado, un padre se esforzaba en decirle a su hijo que aquella birria vestida de azul era Melchor; el niño, unos siete años, se negaba a admitirlo y esperaba la llegada de su rey preferido, hasta que harta la criatura por la insistencia del padre le dijo:”Mira papá ese es el mago Merlín, que lo tengo yo en el cuento de la tía Lola”. Efectivamente, era calcadito del mago galés, figura central del ciclo artúrico, pero sin relación con la adoración al Niño Dios por tres Reyes de Oriente. Sin palabras quedó el pobre hombre que no supo que contestarle y yo, dándole gracias a Dios de que haya niños, jóvenes del mañana, que no asumen lo “políticamente correcto” aunque lo diga el “desgobierno” de la capital de España, pero como Cayetana tampoco les perdonaré que hayan transformado la magia de la noche de Reyes en una astracanada siniestra; espero, al menos, que sirva para que sus entusiastas votantes adquieran conciencia de que esta es la forma que tiene la izquierda de decirnos que aquí no se va a librar ni la infancia.
Un dragón volador de la China, un elefante de la India, en papel y plástico, naturalmente. Nada de villancicos, el recorrido estuvo amenizado por una banda de rock and roll, un DJ llamado Lobo y una batucada, porque es sabido que el ritmo brasileño es tradicional en España; aunque pensándolo bien, puesto que no era una cabalgata, sino un carnaval, quizás fuera lo más apropiado. Dragones chinos serpenteaban entre los niños mientras un destacamento de soldados imperiales marchaban fieles al lord oscuro de la Guerra de las Galaxias, Darth Vader, el malo malísimo de Star Wars, acompañado entre otros por los Angry Birds, que ya me dirán qué sentido tiene poner a los “malos” en primer plano de una cabalgata de Reyes.
Coches antiguos de bomberos, rayos, centellas, nubes y los gomitis que llegaban del ártico completaron el desfile. Yo, estupefacta me preguntaba que tenía que ver el ártico con los Reyes de Oriente. Llegué a pensar que, como son “artistas” en cambiar los hechos a su conveniencia, (los malos y asesinos pasan a ser buenos y a los buenos que dieron su vida por Dios y los más humildes, les quitan hasta el nombre de una calle), habían trasladado a Oriente todo el ártico; ahora bien, nunca por ignorancia, porque ya sabemos los magníficos curriculums que los avalan.
Durante años se ha considerado un honor participar en la cabalgata de Reyes, de modo que ni estos ni el resto de comparsas cobraban nada, pero este año, como según la portavoz de Carmena, la cabalgata debe actualizarse y adecuarse a los tiempos, han decidido pagar a los individuos participantes, todos, naturalmente, del mismo gremio, asociación o secta. Por eso no nos ha extrañado las declaraciones de David Fernández, actor, músico, bailarín y director de una compañía con su nombre, quien calificó ayer la Cabalgata de los Reyes Magos de Madrid como un evento «casposo» que afirmó aborrecer.
Una valoración que no tendría la más mínima trascendencia, independientemente de la importancia del personaje, si no fuese porque Fernández es uno de los artistas que forman parte de la comitiva real contratada por el gobierno de Manuela Carmena. Aborrece de los Reyes Magos pero se beneficia de lo que representan al cobrar de los contribuyentes madrileños.
Termina la carnavalada dirigiéndose los Reyes a los niños desde un estrado donde no aparecía el motivo principal del festejo, que era el Misterio con las figuras principales para que los Reyes pudieran postrarse ante el Niño Dios. Una tontería por mi parte pensarlo. Melchor/Merlín se dirigió a los niños con un discurso pleno de guiños políticos en el que predominaba la idea de que debemos estar juntos y unidos (naturalmente siempre que se acepten sus consignas). Un mensaje “para los adultos”: “En nuestro camino hemos visto glaciares derritiéndose, ríos agonizando y, sobre todo, niños teniendo que huir de la guerra y la pobreza”. Por todo ello, Melchor ha pedido que nadie abandone la esperanza de tener un mundo mejor para todos. Baltasar cantó una canción (que no villancico) quizás en algún dialecto árabe y Gaspar, el mago rosita finalizó anunciando que iban a terminar con mucha magia, en referencia a los fuegos artificiales que iban a ver. Así ha sido la anticlerical cabalgata podemita en Madrid. Ni los tres Magos fueron a saludar a la Virgen (esto de la virginidad no se lleva en este círculo), mucho menos a San José, visto el menosprecio con que, en general, tratan a los padres, ni al Niño, no fuera alguien a considerarle representante de tanto infante abortado; de modo que lo más práctico, según su ideología era suprimir el Misterio.
Me imagino que a Carmena que presume de atea y su corte deseosa de quemar iglesias, Rita Maestre, les brotará urticaria al ponerles de ejemplo la preciosa cabalgata de Alcoy. Su alcalde, miembro del PSPV desde 1995, no ha considerado necesario hacer cambios extravagantes en la que es la más antigua cabalgata con sus 131 años cumplidos. Los ha cumplido además siendo fiel a sus orígenes y con una mágica estructura concebida desde un primer momento para hacer volar la imaginación y los sueños de los más pequeños. Miles de personas abarrotaron las calles del recorrido para arropar a Melchor, Gaspar y Baltasar, en un desfile que contó con 1.500 participantes y que volvió a tener en la Adoración su momento más importante.
El desfile, en lo esencial, mantiene la misma estructura desde la última parte del siglo XIX. La primera Cabalgata salió a la calle con unos contenidos básicos que han permanecido inalterables hasta nuestros días. Los tres monarcas llegados de Oriente cubrieron el recorrido a lomos de hermosos camellos, y apenas dieron abasto para besar a los cientos de niños que eran izados por los padres hasta sus monturas. Iban escoltados por un séquito de pajes y antorcheros, personajes que siguen siendo protagonistas en la actualidad, donde los pajes (con la particularidad aquí de que todos tienen la piel negra y labios llamativamente rojos) llevan unas escaleras para subir a los balcones y ventanas de las casas con los regalos que entregan personalmente a los niños.
Posteriormente, con el paso de los años, se han ido llevando a cabo diferentes incorporaciones que no han hecho otra cosa que enriquecer el resultado final, pero siempre respetando la esencia original. Este es el caso de los grupos de danzas de la zona o las bandas de música que acompañan a cada uno de los monarcas, y también del acto de la Adoración en la plaza de España.
Este acto de la Adoración y entrega de los presentes de los Reyes en la plaza de España ante un Belén viviente volvió a ser el momento más espectacular. Los Reyes descansan un momento en unos magníficos sillones en un extremo de la plaza, para después cruzarla solemnemente a los acordes del Aleluya de Häendel hasta el Portal donde arrodillados adoran al Niño Dios y le entregan sus presentes: oro, incienso y mirra. Inmediatamente después se dispara un impresionante castillo de fuegos artificiales desde detrás del campanario de Santa María al fondo de la plaza.
La Cabalgata es, sin lugar a dudas, el principal exponente de una Navidad alcoyana que aspira a ser reconocida por la UNESCO como Patrimonio Mundial. El Ayuntamiento, que no se avergüenza de dichas fiestas, ha intensificado este año la campaña de difusión y adhesiones, con el objetivo de que el desfile de los Reyes Magos, el Bando Real, Les Pastoretes y el Belén de Tirisiti obtengan esta declaración bajo el acertado y a la vez merecido lema de «Alcoi, Ciutat del Nadal».
Y en esta línea, han abierto a los niños el “Campamento Real” situado en un bosque a pocos kilómetros de la ciudad. Desde antiguo las niñas y niños alcoyanos sabían que Melchor, Gaspar y Baltasar acampaban la víspera de la entrega de los regalos en la cercana sierra de Mariola, a donde si miraban desde la ciudad podían ver diversas fogatas durante la noche del 4 al 5 de enero. Sin embargo, este año por iniciativa del ayuntamiento de Alcoy a propuesta de la asociación cultural Samarita, los niños han podido acercarse a conocer el campamento. En dicho emplazamiento destaca una gran ‘haima’ repleta de regalos y los pequeños han podido observar los tres famosos camellos, así como burritas, cabras, patos y una febril actividad por parte de los pajes para ultimar los paquetes que se repartirán en el trascurso de la cabalgata.
En grupos de 80 acompañados por un guía que les ha explicado los pormenores del ‘mágico’ campamento, los niños no pierden detalle de todo lo que sucede, y comprueban cómo el Cartero Real sentado a la entrada de la ‘haima’, no paraba de leer cartas y cartas recibidas en los últimos días. Las visitas duran todo el día y la respuesta ha superado las previsiones municipales con más de un millar de menores. Cada adulto que ha viajado en uno de estos autocares ha donado un euro a favor de la asociación Samarita, que lo destinará a fines sociales.
¡Qué envidia Señor! ¿Qué hemos hecho los madrileños para tener lo peor de lo peor del repertorio izquierdista? Y prepárense, porque como no vamos precisamente por el camino del húngaro Víktor Orban, sino que en función del multiculturalismo en cuya bandera tanto se envuelven, dentro de nada nos empujarán a copiar a míster Cameron quien pretende adaptar el calendario escolar a los emigrantes árabes. Con ello habrán dado al tema de los belenes y de las cabalgatas de Reyes Magos, “la solución final” al más puro estilo nazi. Por supuesto si dejamos que nos destrocen nuestras creencias, nuestros valores y nuestras tradiciones. ¿Sabremos reaccionar?