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Opinión

Cataluña: Crónica de una estafa anunciada. Acerca de la necesidad de un “Plan de Alfabetización y Educación para la Honradez”.

Es tal la capacidad anestésica y de manipulación de los medios de información, todos ellos, sin excepción, regados generosamente con fondos públicos, con dinero de todos los contribuyentes que, a pesar de ser tan burdo y zafio lo que el tripartito PP-PSOE-CIUDADANOS ha pactado con los separatistas-golpistas en Cataluña, a pesar de que el tripartito PP-PSOE-CIUDADANOS se está burlando cruelmente de los españoles, a pesar de que han pactado con los separatistas una nueva traición a España.  La mayoría de los españoles sigue sin darse cuenta de tamaña estafa, de tamaño fraude, aunque hayamos sido muchos los que hemos venido anunciándolo desde hace semanas y meses.

¿Y por qué es posible que ocurra tal cosa? ¿Cómo es posible que los españoles no se den cuenta de que los separatistas y el tripartito PP-PSOE-CIUDADANOS han hecho un pacto mediante el cual todos salvan su prestigio,… buscamos unos cuantos cabezas de turco-tontos útiles, a los cuales ya habrá tiempo de indultar… y, aquí paz y después gloria?

Ni que decir tiene que esa acción narcotizante, alienadora, a la que los medios de información someten a los ciudadanos, lleva implícita una actitud de silencio cómplice, de condena al ostracismo, de ninguneo de toda clase de disidencia; hasta tal punto que, por órdenes del gobierno del PP todas las televisiones han ocultado que el partido político VOX –el único que viene plantándole cara al separatismo- ya hace dos años que solicitó al Gobierno y al Senado la aplicación del Art. 155 de la Constitución Española de 1978,  la respuesta fue que no había motivos para ello, que quienes tenían semejante iniciativa eran «alarmistas y pirómanos», que no era necesario …….y al final se ha tenido que aplicar, tarde y mal.

También los medios de información, por órdenes del Gobierno presidido por un tal Mariano Rajoy, cuando VOX  interpuso hace meses querellas por sedición y rebelión entre otros gravísimos delitos, contra la Mesa del Parlament de Cataluña y el Govern de la Generalitat y solicitó medidas cautelares de forma urgente, de prisión contra los golpistas, se tardó meses en admitir las querellas y se le acabaron imponiendo a VOX altísimas fianzas para apartarlo de las causas abiertas contra los separatistas catalanes…

Y ahora, cuando la Fiscalía acaba ¡Por fin! querellándose y pidiendo que se les tome declaración a los golpistas, y que el Tribunal Supremo y la Audiencia Nacional valoren la posibilidad de detenerlos cautelarmente (se supone que para evitar que se fuguen o destruyan pruebas), se produce un enorme despliegue mediático… cuando quienes han promovido en Cataluña el golpe de Estado, han acabado huyendo.

VOX lleva desde hace días, semanas, denunciando la existencia de un pacto secreto y fraudulento entre PP, PSOE y C’s, y los separatistas de las diversas taifas, para reformar la Constitución a espaldas de los españoles y contrario a la unidad de España; y las pocas veces que algunos medios de información nombran a VOX, aparte de tildarlo de “partido ultra o de extrema derecha”, es para caricaturizarlo con expresiones como  «conspiranoicos que ven fantasmas donde no los hay»…

¡Ojalá en esta ocasión VOX esté equivocado y los hechos no le vuelvan a darle la razón!

A estas alturas del texto debe de haber alguno que se pregunte;  ¿Acaso es que los españoles son estúpidos?

No, sencillamente (aunque nuestra nación no se libre de poseer estúpidos como cualquier parte del mundo, pues en todos sitios cuecen habas y… en mi tierra a calderadas) la razón fundamental es que los españoles, salvo excepciones se informan casi exclusivamente a través de las televisiones y a través de sus amigos, familiares, conocidos, y le otorgan credibilidad a los que consideran “de los suyos” y recurren a la “ignorancia voluntaria”, también llamada “ignorancia racional”.

El ser humano suele caer en tres tipos de ignorancia: aquellas cosas que sabemos que ignoramos, aquellas cosas que no sabemos que ignoramos y aquellas cosas que preferimos ignorar.

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El primer tipo de ignorancia no es negativo, más bien lo contrario: para una mente atenta y curiosa el enfrentarse a algo desconocido es solo el primer paso en un camino que lleva a obtener respuestas… y nuevas preguntas.

El tercer tipo de ignorancia es el peor de todos ya que ignorar voluntariamente un riesgo hace imposible el prevenir un desastre… pero a pesar de que la ignorancia voluntaria es condenada incluso en la cultura popular, el ser humano parece tener una natural tendencia a engañarse a sí mismo llegando incluso, en su ciego afán por proteger su engañosa seguridad, a tildar la realidad de “falsa”.

Por supuesto, esta tendencia a engañarse a sí mismo no es solo aplicable a los asuntos relacionados con la política: existe gente que cree en la astrología, la quiromancia, la cartomancia y los horóscopos; gente que cree en la homeopatía, ignorando los numerosos estudios clínicos que demuestran que no es más que efecto placebo, y demasiado caro; gente que creen en ovnis; en espíritus; en conspiraciones… gente que “cree”.

Y es que creer es fácil, pues el que cree se despreocupa de cualquier evidencia o pregunta incómoda, deja de lado el trabajo de buscar información y comparar lo que ha encontrado, se olvida de pensar por sí mismo y de evaluar los hechos. Para creer solo se necesita aceptar incondicionalmente.

Si algo no es agradable, sea la crisis económica o social, una enfermedad, la pérdida de un ser querido o simplemente la complejidad del universo en el cual vivimos es más fácil creer en lo que nos dice alguna autoridad que en lo que nos muestra la realidad de la que nos gustaría huir.

Al parecer, lo importante es despojarse del peso de la responsabilidad y transmitírselo a alguien, sea éste una Persona, Institución o Dios. Ya se sabe que, si alguien no elige, no actúa, no mueve su voluntad, siempre tendrá la posibilidad de decir aquello de “yo soy un mandado”, y por lo tanto no estoy dispuesto a asumir las consecuencias de mis actos… Ese es el motivo por el cual la gente nunca suele hacerse responsable de su voto cuando es convocado a participar en unas elecciones…

Albert Einstein decía que todos somos ignorantes, pero que no todos ignoramos las mismas cosas. Es más, en la “era de la información” es casi imposible saber de todo, tener un saber enciclopédico… Si alguien decide estudiar Medicina, pongo por caso, inevitablemente elige voluntariamente “ser ignorante” de otras disciplinas, tales como aeronáutica, o astronomía, o economía, o derecho… es impensable que alguien sea capaz de abarcar todo el “conocimiento”.

Por supuesto que ello no es malo. La mente humana es limitada. Es imposible saber de todo. No es posible conocer la mayoría de las cosas. Es por ello que inevitablemente somos selectivos con lo que aprendemos. Y por lo tanto, acabamos decidiendo consciente o inconscientemente en qué nos mantendremos ignorantes. Es más, incluso se puede afirmar que la ignorancia en muchas ocasiones es una opción “racional”.

Cuando decidimos ser ignorantes, primero seleccionamos lo que nos interesa o es útil conocer, y descartamos lo que a priori consideramos – o más bien intuimos- que nos va a obligar a utilizar mucho tiempo y mucha energía.

Por ejemplo, si alguien se ve en la necesidad de ir a comprar un detergente, podría encargar a algún experto una investigación detallada y completa de todas las marcas, o hacerla por su cuenta, para saber cuál es el que lava más blanco…  Pero a nadie se le ocurre tal cosa, pues cuesta tiempo y/o dinero. La gente recurre en tales casos a alternativas más baratas como preguntarle a sus amigos, o dejarse influir por la propaganda. La gente renuncia a efectuar una investigación o encargársela a un laboratorio; simplemente porque resulta muy caro, y tiene la idea de que no le compensaría, “no valdría la pena”.

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Cuando la gente se ve en la circunstancia de participar en unas elecciones, en  España, quienes deciden votar lo suelen hacer, también, como “ignorantes racionales” o “ignorantes voluntarios”.

La gente no “estudia” a cada candidato, no los compara, no trata de discernir sobre las ventajas e inconvenientes de votar a uno u otros, tampoco lee sus programas (si es que presentan algún programa). Generalmente, quienes votan,  lo hacen ignorando cuál es “la mejor opción”.  “Votar bien”, elegir la mejor opción requiere emplear tiempo y esfuerzos a los que la mayoría de los electores no están dispuestos. Evidentemente, los promotores de las  diversas candidaturas y partidos políticos saben sobradamente que la gente “funciona así”.

Esto explica que acabemos teniendo a los gobernantes que tenemos, y padecemos; es por ello que cualquier “famoso” tiene muchas opciones de salir elegido en cualquiera de los comicios, sea una elección municipal, regional, nacional, o supranacional. Es por ello que cualquier “artista”, o famoso de las revistas “del corazón”, o un futbolista, por poner algunos ejemplos, goza de muchas posibilidades de ser elegido.

¿Por qué será que en un país tan aparentemente politizado, como España, las cuestiones políticas están tan lejos de las preocupaciones del ciudadano corriente?

La falta de interés del ciudadano en lo concerniente a la política hay que interpretarla desde la perspectiva de costes y beneficios. Para la mayoría de los ciudadanos, poder comprender a fondo la actualidad política y poder formarse una opinión acertada es costoso, pues requiere bastantes tiempo y esfuerzo; y se percibe como poco beneficioso, dado que la mayoría percibe que la probabilidad de cambiar la situación, e influir en la gestión de los asuntos públicos, a través de su voto es muy escasa.

Por otro lado, el debate público aborda generalmente cuestiones complejas que, a pesar de su trascendencia social, la gente no tiene idea de que le afecten directamente y, por lo tanto, no considera que haya que poner mucha atención en ellas.

¿Reforma de la Administración de Justicia? ¿Reformar la organización del Estado;  necesidad o no del Senado, necesidad de recentralización y eliminación del “estado de las autonomías”…? ¿Inmigrantes que intentan entrar en España por Ceuta y Melilla? ¿Política exterior? ¿Aborto, Eutanasia?

¡Uffff… no me “caldees la cabeza” -que diría un extremeño-… Bastante abrumado me siento ya con las actividades en mi vida cotidiana, como para atender a esos problemas!

El ciudadano que acaba optando por ser voluntariamente ignorante se plantea el siguiente dilema: dejarse llevar y actuar “ciegamente” al dictado de otros, o abstenerse de participar (votar).

Ante la gran cantidad y complejidad de la información que necesita cualquier personas, para poder tomar una decisión a la hora de decidir a qué candidato o a qué agrupación política vota —teniendo en cuenta el perfil del candidato, su proyecto, programa electoral, su trayectoria personal, formación académica, su currículo profesional, su trayectoria personal— el común de los mortales prefiere mantenerse voluntariamente desinformado y tomará la decisión de votar al candidato que “sienta más cercano a su propia posición ideológica”: las diversas ideologías funcionan como una especie de atajo, el camino más corto, más cómodo para tomar decisiones políticas. En vez de tener que dedicarle horas a la búsqueda de información, a la lectura, a la comparación y al análisis de las propuestas de gobierno de cada candidato; el elector cuenta con que, si el candidato es de derecha, de centro o de izquierda, éste adoptará una orientación y un estilo de gobierno, y hará unos planteamientos de política pública, más o menos previsibles.

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A nadie se le escapa una consecuencia importante de todo esto: la desinformación convierte a los ciudadanos en presa fácil de las estrategias propagandísticas de líderes, o partidos políticos, o lobbies, o grupos políticos populistas, y de las informaciones sesgadas y adulteradas que divulgan, publicitan para defender sus puntos de vista.

Y permítaseme que vuelva a insistir, a ser reiterativo: ¿Y por qué ocurre todo esto? Pues muy sencillo: todos buscamos tener los menos problemas posibles en nuestras vidas. Por esto, preferimos seguir siendo engañados con nuestro consentimiento. Preferimos seguir obviando la realidad de la parte que” no nos gusta ver”. Ante el desánimo social, el pan y circo que nos ofrecen a diario los medios de comunicación, incentivando aún más el esperpento, lo chabacano, los enredos, comidillas y engaños. Nuestra sociedad acepta y aplaude todo esto, ignorando el esfuerzo personal, el amor hacia la cultura, el afán por ampliar conocimientos y los méritos de muchísimos de nuestros ciudadanos que se marchan de su patria, porque no les ofrece nada para avanzar en cultura, libertad y dignidad.

Ciertamente, de una Nación, como la nuestra, que deja marchar a los ingenieros, científicos y técnicos muy bien formados, que indulta por doquier a los ladrones de cuello blanco –y próximamente a quienes han pretendido romper España por el nordeste- y que encumbra a los mediocres y a los famosos del cotilleo televisivo ¿qué podemos esperar? ¿Qué se puede esperar de una sociedad que permite a sus ciudadanos conseguir, con el mínimo esfuerzo, lo máximo, atropellando a quien se le ponga en su camino, utilizando medios no lícitos, a costa de lo que sea?

Y ya para terminar: Votar en unas elecciones, sean locales, regionales o nacionales, es una forma “barata” de mostrar compromiso social. Es más, esto explica por qué son muchos los electores que votan contra sus propios intereses o lo que dicen que para ellos son cuestiones irrenunciables. El esquema es el siguiente: si la izquierda o el populismo va a ganar y van a aumentar los impuestos, no es algo que mi propio voto pueda cambiar ya que mi voto no es decisivo. Si esto es así, mejor tomar partido, “posicionarme” del lado “progresista” que del lado “reaccionario”.

Es por ello no queda otro remedio que limitar el poder de los políticos y así reducir la importancia de la ignorancia de los votantes.

Y permítaseme una última reflexión: ¿No sería cuestión de tomarse en serio lo de instituir alguna clase de “educación cívica y para ser buenos ciudadanos”, de poner en marcha un “Plan de Alfabetización y Educación para la Honradez”?

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Carlos Aurelio Caldito Aunión (Badajoz, 1957), un histórico 'discrepante' (utilícese ésta o cualquiera de sus formas equivalentes, tales como 'discordante', 'divergente' o 'disconforme', por ejemplo) de la sociedad pacense

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